
Integrantes de la Red de Observadores Ciudadanos de La Paz A.C. (ROC), Sinergia Azul y Terra Habitus escriben sobre el papel de los prestadores de servicios turísticos en el cuidado de las ballenas durante la época de avistamientos.
Integrantes de la Red de Observadores Ciudadanos de La Paz A.C. (ROC), Sinergia Azul y Terra Habitus escriben sobre el papel de los prestadores de servicios turísticos en el cuidado de las ballenas durante la época de avistamientos.
Texto de Arcos-Aguilar Ramiro, Andrés González Cisneros, Alejandra Castelo Corona, Katia Silva, Lorena Viloria Gómora and Lorenzo Rosenzweig 17/02/25
Integrantes de la Red de Observadores Ciudadanos de La Paz A.C. (ROC), Sinergia Azul y Terra Habitus escriben sobre el papel de los prestadores de servicios turísticos en el cuidado de las ballenas durante la época de avistamientos.
La primera vez que alguien se embarca en un tour de avistamiento de ballenas en México vive una experiencia inolvidable, marcada por la majestuosidad de estos gigantes del océano. En un escenario ideal, la aventura comienza desde el momento en que se llega al muelle, ya sea en Baja California Sur, la costa de Jalisco, Nayarit, Oaxaca u otro punto del Pacífico mexicano. En estos lugares, desde principios de noviembre, la temperatura del mar comienza a disminuir, abriendo paso a estas migrantes cuya permanencia se extiende por alrededor de cinco meses. Durante este periodo, se desarrollan actividades recreativas que no solo conectan a las personas con la naturaleza, sino que también representan una de las experiencias turísticas mejor remuneradas del mundo. A nivel global, esta creciente industria produce ingresos por 2.2 billones de dólares al año, mientras que en México, en los últimos 10 años, generó un promedio de 144 millones de pesos y durante la temporada 2022-2023 aportó casi 200 millones de pesos con la participación de aproximadamente 240,000 personas entre prestadores de servicios y turistas, nacionales y extranjeros, que disfrutaron de las ballenas, hecho que destaca su relevancia tanto económica como cultural.
“A nivel global, esta creciente industria produce ingresos por 2.2 billones de dólares al año…”
En un escenario ideal, la empresa encargada del tour de avistamiento opera en un marco de respeto hacia el mar y hacia las especies que allí habitan. Antes de partir, guías capacitados comparten con sus clientes datos fascinantes sobre las ballenas. Explican que la ballena gris puede viajar más de 22,000 kilómetros de ida y vuelta, desde el Ártico hasta las templadas lagunas costeras mexicanas, mientras que la ballena jorobada, con sus espectaculares saltos y cantos, también hace su travesía invernal hacia estas costas desde sus zonas de alimentación en el Golfo de Alaska, el Mar de Bering y la costa oeste de Estados Unidos. Con calidez y entusiasmo, capitanes y guías se encargan de hacer saber a los pasajeros que están a punto de ser testigos de algo único, y que se seguirán prácticas sostenibles para no perturbar a las ballenas en su hábitat.
A lo lejos, alguien grita emocionado: “¡Ahí está!”, y de repente una enorme columna de vapor emerge del océano, acompañada de lo que parece un fuerte rugido. Es una ballena. El bote se detiene a una distancia prudente. Primero, solo se ve su lomo, grisáceo o negro, abriendo poco a poco la superficie del mar. Luego, los turistas reciben un regalo, un momento inolvidable, la ballena jorobada da un salto completo fuera del agua. Su colosal cuerpo, suspendido por un instante, juega con el horizonte antes de caer con un gran estruendo que resonará en la memoria de todos los espectadores. El grupo guarda silencio. Es un silencio lleno de reverencia, roto solo por los susurros de “¡Increíble!” o “¡Qué belleza!”. De regreso al puerto, los guías invitan a reflexionar sobre lo vivido y sobre cómo estas criaturas representan la maravilla y fragilidad de nuestro planeta. “No solo hemos visto ballenas”, dice uno de ellos, “¡también delfines y una tortuga!”. Todos regresan a casa con el corazón pleno, porque una vez que miras a una ballena, algo en ti cambia para siempre. Un enfoque ético y centrado en la conservación de las ballenas es crucial para establecer una conexión auténtica con la naturaleza. Sin este enfoque, el avistamiento de ballenas corre el riesgo de convertirse en un simple espectáculo comercial y perder su valor como experiencia ambiental y espiritual.
Sin embargo, la realidad actual del avistamiento de fauna silvestre a nivel mundial es más compleja. En ocasiones, en lugar de conectar al visitante con la grandeza del océano, esta actividad nos deja con una sensación amarga y genera dudas sobre las acciones de la tripulación durante la realización de estas prácticas. Imaginemos nuevamente un escenario donde, desde el momento en que se llega al muelle, todo parece apresurado y desordenado. Las embarcaciones, atestadas de turistas. Los guías, si es que hay alguno, no ofrecen información; solo piden que todos suban rápido para llenar el siguiente bote y seguir con el negocio. Una vez en el agua, las embarcaciones se acercan rápidamente a las ballenas, ignorando las distancias mínimas recomendadas. Cada bote compite por acercarse más, rodeando a los animales en un círculo intrusivo de motores y pasajeros. Si aparece una ballena, es difícil disfrutarla; el ruido y la prisa rompen cualquier conexión auténtica con el entorno. En el peor de los casos, las embarcaciones persiguen a las ballenas cuando estas intentan alejarse, alterando su comportamiento natural y causándoles estrés. Cuando el día termina, los visitantes pueden sentirse incómodos, aunque tal vez no sepan por qué. ¿Alguna vez lo has vivido? Quizá porque la experiencia no creó una conexión con la naturaleza o por la percepción de que algo estuvo mal. Y quizá, en ocasiones, porque los pasajeros, sin información previa, podrían no ser conscientes del impacto que este tipo de actividades tienen sobre los animales y por la falta de conocimiento se limitan a observar y aceptar estas acciones.
Por ello, es fundamental elegir tours con operadores responsables que prioricen la conservación y el respeto por la vida marina sobre el lucro inmediato. Desde 2022, en el Pacífico mexicano, se ha desarrollado un esfuerzo basado en la ciencia colaborativa. Muchos de estos prestadores de servicios turísticos, comprometidos con la conservación y las buenas prácticas, participan voluntariamente en la iniciativa Sinergia Azul. En colaboración con la plataforma Earth Ranger, se almacenan bitácoras diseñadas por investigadores expertos que contienen datos sobre sus operaciones turísticas y los avistamientos que realizan; esto proporciona no solo información biológica valiosa, sino también datos clave para diagnosticar y cuantificar problemáticas relacionadas con el avistamiento de ballenas. Estos operadores no solo son aliados para la mejora constante de la operación turística, sino que también tienen la capacidad y la información necesaria para asegurar, en el mediano y largo plazo, prácticas sostenibles y responsables. La iniciativa Sinergia Azul aprovecha los datos capturados por los operadores y los transforma en información y conocimiento útil para proteger estas especies emblemáticas que son aprovechadas por el turismo marino. Las ballenas jorobada, gris y azul destacan con el 63 % de los más de 3,250 registros recopilados en tres años. Estos datos son validados por científicos expertos del Programa de Investigación de Mamíferos Marinos de la UABCS (PRIMMA-UABCS) y del Grupo de Investigación de Mamíferos Marinos A.C. (GRIMMA), mismos que apoyan la iniciativa a través de charlas y capacitaciones para garantizar la máxima fidelidad de la información. Estos registros permiten visualizar zonas clave de avistamiento, como Oaxaca, Ixtapa Zihuatanejo, Bahía de Banderas, Cabo San Lucas y Puerto San Carlos (Ver Figura 1), siendo estos dos últimos los destinos favoritos en Baja California Sur.
¿Pero qué historia nos cuentan estos datos? En primer lugar, nos permiten medir el compromiso de los prestadores de servicios turísticos que participan en la iniciativa. Uno de los temas que más destaca, y que permite mejorar la actividad, es la detección de una mala práctica en particular: el número excesivo de embarcaciones durante el avistamiento, por encima de lo que determina la regulación ambiental correspondiente. La norma oficial mexicana (NOM-131-SEMARNAT-2010) permite un máximo de 4 embarcaciones por avistamiento. De acuerdo con la información recopilada, el 60 % de los avistamientos registrados durante la observación de ballenas no cumplen con esta regla, presentando en sus casos más extremos hasta 44 embarcaciones en un avistamiento (Ver Figura 2). Esto puede tener impactos negativos en las ballenas, como reducción del tiempo que pasan en superficie, cambios de velocidad y dirección del nado, disminución del tiempo que utilizan para actividades como alimentación o descanso, cambios en la cohesión y tamaño del grupo, interferencia en su comunicación acústica, e incluso afectaciones a largo plazo como estrés crónico. Esto último puede provocar una supresión del crecimiento, limitar la reproducción y comprometer el sistema inmune. También puede haber daños potencialmente letales como colisiones con embarcaciones y heridas por las propelas.
Cuando hay más embarcaciones que ballenas en el agua y cuando las regulaciones son insuficientes o la conciencia colectiva está ausente, el turismo pierde su magia y se convierte en una amenaza directa para la misma naturaleza que buscamos admirar. Es crucial trabajar hacia un cambio de escenario, donde todos los involucrados en el avistamiento asuman su responsabilidad. Los turistas informados y conscientes deben exigir buenas prácticas, mientras que las empresas deben comprometerse con el cuidado de los organismos que hacen posible su actividad económica.
El involucramiento de los prestadores de servicios es clave para alcanzar este escenario ideal. Su participación no solo garantiza una experiencia sostenible, sino que también abre la puerta a un enfoque colaborativo en el que recopilar información científica generada durante estas experiencias no sea una carga adicional, sino un valor agregado. Este intercambio entre turismo y ciencia es esencial para entender mejor los ecosistemas marinos y mejorar las actividades de aprovechamiento no extractivo.
“Al unir esfuerzos, es posible lograr una sinergia entre turismo y ciencia…”
Iniciativas como Sinergia Azul, que combinan la ciencia colaborativa con el turismo responsable, son ejemplos inspiradores de lo que podemos lograr. Prestadores de servicios comprometidos que recopilan información y trabajan de la mano con la conservación marcan una diferencia. Al unir esfuerzos, es posible lograr una sinergia entre turismo y ciencia que beneficie tanto a las comunidades como a los recursos marinos, garantizando su disfrute, preservación y permanencia para esta y las futuras generaciones. EP