
Susana Chacón analiza los impactos internos y externos de la administración Trump en sus primeros 100 días, destacando las consecuencias para la sociedad estadounidense y la dinámica global.
Susana Chacón analiza los impactos internos y externos de la administración Trump en sus primeros 100 días, destacando las consecuencias para la sociedad estadounidense y la dinámica global.
Texto de Susana Chacón 30/04/25
Susana Chacón analiza los impactos internos y externos de la administración Trump en sus primeros 100 días, destacando las consecuencias para la sociedad estadounidense y la dinámica global.
Ante los primeros 100 días de la administración Trump, es necesario preguntarnos cuáles han sido las consecuencias internas para la sociedad estadounidense así como definir hacia dónde van las relaciones internacionales y la dinámica global. En este corto plazo ha firmado 200 órdenes ejecutivas sin considerar las posturas del Congreso, ni de la Cámara de Representantes como tampoco del Senado. De ahí que este sábado 26 de abril, en el Centro Tepoztlán Víctor L. Urquidi, nos reunimos para analizar sus políticas y su impacto, especialmente con México y China. Se discutieron temas como la geopolítica global, los cambios demográficos y económicos, así como la importancia de una visión estratégica para México en el contexto internacional. Claramente se exploraron las diferencias culturales entre Estados Unidos y China, y la necesidad de que México desarrolle una política exterior clara y una visión propia en el escenario mundial. Por razones de espacio, este texto se centra en los impactos internos de EUA y las principales consecuencias en materia de política exterior.
En el Centro reflexionamos sobre los objetivos y las medidas de la administración Trump, incluyendo la concentración del poder ejecutivo, la reorganización administrativa y las medidas en torno a la migración, que tienen implicaciones en la relación bilateral con México. Vale la pena destacar la desaparición de instancias como el Departamento de Educación y la agencia de USAID. Evidentemente las principales reacciones a estas medidas, se están dando en el poder judicial estadounidense y a través de demandas legales. Éstas se han convertido en uno de los únicos frenos ante las decisiones de Trump. El otro es la venta de los bonos del tesoro y la caída de la bolsa de valores que lo han obligado a replantear su política de aranceles ante el mundo. En el caso de América del Norte, lo más afectado es el sector automotriz y las cadenas de valor. De ahí que sabemos que la revisión del T-MEC no esperará hasta el 2026; es claro que ya comenzó. Se ve afectada porque ahora, a diferencia de cuando se firmó el TLCAN, existe un cambio de la visión común que se dio entonces. Además, el gobierno de Trump ha buscado vincular los temas comerciales con los de seguridad y migración, lo que afecta directamente las relaciones tanto con México como con Canadá. Existe un grave impacto de estas medidas en el proyecto nacional de México y en la necesidad de retomar una visión común de futuro con Estados Unidos y Canadá. Desafortunadamente, los republicanos, ahora más que nunca, nos consideran su patio trasero. Efectivamente piensan en una América del Norte que puede llegar hasta Panamá pero, del río Bravo hacia abajo, somos su patio trasero. Les preocupa realmente su relación con China. De ahí que el cambio en la estrategia de EUA hacia un enfoque más proteccionista y autoritario se da con el fin de poder frenar y competir con China.
Por otra parte, las medidas de Trump se dan en un contexto en el que existen múltiples problemas internos. Existe un gran déficit de mano de obra, por lo que nos preguntamos sobre la viabilidad de la reindustrialización estadounidense; se prevén también cambios demográficos para mediados de siglo dado su envejecimiento poblacional. El desdibujamiento del partido demócrata después de las elecciones elimina la posibilidad de contar con un contrapeso ante Trump y sus políticas. Además, la sociedad está cada vez más polarizada y confrontada entre los blancos y el resto. Los recortes financieros y amenazas a las universidades, centros de pensamiento y la destrucción de instituciones democráticas varias, han ocasionado un gran descontento social y la pérdida de empleos en parte importante de la población. Lo anterior conlleva a que así como ganó con una gran popularidad en noviembre pasado, actualmente ésta ha caído hasta un 41 %. El descontento y la polarización son cada día mayores.
Es cada vez más importante hacer un análisis sobre la base de la sociedad y la coalición social que está detrás de Trump y rescatar sus raíces históricas en la identidad estadounidense. La discriminación hacia la población afroamericana, la nativa, la latina o la asiática no es nueva. Ha existido desde la formación de las 13 colonias en la que los privilegios fueron siempre para los blancos relegando a los indios desde el principio. Hoy, esta discriminación es todavía peor y más profunda. Actualmente, el debate se centra en el proyecto “Make America Great Again” (MAGA) y las relaciones entre Estados Unidos y China. Sin embargo, sabemos que el proyecto MAGA es anacrónico al no incluir al conjunto de la sociedad y, sobre todo, por no considerar la digitalización y la presencia global de China. No olvidemos que el mismo Estados Unidos fue quien integró a China en el ámbito occidental por razones geopolíticas. Ahora, por el contrario, busca contenerla. Esto conlleva una guerra cultural y de civilizaciones entre lo que conocemos como Occidente y Oriente.
En estos 100 días hemos visto también una guerra de religiones dentro de EUA y en la mayoría de los países. Tanto por los acontecimientos internos como por los externos, nos enfrentamos a un posible “fin del siglo americano” y al surgimiento de nuevos liderazgos globales. China es la gran preocupación de Trump pero, a diferencia de lo que sucede en Estados Unidos, los tiempos de los chinos son milenarios y no de corto plazo. El peso de su economía juega en todos los continentes, además de su gran cambio interno al sacar de la pobreza al menos a 800 millones de personas: al alcanzar un desarrollo tecnológico que en muchas áreas rebasa al occidental, al haber construido en pocas décadas múltiples ciudades con infraestructura y tecnología de punta, al haber priorizado la educación de su población y su entrenamiento para enfrentar los retos del presente siglo. En Estados Unidos ha sucedido todo lo contrario. Es cada vez más necesario comprender las diferencias culturales y filosóficas entre China y Estados Unidos, particularmente en relación con el concepto de construcción del poder y el papel del Estado en el desarrollo económico. En esto, ambos países son opuestos.
En materia de política exterior, en tan sólo estos primeros 100 días, es importante subrayar la magnitud del cambio con relación a las instituciones creadas por el mismo EUA después de la Segunda Guerra Mundial. La visión del mundo del gobierno de Trump busca destruir a las instituciones creadas en la posguerra. En estos tres meses se destaca un enfoque en el poder militar, el bienestar económico interno y la identidad estadounidense. No hay que dejar de lado el impacto de estas políticas en el multilateralismo y la regresión de la agenda de derechos humanos y de cambio climático. A Trump no le gustan las negociaciones multilaterales; prefiere las relaciones de uno a uno y las bilaterales. De ahí que se salga de varios organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud, la UNESCO, las negociaciones sobre cambio climático, entre otras muchas. Su postura en los conflictos internacionales, como el de la invasión rusa a Ucrania y el conflicto de Gaza, parte de sus intereses y no de la búsqueda de una construcción de paz. Como nadie lo hubiese imaginado, en el tablero internacional, Trump decidió que su gran aliado es Putin y no sus aliados tradicionales. Esto ha obligado a Europa a repensar también su papel en el mundo y a confirmar que EUA no la va a defender más. Por primera vez, desde el fin de la guerra se han incrementado sus presupuestos militares, incluyendo el alemán. Cosa nunca antes vista después de los años cuarenta.
Ante todo lo anterior, ¿qué le queda a México? Por la situación geográfica, no nos podemos ni nos vamos a divorciar de Estados Unidos. No obstante, tampoco debemos mantener una actitud pasiva y de oportunidades perdidas. Urge replantear estratégicamente los intereses mexicanos en el mundo y tener una presencia activa en lo que en los próximos años será la construcción de un nuevo orden mundial. Urge definir cuál debe de ser el papel de México en un contexto tan cambiante en el que a pesar de la insistencia de Trump en mantener una hegemonía global es cada vez más cierta la inevitabilidad de la hegemonía asiática en el siglo XXI. EP