Los perritos románticos

Hola, me llamo José Fabián Estrada pero me dicen “Perrito”. Viví veintinueve años en Jardines de Morelos, Ecatepec, Estado de México. Tengo treinta años y soy dibujante desde que me acuerdo; eso fue más o menos a los seis años. Cuando empecé a dibujar me robaba las monografías de la papelería para dibujar animales. Mi […]

Texto de 11/10/18

Hola, me llamo José Fabián Estrada pero me dicen “Perrito”. Viví veintinueve años en Jardines de Morelos, Ecatepec, Estado de México. Tengo treinta años y soy dibujante desde que me acuerdo; eso fue más o menos a los seis años. Cuando empecé a dibujar me robaba las monografías de la papelería para dibujar animales. Mi […]

Tiempo de lectura: 6 minutos

Hola, me llamo José Fabián Estrada pero me dicen “Perrito”. Viví veintinueve años en Jardines de Morelos, Ecatepec, Estado de México. Tengo treinta años y soy dibujante desde que me acuerdo; eso fue más o menos a los seis años. Cuando empecé a dibujar me robaba las monografías de la papelería para dibujar animales. Mi papá me descubrió y me pegó dos veces, una por ladrón y otra porque los tiburones no tienen pelo. Desde ese día no he dejado de dibujar. Algo así fue mi primer dibujo:

Me acuerdo que en el kínder le llevaba a la maestra dibujos que hacía en servilletas antes de irme a la escuela. En la primaria nunca destaqué en Artes Plásticas pero me gustaban mucho las materias de Ciencias Naturales y Geografía porque teníamos que dibujar las capas de la Tierra o cosas que no venían en las monografías.

En secundaria me di cuenta de que me seguían regañando mi mamá y mi papá por las mismas cosas: perder los colores, romper los lápices, dibujar en las hojas de atrás de los cuadernos y no tomar apuntes. En preparatoria me dieron de baja definitiva de la Unitec por grafitear durante dos años las instalaciones, hasta que me detuvieron en el baño. De esa misma escuela salí como licenciado en Diseño Gráfico, todo a la velocidad de la modernidad: preparatoria en dos años y licenciatura en tres. Al terminar, estudié la maestría en Ilustración mientras trabajaba como mensajero. Ese tiempo lo disfruté mucho porque fue cuando más leí mientras viajaba en el metro. Un día me invitaron a desnudarme en una clase de figura humana y terminé dando clases de Dibujo en licenciatura y posgrado. Mis alumnos tenían la misma edad que yo. Después de siete años de dar clase, hasta hoy sigo sin tener idea de qué significa pedagogía.

Un día llegó un amigo de la universidad y me dijo: “Güey, hay un lugar que se llama Cafeleería, yo creo que te va a gustar. Además, hay una chava que es como tú pero en mujer”. Ahí comenzó todo. Empecé a visitar el café pero siempre que iba estaba cerrado, entonces dejaba dibujos por debajo de la cortina metálica, hasta que por fin pude conocerlo. En ese lugar te puedes perder fácilmente, quedarte a dormir o tomar un café para abrir los ojos. Ahí conocí a María, que es una chingona en todas las cosas que sabe hacer. Ella es artesana y me enamoré de sus manos, entramos a concursos, obtuvimos menciones honoríficas y menciones a la creatividad en el Museo de Arte Popular. Tiempo después estábamos embarazados. Hoy tenemos un hijo redondo que se llama Terr, tiene tres años, le gustan los carritos y no espero que se convierta en artista ni tampoco quiero que siga los pasos de nadie, sino que construya su propio camino y sea feliz.

 “Yo nací un día / que Dios estuvo enfermo”, dice un poema de César Vallejo, y lo mismo me dijo mi mamá por haber escogido vivir de dibujos: “Te vas a morir de hambre”. No ha sido fácil trabajar como ilustrador porque nunca tuve relación con personas que estuvieran en el medio, porque es difícil cuando no tienes los recursos ni los contactos y vives fuera del DF, donde todo pasa y no pasa nada. Y fracasas y fracasas hasta que alguien voltea a verte y cree en lo que haces. En 2014 entré al concurso de grafiti de Sacmex, hidroARTE. Mi esposa me ayudó a pintar mientras nos turnábamos para cargar al bebé que tenía seis meses de nacido. El mural ganó el primer lugar y el premio lo entregó Mancera, que olía a Chocoretas y no tenía ni idea de qué se trataba mi dibujo.

En 2017 hice mi primer libro gracias al apoyo de Rodrigo Téllez Repetto de Ediciones Hungría. Ecatepec es una obra para colorear con imágenes que denuncian el acontecer político y social del municipio con el más alto índice de feminicidios en el país. Nunca esperé que las personas reaccionaran así, hubo quienes se acercaron para darme las gracias por hacer visible nuestro municipio, hubo maestras que me pidieron permiso para sacarle copias y repartirlas en sus clases. El tiraje se terminó y el interés por saber de un lugar que se encuentra a veinte minutos de la CDMX se fue incrementando, hubo entrevistas en medios impresos y digitales: Siempre!El UniversalEl Heraldo de MéxicoSinEmbargoYaconicPicnic y muchos otros que trataban de entender por qué tiene tanta importancia un libro que denuncia la violencia y la realidad de un municipio, del país y tal vez de toda Latinoamérica.

Este año participé en un concurso para ilustrar el boleto conmemorativo del metro y mi dibujo quedó seleccionado. Se imprimieron diez millones de ejemplares y después llegaron los comentarios de quienes se molestaron porque el mensaje era grosero o estaba mal escrito; otros se identificaron con la frase destacada en el centro o con alguno de los personajes dentro del vagón: la embarazada, el ciego, el lector, el que va dormido, viendo el teléfono, apretado contra la ventana, con un pie de fuera, maquillándose o escuchando música mientras llega a su destino.

Estoy muy feliz porque mi lugar favorito para dibujar personas es el metro, en particular la Línea 3 que va de Indios Verdes a Ciudad Universitaria. Me cuesta mucho trabajo reconocerme como algo, porque no quiero ser como esas personas que dicen ser ilustradoras, diseñadoras o artistas visuales y son las mismas que terminan poniendo las reglas de lo que es y no es arte, dibujo, pintura o lo que sea, las mismas que dicen quién juega y quién no. A mí sólo me gusta dibujar y la mayoría de mis dibujos los regalo o los rompo o acaban en la basura porque no les encuentro lugar. Hoy volteo a ver lo que estaba haciendo hace diez años y tal vez no se parece tanto a lo que hago ahora, pero hay algo que siempre se mantiene presente, la intención de decir o hacer sentir algo. Twitter es el lugar al que voy a escribir o a llorar, que es más o menos lo mismo. Ahí es donde publico y comparto mi trabajo desde hace más o menos nueve años. Nunca entiendo muy bien lo que está pasando, pero espero seguir haciendo las cosas porque me gustan y no para quedar bien con nadie.

 Soy una persona triste, casi no hablo, me gusta dibujar lo cotidiano, no me gusta borrar, amo a los perros de la calle, mi escritor favorito es Roberto Bolaño, me veo una vez al espejo en la mañana y otra cuando me duermo, casi no como. Me caga que me digan que mi estilo es infantil, no me da risa. Todos los días salgo de casa con un sacapuntas de corazón, una goma de migajón, un lápiz turquoise 4B, un cuadernito para dibujar y dinero para sobrevivir, y así espero que sea hasta el último día.

Éste es mi mejor amigo, el Negro. María dice que me parezco a él. Yo, por mi parte, espero algún día llegar a ser la mitad de lo que mi perro cree que soy. EP

Las ilustraciones que acompañan a este texto, excepto por el mural ganador del concurso de Sacmex, hidroARTE, y el dibujo del libro Ecatepec, fueron hechas ex profeso para la revista.

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