Cambios, crisis y retos. Un panorama actual de los museos en México

Los museos, dice Daniel Salinas Córdova, son un intrumento que ayuda a vincular a las comunidades y que permite que conozcan su propia historia, asociándose a ella. En México tenemos una cantidad y variedad de museos notable, así que resulta relevante que autoridades y comunidades busquen formas de reestablecer la presencia museística en el país. Eso nos permitirá gozar de lo que es nuestro y hacerlo duradero.

Texto de 08/06/21

Los museos, dice Daniel Salinas Córdova, son un intrumento que ayuda a vincular a las comunidades y que permite que conozcan su propia historia, asociándose a ella. En México tenemos una cantidad y variedad de museos notable, así que resulta relevante que autoridades y comunidades busquen formas de reestablecer la presencia museística en el país. Eso nos permitirá gozar de lo que es nuestro y hacerlo duradero.

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Tras una larga y dura pandemia que parece que empieza a menguar, numerosos museos del país han comenzado a reabrir sus puertas. Ante la adversa situación sanitaria que los obligó a permanecer cerrados por meses, estos espacios culturales tuvieron que reinventarse. Muchos se volcaron de lleno al mundo digital, enfocándose en el uso de las redes sociales y sus páginas web, implementando campañas de digitalización y divulgación para hacer accesibles sus colecciones, organizando eventos en línea y demás. Ahora, con la reapertura en marcha, es un buen momento para reflexionar sobre su uso, sus públicos, sus problemas y su futuro. 

Cuando se piensa en un museo seguramente para muchos la primera idea que viene a la mente es la de un lugar en donde se guardan cosas, donde se preservan objetos viejos y valiosos. Puede que también surjan recuerdos de infancia sobre las visitas escolares a estos espacios o que se les piense como lugares que visitamos en nuestras vacaciones.

Estas son sin dudas tres ideas y usos muy arraigados respecto a los museos. La primera es la concepción del museo como un repositorio de objetos antiguos, de piezas de arte y del patrimonio cultural mueble, idea muy acorde a la célebre frase que el arqueólogo favorito de Hollywood, Indiana Jones, vocifera ante un saqueador: “¡Eso pertenece en un museo!”. La segunda concepción ampliamente generalizada, es la de verlos como espacios educativos, empleados por el estado para fortalecer ideas y discursos sobre la historia e identidad local y nacional en su población. Por último, en las últimas décadas muchos museos han pasado a convertirse en importantes atracciones turísticas, lugares de interés en donde se ofrecen experiencias para sus visitantes. Sin embargo, la realidad es más amplia y compleja, hay muchísimos más tipos de museos, al igual que los usos y objetivos que estos tienen.

Diversos espacios, usos y públicos 

México es un país con una enorme cantidad y variedad de espacios museísticos. Un estudio del número estimado de museos en los distintos países del mundo, publicado en febrero de este año, sitúa a México en segundo lugar en Latinoamérica —detrás de Brasil— y en onceavo lugar en el mundo. Esa cifra corresponde a la declarada por México para un reporte de la UNESCO publicado en 2019.

Los datos más recientes, registrados en el Sistema de Información Cultural (SIC) de la Secretaría de Cultura, indican que actualmente hay 1,405 museos en el país, de los cuales 162 se encuentran en la Ciudad de México (11.5%), 94 en Jalisco (6.7%), 81 en el Estado de México (5.8%) y 76 en Puebla (5.4%). El SIC los divide en siete categorías temáticas, entre las que se encuentran Antropología, Arqueología, Arte, Ciencia y Tecnología e Historia; sin embargo, me parece que la diversidad y variedad en el panorama museístico del país es mucho mayor. 

Las diferencias y variaciones van desde el tamaño y afluencia, hasta las diversas formas de gestión y financiamiento. En México hay museos públicos de gran renombre internacional que cuentan con colecciones enormes, como el Museo Nacional de Antropología en la Ciudad de México; importantes museos de arte privados como el Museo Soumaya, también en la capital; museos producto de iniciativas mixtas entre empresas y gobiernos estatales como el Museo del Desierto, en Saltillo, Coahuila; numerosos inmuebles históricos de cientos de años de antigüedad, adaptados para albergar colecciones y ser visitados como el ex-convento de Tepoztlán, Morelos; y cerca de 250 pequeños museos comunitarios a lo largo y ancho de la república, los cuales siguen “un modelo de incorporación activa de las comunidades en las tareas de investigación, conservación y difusión de su propio patrimonio cultural”.

Entre toda esta diversidad es importante señalar cómo no todos los museos cumplen las mismas funciones ni atienden a los mismos públicos. Cada espacio, a través de su museografía, crea, representa y divulga ciertos discursos sobre los temas y colecciones exhibidos. Tanto el qué se transmite en una exhibición y la forma en la que se hace, como lo que se omite responde a decisiones e intencionalidades específicas. Los museos no son espacios neutrales y el hecho de que en sus salas y vitrinas se hable o no de temas tan vigentes en nuestro mundo actual como el cambio climático, la desigualdad social y racial, el nacionalismo o el colonialismo, no es accidental. 

En las últimas décadas han crecido a nivel global las tendencias museológicas que buscan hacer de los museos lugares más dinámicos y democráticos. A través de los estudios de públicos se ha buscado acercar más estos recintos culturales a las sociedades y comunidades que los visitan, disfrutan y sustentan. Los museos “son un servicio social, una institución pública y abierta, que deben atender intereses diversos”, comenta Leticia Pérez Castellanos, museóloga y profesora investigadora de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museología del INAH, y por lo tanto “deben estar enfocados a todos, pero no pensando en ese todos de una manera indiferenciada o sin una caracterización, sino más bien viendo cuál es la diversidad de personas que existen en su entorno, en sus sociedades”. Los estudios de públicos en museos justamente ayudan a “poder realmente darle cara a ese todos”, y a desarmar ese gran público en general en diversos públicos específicos para así poder generar programas y actividades enfocados a ciertos grupos o sectores según se requiera.

Como vemos, la variedad de tipos y circunstancias de museos en el país es enorme. Ante esta gran diversidad, es difícil hacer generalizaciones, pero algunos esbozos se pueden hacer, pues la mayoría comparte situaciones y retos similares.

“A lo largo de los años, la creciente falta de presupuesto ha traído consigo cada vez más precarización laboral y falta de oportunidades para los empleados del sector museístico, la cual aumentó drásticamente con la pandemia, poniendo en riesgo el funcionamiento mismo de los museos.”

Entre recortes y riesgos, los museos están en crisis

En estos momentos el panorama de los museos en el país es bastante tormentoso. Van ya varios años, si no es que décadas, en los cuales los presupuestos gubernamentales para museos y cultura en general se han ido reduciendo. Losmeses que van de la pandemia de COVID-19 en México han agravado la situación, trayendo consigo el cierre de museos y la migración de actividades y programas a espacios digitales y redes sociales, comúnmente acompañada por una empinada y acelerada curva de aprendizaje. Los continuos recortes a museos incrementaron notablemente, posicionando a México como uno de los países con más reducción de presupuesto para museos ante la crisis sanitaria a nivel mundial: un reporte de la UNESCO sobre los museos del mundo ante el COVID-19, publicado en abril de este año, sitúa a nuestro país en el segundo grupo de las naciones que más han reducido los subsidios públicos a museos, con recortes de entre 61 a 80%. Además, el hecho de que los museos se encuentren cerrados, ha impedido que éstos generen sus propios ingresos mediante la venta de entradas así como en sus cafés y tiendas de regalos. “Cuánto es lo mínimo con lo que pueden sobrevivir estas instituciones cuando ha habido toda esta serie de problemáticas —se pregunta Pérez Castellanos— tanto en el sector público, ahí más derivado de los recortes, como en sector privado donde los museos sí dependían de un ingreso de taquilla que durante un año o más no han tenido.” 

A lo largo de los años, la creciente falta de presupuesto ha traído consigo cada vez más precarización laboral y falta de oportunidades para los empleados del sector museístico, la cual aumentó drásticamente con la pandemia, poniendo en riesgo el funcionamiento mismo de los museos. Ahondando en esto, la catedrática de la ENCRyM explica cómo el panorama es muy complejo, pues se complica que los museos puedan operar y dar su servicio, porque “una cosa es ser eficientes en el uso de recursos, en generar programas y proyectos que a lo mejor no son de tan alto presupuesto, pero otra cosa es que tiene que haber personas que realicen y lleven a cabo estos trabajos, y estas personas tienen que tener un salario”. Señala que cree que en muchas instituciones se ha llegado a un “punto de ahorcamiento en el que ya no es posible que una persona realice las tareas que venía realizando cinco personas”.

La situación es preocupante, pues muchas de las carencias afectan incluso a los grandes e internacionalmente famosos museos nacionales. Mencionando lo sucedido a finales de abril en Templo Mayor, cuando la techumbre de la Casa de las Águilas se desplomó en una tormenta de granizo debido a su antigüedad y falta de mantenimiento, Leticia Pérez señala que “muchos museos están así, con problemas de fondo de infraestructura y de seguridad, con falta de personal y de mantenimiento.” Estas circunstancias ponen en riesgo a numerosas colecciones y al patrimonio cultural que los museos resguardan. Los problemas deben ser atendidos y, en su opinión, “habría que fortalecer los museos que ya existen antes de pensar en abrir nuevos museos”. Ante tan crítico panorama, es difícil no cuestionar al controversial Complejo Cultural Bosque de Chapultepec, el principal proyecto cultural de la presente administración, que recibirá una cuarta parte de todo el presupuesto federal de este año para el ramo cultural, continuando con la histórica centralización de la oferta cultural del país en la capital.

El futuro de los museos

Con la actual relajación de las medidas ante la contingencia sanitaria, la reapertura de los diversos espacios culturales del país y el aún incierto futuro del desarrollo de la pandemia de COVID-19, los museos se enfrentan a numerosos retos. Leticia Pérez comenta como estos “vienen asociados a un nuevo panorama en el que hay que reactivar la visita presencial, pero también hay que mantener de manera paralela la visita virtual y todos los servicios y experiencias que se pueden ofrecer en las redes sociales.” Para lograr esto, explica, se necesita contar con presupuesto, recursos y personal capacitado. Es necesario atender y resolver la falta de mantenimiento, la falta de infraestructura y los problemas de seguridad “para que entonces podamos abrir estos museos a las personas, al público interesado, difundir más, atraer más personas y diversificar su oferta.”

Los museos tienen un importante papel social con las comunidades que los rodean, el cual va más allá de la educación ya que, en principio, promueven y cultivan la cohesión social, el sentido de ciudadanía y la pertenencia. Los museos tienen el potencial de jugar un papel central en la búsqueda de respuestas y soluciones ante los grandes retos a los que se enfrentan las sociedades del siglo XXI, como lo son la emergencia climática y la justicia social. A mi parecer, en general este potencial no se está cumpliendo en su totalidad. Pese al éxito en afluencia y oferta de contenido de la plataforma “Contigo en la Distancia” —programa digital impulsado por la Secretaría de Cultura ante la pandemia en el que numerosos museos participan—, así como otros programas de comunicación digital que otros muchos museos han implementado en los últimos meses, es inevitable que el cierre de los museos por la pandemia haya tenido un impacto en su desempeño y en la atención de los públicos y comunidades a los que sirven. Es positivo que la migración al ámbito digital en cierto sentido ha ampliado la accesibilidad a eventos, colecciones y actividades a cualquiera con conexión de internet (lo que, claro, deja fuera al 29% de la población que no tiene acceso a la web); sin embargo, creo que hasta ahora la distancia física a enfriado mucho las relaciones que se tenían entre comunidades y museos. Con la reapertura y las decisiones que se tomen en los siguientes meses se verá la forma en la que éstos últimos puedan volver a conectarse con las primeras.

De manera paralela, me parece que la reducción de apoyos públicos al sector ha tenido un impacto en sus labores tanto de resguardo de patrimonio como de servicio a sus usuarios. Para revertir esto “el papel de las autoridades públicas en el apoyo, la orientación y la financiación de los museos es fundamental”, tal como lo apunta el reporte de la UNESCO de museos alrededor del mundo ante el COVID-19. Pérez Castellanos concluye reflexionando sobre la enorme riqueza y variedad en materia museística y en la plataforma de competencia a nivel mundial que representa, pues nuestro país es comúnmente tomado como referente a nivel Latinoamérica. Señala que es “una pena ver que todo esto se ha ido deteriorando” y lamentando el “estado en el que actualmente se encuentran estos espacios”. Es necesario contar con una visión a futuro en la que fortalecer lo que ya existe sea una prioridad. Una visión en la que el objetivo sea mejorar la situación de infraestructura y seguridad, asegurar condiciones laborales dignas para los trabajadores del sector y así, con bases sólidas y reanimadas, impulsar programas para que los museos cada vez sean más relevantes y útiles para todos los miembros de la sociedad

Esta invitación se extiende a la sociedad en general. El papel de las autoridades públicas y otros actores como la iniciativa privada es uno importante, y definitivamente los recortes y malas gestiones deben revertirse; sin embargo, me parece imperante que todos nosotros, como ciudadanos y miembros de comunidades, nos involucremos y apoyemos a nuestros museos. En este sentido los ya mencionados museos comunitarios presentan un modelo distinto y muy atractivo, en donde la colaboración y horizontalidad son claves para construir y operar a los museos desde la comunidad y para ella misma. Nuestro apoyo puede ser desde algo tan sencillo como asistir a los recintos ya abiertos y tomar parte en sus actividades, presenciales o digitales, hasta exigir a las autoridades que se les dé un papel más importante (y bien financiado) en las políticas culturales, al igual que involucrarse directamente como voluntario en sus programas de mantenimiento y gestión. Si queremos seguir contando con museos tan ricos y variados que se mantengan relevantes y cumplan con su rol social, es necesario que los defendamos y nos involucremos para hacerlos florecer. EP

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