Boca de lobo: Bartlett no podía dejar de ser Bartlett

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP

Texto de 11/09/19

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Tiempo de lectura: 3 minutos

El país quizá se vuelva el inconcebible edén de la honestidad, o se agrave este festín de políticos cuervos, o en 2024 solo pensemos “hay insinuaciones de cambio”. En los tres escenarios, blanco, negro o gris, cuando la historia de la 4T hable por sí misma y diga si esto fue un magnífico engaño o una revolución, habrá un recuerdo doloroso. Y esa herida siempre dolerá, aunque seamos el castillo de la pureza y Suiza nos pida asesoría para saber cómo nos volvimos el país más justo del mundo.

Era una mañana de julio de 2018 cuando Andrés Manuel, en plena lucha por la presidencia contra los monstruos del PRI y PAN -dueños del dinero, el poder y la hechicería electoral que bien pudo ungir presidente a un político con menos votos que los otros dos-, anunció a lo que, de ganar, sería su gabinete. Todos los que rogábamos que el sexenio del ignorante saqueador acabara y nos bañaran unos livianos rayitos de ilusión, oímos al candidato de MORENA revelar a la futura cabeza de la Comisión Federal de Electricidad. El personaje pesadilla: Manuel Bartlett.

No hubo modo de defender la decisión ni enfermos de obradorismo. Al pronunciar ese nombre y apellido, en realidad Andrés Manuel no habló; maniató a la sociedad para asestarle una horrible puñalada (o varias) en la espalda. Es cierto que la política opera como ajedrez: a cada movimiento lo justifica el sentido. Si el caballo va para acá, es por algo. Si la reina avanza hacia allá, es por algo. Pero eso fue un atentado contra la congruencia, un desatino estratégico que contradecía, traicionaba, la lucha que desde las elecciones de 1988 millones de mexicanos dirigieron como quien trabaja con fórceps, con sus manos llenas de sangre, con todo su poder muscular, para que el nacimiento del nuevo país se lograra con vida. ¿Por qué, nos seguimos preguntando? Porque es su amigo, suponemos.

Bartlett, el ícono sobreviviente del peor PRI, el secretario de Educación en días de Salinas de Gortari, uno de los más oscuros personajes del partido que creó este despojo de país repleto de muertos y hambreados, sería el jefe de la empresa que controla, genera, transmite y vende la electricidad de la industria y las casas de 124 millones de mexicanos. Bartlett, el hombre que desde la Secretaría de Gobernación mutiló al país que hace 31 años clamaba en las urnas ser otro, cambió la historia para siempre y ayudó a que México fuese aún peor.

De ese hombre “se valía” Andrés Manuel para desterrar de México la metástasis cancerígena. De la propia enfermedad.

La periodista Areli Quintero ha documentado que Bartlett nos engañó. En este gobierno que ondea cada minuto la bandera de la austeridad, es un magnate que oculta la dimensión de su riqueza. El político que declaró un patrimonio de 51 millones de pesos es dueño de una fortuna 16 veces mayor; para colmo, en el país de los 53 millones de pobres.

¿Cómo hizo? Según la documentación periodística, vía la trampa, a lo PRI. Desde 2001 sus propiedades son registradas a nombre de Julia Abdala Lemus, su pareja desde hace 20 años, y de los hijos que ambos tienen de matrimonios previos. Posee residencias en Reforma, Polanco, Tecamachalco, Roma y Lomas de Chapultepec (sólo en esta última, la Versalles mexicana, tiene 11 inmuebles).

Nada menos que en el gobierno del ascetismo franciscano, un solo hombre posee una fortuna de 800 millones de pesos (¿de dónde sacó para comprar eso?), que además nos oculta.

Hoy la Secretaría de la Función Pública lo investiga, quizá muy tarde: reabierta está la herida, de la que ahora sangra el nuevo gobierno. 

Bartlett no podía dejar de ser Bartlett. EP

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