Boca de lobo: A cabrón, cabrón y medio.

Aníbal Santiago escribe sobre las acusaciones de las que ha sido objeto Arturo Zaldívar y su posible venganza política contra Norma Piña, actual presidenta de la Suprema Corte de Justicia.

Texto de 22/04/24

Zaldivar

Aníbal Santiago escribe sobre las acusaciones de las que ha sido objeto Arturo Zaldívar y su posible venganza política contra Norma Piña, actual presidenta de la Suprema Corte de Justicia.

Tiempo de lectura: 3 minutos

Mi amigo, al que llamaré Esteban, explotaba por dentro de furia. Solo por dentro (no se le notaba). Un socio de su empresa había tomado a sus espaldas una decisión que, juraba, pese a ser legal lo perjudicaba gravemente. No obstante, Esteban sonreía; su sonrisa hubiera sido absurda si no fuera porque tras ella se agazapaba la oscuridad. “¿Qué harás?”, le pregunté. De inmediato, entendí su sonrisa. En calma, con infinita paz interior, mi amigo me explicó su contraataque: una estrategia de la que entendí la cuarta parte pero que en síntesis era un proceso legal infectado de trampas para dañar a su socio, eliminarlo del mapa e incluso llevarlo a prisión.

“[…] Arturo Zaldívar […] usará a los legisladores de ese partido [de MORENA] para llevar a juicio político a Norma Piña…”

Al acabar su relato solo atiné a decirle “No chingues. ¿Cómo vas a hacer eso?”. Su respuesta fue simple: “A cabrón, cabrón y medio”. No me quedé callado. “Esa frase no es tuya, se la apañaste a alguien”. Aclaró: “es la filosofía de vida que me enseñó mi papá. La aplico si un gandalla me quiere chingar”.

No me quedaron muchas más ganas de ver a Esteban, de quien me fui alejando.

Cuando la semana pasada vi al ministro Arturo Zaldívar revelar en una conferencia de prensa de MORENA que usará a los legisladores de ese partido para llevar a juicio político a Norma Piña, ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, me acordé de Esteban y aquella filosofía: “A cabrón, cabrón y medio”. O, aplicado al caso, “A cabrona, cabrón y medio”, dicho que pudo usar Zaldívar ese día ante los medios de comunicación.

Poco antes de eso, cuando nos enteramos de que la ministra Piña autorizó una investigación contra Zaldívar, expresidente de la Suprema Corte, pudimos pensar que la juzgadora, crítica del sistema, en efecto traía algo personal con el ministro en retiro que respaldaría al régimen aun si el régimen arrojara una bomba atómica a Belice. Podía sonar a exceso, a cabronada, que la abogada permitiera que proceda la denuncia “anónima y sin pruebas” y se investigue a Zaldívar porque el adorador de Taylor Swift extorsionaba a jueces y magistrados para que obedecieran los deseos de Andrés Manuel López Obrador y sus aliados.

Pero esta interpretación ingenua (“Ah, qué cabrona es Piña”) se fue disipando pronto. Y otra vez, el periodismo, tan incómodo y atacado por este gobierno, de a poquito nos dio luz. Abel Barajas, reportero del diario Reforma, tuvo acceso a la denuncia y publicó una crónica impecable llamada “El piso 14 del Consejo de la Judicatura Federal”. Unas cuantas líneas nos dieron tiempo, escenario, personajes y acciones que constituirían delitos gravísimos cometidos por quien fue el máximo responsable de la justicia en México. El artículo relata cómo Carlos Alpízar, entonces secretario general de la presidencia del Consejo de la Judicatura Federal, mandado por Zaldívar, citaba en el piso 14 de esa institución a jueces y magistrados para “sensibilizarlos” sobre una urgencia: en los procesos legales a su cargo debían actuar como el gobierno instruía.

Los encuentros no eran tertulias con té de azahar y galletitas Mac’Ma. Antes de entrar a una sala debían dejar afuera sus celulares y agentes armados vigilaban las conversaciones. Entonces sí, se les planteaba amablemente por dónde debían caminar sus veredictos. Si aceptaban la orden, habría muy diversos premios. Si no la aceptaban, látigo: les aguardaban suspensiones, degradantes cambios de adscripción, procedimientos de responsabilidad administrativa. Nada fácil decir “no” para los juzgadores sometidos a la presión zaldivaresca, o en realidad a la presión presidencial, como el propio Andrés Manuel reconoció que ejerció. Pero muchos dijeron “no”.

Cuesta imaginar que la denuncia anterior sea, como asegura Zaldívar, puro invento. Si así fuera, para construir las escenas reveladas a detalle por el reportero Barajas los opositores al gobierno necesitarían a los mejores dramaturgos tecleando maravillosas ficciones. Y no a cualquier dramaturgo, sino al nivel de Rodolfo Usigli.

En un país razonable, donde imperara la ley y la verdad y Zaldívar no hubiera hecho nada malo, las declaraciones del magistrado en la conferencia de prensa habrían sido: “Adelante con la investigación, estoy libre de culpa”. Pero no. Declaró que es injustificable una acusación anónima pese a que —como se ha divulgado— las denuncias anónimas son legales según las normas de la Suprema Corte. Y declaró también que en la denuncia no se presentaron pruebas (cualquier investigación, justamente, busca pruebas).

“México es el país de “a cabrón, cabrón y medio”

En síntesis, asegura que como la ministra Piña trae una bronca personal contra él y la 4T, buscarán someterla a juicio político, arruinarle su carrera y borrarla del mapa de la justicia. Casi casi matarla en vida.

México es el país de “a cabrón, cabrón y medio”. EP

Este País se fundó en 1991 con el propósito de analizar la realidad política, económica, social y cultural de México, desde un punto de vista plural e independiente. Entonces el país se abría a la democracia y a la libertad en los medios.

Con el inicio de la pandemia, Este País se volvió un medio 100% digital: todos nuestros contenidos se volvieron libres y abiertos.

Actualmente, México enfrenta retos urgentes que necesitan abordarse en un marco de libertades y respeto. Por ello, te pedimos apoyar nuestro trabajo para seguir abriendo espacios que fomenten el análisis y la crítica. Tu aportación nos permitirá seguir compartiendo contenido independiente y de calidad.

DOPSA, S.A. DE C.V