#Tablerointernacional: Abril

Este mes, la reflexión del grupo de México en el Mundo se centró en tres temas: la (anti)diplomacia latinoamericana, la ruptura entre México y Ecuador, Ucrania y la Cumbre G7 en Hiroshima.

Texto de , & 24/04/24

Este mes, la reflexión del grupo de México en el Mundo se centró en tres temas: la (anti)diplomacia latinoamericana, la ruptura entre México y Ecuador, Ucrania y la Cumbre G7 en Hiroshima.

Tiempo de lectura: 11 minutos

En esta ocasión, el Tablero Internacional del Grupo de México en el Mundo se divide en tres partes: la difícil relación con América Latina que llamamos la (anti)diplomacia latinoamericana, la ruptura de relaciones entre México y Ecuador y el conflicto de Ucrania y la Cumbre del G7 en Hiroshima. 

La (anti)diplomacia latinoamericana

En tiempos recientes, la espiral de incidentes, diferendos y confrontaciones verbales y tensiones diplomáticas en América Latina ha desnudado el estado de desarticulación, fragmentación y desintegración regional. No se trata de hechos pasajeros ni de eventos aislados, sino de una tendencia general hacia la degradación, la ideologización y la desprofesionalización de las diplomacias latinoamericanas que responde a fenómenos de largo aliento como la irrupción de las redes sociales, el hiperpresidencialismo, la polarización política, los liderazgos personalistas y los péndulos entre izquierdas y derechas radicalizadas.  

La pérdida de civilidad en la política regional viene de atrás, pero en los últimos meses ha implosionado con el avance de la extrema derecha libertaria en Argentina y la imprevisibilidad de una figura como la del presidente Milei. A principios de abril, el adelanto de una entrevista de CNN al presidente argentino sobre sus primeros cien días de gobierno desencadenó una escalada de insultos públicos y agresiones verbales entre los presidentes de Argentina, Colombia y México, un espectáculo mediático sin precedentes con impactos negativos a nivel bilateral y regional. La relación bilateral entre México y Argentina terminó por enfriarse con el nivel más bajo de interlocución diplomática desde el fin de la dictadura y sin agenda y la tensión entre Colombia y Argentina estuvo a punto de descarrilar la relación diplomática con amenazas de un posible retiro de embajadores. 

El tono de las confrontaciones discursivas y retóricas entre Petro y AMLO con Milei no sólo es inédito por el lenguaje de pleito callejero en boca de jefes de estado —“facho”, “ignorante”, “terrorista asesino”, “despreciable”—, sino también porque poco, o nada, tiene que ver con intereses nacionales ni con diferencias bilaterales sustantivas entre los países involucrados. El ring de estas lamentables disputas entre presidentes es meramente ideológico y mediático, dirigido sobre todo a sus respectivas bases de apoyo ya sea para golpear a los adversarios políticos o distraer a la opinión pública de los graves problemas nacionales. Aunque el juego es de política interna y no de política exterior, genera un fenómeno de politizaci4444ón e ideologización de la política exterior que, al escalar, obliga a las cancillerías a entrar como apagafuegos con operaciones cicatriz y disculpas formales. 

El estilo radical e impulsivo del liderazgo político de Milei es, sin duda, un factor disruptivo y de volatilidad en la región, pero no el único factor que afecta negativamente las posibilidades de diálogo, coordinación y concertación regional frente a asuntos tan importantes como las elecciones presidenciales de julio próximo en Venezuela, hoy sin garantías democráticas mínimas. Milei ha significado una reorientación completa de la política exterior argentina en un sentido hiperoccidentalista muy similar a la de Bolsonaro, incluso más allá de sus antecesores ideológicamente más cercanos como Macri o Menem. La decisión que mejor refleja el recalibramiento de la ubicación internacional de Argentina con Milei es la declinación a ser parte del BRICS ampliado, con la consecuente pérdida de gravitación de América Latina en los foros del llamado Sur Global.

“A la fecha, el presidente argentino no ha viajado a ningún país latinoamericano y tiene fuertes diferencias con Brasil respecto del Mercosur y de las negociaciones de este bloque con la Unión Europea”.

La diplomacia mileísta está centrada en el estrechamiento de relaciones bilaterales con Estados Unidos, Israel y la Unión Europa, las alianzas con las corrientes de la derecha alternativa a nivel mundial y la búsqueda de financiamiento internacional para salir de la situación de endeudamiento crónico. La ideología más que el pragmatismo parece privar, hasta ahora, en sus interacciones con otros países de América Latina. Ha optado por una relación distante con sus dos principales socios comerciales (Brasil y China) y con Chile con quien comparte la frontera territorial más larga de Sudamérica, más por falta de afinidad ideológica y programática que por consideraciones estratégicas. A la fecha, el presidente argentino no ha viajado a ningún país latinoamericano y tiene fuertes diferencias con Brasil respecto del Mercosur y de las negociaciones de este bloque con la Unión Europea. El tiempo dirá qué prevalecerá en la diplomacia argentina, la ideología o el pragmatismo, y también si las contrapartes latinoamericanas seguirán la prudencia de Lula y Boric o la desmesura de AMLO y Petro.

Las tensiones diplomáticas latinoamericanas no se agotan en la serie de enfrentamientos verbales entre presidentes personalistas de signos ideológicos distintos. Una de las mayores fuentes de tirantez en la región es la expansión de las redes del crimen organizado transnacional y del narcotráfico con su ola de violencia, inseguridad y malestar ciudadano por la impunidad. Un caldo de cultivo para las políticas de mano dura, las recriminaciones mutuas y las exigencias de cooperación para la atención de crímenes. El principal motivo por el que la relación entre Chile y Venezuela entró en un nuevo momento difícil con la llamada a consultas del embajador chileno en Venezuela, es precisamente la expansión de las actividades criminales en territorio chileno del Tren de Aragua, una organización que el gobierno venezolano dice haber extinguido, a lo que suma el secuestro y homicidio del exteniente Ronald Ojeda, un opositor al gobierno de Maduro que residía en Chile como refugiado político desde 2018. 

Se trata de una situación delicada en la que la inseguridad y el crimen transnacional convergen con el endurecimiento del régimen de Maduro y su flagrante incumplimiento de los Acuerdos de Barbados con medidas administrativas y judiciales que han impedido, por el momento, una candidatura opositora de unidad fuerte y competitiva. Venezuela vuelve a ser motivo de preocupación y discordia regional. La inhabilitación de Corina Machado, las trabas para el registro de su reemplazo, Corina Yori, la intimidación a la oposición y la captura de la autoridad electoral cierran las posibilidades de elecciones libres, justas y competitivas. Con 13 candidatos, 10 de ellos oficialistas y 3 de oposición provisionales inscritos en el último momento, el triunfo de Maduro parece estar garantizado. El reto para la oposición está en unirse en torno a una sola candidatura y la estrategia de Maduro en dividirla.  

La falta de garantías democráticas ha generado un cúmulo de condenas y críticas por parte de la mayoría de los países latinoamericanos, incluidos Colombia y Brasil que habían apostado al proceso de Barbados. Las expresiones de preocupación de Petro y Lula por las restricciones electorales venezolanas marcan, sin duda, un cambio importante de deslinde y ha producido ya rispideces con Venezuela que ha tachado de injerencistas e inaceptables las críticas de sus vecinos. Pronto vendrá la reimposición de sanciones por parte de Estados Unidos, posibles medidas similares de la Unión Europea y crecerá el aislamiento internacional de Venezuela. La oposición venezolana ha decidido mantenerse con firmeza en la ruta de su participación electoral buscando negociar una candidatura de unidad y con la mira puesta en las elecciones legislativas de 2025. 

En este escenario regional, México marcha en solitario en una dirección opuesta: ha mantenido un absoluto silencio frente al incumplimiento de los acuerdos de Barbados al cerrar espacios a la oposición y echado a andar un programa de repatriación voluntaria con incentivos económicos para venezolanos. El hecho de que el acuerdo migratorio con Venezuela coincida con el cierre de los espacios electorales y la falta de garantías políticas en ese país, genera muchas dudas respecto del papel de México. ¿Un espaldarazo al régimen de Maduro o un acuerdo tácito de control migratorio con Estados Unidos?

La ruptura entre México y Ecuador: una trama de errores

En unos cuantos días, la controversia de cuatro meses entre Ecuador y México en torno al asilo del exvicepresidente correísta Jorge Glas escaló al punto de la ruptura de relaciones diplomáticas y consulares entre los dos países y la interposición por parte de México de una demanda contra Ecuador ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) por violación al principio de inviolabilidad de las sedes diplomáticas. La propia naturaleza del asilo político es siempre motivo de controversia entre Estados en tanto que el país asilante considera que la persona está en riesgo y requiere de su protección, mientras  que el país de origen lo define como responsable de haber cometido un crimen y alguien que debe rendir cuentas a la justicia, pero existen vías institucionales para encauzarlo como son la negativa de otorgar el salvoconducto, la intervención de tribunales internacionales o los buenos oficios de terceras partes. 

La anomalía de este caso no está, entonces, en lo controversial del asilo, sino en la desmesura, el descuido, la irresponsabilidad y los cálculos equivocados de ambas partes que llevaron a una espiral de desconfianza mutua que habrá de prolongarse. Las declaraciones del presidente mexicano cuestionando el proceso electoral ecuatoriano que llevó a la presidencia a Daniel Noboa desataron la tormenta con la expulsión de la embajadora de México y, posteriormente, la decisión de allanar la sede diplomática ante el temor de una posible fuga y con el argumento reiterado de que Glas no era elegible de asilo por haber sido acusado y juzgado por un crimen del fuero común.

“El ingreso de fuerzas especiales de seguridad ecuatorianas a la embajada de México en Quito para arrestar al político ecuatoriano con lujo de violencia es un hecho tan inusual como condenable desde el punto de vista del derecho internacional”.

El ingreso de fuerzas especiales de seguridad ecuatorianas a la embajada de México en Quito para arrestar al político ecuatoriano con lujo de violencia es un hecho tan inusual como condenable desde el punto de vista del derecho internacional. Una anomalía histórica entre países con regímenes democráticos, con un largo historial de relaciones amistosas e incluso entre el gobierno de AMLO con los gobiernos ecuatorianos de Lenin Moreno y Gustavo Lasso con quienes había gestionado por vías institucionales siete casos polémicos de asilo de personalidades cercanas al expresidente Correa sin que se afectara la relación bilateral a nivel político.

La decisión ecuatoriana de allanar la embajada no solo contradice la tradición diplomática del país y su firme actuación en el largo diferendo con Gran Bretaña por el asilo de Julian Assange, sino que resulta insólito para un país que en este preciso momento ocupa un asiento no permanente en el Consejo de Seguridad y que tan solo tres días antes había condenado con mucha firmeza el ataque israelí contra el complejo diplomático de Irán en Damasco. No hay una explicación simple a la escalada de errores y acciones desproporcionadas, pero mucho tienen que ver las condiciones internas, tanto políticas como de seguridad, por las que atraviesa Ecuador. 

En los últimos cinco años Ecuador ha vivido tiempos de crisis socioeconómica, inestabilidad política, escándalos de corrupción, violencia e inseguridad que han conducido al establecimiento de estados de excepción y, más recientemente, a la salida temprana del presidente Guillermo Lasso. Las elecciones de 2023 para elegir a un presidente sustituto por un año y medio tuvieron lugar en un contexto de fuerte polarización política entre el correísmo y el anticorreísmo y de inseguridad rampante con el dramático asesinato del candidato Fernando Villavicencio. En este contexto, Daniel Noboa un joven empresario llegó al poder sin mayoría legislativa, sin experiencia política ni equipo sólido de gobierno y con la bandera de aplicar mano dura contra la corrupción y la inseguridad. 

En gran medida, la decisión de arrestar a Glas dentro de la embajada mexicana violando una de las regla más elementales y añejas de la coexistencia pacífica entre los estados, buscaba enviar un mensaje político contundente a la sociedad ecuatoriana del compromiso gubernamental contra la impunidad, la corrupción y la violencia criminal organizada a unas cuantas semanas de celebrar la consulta popular para reformar la política de seguridad. Esta consulta programada para el 21 de abril plantea 11 medidas y reformas constitucionales puntuales para contener con mano dura la inseguridad y el crimen organizado, entre las que se incluye la extinción de dominio, el incremento de penas, la participación de las fuerzas armadas en la erradicación del crimen transnacional, la tipificación de nuevos delitos, y la extradición entre otras. 

Las reacciones a nivel internacional han sido de condena unánime a la violación de la embajada mexicana, aunque con matices que van desde la ruptura de relaciones o el llamado de embajadores a consultas (Nicaragua, Venezuela, Bolivia), hasta las expresiones de preocupación. Llama la atención las diferencias tan marcadas entre las respuestas de la OEA y de la CELAC como una muestra más de la fragmentación y la diversidad de puntos de vista dentro de la región. Mientras que en la OEA la resolución de condena a la violación de la sede diplomática mexicana buscó equilibrar los argumentos de México y Ecuador haciendo un llamado al diálogo entre las partes, la declaración de la CELAC amplió las exigencias de disculpas, reparación de daño y extradición de Glas, pero contó con muy baja participación, un marcado sesgo de afinidad ideológica y cuestionamientos de varios países miembros a la convocatoria de la presidencia pro tempore.

El conflicto diplomático entre México y Ecuador no sólo está lejos de solucionarse, sino que podría escalar aún más. El fondo de la cuestión que se refiere al asilo político da mucha tela de donde cortar pues la arquitectura normativa internacional y regional existente está desfasada de las realidades del siglo XXI, donde la judicialización de la política y la expansión del crimen organizado transnacional ponen en riesgo la estabilidad y legitimidad de las democracias latinoamericanas.  Una agenda pendiente y extremadamente compleja que exige diálogo político y destreza diplomática, dos componentes que hoy brillan por su ausencia en América Latina. 

Ucrania y la Cumbre G7 en Hiroshima

Durante mayo, la agresión rusa a Ucrania ha escalado con bombardeos constantes a Kiev, la capital, lo que ha acelerado el activismo diplomático tanto de Zelensky, su presidente, como el del bloque occidental, así como la mediación de China y de Arabia Saudita. Durante la segunda semana de mayo, Zelensky visitó París, Roma y Berlín, con la intención de elevar la ayuda europea —tanto en artillería como aérea— para repeler los ataques rusos. Poco antes de que se iniciara la cumbre del G-7 en Hiroshima, Japón, Zelensky fue invitado por Arabia Saudita para participar en la Cumbre de la Liga Árabe, a la que asistió incluso Bashar al-Ássad, presidente de Siria, después de años de no haber asistido y abierto aliado de Moscú. El presidente ucraniano invitó a todos los asistentes a reconsiderar su visión de la agresión —de la que la mayoría mantiene aún una posición neutra— e hizo del reino saudita un país clave para mediar con Moscú.

Por su parte, Xi-Jinping, presidente de China, mandó a su enviado especial, Li Hui, a explorar directamente con Zelensky la posibilidad de un cese al fuego, por lo que este último dejó claro que ningún armisticio implicaría la cesión de territorio ucraniano. Un día antes de iniciarse el encuentro de Hiroshima, el presidente Xi convocó a una Cumbre de Asia Central, con cinco países otrora miembros de la ex-Unión Soviética y que se han vuelto ahora estratégicos para asegurar el éxito de la nueva ruta de la seda. Con estos avances, China no sólo se perfila como mediador de la crisis europea, sino como capaz de ocupar el vacío dejado por Moscú en Eurasia.

Empero, la cumbre más importante del mes fue la de Hiroshima, a la que asistieron los siete líderes del bloque occidental (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido), más el mismo Zelensky y los dirigentes de Australia, Vietnam, Brasil, India e Indonesia cuya mayoría de esto últimos, ha tenido una posición más bien pragmática ante la agresión rusa. Convocada en la ciudad japonesa que sufrió los estragos de la primera bomba nuclear al finalizar la Segunda Guerra Mundial, el objetivo más importante de la reunión fue justamente encontrar la mejor manera de terminar con la ofensiva rusa sin provocar un ataque nuclear por parte de Moscú.

“El G-7 acordó ofrecer apoyo aéreo a Ucrania, mediante el ofrecimiento de los aviones caza supersónicos F-16, de factura estadounidense, pero armados también en Europa”.

La presencia física de Zelensky se convirtió, sin duda, en el momento culminante del encuentro, en el que reiteró una vez más el efecto desbastador del ejército ruso y la resolución de los ucranianos por defender su integridad territorial. El G-7 acordó ofrecer apoyo aéreo a Ucrania, mediante el ofrecimiento de los aviones caza supersónicos F-16, de factura estadounidense, pero armados también en Europa. A su vez, los miembros europeos de la OTAN, sobre todo Francia, se encargarán de entrenar a los pilotos ucranianos. Con esta ayuda, se espera que Ucrania pueda neutralizar los ataques por misiles rusos en territorio ucraniano y obligar al invasor a replegarse a sus fronteras internacionalmente reconocidas por las Naciones Unidas.Las discusiones en Hiroshima abordaron todos los puntos de la agenda global que preocupa al mundo occidental y sus aliados, desde la migración, el cambio climático, la transición energética con sustentabilidad, la seguridad alimentaria y en materia de salud, así como los riesgos financieros. Con todo, las tensiones existentes entre la alianza y los intereses chinos ocuparon también un espacio central en las discusiones. Las siete potencias occidentales pusieron en claro que hasta ahora no existe ninguna confrontación con el dragón asiático, pero esperan que asuma sus compromisos multilaterales adquiridos en materia de comercio, uso legítimo de la violencia, derechos humanos y del mar. Se reiteró la importancia de mantener un régimen abierto y libre en el Indo-Pacífico, así como de renunciar al uso de la fuerza para modificar las fronteras territoriales. Se enfatizó en asegurar las cadenas globales de suministro bajo el principio de la reducción del riesgo (derisk) en términos de su relocalización, ya sea por razones sanitarias u de otra índole. Los acuerdos de la Cumbre mandaron una señal muy clara a Moscú y a Pekín de que aún no existen las condiciones para un armisticio y de que Ucrania se ha convertido en un aliado estratégico del G-7 y de la OTAN, cuyas consecuencias sin duda modificarán el mapa geopolítico de Europa. EP

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