Becarios de la Fundación para las Letras Mexicanas: La ondulación del signo irónico

Marisol Luna Zapiaín, miembro de la Fundación para las Letras Mexicanas, nos ofrece una cuidadosa traducción de “Retrato de uma cidade” del poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade.

Texto de 26/04/24

Marisol Luna Zapiaín, miembro de la Fundación para las Letras Mexicanas, nos ofrece una cuidadosa traducción de “Retrato de uma cidade” del poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade.

Tiempo de lectura: 4 minutos

Me gustan los poemas que hablan de ciudades. Y, en general, la literatura que las entrama desde ejercicios imaginativos, como en Le città invisibili y sus postales de geografías fantásticas, o como esos versos en los que Francisco de Quevedo sitúa a Troya entre las humaredas del fuego y el amarillo del espanto. También me gusta una poesía como la que hace Juan Bañuelos en “Sitios”, por la forma en que la mirada se pone primero en un lugar, luego en otro y en ese tránsito se encuentra con el mercado de La Merced, la calle de Mesones, la Torre Latinoamericana. No me muevo tanto, me quedo en la misma Ciudad de México, solo para recrear a los “más de tres millones de almas enfermas” que advirtió Bonifaz en Los demonios y los días.

Ahora un salto enorme. Con el tríptico “Retrato de uma cidade”, el poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade perfila el espíritu carioca. Río es el baile, el fútbol, el Corcovado. Al poema lo recorre la naturaleza de la ciudad; esta se mueve a través de las descripciones. Aparecen el frenesí, el intenso sentimiento de quienes habitan en esas coordenadas, bailan la zarabanda, muestran sus pasiones voluptuosas.

Tiene nombre de río esta ciudad

donde los ríos juegan a ocultarse.”

Y luego, el lenguaje. El discurso drummondiano abraza la jerga popular, se apropia de la “ondulación del signo irónico” con la que abre la tercera parte del poema y la contrasta con el neologismo. Basta hablar de la flor que florece entre las tablas de surf, o de esa fiesta que se extiende y que cruza el mármol y el fumé burgués.

El poeta de Itabira es diligente al manifestar su conciencia de lo mirado; por ello se expresa transparente, honestamente, sobre las contradicciones de ser en ese espectáculo colorido que se llama Río de Janeiro. La traducción que aquí se presenta aspira a preservar esa carga de naturalidad, desprovista de ornato y característica del verso de Drummond, al tiempo que sirve para reconocer solo algunas de las tantas formas posibles en que, a través de la sensibilidad poética, se configura la percepción de lo urbano y lo social. El texto pertenece a la obra Discurso de primavera e algumas sombras, publicada en 1977 durante la dictadura militar brasileña —el título del libro puede leerse también como señal de dicho contexto.

Retrato de una ciudad
Carlos Drummond de Andrade 
I.	
Tiene nombre de río esta ciudad
donde los ríos juegan a ocultarse. 
Ciudad hecha de montañas
en matrimonio indisoluble 
con el mar. 

Aquí 
amanece como en cualquier parte del mundo 
pero vibra el sentimiento 
de que las cosas se amaron durante la noche. 

Las cosas se amaron. Y despiertan
más jóvenes, con apetito de vivir 
los juegos de luz en la espuma,
el topacio del sol en el follaje, 
la irisación de la hora
en la arena desdoblada hasta el límite de la vista.

Formas adolescentes o maduras
se recortan en la escultura del agua rociada. 
Una risa clara, que viene desde antes de Grecia
(viene del instinto)
corona la zarabanda a la orilla del mar. 

Mira, fíjate en este cuerpo
que es flor en el momento de florecer 
entre carpas y tablas de surf, 
lujosamente flor, gratuitamente flor, 
dispuesta a la vista de quien pasa
en el acto de verla y no arrancarla. 

II.	
Es que un frenesí se apropia de este pueblo,
rasga el asfalto de la avenida, hiere el aire.
El Río toma forma de sambista.
Es puro carnaval, mansa locura
a rebosar en el canto de mil bocas,  
de diez mil, de treinta mil, de cien mil bocas, 
en el ritual de entrega a un dios amigo, 
dios veloz que pasa y deja
rastro de música en el espacio, 
para el resto del año. 
Y no se agota el impulso de la ciudad 
en la fiesta colorida. Otra fiesta se extiende 
por todo el cuerpo ardiente de los suburbios
hasta el mármol y el fumé
de sofisticados, burgueses edificios:
una pasión: 
             la bola
                        el drible
                                  el chute
                                             el gol
en el estadio-templo que celebra 
los nerviosos oficios anuales
del Campeonato. 

Cristo, ¿una estatua? Una presencia, 
de lo alto, no de los astros, 
sino del Corcovado, mucho más cerca
de la contingencia humana, 
preside el vivir general, sin mucho esfuerzo
pues es ley carioca
(o destino carioca, como sea)
mezclar tristeza, amor y sonido,
trabajo, chistes, lotería
en la misma concha del momento 
que es preciso lamer hasta la última
gota de miel y de nervios, plenamente. 

La sensualidad vaporosa
en los caminos de sombra y en el día claro
de colinas y ensenadas 
en el aire tropical infunde la esencia
de redondas voluptuosidades repartidas. 
En torno a la mujer 
el sistema de gestos y de voces
se va tejiendo. Y se va definiendo
el alma de Río: ver mujer en todo. 
En la curva de los jardines, en el talle esbelto
del cocotero, en la torre circular, 
en el perfil del cerro y en el fluir del agua, 
mujer mujer mujer mujer mujer.

III. 
Cada ciudad tiene su lenguaje
en los dobleces del lenguaje transparente.
Salta
desde el cofre del lenguaje popular una riqueza
de Río solamente, de ningún otro Brasil. 
Diamantes-minuto, palabras
centellean por todas partes, en un relámpago 
y se apagan. Muere en la calle la ondulación 
del signo irónico.
Ya vienen otros saltando en multitud.

Este Río… 
Este fingir que nada es serio, nada, nada, 
en el fondo guarda el religioso
terror, el fervor sagrado
que va de Ogum y Yemanyá al Niño Jesús de Praga, 
y en el altar barroco o en el terreno
consagra la misma vela encendida,
la misma rosa blanca, la misma palma a la lejana Divinidad. 

¡Este Río travieso!
Río caprichoso, erótico, fraterno,
abierto al mundo, naranja 
de cincuenta sabores diferentes
(algunos amargos, ¿por qué no?), 
naranja toda en llama, jugosa
de amor. 

Mira, fíjate en las nubes: van desatando 
banderas de púrpura y violeta
sobre los montes y el mar. 
Anochece en Río. La noche es luz soñando. EP

DOPSA, S.A. DE C.V