La elección entre plantas nativas y exóticas en el diseño de parques y jardines urbanos no es tan simple como parece. Más allá de la estética, esta decisión influye en el equilibrio ecológico, la biodiversidad y la sostenibilidad ambiental.
Exóticas versus nativas: la batalla por el futuro de los jardines
La elección entre plantas nativas y exóticas en el diseño de parques y jardines urbanos no es tan simple como parece. Más allá de la estética, esta decisión influye en el equilibrio ecológico, la biodiversidad y la sostenibilidad ambiental.
Texto de Amaya Larrucea Garritz, Cristina Ayala-Azcárraga, Eric O. Jiménez Rosas & Maria del Carmen Meza Aguilar 07/01/25
El debate respecto a las plantas “nativas” y “exóticas” en el diseño de los espacios urbanos a menudo parece reducirse a una decisión sobre si emplear especies de plantas de origen nacional o extranjero. Sin embargo, los aspectos relacionados con esta determinación son mucho más complejos. En primer lugar, está la forma en que se pueden clasificar los diferentes tipos de plantas que se incorporan a un espacio verde y cómo estas conviven e interactúan dentro de un parque urbano. Conceptos como “nativas”, “exóticas”, “invasoras”, “híbridas”, “endémicas” y “modificadas genéticamente” engloban un conjunto de características y comportamientos que pueden impactar el ecosistema de maneras muy diversas, ya sea favoreciendo la biodiversidad local o poniendo en riesgo los ecosistemas. Así, diseñar un espacio verde no implica únicamente elegir entre nativas y exóticas, sino también considerar la función y el impacto de cada tipo de planta en un entorno que demanda equilibrio y sostenibilidad.
Comencemos por definir cada tipo. Entendemos por planta nativa aquella que ha evolucionado naturalmente en una región específica durante miles de años, adaptándose a las condiciones climáticas, el suelo y las especies locales (Jauni et al., 2015). Estas especies desempeñan un rol crucial en el ecosistema: proporcionan alimento y hábitat para la fauna local, incluidos polinizadores, aves e insectos, creando un equilibrio ecológico sostenible.
Es común que se utilice el término “nativa“ como sinónimo de “endémica“; esto es un error. Aunque ambas son plantas propias de una región, son distintas. A diferencia de las nativas, las endémicas son exclusivas de una zona específica y mucho más limitada, como una isla, una región o incluso una pequeña cueva o poza; no se encuentran de forma natural en ningún otro lugar del mundo. Esta especificidad hace que las plantas endémicas sean más vulnerables a los cambios en su entorno, debido a que su rango de distribución es mucho más reducido.
Entendiendo esta diferencia, es importante aclarar que cuando hablamos de una especie vegetal nativa, nos referimos a una planta que es nativa en una zona, pero no necesariamente exclusiva de esa zona. Esto significa que una planta nativa es aquella que ha evolucionado y se encuentra naturalmente distribuida en un área geográfica determinada, que puede abarcar varias regiones o países con condiciones ecológicas similares. Por ejemplo, la tronadora (Tecoma stans) es una especie nativa en México, pero eso no implica que podamos referirnos a ella como una especie “mexicana”: también se encuentra de manera natural en otros países de América tropical y subtropical.
Este intento por nacionalizar una especie suele ser problemático, ya que busca asignarle una identidad única a un territorio, pero olvida que las especies no reconocen fronteras artificialmente construidas con fines políticos. En su lugar, su distribución responde a condiciones ecológicas, como el clima, el tipo de suelo y las interacciones con otras especies. Podríamos decir, en este sentido, que ninguna planta tiene una nacionalidad.
Por otro lado, las plantas exóticas son aquellas que provienen de una región o ecosistema distinto y han sido introducidas, ya sea intencionalmente o por accidente, en un nuevo entorno (Jauni et al., 2015). Es común confundirlas con especies invasoras; sin embargo, son conceptos fundamentalmente distintos. Las plantas invasoras son aquellas especies que, al ser introducidas en un nuevo ecosistema, se establecen y expanden rápidamente, desplazando a las especies nativas. Este crecimiento descontrolado puede alterar el equilibrio ecológico, ya que las invasoras compiten agresivamente por los recursos, como el agua, la luz y los nutrientes, y, en algunos casos, modifican el suelo y las condiciones del hábitat. Su presencia representa una amenaza para la biodiversidad local y puede tener efectos negativos en los ecosistemas naturales y urbanos.
Sin embargo, definir estos cuatro conceptos no siempre es tan sencillo. En algunos casos, los límites pueden ser ambiguos. Si bien la evolución en un lugar es una característica clave para definir si una especie es nativa, hay casos en los que especies introducidas hace cientos de años han logrado integrarse completamente en su nuevo entorno, formando incluso parte de la identidad cultural del lugar, a pesar de no ser originarias de este. Esto plantea una pregunta: ¿cuánto tiempo debe pasar para que una especie sea considerada nativa? Así, podemos reflexionar sobre las interacciones dinámicas entre las plantas, los ecosistemas y las sociedades humanas, destacando que los conceptos de natividad y pertenencia no son absolutos, sino parte de un continuo moldeado por la historia y el contexto.
Existe amplia evidencia científica de que las especies nativas tienden a interactuar de manera más efectiva con la biodiversidad local: han coevolucionado con la fauna y flora de su entorno, creando redes de interacción complejas y beneficiosas (Lerch et al., 2024). Sin embargo, cuando hablamos de especies nativas, no nos referimos únicamente a aquellas que crecen en estado silvestre; muchas veces, estas especies han sido adaptadas, seleccionadas o incluso modificadas para cumplir funciones específicas en entornos urbanos, donde lo más común es que las características del ecosistema original hayan cambiado radicalmente. Estas especies híbridas y modificadas genéticamente añaden otra capa de complejidad a esta clasificación, ya que son desarrolladas con un propósito específico, como la resistencia a plagas o la adaptación a suelos y climas particulares; en ocasiones, distan mucho de la versión silvestre de las especies originales.
Por ejemplo, se considera nativa en México a la nochebuena (Euphorbia pulcherrima), cuyo nombre original en náhuatl es cuetlaxochitl. Es propia de los bosques tropicales subcaducifolios de la costa del Pacífico, desde Sinaloa hasta Guatemala, aunque también se distribuye en bosques tropicales secos en el norte de Guerrero y Morelos. Las características físicas de la planta silvestre son bastante diferentes de las que actualmente se comercializan durante la temporada navideña. En la planta silvestre, las brácteas u hojas de color rojo son mucho más pequeñas; es un arbusto semileñoso que pierde las hojas cuando florece y son mucho menos coloridas; su tamaño y fronda son también menores. Es importante señalar que cuando una planta presenta modificaciones genéticas, su capacidad para interactuar naturalmente con el ecosistema original es inferior al que presenta el caso de una planta silvestre.
El uso de plantas exóticas en lugar de nativas en jardinería y para el diseño de paisajes responde a una combinación de factores históricos, estéticos y comerciales. Las plantas exóticas suelen ser modificadas para su comercialización, destacándose por características visuales llamativas, como colores intensos, formas singulares o floraciones prolongadas. Estas cualidades las hacen atractivas y las asocian con una sensación de exclusividad y exotismo, valorada desde hace siglos. Además, muchas especies exóticas son percibidas como “más fáciles de mantener”, ya que su adaptabilidad les permite prosperar en suelos pobres o climas extremos, aunque esta idea no siempre corresponde con la realidad.
La disponibilidad comercial también es determinante. La industria de la jardinería y la agricultura ornamental ha promovido especies exóticas por su facilidad de propagación, ciclos de cultivo rápidos y alta demanda. Esto explica por qué plantas como palmeras, buganvillas y rosales están ampliamente disponibles, mientras que las nativas tienen una oferta muy limitada o incluso inexistente. A esto se suma un desconocimiento sobre los beneficios de las plantas nativas. Aunque estas también embellecen el entorno, destacan por su capacidad para aportar beneficios ambientales, como el soporte a polinizadores y la mejora del suelo. Sin embargo, su percepción como “hierbas de monte” sigue siendo un obstáculo que desincentiva su uso en espacios urbanos. La difusión histórica de la imagen de jardinería formal y con plantas exóticas ha privilegiado la preferencia por este tipo de plantas y diseños.
Esta combinación de factores ha inclinado la balanza hacia las plantas exóticas, dejando a las nativas fuera de muchos jardines y parques, desaprovechando su capacidad para integrarse en diseños sostenibles y funcionales para las ciudades.
Para añadir otra capa a la discusión, la percepción humana desempeña un papel crucial en la elección de las plantas. Algunas teorías psicológicas sugieren que tendemos a preferir lo novedoso, como las plantas exóticas, mientras que otras apuntan a que los elementos familiares o prototípicos, como las plantas nativas, generan mayor atracción. La teoría de los niveles óptimos de estimulación, desarrollada por Berlyne en 1971, sugiere que preferimos aquello que se encuentra en un punto medio entre lo común y lo extraordinario. Además, estas preferencias no son universales; varían según factores individuales como el sexo, la edad, el estilo de vida y el aprendizaje, así como por el contexto sociocultural en el que nos desenvolvemos. Todo esto crea un panorama donde las decisiones sobre qué plantar; no solo responden a cuestiones ecológicas, sino también a las complejas interacciones entre nuestra percepción y los factores externos.
Con esto en mente, el diseño de espacios verdes no puede desligarse de las complejas interacciones entre los beneficios ecológicos de las plantas y las percepciones humanas. Combinar el conocimiento sobre las ventajas de las especies nativas con un entendimiento profundo de las preferencias de las personas es clave para transformar los paisajes urbanos en entornos que beneficien tanto a la biodiversidad como a quienes habitan las ciudades. En este contexto, recientemente, el Laboratorio de Áreas Verdes y Espacios Públicos (LAVEP) de la Facultad de Arquitectura de la UNAM realizó un estudio para explorar la relación entre las preferencias humanas y las plantas en entornos urbanos. Se analizaron 1292 comentarios publicados por usuarios de grupos dedicados a plantas en Facebook, de los cuales el 94% provenían de mujeres y el 6% de hombres. Identificamos las cinco plantas que recibieron la mayor cantidad de comentarios, representando el 50% de todas las interacciones. De estas, tres eran exóticas y dos nativas.
Para clasificar las preferencias, delimitamos una planta como exótica cuando el usuario que comentó sobre ella se encontraba fuera de su área de distribución natural, y como nativa si estaba dentro de esta región. Este análisis mostró que las preferencias no solo se basan en la estética, sino también en el contexto geográfico y cultural, aportando información valiosa para diseñar espacios verdes que contemplen tanto la biodiversidad como el bienestar humano.
Entre las plantas exóticas más comentadas destacaron la “planta del dinero” (Plectranthus verticillatus), del sudeste de África, conocida por su adaptación a la semisombra y su floración en épocas secas; el cactus (Echinopsis tubiflora), de Argentina, valorado por sus grandes flores y resistencia a sequías; y la “flor de seda” (Paeonia suffruticosa), apreciada por la rareza de sus flores, aunque difícil de cultivar y usada principalmente en arreglos florales.
Las características físicas más mencionadas en el caso de Echinopsis y Paeonia se relacionan con la belleza y el gran tamaño de su flor. Sin embargo, llama la atención que, en el caso de Plectranthus o “planta del dinero”, el interés por cultivar y tener la planta se relaciona con la creencia popular de que atrae fortuna a quien la tiene, lo que confirma la afirmación de que un aspecto cultural prevalece como razón de su preferencia. Señalamos que, en ninguno de los casos, se mencionan en los comentarios aspectos relacionados con el origen de las plantas.
Entre las plantas nativas en México, identificamos al “nopal morado” (Opuntia santa-rita), con pencas de un llamativo color lila-morado y flores amarillas que resaltan su atractivo. Aunque requiere espacio y condiciones específicas de clima seco, es altamente deseado por su rareza y posiblemente por la imposibilidad de tenerla con facilidad, un deseo por lo no fácilmente asequible.
Por último, destacan las menciones sobre la nochebuena (Euphorbia pulcherrima), ampliamente cultivada y apreciada en el mundo. En este caso, como se mencionó, las características físicas diseñadas durante su manipulación genética obedecen a preferencias identificadas como deseables en grandes grupos humanos, entre ellas las flores grandes (Kendal, Williams, & Williams, 2012) y los colores llamativos, en particular el rojo (Yue & Behe, 2010). Sin embargo, tampoco podemos descartar que su aprecio está vinculado a las fiestas de fin de año, asociadas con momentos agradables.
Este análisis muestra cómo las preferencias de las personas reflejan no solo su contexto cultural, sino también el atractivo que ciertas especies, tanto nativas como exóticas, ofrecen en términos de estética y funcionalidad.
Se puede comprender que el interés por las plantas, según este análisis, está más vinculado a factores históricos y culturales, como la estética, la novedad o los usos y creencias y no en relación al origen de la planta. Esta preferencia por las especies exóticas tiene raíces profundas. Desde la época virreinal, la introducción de plantas de otros continentes se asoció con ideas externas sobre belleza, poder y estatus, ideas que aún persisten en algunos contextos. Esto ha impulsado su uso en proyectos de arquitectura de paisaje, a menudo sin reflexionar sobre las posibilidades que ofrecen las plantas nativas con beneficios comparables, tanto estéticos como ambientales, mientras que, adicionalmente, mejoran el equilibrio ecológico y la sostenibilidad.
En la batalla por el futuro y el diseño de los mejores jardines y parques urbanos, la elección entre plantas nativas y exóticas no puede limitarse a una simple decisión categórica o de inclinación relacionada con la identidad nacional, sino que implica un entendimiento profundo de las interacciones que cada planta tiene tanto en términos ecológicos como culturales. Las decisiones sobre qué plantar deben considerar las especificidades de cada una y su impacto en el ecosistema urbano, sin hacer un lado las preferencias y percepciones de las comunidades.
El reto está en reconocer el origen de la construcción cultural de estas preferencias y contribuir a mejorar el conocimiento sobre los beneficios y la belleza propia de las plantas nativas. Es esencial implementar programas de difusión y sensibilización que informen a la población sobre las ventajas ambientales y estéticas de estas especies, así como su importancia en la promoción de la biodiversidad. También hay que destacar la necesidad de reconocer el papel que ha cumplido y cumple, en la actualidad, la introducción de especies exóticas en los perturbados ambientes urbanos.
En lugar de considerar a las plantas nativas y exóticas como opciones opuestas, podría ser más productivo buscar un equilibrio que aproveche las ventajas de ambas. Esto puede llevar a un diseño más atractivo y sostenible, donde las especies nativas se utilicen estratégicamente para promover la biodiversidad, mientras que las exóticas se incorporen de manera responsable, sin comprometer la salud del ecosistema, aprovechando su aceptación y adaptación en a sistemas urbanos. EP
Referencias
Berlyne, D. E. (1971). Aesthetics and psychobiology. Appleton-Century-Crofts.
Jauni, M., & Ramula, S. (2015). Meta-analysis on the effects of exotic plants on the fitness of native plants. Perspectives in Plant Ecology, Evolution and Systematics, 17(5), 412-420.
Kendal, D., Williams, K. J. H., & Williams, N. S. G. (2012). Plant traits link people’s plant preferences to the composition of their gardens. Landscape and Urban Planning, 105(1-2), 34-42.
Lerch, D., Blüthgen, N., & Mody, K. (2024). Home sweet home: Evaluation of native versus exotic plants as resources for insects in urban green spaces. Ecological Solutions and Evidence, 5(3), e12380.
Yue, C., & Behe, B. K. (2010). Consumer color preferences for single-stem cut flowers on calendar holidays and noncalendar occasions. HortScience, 45(1), 78–82. Zaninotto, V., Thebault, E., & Dajoz, I. (2023). Native and exotic plants play different roles in urban pollination networks across seasons. Oecologia, 201(2), 525-536.
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