Especies exóticas invasoras, ¿amenazas o salvación?
Ricardo Vega reflexiona sobre si la especie que llamamos “invasora” es realmente una villana. Propone una nueva visión sobre el papel de estas especies en la biodiversidad actual, sugiriendo que, en un contexto de crisis ecológica, podrían ser inesperadas salvadoras.
Ricardo Vega reflexiona sobre si la especie que llamamos “invasora” es realmente una villana. Propone una nueva visión sobre el papel de estas especies en la biodiversidad actual, sugiriendo que, en un contexto de crisis ecológica, podrían ser inesperadas salvadoras.
Comparte:
Desde la visión popular, pero también desde la biología, las especies consideradas invasoras —como las ratas, las palomas, las ardillas, los mosquitos, las cucarachas…— no son muy queridas. Son animales repudiados y que se buscan exterminar, pero ¿en realidad son tan malos? Estas especies son nombradas como exóticas porque fueron transportadas desde su zona de distribución natural a nuevas tierras en las que se dispersaron con mucho éxito debido a sus características: son más resistentes en comparación con algunas especies nativas sensibles a los cambios. Es así como un grupo de estos individuos está colonizando a nivel global muchos ambientes perturbados por el humano. ¿Será que ha llegado una nueva era en la que estos colonizadores integren la nueva biodiversidad?
Estamos familiarizados con las especies mal llamadas plagas. Pensemos en las palomas domésticas (Columba livia) que vemos en las iglesias, las ratas (Mus musculus) que corren por las calles o las ardillas grises (Sciurus carolinensis) que encontramos en los parques. A veces nos molestan y otras, por su apariencia, nos agradan; pero en general a todas estas especies las vemos como indeseables.
Estos animales son lo que se ha llamado especies exóticas invasoras. Las especies exóticas son los individuos no nativos de una región a la que llegaron de forma intencionada o no y las especies exóticas invasoras son las que, además de lo anterior, se dispersan rápidamente y causan efectos negativos para el ambiente, la salud o la economía. Estas especies proliferan en los sitios a los que llegan porque las condiciones del lugar les favorecen, como la ausencia de sus patógenos o depredadores naturales, y porque poseen ciertos rasgos que les permiten adaptarse de buena manera, como ser especies generalistas (especies capaces de prosperar en una amplia variedad de condiciones ambientales y que pueden aprovechar diversos recursos, como los animales omnívoros en comparación con los herbívoros y carnívoros), tener una reproducción rápida y contar con tolerancia a las condiciones adversas. Las palomas, las ratas y las ardillas cumplen todas estas condiciones.
Debido a los potenciales daños que pueden causar estas especies exóticas no se les quiere. Se les considera como animales invasores, sucios, viciosos y buscamos deshacernos de ellos de cualquier forma, incluso si es altamente cruel. Es así que las especies exóticas invasoras se van construyendo como villanas.
A pesar de su condición foránea y el hecho de que produzcan efectos deletéreos en el ambiente, ¿merecen este trato hostil? ¿En realidad son tan dañinas? ¿El estatus de especie exótica invasora nos justifica para erradicarlas de cualquier forma? Pensemos que más allá de esta etiqueta siguen siendo animales que sienten, buscan sobrevivir y tienen sus propios intereses. No son diferentes a otros con los que convivimos y que estamos conscientes de que hay que darles un buen trato, como nuestros animales de compañía. Estas especies no llegaron de tan lejos por su cuenta: hubo algo o alguien que favoreció su desplazamiento y en muchos de estos casos ese vector hemos sido los humanos de forma intencionada o no.
Existen distintos enfoques contemporáneos que revaloran a estos animales. Uno que considero que contiene argumentos originales y merece pensarse es el del periodista ambientalista Fred Pearce en su libro The new wild. Pearce defiende la idea de que las especies exóticas invasoras, más que ser amenazas ecológicas, son individuos que vienen al rescate de los ecosistemas. Esto debido a que frente a la crisis ecológica que el humano ha producido –a través del cambio climático, la desertificación, la alteración de los ciclos biogeoquímicos, etcétera– muchas especies sensibles a los cambios producidos han perecido, pues factores como la elevación de la temperatura o la acidificación de los océanos les han orillado a la extinción, mientras que otras especies –como las exóticas invasoras– son más resistentes a estos cambios y han conseguido sobrevivir y dispersarse. Que estas especies exóticas invasoras sean más resilientes a estos cambios antropogénicos permite que estén presentes en ambientes que de otra forma serían difíciles de habitar por los individuos nativos, por lo que están salvando parte de la biodiversidad y los ecosistemas que hoy en día peligran ocupando estos nichos. Para Pearce, tenemos xenofobia verde: manifestamos un rechazo muchas veces injustificado hacia todas las especies exóticas.
Contrario a esta apología que realiza Pearce, las especies invasoras exóticas están enlistadas como el tercer factor por el que peligra la biodiversidad. Es cierto que estos individuos, al llegar a hábitats propicios para su propagación, pueden llegar a causar un caos, pero no todos lo hacen. Como lo menciona Pearce, muchas de las especies exóticas se pueden convertir en ciudadanos que se integran benéficamente al ecosistema del sitio. Reviso un ejemplo de cada caso.
La culebra arbórea parda (Boiga irregularis) ha causado estragos en la avifauna de Guam en las Islas Marianas desde que fue introducida de forma accidental poco después de la Segunda Guerra Mundial. Debido a su hábito arborícola, esta serpiente ocupó un nicho que ningún depredador en la isla poseía, por lo que las aves estaban indefensas ante esta estrategia porque no estaban familiarizadas con este tipo de cazadores. El resultado fue que, en un periodo de aproximadamente desde mediados hasta finales del siglo XX, esta especie de reptil afectó gravemente a 17 especies nativas de aves. En respuesta a la amenaza, algunas de las aves comenzaron a cambiar sus sitios de anidación, por lo que se vieron forzadas a desplazarse hacia humedales, islotes, cuevas, zonas urbanas y suburbanas en busca de sitios seguros lejos de las serpientes. Se han propuesto programas de eliminación y contención hacia otras islas para evitar la dispersión de la culebra arbórea.
Un ejemplo más amable con la reputación de las especies invasoras exóticas es el del mejiro (Zosterops japonicus) y el leiótrix piquirrojo (Leiothrix lutea), dos aves que fueron introducidas en Hawái hace aproximadamente un siglo y ahora son dispersoras de semillas de arbustos nativos. Aunque han causado algunos incidentes con la biodiversidad del lugar, en la actualidad han adquirido un papel positivo. Sintetizando esto en las palabras de las ecólogas Rebecca Wilcox y Corey Tarwater: “Los comportamientos de las especies introducidas pueden cambiar en función del contexto y repercutir en los ecosistemas locales de forma negativa y positiva”.
Esta ambivalencia no es fortuita, pues las especies no invaden un lugar de forma intencionada, maligna o ventajosa como a veces se les representa; solamente responden a las condiciones favorables o desfavorables del ambiente. El lirio acuático (Eichhornia crassipes) que tiene tan mala reputación ha sido usado de manera controlada en campañas de restauración ecológica en China con resultados favorables. Como dice Pearce: “Las especies exóticas se aprovecharon de la crisis ambiental, pero no la provocaron. Demonizar a las especies alienígenas ocultó esto e impidió tomar medidas efectivas para frenar el problema”.
Llamar a estas especies “invasoras”, “pestes” o “plagas” en estas condiciones resulta demasiado peyorativo y despectivo, pues están luchando por adaptarse y sobrevivir al tiempo que conservan parte de la biodiversidad y hacen frente a la crisis ecológica. Un escenario que en primer lugar no hubiera sucedido, si no las hubiéramos transportado. Por ello considero que, mientras no tengamos un mejor concepto, es mejor llamarlas solamente especies exóticas.
Aunque las especies invasoras exóticas sean una amenaza para el paradigma clásico de la biología de la conservación que establece que las especies nativas son buenas y las exóticas malas, cuando decidimos sobre sus vidas hay que tener en cuenta los intereses de estos grupos de especies, más que solo considerar los beneficios que los humanos obtendremos. Esto no es un mero problema de la biología, sino también es tarea de la ética analizar estos casos: los intereses humanos y los del ecosistema —si es que se puede hablar de intereses de este tipo— no son los únicos que están de por medio. Más aún porque ha sido nuestra responsabilidad la translocación de estas especies y la crisis ecológica. EP
Este País se fundó en 1991 con el propósito de analizar la realidad política, económica, social y cultural de México, desde un punto de vista plural e independiente. Entonces el país se abría a la democracia y a la libertad en los medios.
Con el inicio de la pandemia, Este País se volvió un medio 100% digital: todos nuestros contenidos se volvieron libres y abiertos.
Actualmente, México enfrenta retos urgentes que necesitan abordarse en un marco de libertades y respeto. Por ello, te pedimos apoyar nuestro trabajo para seguir abriendo espacios que fomenten el análisis y la crítica. Tu aportación nos permitirá seguir compartiendo contenido independiente y de calidad.