El árbol de Navidad: una tradición con alto grado de contaminación

¿Qué árbol de Navidad elegir para esta temporada? ¿Es mejor uno artificial que uno natural? ¿De dónde viene esta tradición y cuándo llegó a México? ¿A quién se le ocurrió fabricar árboles navideños de forma industrial?

Texto de 09/12/24

¿Qué árbol de Navidad elegir para esta temporada? ¿Es mejor uno artificial que uno natural? ¿De dónde viene esta tradición y cuándo llegó a México? ¿A quién se le ocurrió fabricar árboles navideños de forma industrial?

Tiempo de lectura: 9 minutos

Un pino, adornado con luces titilantes que parecen estrellas atrapadas entre sus ramas y toda una suerte de colgajos —esferas de vidrio, moños multicolores, ositos tejidos, pequeños gorros rojos con borla blanca, algunas figuras de madera, metal y plástico—, permanece por semanas como decoración navideña en millones de casas en el mundo. Todos y cada uno de los símbolos de la temporada decembrina —incluidas las envolturas de los regalos al pie de ese árbol— representan un elevado consumo de recursos naturales, generación de residuos y emisiones de gases de efecto invernadero en un momento en el que la humanidad enfrenta serios riesgos como consecuencia del deterioro ambiental, relacionados con actividades insostenibles. 

Para cuidar el mundo natural, podemos tomar decisiones individuales y familiares que hagan de las tradiciones una celebración más sustentable y así reducir la huella de carbono. Elegir entre un árbol natural y uno artificial para celebrar la Navidad puede ser una disyuntiva entre cuál es la mejor opción para mitigar el impacto ambiental. Para eso se requiere información.

El sentido común nos indica, por un lado, que al cortar árboles, como los pinos, se afectan los bosques; por el otro, los pinos artificiales implican plásticos y otras sustancias no biodegradables, es decir, contaminantes. No obstante, en México hay alternativas: existen plantaciones forestales comerciales establecidas para producir exclusivamente árboles navideños en terrenos que anteriormente tenían vocación agrícola o ganadera, y que ya no sirven para esas actividades, comenta Silvia Murillo.

Navidad Bosque Esmeralda, Amecameca
Navidad Bosque Esmeralda, Amecameca

Los productores, explica la coordinadora general de Producción y Productividad de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), se encargan de sembrar las plantas; después, cuando tienen un tamaño considerable, se trasplantan a los terrenos y se espera de entre cinco a ocho años para tener árboles de las especies que más interesan al mercado: las coníferas, como pino ayacahuite y pseudotsuga, éste último, también conocido como abeto de Douglas, un clásico y el más buscado.

En el centro del país, en Ciudad de México, Estado de México, Puebla, Tlaxcala y Morelos, así como en otras regiones que abarcan Guanajuato, Jalisco, Zacatecas, incluso Veracruz, se encuentran las áreas con las condiciones de altura y temperatura para el desarrollo de los árboles, agrega. Además, son más bonitos, dice, y las casas huelen a bosque: en México hay “muy buenos productores de árboles de Navidad, algunos son familias de escasos recursos” y sus parcelas las ocupan para la producción de árboles y esta temporada es una oportunidad para que puedan incrementar sus ingresos, sus medios de vida. 

Elegir un árbol natural navideño es la opción más sustentable, porque protege la cobertura forestal y tiene, por lo menos, tres beneficios ambientales, indica la entrevistada. Primer punto: no se usan plásticos. Aunque un árbol artificial puede durar muchos años, desde la producción hasta su descarte la huella ambiental es muy alta en comparación con uno natural.

De acuerdo con David Gernandt, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM, los árboles artificiales, al ser fabricados con plástico, un derivado del petróleo, en lugar de mitigar el cambio climático, lo aceleran, ya que las industrias involucradas emiten grandes cantidades de gases de efecto invernadero. Además, por tener varios componentes no son reciclables, por lo cual terminan en la basura, donde tardarán cientos de años en degradarse y, en el peor de los casos, se incineran.  

Silvia Murillo destaca, como segundo punto, el mejoramiento de los ecosistemas. Al intensificar la producción de árboles, los terrenos sirven como corredores biológicos para algunas especies de animales y de plantas, además, la vegetación regula el microclima de la zona.

En tercer lugar, es cíclico: porque una vez cortado un árbol se dan las condiciones para la resiembra, así siempre habrá producción en las plantaciones, que se mantienen como pequeños bosques y esto previene que personas quieran cortar árboles de áreas forestales, donde es totalmente ilegal extraer productos naturales y la Profepa es la encargada de vigilar que esto no suceda.

En la Conafor, relata Murillo, tienen un directorio de productores por estado, que puede consultarse en el sitio web, no sólo sobre qué tipo de árboles manejan, sino también qué otros productos y servicios ofrecen. Entonces, ya no sólo se trata del árbol per se, sino que algunos productores organizan recorridos para pasar un día en el bosque, además de la venta de alimentos y artesanías alusivas a la Navidad y de otro tipo, lo cual les ayuda en su economía familiar.  

“La demanda de árboles naturales es aproximadamente de dos millones y desafortunadamente, el país aporta una proporción muy baja, alrededor de una tercera parte.”

Existe un pero. La demanda de árboles naturales es aproximadamente de dos millones y desafortunadamente, el país aporta una proporción muy baja, alrededor de una tercera parte, el resto proviene de Estados Unidos y Canadá, señala la funcionaria de la Conafor.

Una vez que se ha decidido por un árbol natural, en las plantaciones hay tres maneras de obtenerlo. Puede comprarse cortado y, al término de la temporada, se envía a un centro de acopio para después elaborar composta y regrese al suelo para seguir produciendo plantas; en maceta, con la ventaja de replantar en el jardín o en algún otro lugar. Además, dice, algunos productores rentan árboles en maceta, para después regresarlos y mantenerlos con vida. 

Si bien la decoración con luces, esferas y otros adornos pueden alterar al árbol, Mónica Murillo recomienda mantenerlos en un lugar fresco y con riego moderado para que no se estrese por falta de agua. La idea es no inundar la maceta, sino mantener la tierra húmeda.

Y si por algún motivo se va a comprar un árbol de Navidad por primera vez y se opta por uno artificial, el también académico de la UNAM, David Gernandt, sugiere utilizarlo por 10, 15 o 20 años. Aunque él prefiere siempre uno natural, también recomienda adquirirlo en la localidad más cercana al hogar, porque a más trayectos cortos, menor consumo de gasolina. 

Navidad Bosque Esmeralda, Amecameca
Navidad Bosque Esmeralda, Amecameca

Los primeros árboles navideños

La tradición del árbol de Navidad es de origen pagano y se remonta a tiempos y culturas muy diversos. Antiguamente, los árboles de hoja perenne tenían un lugar en las celebraciones estacionales de las sociedades precristianas, como la egipcia que honraba a Ra, dios del sol. Durante las saturnales, un festival de invierno en honor a Saturno, los romanos decoraban los árboles con pequeñas piezas de metal. En Europa, se usaba un árbol de hoja perenne, conocido como el “árbol del Paraíso”, ornamentado con manzanas para conmemorar, el 24 de diciembre, la fiesta de Adán y Eva. 

Estas tradiciones fueron fusionándose con el tiempo, dando origen al árbol de Navidad decorado e iluminado que actualmente conocemos, cargado de simbolismo y significado cultural.

La Asociación Nacional de Árboles de Navidad (NCTA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos refiere que el primer registro de un árbol decorado data de 1510 en un mercado de Riga, hoy capital de Letonia. Los adornos eran rosas rojas que el gremio de comerciantes utilizó para luego bailar alrededor de él y finalmente prenderle fuego.

En la Alemania del siglo XVI se usaban frutas, especialmente manzanas rojas y nueces, para su decoración. Se dice que Martín Lutero, líder de la Reforma protestante, inspirado en la belleza de la naturaleza, añadió velas al árbol, simbolizando la luz y la esperanza. Desde entonces, el árbol adornado e iluminado ha sido un elemento central de las celebraciones navideñas en muchos países.

En Norteamérica, los árboles de Navidad fueron introducidos por los primeros colonos alemanes, sin embargo, el primer registro de esta tradición puede leerse en el diario de Matthew Zahn, un residente de Lancaster, fechado en 1821. En 1840, la reina Victoria y su esposo, el príncipe Alberto, popularizaron el árbol navideño entre el pueblo británico, cuando él instaló uno en Windsor, según cuenta a la revista Contact, James Lancaster, profesor de Estudios de Religión Occidental en la Escuela de Investigación Histórica y Filosófica de la Universidad de Queensland, Australia.

Un mercadillo en época navideña: venta de renos, cerdos, frutas, pavos y árboles de Navidad. Grabado en madera de C. Roberts. Wellcome Collection
Un mercadillo en época navideña: venta de renos, cerdos, frutas, pavos y árboles de Navidad. Grabado en madera de C. Roberts. Wellcome Collection

Hacia 1851, refiere la NCTA, inició la venta comercial de árboles, pero se cortaban al azar, porque no había un control para talar los bosques. A finales del siglo XIX, también procedentes de Alemania, llegaron a la Unión Americana los primeros adornos de vidrio o kugels, palabra germana para esfera o bola, que eran pesados, lisos y acanalados. Posteriormente, surgieron ornamentos como cadenas, figuras y juguetes.

Al emperador Maximiliano de Habsburgo y a su esposa Carlota se les atribuye la tradición del árbol de Navidad en México, al instalar el primero en uno de los salones del Castillo de Chapultepec, donde habitaron por dos años, para celebrar la festividad en 1864, aunque existen registros de que ya se practicaba a inicios del siglo XIX por familias alemanas establecidas en el país. 

Una carta escrita por el joven teniente austriaco Ernst Pitner, dirigida a su madre en Viena, durante la invasión francesa (1862-1867), fechada el 15 de enero de 1867, hace referencia a la celebración navideña con un árbol decorado. 

Alemania inventó los árboles artificiales, EU los popularizó y China ganó mercado

Hacia finales del siglo XIX, la alta demanda de árboles de Navidad naturales se masificó a tal grado que, primero en Alemania, y luego en Estados Unidos, los bosques de donde se extraían empezaron a tener mermas importantes. La popularidad de este símbolo decembrino desencadenó la búsqueda de una opción para sustituirlo sin afectar la tradición.

En la década de 1880, el primer árbol artificial se fabricó en Alemania con plumas de ganso pintadas de verde montadas sobre un eje de alambre o madera para imitar las agujas de los pinos1 ; después se usaron las de otras aves, como pavo, avestruz y cisne. Estos árboles de plumas ganaron notoriedad y se exportaron a Estados Unidos, donde comenzaron a marcar tendencia. Fue la tienda departamental Sears, Roebuck & Company la que comenzó a venderlos a partir de 1883. 

Durante los primeros años del siglo XX, debido a la sobreexplotación, indica la NCTA, “el suministro natural de árboles de hoja perenne comenzó a reducirse drásticamente”, lo cual alarmó a los conservacionistas y, por ello, alentaron a sustituirlos por árboles artificiales hechos con una rama de árbol de hoja caduca envuelta en algodón.

La plastificación llegó a la Navidad, cuando Addis Brush Company, empresa estadunidense fabricante de cepillos para lavar baños, adaptó su tecnología para fabricar los primeros árboles con base en las cerdas de esos utensilios de limpieza; entre las ventajas que vieron respecto a los de plumas fue que soportaban adornos pesados y eran menos inflamables. La firma patentó en 1950 el árbol Silver Pine

Poco tiempo después, en 1958, surgieron los árboles metálicos, elaborados con aluminio o papel recubierto de ese material, popularizados durante los años sesenta. Por esos años, los árboles de plástico se convirtieron en un fenómeno comercial en Estados Unidos por ser más duraderos, fáciles de ensamblar y asequibles en comparación con las versiones de madera o metal.

“[…] la fabricación de árboles de Navidad artificiales es una industria multimillonaria dominada principalmente por China, seguida de Estados Unidos, India, Vietnam y Filipinas.”

Hoy en día, la fabricación de árboles de Navidad artificiales es una industria multimillonaria dominada principalmente por China, seguida de Estados Unidos, India, Vietnam y Filipinas. La ciudad de Yiwu, en la provincia de Zhejiang, del gigante asiático, es conocida como el mercado de la Navidad, porque ahí 700 fábricas elaboran y distribuyen alrededor de 80 % de los adornos navideños usados a nivel global, desde esferas multicolores, colgantes, escarcha y un sinfín de objetos, hasta árboles artificiales de todos tamaños y tipos.

De acuerdo con The Nature Conservancy, China es responsable de la fabricación de casi 90 % de los árboles artificiales que se compran en el mundo, “lo que supone un aumento de las emisiones de carbono y de los recursos”.

Los materiales usados para la fabricación de este tipo de árbol son metal y cloruro de polivinilo, conocido comúnmente como PVC, un plástico derivado del petróleo, pero su producción genera emisiones significativas de gases de efecto invernadero (GEI). Además, el PVC no es biodegradable ni reciclable y libera sustancias tóxicas si se incinera al final de su vida útil.

Residuos naturales de un pino navideño
Pexels

The Carbon Trust, en su cuenta de LinkedIn, indica que un árbol navideño natural replantado o transformado en composta reduce su huella de carbono hasta 80%, esto es 3.5 kilos de dióxido de carbono (CO2), pero si termina en un vertedero, aumenta hasta 16 kilos, porque su descomposición produce metano, un gas 25 veces más potente que el CO2. En contraste, la huella de carbono de uno artificial de aproximadamente dos metros de alto es de 40 kg. de CO2, por lo cual se recomienda, para que sea más sustentable, reutilizarlo durante al menos 12 años o más.

Comprar un árbol natural o uno artificial dependerá de cada quien, la recomendación de The Carbon Trust es ser conscientes del aumento de los residuos en esta temporada y la emergencia del cambio climático, para así celebrar la Navidad de forma más sustentable. EP

  1. Hewitt, James. “Fake Christmas Trees”, The Christmas Tree. Lulu Distribution, 2007. []
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