Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.
Ahora Samuel García se ríe de nosotros
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Texto de Aníbal Santiago 21/04/21
Desde el inicio nos hizo reír. Lo conocimos cuando celebró la conquista de una senaduría por Movimiento Ciudadano (MC) bebiendo y bañándose en champagne. Entonces, sonrientes lo apodamos #LordChampaña. Ah, qué Samuel, tan ostentoso.
Luego reímos al verlo sobre un camello disfrazado de beduino o jeque en el desierto de Qatar, a donde el legislador Samuel García había ido no para farolear su vacación exótica sino para ser parte de un evento político, la 140ª Asamblea de la Unión Interparlamentaria. Ah, qué Samuel, tan descarado.
Nos reímos cuando en un exabrupto renunció a su partido por despecho (“no me han sabido valorar”) y al día siguiente, en sus cinco sentidos, advirtió su metida de pata y adujo un hackeo. Nos reímos porque: ah, qué Samuel, tan torpe políticamente.
Nos reímos porque en un Zoom con su esposa, lamiendo alitas barbecue, la regañó por mostrar sus piernas: “Me casé contigo pa’ mí, no pa’ que andes enseñando”. En ese momento nos pusimos más serios porque la reprimenda era violencia contra la mujer, y eso no es de risa, pero viralizamos el video hasta la náusea y eso fue como un: “ríanse con este norteñote machista”.
Ya para entonces le hacíamos publicidad gratis divulgando sus excesos porque Samuel era pintoresco: un mirrey intachable, caricaturesco. Pelo relamido, camisa de vestir apretada, afeitado hasta la dermatitis, golpeado al hablar y porte sobrado, como ganadero poderoso que presume a su hembra. Al día siguiente, para causar compasión emitió una disculpa que sonó a canción de José José: dijo que con su “estúpida” frase “mil actos de amor se derrumban”. Ahora nuestra risita fue como: Ah, el Samuel cabrón se sale con la suya.
Es difícil creer que el video molesto con su pareja no se filtrara por su voluntad. Es decir, a esa altura Samuel, al que ingenuamente pensábamos tonto, aplicaba la máxima de Oscar Wilde: “Hay solamente una cosa peor a que hablen de ti, y es que no hablen de ti”.
El atropello a la ética vendía. Lo que al inicio fue un accidente ya tenía pinta de táctica. El político TikTok calculaba que cualquier cosa que dijera excitaría a la sociedad vía la redes, y eso era promoción, ascenso. Para qué leer, para qué estudiar años con la misión de ser buen político, si con videíto conmueves a un país.
Por eso, cada que salía en un video era como si aventara maíz a las gallinas: ahí tienen su morbo. ¿Y las redes? Cacareando presurosas a picotear sus producciones amateurs.
Seguimos riendo, ya a carcajadas, cuando en un auto Samuel enumeró los municipios que en una gira visitaría: “Santiago, Allende, Montemorelos, y cerramos en Terán. ¿Cómo ves, Bebecini?”, dijo a su esposa Mariana Rodríguez, que respondió apuntando a su calzado naranja: “¿Quieren ver mis tenis? Qué tal, fosfo fosfo”. Horas más tarde ya existía la canción de fosfo fosfo, y nos reímos porque al pobre hombre ni su mujer lo pelaba. En contraste, nosotros sí. Y por eso crecía y crecía.
En la era de “haz fama haciendo lo que sea, pero haz fama”, inflamos a Samuel, le dimos lo único necesario para crecer: popularidad. Así, pasó de diputado local a senador, y de ahí a ¡candidato a gobernador de Nuevo León!, el estado más poderoso de México. Ah, qué Samuel, no era tan tonto.
Mientras tanto, pura risa y risa. Despertó risas cuando en un coche dijo “Vamos al refugio Manitas Pintando Arcoíris, el más grande de Nuevo León de animales, sobre todo de perritos. Vamos a ir a donar una tonelada de croquetas”, y resultó que esa AC era para niños con cáncer. Reímos cuando alardeó tres doctorados, uno por la célebre Universidad Itac (reímos con un cuac cuac), cuya sede arriba de la taquería de barrio La Rosa era igual a la Universidad de Estilismo y Maquillaje del Metro Pino Suárez. Misteriosamente, el alma máter de Samuel dejó de existir tras la polémica.
Y nos reímos cuando afirmó que conocía mexicanos “que viven con un sueldito de 40-50 (mil pesos) y son felices; tienen pa’ su familia, pa’ las colegiaturas”, cuando el sueldo promedio de un mexicano es la décima parte de eso: 5 mil pesos. Reímos cuando recordó que su papá le daba un sueldo si y sólo si lo acompañaba a jugar golf tempranito los sábados. “Era bien duro”, se quejó. Reímos cuando nos mostró que estaba aprendiendo a planchar: “Agradezco a mi prometida por haberme invitado a tomar este curso de limpieza del hogar (…) estamos viviendo en tiempos de igualdad”, dijo estereotipando los roles de género.
Ya a últimos días, sonriendo con algo de pena ajena, lo vimos cantar junto a un niño indígena, y bailar rolitas pegajosas con su mujer.
Todo-todo-todo lo que muestre a Samuel ha sido viral. Y él, ante la gula social por lo insultante, lo grotesco, lo indignante, arroja a la sociedad el banquete de desperdicios que le agradecen. Total, se lo saborean como un manjar.
Sin embargo, todo tiene un final. Cuando hace días lo vimos bailando con Gilberto García “El June”, ex capo del Cartel del Golfo, ya no nos hizo tanta gracia. Pero era demasiado tarde.
Esta semana, por una encuesta supimos que Samuel pasó del cuarto al primer lugar en las preferencias para gobernador. Alcanza 32%, cinco puntos arriba del PRI-PRD, 16 de Morena y 17 del PAN. ¿Por qué? La población de Nuevo León está asqueada de los partidos fuertes, y es más apetecible un bobo infame que al final resultó ser sagaz. Hoy, ser un bufón es una estrategia chingona, tanto como para estar en un partidito y tocar la gloria. Payasea mostrando tus mugres, y vencerás.
Cuando supimos que muy probablemente el monstruito que estos años alimentamos con tanta dedicación será gobernador de un estado esencial, ya no reímos ni tantito. En cambio, él seguro se está riendo (de nosotros). EP
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