Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.
Con León Larregui viajamos en el Segundo Piso
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Texto de Aníbal Santiago 24/03/21
El plan que mi hija me pide domingo a domingo tiene el inconveniente de que al consumir gasolina enfermamos al aire y despilfarramos por el escape unos buenos pesitos. Pero también tiene sus virtudes. “Vámonos al Segundo Piso”, me pide después de comer, como para que no le opaque sus horas de tranquilidad con mi insistencia de echarnos un ajedrez (su tormento desde que vi Gambito de dama y me renació mágicamente un gusto desatendido desde mis 14 años). “Ajedrez no, pa’, por favor. Anda, Segundo Piso”, implora.
Sin posibilidad de ir a parques, cines, plazas o balnearios por el riesgo de infección, le digo “Vamos” cada vez con más ganas. Nos ponemos nuestros cubrebocas y bajamos hasta el autito, que en el desuso de 12 meses de pandemia envejece prematuramente. Aunque sea modelo 2017, por la postración a la que lo ha sometido el coronavirus siento que abordo un Datsun abandonado desde 1979 en una calle desierta, como si el dueño hubiera perecido en silencio y nadie en 42 años hubiera reclamado el vehículo, ya vuelto una carcacha para el deshuesadero. Mi coche sufre una cuádruple capa de mugre cenicienta de distintos grosores y texturas que ennegrece su azul índigo y cubre el parabrisas como si lo acabara de sorprender una tormenta de polvo del Sahara. La novedad en esta temporada es que recibe la cascada colorida de las flores de una jacaranda que tenemos enfrente. Pero no se ve muy artístico: las florecillas se mezclan con la suciedad, se marchitan pronto hasta quedar oscuras y apelmazadas, y al arrancar y accionar el limpiaparabrisas para que nos dejen ver algo de nuestro paisaje automovilístico se embadurnan al vidrio y dejan unos fluidos amarillentos como gusanos comprimidos.
Por suerte, los chorritos del sistema eléctrico de agua caen generosos en el cristal y nos limpian el ventanal, desde el que contemplaremos grandes escenarios y espectáculos. Antes siempre vamos por unas malteadas de vainilla, y así, cuando avanzamos por Eje 5 el azúcar nos energiza para todo lo que viviremos en nuestra montaña rusa de cuarentena. Yo conduzco como un viejito de 93 años, con una lentitud que irrita y que nos hace oír el ta-ta-ta-ta-ta tan chilango, pero con nuestras bebidas espesas refrescando el paladar abrimos las ventanas con la intención de que entre todo el aire y nos despeine, confiados en que no se colará a nuestra cabina ningún maldito virus volador. Yo, claro, honro a mi generación sintiéndome el galán del LP Llena tu Cabeza de Rock 84, y mi hija supongo que Billie Eilish viajando en un Lamborghini convertible verde fluorescente hacia las playas juveniles de Santa Mónica.
Vamos ascendiendo hasta llegar a lo alto, enciende la música y no discuto sus gustos. Por el contrario, en el momento en que conecta su playlist de Spotify y suena León Larregui, y luego León Larregui, y luego León Larregui, aprovecho mis dotes actorales. De inmediato imito a León Larregui: “Qué onda, hermana, ¿cómo vas? Pásatela chido en el Segundo Piso del Periférico con tu papá en esta pandemia, yo soy tu amigo León Larregui. Disfruta mi música, qué chava tan a todo dar eres”, le digo haciendo voz de cannabis indica, poniendo mis párpados a media asta y haciendo la V de la victoria. Por su “jajaja” supongo que disfruta mi ridículo. Pero debo tener cuidado: a fuerza de repetirlo 150 veces el chiste muy pronto podría dejar de tener chiste. Sólo lo voy a contar 15 veces más.
El último domingo puse pausa a León Larregui con algo que suscitaría su interés adolescente. “¿Sabes que los Beatles tenían una canción feminista?”, la asombré con esa tesis discutible. Y entonces, mientras a la increíble velocidad de 60 kms/h aspirábamos el delicioso aire contaminado de la ciudad hasta el fondo de nuestros pulmones, suspendimos un instante al vocalista de Zoé, cambié de género y oyó con atención a Paul McCartney cantar Lady Madonna / Children at your feet / Wonder how you manage to make ends meet. “Eso sí no lo sabía”, admitió extrañada la beatlémana.
Por la avenida elevada vamos viendo los rascacielos, sin excepción comentamos el infortunio de la pobre gente que al abrir la cortina de su cuarto tiene el persistente zumbido rodante sobre el asfalto a metros de su cabeza, y ella agarra mi celular para captar con la cámara cachos de cielo donde se filtra entre nubes el sol del atardecer. Al acabar esta pandemia tendrá 153 mil 457 fotos de cielo tomadas desde el Segundo Piso, del que bajamos en Eje 10 para subir y agarrarlo nuevamente, ahora en dirección norte.
Y entonces la aventura se repite en dirección inversa de vuelta a casa, mientras vamos oyendo un tema que dice así: Brillas, y brillas tan lindo / Y brillamos juntos, entre pestaaaañaaas / Divina, divina sonriiisa / Abrazo de luna, de luna lleeenaaaa / Ah ah ah / Ah ah ah / Ah ah ah.
¿No les suena? Se los presento: es un cantante que se llama León Larregui. EP
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