¿Los vapeadores son los nuevos cigarros light?

¿Son los vapeadores la nueva alternativa o un riesgo latente para la salud pública? Gina Jiménez explora la preocupación por su popularidad entre adolescentes y el dilema entre la prohibición total y la regulación.

Texto de 08/02/24

¿Son los vapeadores la nueva alternativa o un riesgo latente para la salud pública? Gina Jiménez explora la preocupación por su popularidad entre adolescentes y el dilema entre la prohibición total y la regulación.

Tiempo de lectura: 9 minutos

Un hombre blanco de barba y bigote está parado en medio de lo que parece ser el desierto de Egipto. A su derecha tiene una pirámide y a su izquierda un camello, el símbolo de la marca. “Descubre la satisfacción de los Camel light”: dice el anuncio en inglés, y en letras más pequeñas se especifica que ese “mundo de satisfacción” ahora viene con menos alquitrán.

Este anuncio de 1979 es parte de la campaña que Camel y otras tabacaleras emprendieron en los 60 y 70, luego de reconocer públicamente el riesgo de contraer cáncer por fumar. Para tranquilizar a los consumidores preocupados, diseñaron cigarros —afirmaban— con mejores filtros, menos nicotina y menos alquitrán: los dirigieron a los consumidores que pretendían ser más saludables. 

Incluso, los anuncios de esa época reconocen la mala fama de lo que promocionan. Un ejemplo es la publicidad del cigarro light de la marca True: “Después de todo lo que he oído sobre fumar, decidí que o dejaba de fumar o fumaba True. Ahora fumo True”.

La ciencia nunca estuvo del lado de las tabacaleras. A principios de siglo, varios artículos independientes demostraron que los cigarros light no eran más saludables que los regulares, y que podían, incluso, ser peores. A veces no contenían menos sustancias tóxicas, pero cuando tenían menos nicotina, los consumidores necesitaban fumar más cigarros o hacerlo más rápido para satisfacer su dependencia. La debacle fue tal que el engaño de los cigarros light fue una de las principales acusaciones de la demanda que Philip Morris perdió contra Estados Unidos en 2005. Algunas organizaciones sostienen que los cigarros light quizá sean “el fraude más grande jamás perpetrado contra los consumidores”.

Con estos productos, las tabacaleras ofrecían a los fumadores una opción supuestamente menos dañina como alternativa a dejar de fumar, dice la opinión final de la misma demanda. Por eso es de esperarse que ahora que Philip Morris contrata publirreportajes para promover nuevas alternativas al tabaco con el eslogan “futuro libre de humo”, a más de un investigador o activista se le pongan los pelos de punta. 

Los cigarros light hacen eco de un producto que hoy es muy popular, sobre todo entre adolescentes: los vapeadores o cigarros electrónicos. En mayo de 2022, el presidente López Obrador firmó un decreto para prohibir por completo su comercialización en México, pero en diciembre la Suprema Corte declaró ese decreto inconstitucional y otorgó un amparo a un restaurante en Morelos para comercializarlos. Ahora la prohibición de los vapeadores forma parte del paquete de reformas constitucionales que el Presidente envió al Congreso el pasado 5 de febrero.

Aunque los vapeadores todavía se pueden conseguir en México, sus detractores esperan que con su prohibición menos personas, y sobre todo menos adolescentes, los consuman. Por su parte, quienes están a favor de su uso insisten en que sí son una alternativa para los fumadores e incluso una política de “reducción de daños”; lo mismo que repartir antídotos contra las sobredosis a quienes usan heroína o promover el cinturón de seguridad entre quienes manejan rápido.

“Aunque los vapeadores todavía se pueden conseguir en México, sus detractores esperan que con su prohibición menos personas, y sobre todo menos adolescentes, los consuman”. 

Lo heterogéneo del vaping


En sus términos más simples, un vapeador es un dispositivo que calienta un líquido hasta convertirlo en un vapor que después se inhala. El líquido generalmente contiene nicotina y, de esta forma, los fumadores pueden obtener la sustancia de la que dependen sin el alquitrán ni los químicos asociados a lo que se conoce como “tabaco combustible”, el cigarro tradicional.

Aunque llamarle “vapeador” es un decir: en realidad lo que se inhala no es vapor de agua. Esto en particular preocupa a Yasmín Thanavala, una científica que estudia el cáncer en el Roswell Park Comprehensive Cancer Center, en Buffalo, Nueva York. “Cuando empezó el vapeo, si le preguntabas a alguien ¿qué crees que estás vapeando?, respondía: esto es solo agua caliente. ¿Agua caliente? ¡No!, mira esa tabla”, comenta señalando uno de sus artículos en los que enlista los compuestos químicos que han encontrado en los líquidos de vapeadores. “En esa lista, hay siete u ocho líneas de químicos diferentes en esos dizque solventes.”

Uno de los grandes problemas de estudiar vapeadores y sus efectos en la salud es que no todos son iguales. Mientras los cigarros tradicionales son un papel enrollado con tabaco machacado y no varían demasiado, los cigarros electrónicos varían mucho y sus diferencias dependen de varios factores, declara Inti Barrientos, investigador en Ciencias Médicas en el Instituto Nacional de Salud Pública.

El primer factor es el tipo de dispositivo. Distintos dispositivos utilizan diferentes potencias y materiales lo que a su vez determina qué tanto se calienta el líquido y, por lo tanto, qué tantas sustancias se inhalan. “Lo que está en la botella no es lo mismo que la persona está consumiendo, porque eso también depende de qué tanta potencia uses y de los materiales que uses”, dice Barrientos. 

El segundo factor son los líquidos, cuyo sabor puede ir desde caramelo salado hasta calaverita de azúcar. Es muy difícil saber qué químicos contiene cada variedad de líquido y cómo reaccionan ante el cambio de temperatura en distintos dispositivos y a distintas potencias.

Por si esta variación no fuera suficientemente complicada, el mercado de vapeadores está introduciendo nuevos productos cada año, lo que complica aún más los estudios, declara Ilona Jaspers, una investigadora de Ciencias Ambientales en la Universidad de Chapel Hill en Carolina del Norte. “El desarrollo de nuevos productos es mucho más rápido que la ciencia que los estudia e incluso más rápido que los procesos para obtener financiamiento”, advierte Jaspers y agrega que, si todo sale bien, empezar a estudiar un nuevo vapeador le toma al menos nueve meses, y para cuando empieza su estudio ya hay nuevos vapeadores en la calle. 

Lo que sabemos de sus efectos en la salud

Algunos investigadores se han dado a la tarea de estudiar qué tan expuestas a químicos dañinos están las personas que vapean en comparación con las que fuman y han encontrado que, como todo con los vapeadores, depende. Un estudio de 2020 concluyó que la potencia del dispositivo tiene mucho que ver. Quienes vapean a temperaturas más bajas están generalmente menos expuestos a los químicos cancerígenos que quienes fuman, pero quienes vapean a temperaturas muy altas podrían estar exponiéndose incluso más que quienes fuman un cigarro normal.

“Entre más alta sea la temperatura, las moléculas se fragmentan más y algunas de ellas no son dañinas, pero otras sí”, dice Ed Stephens, el autor del estudio, que es investigador de Ciencias Ambientales en la Universidad de Saint Andrews en Escocia. Stephens encontró que dos químicos cancerígenos muy dañinos (el formaldehído y el acetaldehído) se producen cuando se calientan algunos líquidos para vapear, sobre todo a muy altas temperaturas. 

Aunque su estudio solo midió la exposición a estos químicos y no sus consecuencias en la salud, las investigaciones que sí lo hacen tampoco son muy alentadoras. En 2021, un estudio en el que participó Thanavala se sumó a otros al concluir que los pulmones de los ratones que inhalaron los aerosoles de los cigarros electrónicos presentaron inflamación y daños similares a los que inhalaban el humo del cigarro tradicional. Y en 2021 una revisión de literatura encontró que existe una asociación fuerte entre el asma y la enfermedad pulmonar obstructiva, por un lado, y el uso de cigarros electrónicos, por el otro. “Creo que tenemos evidencia concluyente de que [los cigarros electrónicos] tienen efectos respiratorios adversos”, afirma Jaspers. 

Si bien aún no hay evidencia de que el uso de vapeadores cause alguno de los cánceres que provoca el cigarro tradicional, los expertos coinciden en que no ha pasado suficiente tiempo para asegurar que no lo harán. Los cigarros light empezaron a popularizarse en los 70, pero los estudios que determinaron que para nada eran mejores llegaron hasta inicios de los 2000, y los vapeadores no tienen ni una década siendo populares. “Nos tardamos décadas, primero, en poder detectarlo [que los cigarros light hacían más daño] y después en poder entender por qué. Algo similar va a pasar con el vapeo”, declara Alejandro Madrazo, miembro del Consejo Directivo de la Alianza sobre Políticas de Drogas —Drug Policy Alliance (DPA)—. 

Y ahora los investigadores tienen una complicación extra. Los vapeadores son tan diferentes entre sí que eso va a complicar las posibilidades de medir sus efectos a largo plazo, dice Jaspers. Los investigadores pueden estudiar a las personas que fuman cigarros tradicionales y suponer que han estado fumando más o menos lo mismo toda su vida; con los vapeadores no van a poder hacer el mismo supuesto. Establecer que una enfermedad se debe a que vapearon va a ser más complicado.

“Los vapeadores son tan diferentes entre sí que eso va a complicar las posibilidades de medir sus efectos a largo plazo”.

La influencia de las tabacaleras

Si bien hay consumidores que defienden los vapeadores de buena fe, Alejandro Madrazo cree que hay que presumir mala fe cuando lo hacen las tabacaleras. “Lo que están intentando es aprovechar la ventana en la que la ciencia todavía está inmadura, para fijar políticas y regulación laxas a favor del vapeo”. Una táctica que también muestra la demanda que en 2005 perdió Philip Morris con los cigarros light.

Por si fuera poco, la influencia de la industria en la ciencia que estudia los cigarros electrónicos es muy difícil de negar. En 2019, Barrientos realizó un estudio en el que halló que un artículo científico es 4.7 veces más dado a concluir algo positivo sobre los cigarros electrónicos cuando los investigadores reportan tener algún conflicto de interés. “Eso viene de la mano de una larga historia de la industria tabacalera, hacen estudios y si los resultados les favorecen los publican, y si no les favorecen los esconden”, dice.

Uno de los argumentos de las tabacaleras y de quienes defienden del vapeo es, por ejemplo, que muchos de los químicos que están en los líquidos de los vapeadores están presentes en otros productos de consumo, como los saborizantes o los colorantes, pero los investigadores insisten en que no porque algo sea seguro como para comerlo es seguro para inhalarlo. “Esos químicos han sido aprobados para comerse, pero eso no es lo mismo que ponerlo en un líquido que calientas y luego te metes al pulmón”, dice Thanavala. Jaspers agrega que cualquier cosa que inhalas llega inmediatamente a tu sangre y luego a tu cerebro, es un “método de entrega muy eficiente”, pero resulta peligroso porque, a diferencia del hígado o el estómago, los pulmones no están diseñados para procesar químicos. 

El movimiento en favor del vapeo y las tabacaleras han colocado el vaping como una herramienta de reducción de riesgos. La misma página de Philip Morris México lo plantea como una alternativa para los 15 millones de fumadores que existen en México. “Mi tragedia personal es que las tabacaleras sí entendieron el potencial discursivo de la reducción de riesgos y daños”, afirma Madrazo. 

Para Tomás O’Gorman, que antes fumaba dos cajetillas de cigarros diarias y ahora ha recuperado el aliento y el olfato gracias a que sustituyó el cigarro por el vapeador, esto es obvio. “En la etapa en la que yo me encontraba, no habría dejado de fumar de otra manera” y agrega que la mitad de los fumadores en México morirá por una enfermedad derivada de su consumo de tabaco. Para O’Gorman, los fumadores tienen una conducta que ya de por sí es muy dañina y los vapeadores permiten que, en vez de estigmatizarlos, tengan alternativas.

Sin embargo, la ciencia que ha estudiado los vapeadores todavía es muy joven y confusa como para afirmar con confianza que sí son un mecanismo de reducción de riesgos, como los activistas y las tabacaleras insisten. Incluso para aquellos investigadores más optimistas sobre su uso como herramienta para dejar de fumar, como Stephens, el vaping tiene un “gran aguijón en la cola”: su popularidad entre adolescentes. 

En países como el Reino Unido, que han promocionado los vapeadores con la esperanza de disminuir el consumo de cigarros tradicionales, uno de cada cuatro adolescentes reporta haber vapeado en los últimos 30 días. Para los expertos esto es problemático: los adolescentes se están volviendo adictos a la nicotina que en sí misma es dañina. Al ser un estimulante, la nicotina tiene efectos adversos para la salud cardiovascular y, en los adolescentes, puede hasta perjudicar el desarrollo neuronal.

Además, varios estudios han encontrado que los adolescentes que vapean son hasta cuatro veces más dados a fumar cigarros tradicionales que quienes no lo hacen. “En cualquier adicción es más fácil evitar que la gente entre que tratar de sacarla”, dice Barrientos.



Entre la prohibición absoluta y la regulación laxa

Todos los lados del debate sobre los vapeadores están de acuerdo en que nadie quiere que los adolescentes vapeen; los desacuerdos se relacionan con qué hacer al respecto. Quienes creen que los vapeadores son un mecanismo de reducción de daños, apuestan por una legislación laxa que limite su uso entre adolescentes, pero que sea “proporcional al riesgo” que implica vapear. Mientras que los activistas por el control del tabaco, guiados por el historial del comportamiento de las tabacaleras, más bien están a favor de la prohibición absoluta. “En México hay una prohibición total y hay un mercado negro fuerte, pero es un mercado menor al que tendría el mercado legal”, dice Barrientos. 

Bajo ese argumento, ninguna droga ilegal aumentaría en consumo, contradice Madrazo y ofrece una solución que no le gusta a ninguno de los dos lados: regular el vaping como se regulan los cigarros tradicionales. “Tenemos que esperar a que la ciencia esté madura. Mientras tanto, mi posición es que por lo menos deben tener una regulación tan estricta como el artículo más próximo, que es el cigarro”.

“La prohibición es un pésimo sistema de regulación, porque es una renuncia de la autoridad a regular un mercado que existe y no va a dejar de existir”.

Regular el vapeador como se regulan los cigarros implicaría impuestos altos; prohibir el vapeo en espacios cerrados y la prohibición absoluta de la publicidad imposibilitaría que influencers, como Chumel Torres, promocionen marcas de vapeadores en sus redes sociales. “La prohibición es un pésimo sistema de regulación, porque es una renuncia de la autoridad a regular un mercado que existe y no va a dejar de existir”, sostiene Madrazo.

Para él, renunciar a regular es permitirle al mercado mandar sobre qué se vende y cómo. Sin embargo, para Barrientos México no tiene la capacidad para regular de esa manera. Incluso países como Estados Unidos están luchando para seguirle el ritmo a los nuevos tipos de vapeadores. “Lanzaron todos estos productos al mercado como diciendo ‘lo resolvemos después’ y ahora estamos viendo cómo volver a meter al genio a la botella”, comenta Jaspers sobre la situación en Estados Unidos, un país que ciertamente tiene más capacidad de regulación que el nuestro.


Madrazo, por su parte, admite que hay que construir muchas capacidades, pero apunta: “nadie construye capacidades y luego regula; construyes capacidades regulando. Yo sí soy de los que cree que el consumo de sustancias está tutelado por el libre desarrollo de la personalidad y que, aunque sean dañinas, las personas tienen derecho de meterse lo que quieran”. Barrientos revira: “el libre desarrollo de la personalidad también tendría que ser que niños, niñas y adolescentes sean capaces de formar su personalidad libres, entre otras cosas, de intereses comerciales”. EP

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