
Omar Hurtado nos presenta un balance del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, y analiza cuál podría ser el papel de Donald Trump y Estados Unidos en su resolución.
Omar Hurtado nos presenta un balance del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, y analiza cuál podría ser el papel de Donald Trump y Estados Unidos en su resolución.
Texto de Omar Hurtado 04/03/25
Omar Hurtado nos presenta un balance del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, y analiza cuál podría ser el papel de Donald Trump y Estados Unidos en su resolución.
El pasado 24 de febrero la guerra entre Rusia y Ucrania cumplió su tercer año, iniciada cuando las fuerzas armadas rusas realizaron una invasión a gran escala. No obstante, el conflicto armado se remonta a 2014, cuando Rusia anexó Crimea a sus territorios. Este conflicto ha causado una gran cantidad de víctimas y desplazamientos humanos, lo que ha derivado en una severa crisis humanitaria y económica en el país. La comunidad internacional ha condenado dicha invasión y ha impuesto diversas sanciones a Rusia.
“Este conflicto ha causado una gran cantidad de víctimas y desplazamientos humanos…”
De acuerdo con datos de la ONU, desde el 24 de febrero de 2022 alrededor de 12,650 civiles han fallecido y 29,000 han resultado heridos; más del 80 % de las víctimas se produjeron en territorio controlado por el gobierno ucraniano y 15 % en los territorios ocupados por Rusia.
La Oficina de las Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios (OCHA) informa que diariamente se destruyen viviendas, escuelas y medios de subsistencia; el 36 % de la población ucraniana requerirá asistencia humanitaria en 2025, casi 13 millones de personas. A lo anterior se suman más de 10 millones de personas que continúan desarraigadas, incluidos 3.7 millones de desplazados internos.
Por su parte, la UNICEF informa que al menos el 20 % de los niños ucranianos han perdido a algún familiar cercano, y 2,500 niños han muerto o han sido heridos desde febrero de 2022. Asimismo, se detectan graves problemas de salud mental en jóvenes y niños debido al aislamiento.
En lo concerniente a salud, la OMS ha registrado más de 2,200 ataques a centros sanitarios y ambulancias. Con base en una encuesta, el 80 % de los participantes dijo tener dificultades para obtener medicamentos, el 25 % consideró que el acceso a los servicios médicos se ha deteriorado y el 35 % pospuso la atención médica. Alrededor de 100,000 personas, entre ellas niños, se quedaron sin calefacción con temperaturas por debajo de cero grados, lo que incluye escuelas, guarderías y centros de salud. La agresión rusa también ha causado severos daños ambientales y contaminación del agua, el aire y la tierra.
La ONU también reporta denuncias de ejecuciones de soldados ucranianos capturados por las fuerzas armadas rusas desde agosto de 2024; el 95 % de los soldados ucranianos liberados denunciaron torturas y malos tratos. También los prisioneros rusos describieron situaciones similares.
Las fuerzas armadas rusas han continuado realizando ataques indiscriminados que han afectado a víctimas civiles, con destrucción de infraestructura pública y crímenes contemplados en el derecho internacional humanitario. Algunas contraofensivas ucranianas han logrado recuperar mínimos territorios ocupados, en un entorno de una guerra de desgaste prolongada.
Rusia controla Doneskt, Lugansk, Jersón y Zaporiya. Y como se había mencionado, desde 2014 también controla la provincia de Crimea. Por su parte, Ucrania ocupa la región rusa de Kursk. La postura del presidente ucraniano sería intercambiar los territorios ocupados, a lo que Rusia respondió que nunca ha discutido ni discutirá este tipo de intercambios.
Los ataques rusos indiscriminados han alcanzado zonas pobladas y dañado a civiles. De acuerdo con información difundida por Amnistía Internacional, tanto las fuerzas ucranianas como rusas han utilizado municiones de racimo —en este caso proporcionadas por Estados Unidos—, así como minas terrestres antipersonales y antitanques, a pesar de que los beligerantes se habían comprometido a no usar municiones de racimo en zonas urbanizadas, pues son conocidos los graves daños que causan a civiles y a las infraestructuras. Este armamento está prohibido por la Convención sobre Municiones de Racimo (2008), ratificada por más de 100 países, al ser un arma muy dañina que dispersa múltiples municiones y que puede ser lanzada desde aviones, helicópteros, vehículos terrestres o sistemas de artillería.
China y Rusia han culpado a una pretendida expansión de la OTAN, liderada por Estados Unidos, como la causa del conflicto, lo que habría puesto en peligro la seguridad nacional de Rusia.
Contra todo pronóstico y con el importante apoyo de Estados Unidos a Ucrania, Rusia no ha logrado apoderarse del país, aunque alrededor de la quinta parte de su territorio está bajo su dominio. Por ello, tanto la población civil como militar están exhaustas de la guerra. Según información de BBC News Mundo, han muerto alrededor de 148,000 soldados ucranianos y rusos en los tres años de guerra.
Ante esta situación la ONU y su secretario general subrayan la urgencia de redoblar los esfuerzos diplomáticos para alcanzar una paz justa y duradera; argumentan que cualquier arreglo pacífico que se logre debe respetar la soberanía, la independencia e integridad territorial de Ucrania, lo que no parece factible. La situación en Ucrania es compleja y ha evolucionado con el tiempo.
El nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está decidido a poner fin al conflicto por diversas razones. En primer lugar, en el marco interno, para responder a sus electores y promesas de campaña de “hacer grande otra vez” a su país como líder internacional; y, en segundo lugar, para acomodar sus intereses políticos y económicos con Rusia y Ucrania. En este entorno, ha dado un diametral vuelco a la política exterior que mantenía su país con Rusia, Ucrania, la Comunidad Europea y la OTAN hasta antes de su llegada a la presidencia.
En este escenario, una nueva amenaza para Ucrania proviene del país que había sido su más cercano aliado, Estados Unidos. Ahora Trump muestra un manifiesto interés por mejorar las relaciones con Rusia. El 12 de febrero mantuvo comunicación telefónica con el presidente ruso, Vladimir Putin, donde acordaron iniciar negociaciones para poner fin al conflicto bélico, a lo que siguieron varios encuentros y reuniones de su gabinete, como en la Conferencia de Seguridad en Munich (febrero 16) y la reunión de ministros de relaciones exteriores en Riad, Arabia Saudita (febrero 18).
En la reunión de Munich poco se hizo referencia al conflicto ruso-ucraniano. Sin embargo, el encuentro de Riad constituyó la primera reunión de alto nivel entre funcionarios rusos y estadounidenses, desde la invasión a Ucrania. El secretario de Estado, Marco Rubio, y el ministro de Relaciones Exteriores, Serguéi Lavrov, acordaron integrar equipos de alto nivel para negociar una “paz duradera y estable”. En esta reunión no fueron invitadas las naciones europeas ni Ucrania, aunque funcionarios estadounidenses dijeron que no hay intención de excluirlas y habría consultas.
El presidente de Estados Unidos ha considerado que no sería conveniente que Ucrania se incorpore a la OTAN, un viejo anhelo del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky. Por su parte, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, dijo que volver a las fronteras que tenía Ucrania antes de 2014 es poco realista. Especialistas afirman que declaraciones de esta naturaleza resultan favorables a las aspiraciones territoriales de Rusia.
El acercamiento entre los presidentes de Estados Unidos y Rusia también ha alarmado a los países europeos, los cuales en este inicio de conversaciones han sido excluidos por el hasta hace poco aliado incondicional y principal socio de la OTAN, Estados Unidos. La exclusión de Europa y Ucrania en las negociaciones de paz genera preocupación en Europa por el futuro y la seguridad del continente.
“El presidente de Estados Unidos ha considerado que no sería conveniente que Ucrania se incorpore a la OTAN…”
El presidente Trump declaró que no consideraba importante que el presidente ucraniano estuviera en las reuniones de negociación con Rusia, ya que no tiene ninguna “carta” para ello y hace muy difícil “hacer tratos”. A la vez, ha minimizado la responsabilidad de Rusia en la guerra contra Ucrania; incluso, señaló a Ucrania de haber iniciado la guerra.
La relación entre los dos presidentes, Trump y Zelensky, también se ha complicado. Especialistas afirman que la reducción de apoyo estadounidense a Ucrania podría alterar el equilibrio de poder en la región y proporcionar confianza a Putin para intensificar acciones militares en Europa del Este. El distanciamiento entre los dos tiene lugar en un ámbito donde las fuerzas ucranianas son superadas en armamento por las rusas y hay problemas para contener los avances del enemigo.
De haber una alianza estratégica entre los dos países, la situación ha derivado en confrontaciones directas entre sus mandatarios, incluso con ofensas verbales. Trump reclama a Ucrania no haber podido evitar la guerra y, más aún, no haber podido solucionarla en tres años de conflicto; considera a Zelensky como un “comediante de poco éxito”, como un “dictador”, con un bajo índice de aprobación en su país; también reclama el que se hayan demorado las elecciones, las cuales por las condiciones mismas no se podrían realizar en este momento (al parecer tiene una aprobación del 57 %). Por su parte, el presidente ucraniano considera que Trump está viviendo en un “espacio de desinformación”. Trump reprocha al mandatario ucraniano haber convencido al entonces presidente Joe Biden de gastar $350,000 millones de dólares en una “guerra que no se podía ganar”. Trump reclama a Ucrania el pago de $500,000 millones de dólares por la ayuda militar proporcionada contra Rusia, mediante convenios a favor de inversionistas estadounidenses en áreas estratégicas, como la explotación de minerales y de tierras raras.
De acuerdo con opiniones de especialistas, Putin estaría logrando un avance diplomático significativo con el acercamiento del presidente estadounidense, en una guerra que incluso llegó a amenazar su régimen. Estamos en un escenario donde dos grandes potencias por sí solas están decidiendo el destino de Ucrania, al margen de las naciones europeas y del mismo presidente ucraniano. Para Trump el principal objetivo lo constituye Moscú y para Putin es Washington; lo demás resulta trivial para ellos en un contexto de liderazgos e intereses políticos y económicos propios.
En este contexto, tanto al interior de la comunidad europea como de la OTAN hay inquietud y aflicción ante el futuro de Europa y la creciente presencia del mandatario ruso, entre la oligarquía y el supremacismo estadounidense y las ambiciones de Putin. Los términos que Trump considera para alcanzar la paz resultan demasiado peligrosos y favorables para Rusia, destacan los europeos. La política exterior de Estados Unidos ha dado un significativo viraje al abandonar el apoyo del entonces presidente Biden a Europa.
Ucrania resulta ser la parte más débil del conflicto y es evidente que Trump puede explotar más a su favor esta asimetría: seguramente ejercerá presión para que los ucranianos acepten algunas condiciones de Putin. No se considera alejada la probabilidad de que Rusia conserve el control de facto de los territorios ucranianos ocupados, pero aún queda en el tintero qué garantías recibirá Ucrania una vez que se firme un acuerdo de paz.
Estados Unidos busca acercarse a Rusia en un contexto en que China ha unido fuerzas y se ha acercado mucho a Moscú en los terrenos político y económico, lo cual es peligroso para la hegemonía de Estados Unidos. Trump, como hombre de negocios, no asimila la pérdida de más o menos —según fuentes de prensa— $324,000 millones de dólares que sufrió el comercio y las empresas estadounidenses al retirarse de Rusia, derivado del conflicto bélico con Ucrania y las represalias impuestas a ese país. Por ello, China ha ocupado el mercado de bienes y servicios abandonados.
Entre estas empresas se encontrarían algunas del sector tecnológico (Apple, Google, Microsoft), automotríz (Ford, General Motors, Volkswagen, Toyota) de energía (ExxonMobil, Shell, TotalEnergies), entre otras, además de sanciones a bancos, prohibición de exportaciones estadounidenses a Rusia de equipo y alta tecnología y bloqueo de activos, etc. El bloqueo a Rusia propició el acercamiento de China a Rusia en materia comercial, inversión y energía. De regularse las relaciones entre Estados Unidos y Rusia, los vínculos económicos seguramente se beneficiarán.
Es probable que la firma de un acuerdo de paz sin la participación de Ucrania en las negociaciones sea el fin político para Zelenski, en tanto que Trump lo presionará con contratos jugosos. En este contexto, la firma de un acuerdo no parece particularmente dirigido a alcanzar una paz duradera, sino un reparto imperial donde saldrán beneficiados Estados Unidos y Rusia.
“La invasión de Rusia a Ucrania nos viene a atestiguar, hoy, la fragilidad de un orden internacional…”
Este acuerdo podría derivar en un reordenamiento de nuevas fronteras bajo el control ruso; propiciar el veto de ingreso de Ucrania a la OTAN; establecer derechos de explotación estadounidense de recursos naturales ucranianos; crear un nuevo rol de seguridad europeo; y en la promesa de Rusia de no avanzar más allá de las zonas ocupadas.
La invasión de Rusia a Ucrania nos viene a atestiguar, hoy, la fragilidad de un orden internacional que defendíamos con verdaderos valores universales. EP