De qué hablamos cuando hablamos de ideologías

En este reportaje, el concepto de ideología es analizado por especialistas en ciencias sociales y personas trabajadoras: ¿de qué manera la ideología repercute en la política de nuestro país?

Texto de 01/10/20

En este reportaje, el concepto de ideología es analizado por especialistas en ciencias sociales y personas trabajadoras: ¿de qué manera la ideología repercute en la política de nuestro país?

Tiempo de lectura: 14 minutos

“Las ideologías políticas no te salvan ni te dan para comer”, asegura Pedro Diego Gómez, quien sale de su casa en el Valle de Chalco a las 4:30 de la mañana para trasladarse a su pequeño puesto de frutas, ubicado en la colonia Álamos de la Ciudad de México.

A las seis de la mañana comienza a vender y su jornada de trabajo, que termina al cruzar la puerta de entrada a su casa, ocurre aproximadamente a las 8 de la noche. Cansado y agotado, dice, no tiene tiempo de pensar en la ideología. 

“Trabajo de lunes a sábado y el domingo no me alcanza para reponerme. Lo primero que pienso es que me canso más que cualquier político, pero ellos ganan varios miles de pesos más. Ellos tampoco piensan en la ideología: ellos piensan en dinero, sus intereses y los de sus familias”, comenta Pedro en entrevista con Este País. 

Con 40 años de edad, Pedro votó por primera vez en las elecciones de 2018. “Voté por Andrés Manuel López Obrador para experimentar si de verdad habría un cambio, no porque yo sea de izquierda como dice él que es. Antes no voté porque da lo mismo quien gane. Derecha o izquierda son lo mismo, igual nos tenemos que esforzar para vivir”.

A fines del siglo pasado, el filósofo, sociólogo, psicoanalista y crítico cultural esloveno Slavoj  Žižek, señaló lo complicado que era “mapear las ideologías” después de la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética.

En entrevista con Este País, Rafael Rojas Gutiérrez, doctor en historia y docente del CIDE, asegura: “A la ilusión de que no había alternativas al capitalismo y la democracia, se sumaba un multiculturalismo que desagregaba los grandes sujetos de la historia (el proletariado, las masas, la nación, el pueblo) y reforzaba las ideologías étnicas, genéricas, sexuales o religiosas. Ese fenómeno de desplazamiento de la ideología hacia lo que Michel Foucault llamaba la ‘micropolítica’, se ha acentuado en el siglo XXI con la revolución tecnológica y las redes sociales”. 

Ahora sabemos que sí hay alternativas a la democracia, indica el doctor Rojas, y que las mismas avanzan por la vía autoritaria, lo mismo por la izquierda que por la derecha. Son esas alternativas, justamente, las que han contrapuesto al ímpetu multicultural y globalizador de fin de siglo, la vuelta a los nacionalismos y los nativismos. Seguimos del otro lado del binarismo ideológico de la Guerra Fría, pero la creciente polarización, en México y buena parte del mundo, amenaza la pluralidad ideológica del siglo XXI.

Por su parte, Pedro Diego asegura: “No tengo ideología de derecha ni de izquierda, mi ideología es la del trabajo. No importa qué político llegue al poder, yo tengo que trabajar igual o más con el paso de los años. Aunque dicen que los políticos de derecha son los ricos y los de izquierda los que buscan los beneficios para los pobres, pero son la misma chingadera. Todos buscan el hueso, saben dónde está el billete, por eso muchas veces se terminan matando entre ellos”.

El filósofo Gerardo de la Fuente, profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, asegura que la ideología es una forma de ver el mundo o un conjunto de concepciones de cómo se percibe este. Por ejemplo, señala, la frase “todos los políticos son iguales”, es una ideología. “Las ideologías aluden a la vez que eluden a la realidad, la nombran pero la disfrazan. Esa frase, paradójicamente, es una frase que conviene mucho a los políticos e incluso la promueven porque garantiza que nadie se interese en la política y que sea un campo cerrado. Es una posición ideológica porque elude algo y no lo explica; simplemente lo da por sentado”, explica a Este País.

Pedro tiene la firme idea que los políticos con altos puestos en el poder provienen de “familias acomodadas” y llegan a ganar varios miles de pesos: “¿Y la otra realidad qué? Cuánta gente antes no tenía ni para comer y ahora menos. Aquí al puesto pasan jóvenes con sus solicitudes en busca de empleo, de una oportunidad y con hambre, apenas tienen para el boleto del metro. Millones están sufriendo, en medio de la pandemia no se quedan en sus casas, salen a trabajar. En esas situaciones no se piensa en la izquierda o derecha o qué político es mejor. Se busca sobrevivir”, puntualiza el vendedor ambulante. 

“Se vota en función de emociones y sentimientos dejando de lado lo ideológico. Se vota más por las personas y por el marketing político que por ideas o ideologías.”

El doctor Rojas, miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia y autor de, entre otros libros, La polis literaria (Taurus, 2018), explica que en México es posible que las ideologías sean determinadas por diversos aspectos que incluyen la región donde se nace y la clase social a la que se pertenece. “En un país culturalmente tan diverso y socialmente tan dispar como México, siguen existiendo consciencias o mentalidades de clase, patriotismos regionales, identidades comunitarias de raíz étnica o lingüística, viejos y nuevos catolicismos y protestantismos. Las opciones políticas atraviesan esa heterogeneidad por medio de mecanismos transversales. Esa transversalidad de la política es favorecida por la pérdida de las tres grandes identidades partidistas de la transición democrática: la priista, la panista y la perredista, y la personalización de las alternativas”, advierte el historiador. 

Pedro, por su parte, considera que los políticos no piensan en generar oportunidades para el pueblo. “Les valemos”, asegura. Y añade que cuando los políticos de derecha o izquierda llegan al poder, algunos de ellos ayudan, “pero no dan oportunidades reales y duraderas”. 

“La ideología actual es dinero y poder, no más que eso” 

El doctor en antropología Edgar Morín Martínez explica que desde que se desarrolló el concepto de “ideología”, en el siglo XIX, hasta la caída del Muro de Berlín, este tuvo un papel relevante. “Después, el concepto se fue diluyendo al punto que hoy en realidad se habla de ‘ideología’, pero se observa que los partidos políticos son opuestos al concepto que provenía del nacionalismo revolucionario en el caso mexicano. Me parece que se diluye y termina en la nada. La ideología actual es dinero y poder, no más que eso”, expresa a Este País Morín Martínez, también autor del libro Crímenes de cuello blanco (Grijalbo, 2019).

Para el antropólogo, la ideología determina los posicionamientos políticos, aunque también hay componentes identitarios y con ello se articula la identidad regional. El norte se asocia a la derecha, es ahí donde se han encarnado institutos políticos como el Partido Acción Nacional (PAN) o el Partido Encuentro Social (PES), que perdió el registro recientemente.

Menciona que en Morelos, “donde irónicamente fue tierra del Zapatismo, ha florecido una cuestión ideológica religiosa. En todo el espectro político vemos particularidades regionales, pero también rasgos de tipo global, como políticos incompetentes que adquieren posiciones de poder cada vez más relevantes: un fenómeno mundial”.

El politólogo Benjamín Maldonado Alvarado, profesor en la Facultad de Estudios Superiores Aragón de la UNAM, asevera que la ideología es determinada por la región donde se vive y la manera en la que se vive. Influye una tradición histórica, pero también una tradición cultural y política. 

En el sur, señala, la tradición es la dominación priista y la resistencia es contra del PRI. Una realidad distinta a la de la zona norte del país, que es una región panista que voltea a ver más a Estados Unidos. Además, sostiene, la voluntad de enfrentar al poder lleva a cuestionar las ideologías del poder.

En cuanto a las creencias religiosas, estas puede influir en la ideología de un ciudadano; sin embargo, en la colectividad, una de las crisis que viven hoy las religiones en general es que se han quedado en el siglo XVI y sus creyentes han avanzado, es por ello que tiene menos feligreses, explica Morín.

Según el antropólogo, podemos observar el triunfo del laicismo; asegura que hay una derrota cultural sobre este tipo de prohibiciones. “La historia de la homosexualidad o el aborto serían ejemplos de que la religión parece ya no influir en la parte colectiva” y cada vez más la ideología deja de basarse en las creencias religiosas. 

De la Fuente coincide con Morín Martínez e indica que la religión ya no influye tanto en la ideología política: “Tal vez en el pasado las posiciones de la iglesia fueron muy influyentes, pero más bien es una ideología machista la que puede imponerse y estamos en un momento crucial de México porque todas las clases sociales tienen un conflicto sobre la mujer.

“Muchos de los prejuicios de las clases altas —y no hablo precisamente de ideologías— coinciden en los extremos; no la clase baja, sino el lumpenproletariado, ‘los condenados de la tierra’. Son los más pobres y los más ricos en quienes predominan los conflictos contra la mujer”, comenta. 

Sobre los motivos por los cuales la gente vota por un partido o candidato, el historiador Rafael Rojas señala que desde el sexenio de Vicente Fox, cuando fue la primera alternancia de poder en México desde el surgimiento del PRI, asistimos a un escenario en que los liderazgos son más fuertes que los partidos.

“Ni Fox ni Calderón eran panistas tradicionales. Tampoco Peña Nieto tenía mucho del viejo priismo nacionalista revolucionario o del nuevo priismo neoliberal tipo Salinas o Zedillo. No era ni una cosa ni la otra. Andrés Manuel López Obrador, por su parte, está transformando, a la vez, a la izquierda cardenista y a lo que queda de la izquierda socialista, que lo siguen. Sin embargo, ese predominio de los liderazgos, al arrastrar las maquinarias de los partidos, produce una reformulación de aquellas ideologías tradicionales”.

El antropólogo Edgar Morín argumenta que por mucho tiempo se consideró al “voto duro” de los partidos como el resultado de la ideología de cada ciudadano.

No obstante, dice, “la ideología se ha diluido. Hay un agotamiento del recurso ideológico para ejercer el poder o para ganar los votos. Esto genera el espectáculo tan deleznable de políticos que pasan por todos los partidos y una familia se puede pelear todas las posiciones de poder en todos los partidos, esto es parte del fenómeno que indica que la ideología se diluyó. 

“Si bien es cierto que el voto duro de los partidos puede ser ideológico hay una crisis profunda. Pensemos en el PRI, que era un nacionalismo revolucionario, pero, ¿qué queda de ese nacionalismo, ideológicamente hablando, en sus políticos? Parece que nada. Ni las cenizas”, advierte Edgar Morín, también autor del libro La maña (Random House, 2015).

La disolución de lo ideológico, señala Morín, ha hecho que los ciudadanos no voten en términos racionales: se vota en función de emociones y sentimientos dejando de lado lo ideológico. Se vota más por las personas y por el marketing político que por ideas o ideologías. Un fenómeno que también es mundial. 

“La política hace extraños compañeros de cama”

Rafael Rojas, cubano de nacimiento, explica que los conceptos de “izquierda” y “derecha” no significan exactamente lo mismo en todos los países y se producen hibridaciones. “En Cuba, por ejemplo, la socialdemocracia y el socialismo democrático son asumidos, desde el poder, como parte de la ‘derecha’. En cambio, para el conservadurismo chileno, colombiano o estadounidense, un socialista democrático es casi lo mismo que un comunista. En México tenemos, ahora, un partido, Morena, y un presidente, López Obrador, que hegemonizan la izquierda, pero hacen alianza con organizaciones conservadoras y suscriben no pocos valores de la derecha”, explica.

En el caso mexicano, indica Morín, se observa que hay familias que tienen el control sobre destinos, territorios o controles económicos y hasta religiosos. “Si pensamos en el grupo Atlacomulco tienen como miembros a empresarios, pero también a hombres de iglesia.  Eso existe desde los Borgia, porque más que una cuestión ideológica vemos una reiterada cuestión de clases y de familias que se disputan el poder, incluso pasando por asesinatos; finalmente, hasta hoy no parece haber una redistribución generalizada del poder y la ideología. A veces sólo es retórica y no aparece mucho ni en la operación política ni en discursos partidistas”.

Por su parte, Maldonado Alvarado, comenta que la ideología tiene como función generar un pensamiento de masas, pero en México no se tiene del todo claro el concepto de ideología de izquierda y de derecha: “Creo que otros son los conceptos que tienen claros los pueblos de México; por ejemplo, en Oaxaca la sociedad tiene más claros los conceptos de dominación y de resistencia. Las culturas indígenas tienen más conciencia de esos conceptos que de una filiación política hacia la izquierda y derecha, por ello no creo que la ideología de la gente de a pie dependa de la ideología de los gobernantes”, comenta el profesor Maldonado Alvarado a Este País.  

Según Morín Martínez, a México le hace falta una discusión pública que cuestione a los políticos y a los partidos que representan. “En los últimos treinta años hemos observado una coincidencia entre la ideología de empresarios y la ideología de políticos: lo que ahora es llamado encarnizadamente como ‘neoliberalismo’. Esta coincidencia ideológica entre poder económico y político ha tenido al mercado como dios fetiche. Pero esto tampoco se ha podido desmontar, porque el neoliberalismo se hace con la derecha pero también con la izquierda. Por ejemplo, la política de seguridad del actual gobierno es neoliberal, aunque en su discurso diga lo contrario. Técnicamente, está reproduciendo el Leviatán que han criticado algunos estudiosos de los sistemas de seguridad”.

Es así como la ideología se vuelve algo operativo. Morín Martínez comenta: “Tenemos un gobierno que dice que combate el neoliberalismo, pero en los hechos opera en cosas específicas con políticas de ese tipo”.

Maldonado Alvarado coincide en que el país no tiene un presidente con una ideología de izquierda: “tiene mayor cercanía hacia la continuidad de lo viejo que a la izquierda. Lo que observo es que en el caso de Andrés Manuel López Obrador, todo ese aprecio y simpatía que existe hacía él no es tanto por su ideología de izquierda, es más una muestra del desprecio hacia Peña Nieto y la ideología que representó”, advierte.

El historiador Rojas Gutiérrez explica que las izquierdas y las derechas a veces se definen más por la geometría del campo político que por las ideologías de la sociedad. “Morena y López Obrador ejercen el liderazgo de la izquierda, pero no pocos izquierdistas mexicanos y latinoamericanos consideran que la 4T, en su entendimiento con el gobierno de Donald Trump, sus enclaves empresariales, su apuesta por megaproyectos desarrollistas y sus recortes al gasto público, es más heredera del neoliberalismo que del cardenismo”.

Para Rocío Atzala Moreno Ortega, comerciante de postres en el mercado de la colonia Postal, los políticos no tienen ideología sino que solamente piensan en sus intereses, por lo que sus acciones no reflejan un interés en el pueblo.“Los sexenios cambian, pero los beneficios no se palpan con ningún gobierno ni de derecha ni de izquierda. No se puede ver una diferencia. Para la clase media baja, el poder adquisitivo es menor cada día. En la vida cotidiana no se ve un apoyo generalizado. No se ha podido tener una verdadera garantía de que toda la sociedad mexicana, principalmente la más desprotegida, puede llegar a gozar de seguridad social, una buena calidad en servicios médicos y educación”, comenta Moreno Ortega en entrevista con Este País. 

También comenta que quienes dirigen el país no tienen “ni de lejos” una ideología cuyo objetivo sea generar bienestar. Como ejemplo, indica, está la problemática de la seguridad. “Solamente es para aquellos que tienen dinero y pueden pagarla porque en las colonias como la mía, es decir, colonias populares, no hay ningún tipo de protección. A la hora que los políticos toman el poder se olvidan de la sociedad a quienes les prometieron que por ser de izquierda o de centro o de una derecha ‘diferente’ iban a mejorar las condiciones de vida y las oportunidades para tener una vida digna”. 

Rocío recuerda que alguna vez sintió y creyó tener una ideología de izquierda. “Fue cuando era joven e iba en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH). Pensé que existía la izquierda en México. Que los políticos con esa ideología iban a sacar adelante al pueblo. Actualmente, no creo que en política haya una ideología (ni derecha, ni centro, ni izquierda), los políticos no llegan a conocer y tampoco les importa la realidad de los de abajo”. 

“Hay una poderosa reactivación de la izquierda indigenista en reacción al proyecto del Tren Maya, un desgajamiento de sectores populares y de clase media que respaldaron a la 4T.”

El doctor de la Fuente considera que en México los conceptos de izquierda y derecha son menos claros para los actores de la derecha. Cada vez que un gobierno habla de igualdad, mejoramiento de la educación y mayores oportunidades, la derecha lo acusa o desaprueba: “La ideología de los políticos determina la vida de los mexicanos porque el aparato de Estado tiene una inercia a favor de las clases dominantes, a favor de la desigualdad que es terrible durante el siglo XX y que consolida privilegios”.

Rocío se declara apolítica. Acepta que en ciertas colonias populares los funcionarios de izquierda aportan ayuda económica, pero asegura que no construyen políticas públicas que generen empleos y oportunidades de crecimiento a largo plazo: “Yo como comerciante no tengo ningún servicio de salud y debo acudir a médicos particulares que sí te dan un servicio de calidad pero cuestan mucho dinero y no gano como empresaria para poder costearlo. Es ahí cuando la ideología pierde. No se puede confiar ni en la derecha, ni en la izquierda ni en nadie”, puntualiza. 

Edgar Morín también habla de las victorias electorales y señala que para ganar una elección, independientemente de la ideología, se necesitan dinero y acuerdos. Esas contradicciones llevan a los políticos a meterse en enredos y ridículos; a todos, incluyendo los de centro, derecha e izquierda.

“Terminan haciendo acuerdos con gente terrible. Es un poco lo que se dice que dijo Churchill: ‘La política hace extraños compañeros de cama’. La metáfora es contundente, se meten a revolcarse ideologías y partidos que no tendrían ni siquiera por qué sentarse a tomar un café, y no solamente se toman el café, sino que se revuelcan entre las sábanas. Vemos cómo lo que se le atribuye a Churchill funciona hasta ahora de una manera implacable. Vemos a personas realmente impresentables que representan corrupción, abusos y se reconvierten casi como en camaleones y ya están en la 4T, pero antes fueron panistas y luego perredistas y priistas: ése es un efecto terrible de la falta de ideología”, asegura el doctor Edgar Morín. Considera que las únicas ideologías que parece tener la clase política son el dinero y el poder. A través de estos pueden hacer negocios y producir muchísima corrupción en un sistema de absoluta impunidad, indica. 

El espectáculo del fin de las ideologías en la realpolitik

El mismo Morín señala que el próximo año, que es electoral, se verá un escenario mucho más grotesco. En el espectáculo del fin de las ideologías de la realpolitik, lo ideológico, aunque sea lo importante, ha sido devaluado por la clase política con su arrogancia e ignorancia; los políticos quedan seducidos por tener el poder per se, aunque no sepan para qué es. 

“Muchos apuestan a que todo cambie para que todo siga igual. Una parte importante del aparato que tiene que ver con combate a la corrupción está controlado por grupos de interés, como los partidos políticos, y está asociado a los poderes económicos. No se va poder hacer nada mientras no quiten a personas que están en posiciones clave del Estado. Ideológicamente hay una crisis muy profunda en todos los partidos políticos. El caso de la derecha es muy interesante porque tiene al PAN, pero también tiene a Calderón, que está peleado con el partido, y también tienes a los de Encuentro Solidario. Entre más partidos políticos [haya], los grupos se fragmentan. El partido Verde es el ejemplo de un negocio familiar con intereses de tipo político y económico, y es un partido bisagra, que da el voto que falta y que ‘vende caro su amor’. Hacia la izquierda teníamos al PRD, cuyos miembros, desde sus tribus, saquean al partido y al Estado. Eso muestra en qué terminó esa izquierda electoral mientras el PRI ganaba elecciones; el PAN era oposición, pero al final todos se convierten en mercaderes” agrega el doctor Morín, quien considera que la condición ideológica de los partidos sirve sólo para escribir los principios doctrinarios, y que es olvidada para que los mismos partidos puedan volverse ricos a costa del erario.

 “Y eso no es así solamente porque no se tenga una ideología, sino porque la sociedad mantiene a una clase política llena de parásitos. La ideología se diluyó y todos le entraron con singular alegría al presupuesto y no importó si eran de izquierda o derecha. No sé a quién le dé más culpa, pero vivir como sultán a costa del erario… creo que ésa es la verdadera tragedia”, sentencia el antropólogo.

En los últimos años hemos visto todo tipo de fenómenos, desde la efímera cohesión ideológica de movimientos juveniles como los “indignados” en España o el movimiento Occupy Wall Street en Estados Unidos, hasta rebrotes de fascismo y nativismo en la Hungría de Viktor Orbán o el Brasil de Jair Bolsonaro, explica Rafael Rojas. “La mayoría de esos movimientos se articula en las fronteras de la clase media. Pero, por otro lado, hay una clarísima base popular, lo mismo en el Black Lives Matter en Estados Unidos, que en la movilización estudiantil chilena y otros estallidos latinoamericanos recientes. 

“En México están sucediendo procesos equivalentes: hay una poderosa reactivación de la izquierda indigenista en reacción al proyecto del Tren Maya, un desgajamiento de sectores populares y de clase media que respaldaron a la 4T, y una peligrosa politización neoconservadora de clase alta, que, eventualmente, podría producir un Bolsonaro mexicano”.

El doctor de la Fuente considera que en este país la izquierda y la derecha carecen de autocrítica. México es un país inconcebiblemente racista y clasista, dice, aunque existan discursos sobre mestizaje y sobre estado nacional que desean ocultarlo. Las evidencias están a la vista en todas partes. Los discursos ideológicos que hablan de igualdad, sin embargo, los ocultan.

“A esto se suma que, en buena medida, el sitio donde nacemos determina nuestra ideología; al final, si naces pobre, puede que continúes así. En este país, infancia es destino. Dependiendo del discurso ideológico se ve a una parte de la sociedad, pero no se ve a la otra. No es lo mismo cualquier grupo político para el pobre. Es posible que quienes hayan votado por este gobierno lo hayan hecho principalmente por el hartazgo: ya no era posible seguir soportando el orden que existía. Pero, aunque la línea principal y discursiva de este gobierno sea de izquierda, tiene gestos de derecha, como los megaproyectos. En los próximos meses debe decidir si está a la izquierda o la derecha, no puede sostener el discurso ideológico de izquierda tanto tiempo”.

De acuerdo con el doctor de la Fuente, el trabajo ideológico de la derecha, desde su creación, es convencer a los pobres que están mejor así que en otro sistema social; la izquierda, en tanto, no ha sabido comunicar y explicar la situación a las clases desprotegidas, puntualiza el doctor de la Fuente.

Diversas son las expresiones e impresiones sobre el concepto de ideología, empero, estas parecen coincidir cuando se expone que con el tiempo, en México, esta ha dejado de ser una influencia en las acciones de quienes ejercen la política y detentan el poder. 

Lo que ha provocado que la sociedad, sin importar la clase social, construya la firme idea que no existe una diferencia entre el pensamiento de izquierda, derecha o centro a la hora de gobernar ni un progreso palpable, principalmente en las clases mayormente desprotegidas. EP

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