
Gardi Emmelhainz analiza cómo el reconocimiento simbólico, sin acciones concretas, legitima la violencia en Palestina y la impunidad de Israel.
Gardi Emmelhainz analiza cómo el reconocimiento simbólico, sin acciones concretas, legitima la violencia en Palestina y la impunidad de Israel.
Texto de Gardi Emmelhainz 06/10/25

Gardi Emmelhainz analiza cómo el reconocimiento simbólico, sin acciones concretas, legitima la violencia en Palestina y la impunidad de Israel.
“Go Birds. Fuck ICE. Free Palestine.”
Hannah Einbinder en los Premios Emmy, septiembre de 2025
En un reporte reciente del comité de Palestina de las Naciones Unidas, su portavoz, Francesca Albanese informó la cifra oficial de muertos en Gaza: 680 mil, la tercera parte de la población de la Franja, antes del 7 de octubre de 2023. En julio, se revelaron los planes de Trump para la Franja con base en una conversación que tuvo con su yerno y enviado de Medio Oriente en su mandato anterior, Jared Kushner, y el anterior primer ministro británico, Tony Blair. Se trata de un modelo de bienes raíces desarrollado por el Boston Consulting Group, la creación de la “Riviera de Medio Oriente” que incluye islas artificiales parecidas a las de Dubai, un puerto y zonas francas incluyendo una zona económica especial (ZEE), denominada “Zona de Manufactura Inteligente Elon Musk”. Este plan implica la expulsión de los palestinos de su territorio y, en contraste, explotar su sufrimiento para generar ganancias, pasando del “colonialismo de asentamientos” basado en el exterminio de la población originaria, por un “colonialismo corporativo” el cual, desde el miércoles 1 de octubre, parece ser, según las declaraciones del Ministro de finanzas israelí, Bezalel Smotrich, política económica con la que el líder político está fantaseando.
En todos los casos de genocidios en la historia moderna, la hambruna siempre es la última fase. Según una investigación reciente de Forensic Architecture, el sistema de ayuda humanitaria impuesto en marzo por Israel a través de puntos de entrega de la Gaza Humanitarian Foundation (GHF), desmanteló el modelo de distribución de ayuda organizado por ciudadanos y el Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (UNRWA, por sus siglas en inglés). La GHF, además de no cubrir las necesidades básicas de la población que lucha por sobrevivir, está sirviendo para concentrar a los palestinos al sur de la Franja en Rafah, en continuidad con el colapso premeditado de la sociedad palestina. Desde que empezó a operar la GHF, asimismo, se ha reportado que unos 2 mil palestinos han sido asesinados mientras intentaban recibir paquetes de ayuda en los puntos de entrega.
El lunes 15 de septiembre Israel exigió a más de medio millón de civiles que permanecían en Ciudad de Gaza sobreviviendo entre escombros y ruinas, que huyeran en las siguientes 48 horas. Israel lanzó una operación de invasión terrestre para empujar a los palestinos a una “zona humanitaria” en Al Mawasi, también en el sur, donde padecerán hacinamiento y hambruna, donde probablemente veremos aparecer en la zona en las próximas semanas campos de concentración y deportación. Supuestamente, Ciudad de Gaza es el último bastión de Hamás (lo mismo había dicho Israel de otras ciudades de la Franja antes de haberlas destruido por completo). El periodista Muhammad Shehada narra cómo vehículos robotizados cargados de explosivos fueron dirigidos por control remoto y detonados en áreas altamente pobladas o hacinadas de la ciudad, aunado a ataques con tanques, aviones, drones y desde el mar. Cientos de miles de palestinos fueron forzados a tomar caminos costeros en lo que se llamó la “marcha de la muerte”. Hay familias que se resistieron a irse porque alegan que no encontrarán refugio en ninguna parte, que las supuestas ‘zonas seguras’ están siendo sistemáticamente agredidas. Israel los está atacando a quemarropa. Para los que se volvieron a desplazar —hay familias que han sido desplazadas cinco o seis veces— es costoso, inseguro e incierto. Los costos del desplazamiento se calculan en más o menos 3,200 USD: el transporte al sur en carreta en burro cuesta 700 USD; rentar un coche, comprar una tienda de campaña, cuesta cada uno 800 USD; armar una cocina y baño, 700 USD; más 100 USD diarios para comprar alimentos básicos; y de un 30 a 40 % de comisión para los intermediarios. Mientras tanto, la gente sigue muriendo de hambre.
Antes de que Palestina fuera reconocida por las Naciones Unidas en la última Asamblea General por 150 países, Israel aprobó el 20 de agosto un plan de asentamientos que divide a Cisjordania en dos, amenazando la viabilidad de un estado palestino autónomo. El plan prevé la construcción de una zona de 12 km2 entre Jerusalén del Este y el asentamiento ilegal Ma’ale Adumim conocido como “E1” donde se construirán 3,400 casas para israelíes. Se trata de una maniobra más de la planeación urbana sistemática para continuar con la fragmentación de Cisjordania transformando a Palestina en áreas aisladas y desconectadas, casi en prisiones a cielo abierto (como lo ha sido Gaza desde 2005). El asedio a residentes de Cisjordania continúa por parte del ejército israelí y los colonos ultranacionalistas armados por el estado.
Ahora que el proyecto de aniquilación de Gaza y de anexión de Cisjordania es explícito y está en la mira de todo el mundo, no parecía haber esperanza de tregua. Israel, con este ataque, exterminó la mesa de negociaciones en Doha, asesinando selectivamente a seis miembros de Hamás en un ataque premeditado para eliminar cualquier posibilidad de alto al fuego. Mientras que Israel bombardeaba casa por casa en la Ciudad de Gaza, ¡por fin! las Naciones Unidas, Amnesty International, Human Rights Watch, Physicians for Human Rights y la israelí B’Tselem llegaron al consenso de lo que se está perpetrando es limpieza étnica, un genocidio. Canadá, Australia, Inglaterra, cambiaron su postura y reconocieron a Palestina. El ataque a Qatar obligó a los países árabes a también posicionarse.
El 29 de septiembre, Donald Trump reveló un plan para la paz en Gaza en 20 puntos, proponiendo un cese al fuego inmediato entre Israel y Hamás, excluyendo al grupo militante de cualquier papel de gobierno en el futuro. Trump extendió una serie de condiciones para ambas partes: la liberación de los rehenes a cambio de la liberación de 250 palestinos sirviendo condenas de cadena perpetua y 1,700 palestinos detenidos en Gaza desde el 7 de octubre de 2023. El plan no requiere que se retire totalmente el ejército israelí, pero sí que cesen todas las operaciones militares hasta que se liberen a los rehenes. Una vez que se hayan liberado, se le dará amnistía a los miembros de Hamás, y los palestinos que opten por irse de Gaza tendrán un salvoconducto para refugiarse en países que han accedido a recibirlos.
El plan de Trump dibuja una Gaza como una “zona libre de terror desradicalizada que no representa una amenaza para sus vecinos”, e incluye proporcionar ayuda humanitaria y que la gobernanza de Gaza se transfiera a un órgano transicional en forma de “Comité Palestino tecnocrático y apolítico” que será supervisado por un “Patronato de Paz” liderado por Trump y otros líderes como Tony Blair. Este Patronato supervisará el marco para el subsidio para la reconstrucción de Gaza.
Aunque Hamás acaba de aceptar el plan sin dar especificaciones sobre la parte del futuro gobierno de la Franja, este plan es evidentemente tramposo: no implica ruptura con la política de ocupación de Israel y perpetúa la colonización y el statu quo político israelí en Gaza, Cisjordania y Jerusalén del Este. Encubierto como un plan de paz y reconstrucción, la propuesta en realidad consolida las relaciones de poder existentes. Evita deliberadamente tocar el tema de la ocupación militar israelí, la colonización ilegal en Cisjordania y el estatus de Jerusalén del Este, normaliza su anexión y la proliferación desenfrenada de asentamientos de colonos israelíes. No se menciona el derecho al retorno, ni el reconocimiento, soberanía o el reconocimiento de los palestinos como agentes políticos autodeterminados. Supuestamente, la reconstrucción y seguridad de Gaza estarán en manos de una coalición de países árabes; esto, en realidad, significa subcontratarles o delegar la ocupación. Es decir, el plan propone que Israel se retire de Gaza militarmente, pero sin renunciar al control político y económico del enclave. El plan despolitiza la cuestión palestina, la reduce a una crisis humanitaria y de seguridad. Sin duda, este plan es una respuesta al apoyo creciente a la causa palestina y al reconocimiento masivo de la nación por 150 países en la Asamblea General de las Naciones Unidas, reconocimiento que podemos interpretar como afincado en el temor de que se derrumbe el orden mundial establecido después de la Segunda Guerra Mundial —que se está desmoronando a toda velocidad—.
El problema ya trasciende al genocidio de los palestinos. Su causa, la aniquilación de un pueblo que hemos presenciado durante casi dos años en la palma de nuestras manos, será de por vida la causa política de los veinteañeros. La sociedad civil por todo el planeta sale a las calles, al tiempo que se reprime la solidaridad con Palestina. El autoritarismo, autocensura y silenciamientos prevalecen: desde expulsiones y revocaciones de títulos en universidades de élite en Estados Unidos, despojo de visas de estudiantes, cancelaciones de proyectos artísticos en museos, publicaciones, premios, despidos de docentes o de productores culturales, desmantelamiento y vigilancia de programas de estudio.
Apoyado por los poderes coloniales que cometieron sus propios genocidios (Alemania, Estados Unidos, Argentina), los crímenes de Israel están siendo perpetrados en nombre de su sobrevivencia, de su “derecho a existir”. “Nunca más” a partir del 7 de octubre de 2023 significa “Nunca más (sólo) para los judíos”. La línea entre víctima y victimario es muy delgada, sabemos que cualquiera puede convertirse e perpetrador. Desde el 7 de octubre, ser judío descendiente de sobreviventes de la Shoah carece de autoridad moral absoluta. La sacralización de la Shoah ha sido utilizada políticamente por algunos sectores para armar y subsidiar al estado de Israel y para prevenir la ejecución de resoluciones y sanciones de las Naciones Unidas para condenar sus crímenes. Colocando al nazismo como excepción, opacando el resto de la historia de Alemania (y de otras naciones), la sacralización de la Shoah sigue sirviendo para demonizar a los palestinos, permitir que se les llame “animales humanos” y para perseguir a quienes expresen solidaridad con ellos.
Paradójicamente, la sacralización de la Shoah que está facilitando al genocidio en curso, reventó al orden legal mundial ulterior a la Segunda Guerra Mundial erigido sobre la memoria de las seis millones de víctimas del nazismo y, junto con ello, la credibilidad en las virtudes de la civilización moderna: democracia, derechos humanos, los valores de la ilustración. Omar AlAkkad argumenta que, en retrospectiva, uno de los avales (o coartadas) del liberalismo occidental había sido la suposición que la resistencia virtuosa, la oposición bien portada, es lo único que se puede esperar de los colonizados, porque cualquier forma de resistencia u oposición se considera terrorismo y la civilización es la justificación para aplastarlo. “Un día todos habrán estado en contra de esto”, escribe.
Mientras colapsan los valores occidentales por todo el globo, se instaura un nuevo orden mundial tecnofeudalista, autoritario y genocida afincado en el silenciamiento y la puesta de un velo sobre de la destrucción depredadora (planetaria) necesaria para la existencia y sustento de los miembros privilegiados de la civilización. Sin duda, el ADN del imperialismo es el genocidio, la base de la civilización occidental moderna; Gaza no es la excepción, sino la normalidad y el futuro de las poblaciones redundandes para el sistema: véanse los casos de tortura y evaporación de cuerpos en los ranchos en Jalisco, los ataques contra las comunidades zapatistas en Chiapas, además de las desapariciones forzadas por todo el país, incluyendo de migrantes en tránsito.
¿Qué podemos hacer desde la sociedad civil? Laila Shahid, en una entrevista con Mediapart, declaró: “No puede reconocerse a Palestina sin sanciones contra Israel”. Sin duda, la economía política global está permitiendo el genocidio. No sería posible este grado de violencia contra los palestinos sin el apoyo tácito internacional y el apoyo continuo de la máquina de guerra. Los líderes mundiales están interviniendo sólo simbólicamente. Sin boicotear a Israel y sin presionar a nuestras instituciones y gobiernos para que se posicionen, el clamor propalestino está siendo un gesto simbólico, casi vacío. La campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones fue lanzada en 2004 por PACBI (Campaña Palestina para el Boicot Académico y Cultural de Israel) para contribuir a la lucha palestina por la libertad, justicia e igualdad. Inspirándose en la campaña del boicot que puso fin al apartheid en Sudáfrica, su objetivo es tener al boicot contra las instituciones académicas y culturales israelíes como una herramienta para ejercer presión por su complicidad con la opresión y genocidio palestinos.
Aunque hayan reconocido a Palestina, los países occidentales no están haciendo lo suficiente para impedir la catástrofe de esta masacre; y no son impotentes. Están fallando en implementar sanciones eficaces contra Israel. Las naciones que han reconocido a Palestina bien podrían establecer un embargo económico contra Israel; la posibilidad está en la mesa, pero no se ha hecho nada. Desde esta perspectiva, el reconocimiento de Palestina ante la ONU es insuficiente e hipócrita, y debemos criticarlo y problematizar: no hay reconocimiento sin sanciones.
Mientras tanto, aquí y allá, gestos que empiezan a proliferar: la Asociación Noruega de Fútbol anunció que las ganancias del partido clasificatorio entre Noruega e Israel (11 de octubre) para el Mundial de 2026 serán donadas a Médicos sin fronteras para Gaza. Las entradas ya están agotadas. Veremos qué ocurre, sobre todo bajo la luz de las protestas contra la participación del equipo Israel Premier-Tech en la Vuelta a España a principios de septiembre. Fue tal la magnitud de las manifestaciones del público en las cunetas a favor del pueblo palestino, que el equipo inicialmente se quitó el uniforme distintivo y, luego, por la presión del público, decidió cancelar su llegada tres kilómetros antes de la meta.
En España, que ha tomado decisiones más allá de la Unión Europea para boicotear a Israel económica y culturalmente, es donde más se están registrando manifestaciones en solidaridad con Palestina. A las inmediaciones de la sede donde ocurrió la inauguración del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, acudieron unas 2 mil personas para denunciar el genocidio. Previo a la inauguración, el festival había emitido un comunicado de condena contra Israel, y figuras del cine hicieron declaraciones propalestinas, entre ellos, Juliette Binoche y los hermanos Almodóvar.
Desde el ámbito del cine, está también el Film Workers Pledge Against Genocide, una declaración firmada por miles de actores, directores y profesionales de la industria en la que se comprometen a no trabajar con instituciones israelíes implicadas en el genocidio y apartheid contra el pueblo palestino. El Festival de Flandes de Gante canceló la participación de la Filarmónica de Munich debido a preocupaciones derivadas de la postura de su director de orquesta israelí Lahav Shani, también director de orquesta de la Filarmónica Israelí con relación a Gaza. Esta decisión fue controvertida al igual que cuando cinco académicos franceses habían retirado su participación en el coloquio Jewish Histories of Paris en el Musée de l’Art et de l’Histoire du Judaïsme, debido a que participaron estudiantes de doctorado en Israel cuyos costos fueron cubiertos por la Universidad Hebrea de Jerusalén.
En México, se canceló la participación de bailarines israelíes del Festival Internacional de Danza Contemporánea (FIDC CDMX) y tras la aparición del logo de la embajada de Israel en la publicidad seguido de presión de la sociedad civil, el Festival se desmarcó de Israel. Igual se canceló el MUBI Fest, el cual iba a llevarse a cabo en la Cineteca Nacional. Se alegó que por “cuestiones de seguridad”, pero fue tras críticas que recibió MUBI debido a su relación con Sequoia Capital, empresa vinculada con Israel. El caso más sonado y controvertido ha sido el boicot del Colegio de México; es decir, su decisión de suspender convenios académicos con la Universidad Hebrea de Jerusalén en noviembre de 2024 en respuesta a movilizaciones estudiantiles, que señalaron a dicha institución por su colaboración con corporaciones militares y de inteligencia con Israel, vinculado al genocidio. Esta decisión generó controversia entre intelectuales y figuras públicas quienes argumentan que limita la libertad de expresión y pensamiento y reduce la complejidad del conflicto, dicotomizando la realidad y adhiriéndose a una narrativa unilateral.
Los detractores del boicot académico y cultural consideran que el boicot excluye a una de las partes del debate contribuyendo a la polarización, eliminando el debate constructivo y el punto de vista de una de las partes; que la cultura y la academia están más allá de la política y que son punto de diálogo. Sin embargo, justamente la neutralidad está facilitando el genocidio y el boicot académico y cultural es un llamado a la solidaridad rompiendo con instituciones israelíes cómplices con el genocidio y apartheid ya sea por beneficiarse económicamente de la opresión de los palestinos o por no pronunciarse en contra de las políticas genocidas de su estado.
Como lo explica Eyal Sivan, estamos hablando de un estado que no respeta ni el derecho internacional, ni el derecho humanitario. Y no se trata de politizar ni la academia, ni la cultura, sino, como lo dijo Jean-Luc Godard, participar políticamente en la cultura, en la academia. No se trata de castigar con el boicot: se trata de un medio pacífico de presión para que las instituciones se posicionen. Tampoco se trata de castigar a los individuos por su pertenencia nacional, menos por su origen étnico o religión, sino de boicotear a productos culturales desviados de su papel de ser cultura o investigación académica para formar parte de la política de marca de Israel en el extranjero.
Como individuos al seno de la sociedad civil que tiene al boicot como herramienta de presión pacífica, debemos adherirnos al principio de que no podemos actuar normalmente en una situación que es completamente anormal, una amenaza para el futuro del planeta. Es así que el boicot es un compromiso para forzar a los israelíes, a quienes apoyan las políticas genocidas de Israel a tomar una postura contra su gobierno, y a quienes mantienen un silencio neutral mortal, que dejen de ser cómplices con el estado criminal. La idea es tocar el privilegio de los actores culturales que son la imagen de marca de su estado, que forman parte del servicio de reserva del ejército, que no desobedecen.
Como dice el cineasta israelí Nadav Lapid, cuya película Oui se está estrenando en Francia y ha sido boicoteada en Israel y también por adherentes a PACBI (válganos la contradicción), el mundo podrá poner un espejo delante de Israel, para que vean en lo que se han convertido. Porque muchos israelíes y quienes los apoyan creen que lo que sale en las noticias es fake news —le llaman “Palywood” o “Gazawood”– y que el resto del mundo es antisemita y odia a los judíos. También creen que su ejército es “moral” y sus soldados buenos, que todos los israelíes son gente buena y que su existencia está siendo amenazada por los “animales humanos” de Hamás.
En México, la postura del gobierno vacila como en el resto del mundo: se reconoce a Palestina, pero no hay embargo a Israel; las instituciones culturales y académicas (salvo pocas excepciones) guardan silencio o son tibias. El canciller mexicano Juan Ramón de la Fuente ha tenido relación cercana con Israel desde hace varios años, habiendo hecho declaraciones sionistas y recibido una condecoración en 2015. Esto hace que la posición mexicana ante el genocidio en curso sea al menos tibia, que México no haya sido de los 77 países que se salieron de la Asamblea de la ONU cuando Netanyahu dio un discurso el 26 de septiembre. La semana pasada, seis personas mexicanas fueron detenidas en una cárcel de alta seguridad al ser secuestradas por Israel en aguas internacionales en la misión humanitaria de la Global Sumud Flotilla con destino a Gaza. El gobierno aseguró que velaría por los derechos de estas personas en Israel.
Mientras tanto, desde la sociedad civil debemos de exigir posicionamiento a nuestras instituciones y a nuestro gobierno para que tomen medidas para romper relaciones con Israel y boicotear comercio y cultura. Podemos adherirnos al boicot del consumidor por ejemplo, a través de la aplicación No Thanks, que constituye un archivo de corporaciones y productos relacionados con Israel y el genocidio. Seguiremos saliendo a marchar a las calles y donando a los gazatíes que no se rinden por redes sociales para que sobrevivan, y ¿por qué no? seguir el ejemplo de Italia con un llamado a la huelga general. Días después del Yom Kipur, la expiación significa comprometerse y tomar acción. EP