Fascismo del pasado, fascismos del presente

Isidro H. Cisneros nos ofrece un análisis sobre el fascismo y la manera en que ha cobrado fuerza en nuestro tiempo incluso dentro de los regímenes democráticos.

Texto de 16/04/25

Fascismo

Isidro H. Cisneros nos ofrece un análisis sobre el fascismo y la manera en que ha cobrado fuerza en nuestro tiempo incluso dentro de los regímenes democráticos.

Vivimos tiempos en que las palabras han perdido significado. Hoy todo el mundo se acusa de “fascista”, sin importar quién lo diga. La palabra ‘fascismo’ se ha convertido en un término vacío de significado, en un “concepto elástico” que es utilizado tanto por la izquierda para caracterizar a los gobernantes de los partidos considerados derechistas, como por los políticos conservadores para acusar a los grupos de la sociedad civil que protestan en las calles. Gran parte de la confusión y de la ambigüedad que rodea a las interpretaciones sobre el fascismo se debe al hecho de que históricamente fueron pocos casos donde lograron pasar la fase de participación en el gobierno. A lo anterior también contribuye que el termino ‘fascismo’ es el más vago de los conceptos políticos contemporáneos, debido principalmente a que la palabra en sí no contiene ninguna referencia política implícita, como en el caso de los términos ‘democracia’ o ‘socialismo’.

Existen indicadores importantes, no obstante, que permiten reflexionar sobre un retorno del fascismo en las sociedades de nuestro tiempo.1 Sus manifestaciones históricas que se tradujeron en partidos y regímenes políticos que se desarrollaron sobre todo durante la primera parte del siglo XX han agotado sus capacidades para hacerse del poder absoluto y someter a una colectividad entera. Actualmente, el fascismo no se presenta como un poder, sino más bien como el ejercicio de un contrapoder. Intenta dar interpretaciones inteligibles a una serie de fenómenos sin forma definitiva que se encuentran sometidos a las constantes transformaciones derivadas de los procesos de cambio. El neofascismo hoy se propone como una figura política eficaz y confiable, y no como un sujeto de la inquietud e inestabilidad. El fascismo se ha convertido en un fenómeno político elástico y multiforme que se presenta en las más diversas realidades económicas, sociales, culturales, políticas y geográficas.2 Se trata de una actitud al mismo tiempo política e intelectual, donde el pasado histórico es continuamente adaptado a los deseos, esperanzas y miedos de la actualidad.

Las concepciones fascistas sobre el Estado no se limitan a la doctrina autoritaria tradicional, como la monarquía o el corporativismo, sino que plantean un nuevo sistema de dominación política. La ideología fascista merece más atención de la que recibe normalmente, pues de ella se derivan ideas que tienen claras bases filosóficas, pese a las frecuentes afirmaciones en contra. La cultura fascista encarna el idealismo y la metafísica de la voluntad para la creación de un individuo capaz de sacrificarse por los ideales y de mostrar valor y osadía en la superación de los límites impuestos.3 Postula un nuevo orden nacionalista y conservador con un estilo de mando personal, autoritario y carismático. El fascismo se encuentra mimetizado en la sociedad, pregona la sumisión a la autoridad de forma acrítica y sobre bases emocionales, planteando así un gobierno fuerte y autoritario. Enfatiza las diferencias sociales y propaga la discriminación política. El culto a la personalidad carismática no se limita solamente a los movimientos fascistas. Hoy representa el gobierno de las élites, el control de las mentalidades y la persecución de los disidentes. Es una arquitectura política del miedo con fines de dominación.

Un creciente sentimiento antidemocrático se asoma en los diferentes sistemas políticos contemporáneos. Se trata del fascismo como agresividad autoritaria y hostilidad frente a quienes cuestionan los valores convencionales. Cuando se habla de totalitarismo la referencia suele ser a los regímenes militaristas, genocidas y personalistas gobernados por la tiranía de un solo partido y donde aparece una ideología racial con objetivos políticos. Los horrores producidos por el nazismo encuadran perfectamente en esta definición. Muy diferente, por el contrario, es el caso del fascismo en cuánto expresión de un proyecto político autoritario orientado a instaurar un corporativismo estatal con el objetivo de intervenir en la vida colectiva. El fascismo es una de las tres respuestas al desafío de organizar la sociedad de masas, representadas por la democracia, el socialismo y el autoritarismo, siendo una variante de este último que ofrece soluciones a una sociedad política fragmentada bajo el impacto de crecientes tensiones económicas y sociales. El fascismo es una estrategia simbólica para la nacionalización de las masas y la sistemática penetración de las conciencias.

Fascismo clásico

La grave situación económica y social que se produjo en Italia al finalizar la Primera Guerra Mundial generó gran inestabilidad. Los precios de los alimentos aumentaron vertiginosamente y se desarrolló una fuerte agitación de masas. En 1914 se contabilizaron 781 huelgas donde participaron 170,000 trabajadores; para 1920 se habían producido 2,000 huelgas con 2 millones de participantes.4 En respuesta al creciente malestar social y político, la élite empresarial y terrateniente comenzó a temer el desarrollo de un levantamiento socialista que amenazara la propiedad privada y el orden establecido. Por lo tanto, empezaron a financiar a los escuadrones paramilitares conocidos como Fasci di Combattimento para contrarrestar a la izquierda. Benito Mussolini fundó las primeras organizaciones fascistas en 1921 en la ciudad de Milán.5

Desde el inicio los fascistas se opusieron al Estado liberal, exaltando la violencia y el acto individual en contraposición con cualquier forma de colectivismo. También manifestaban su oposición ante toda forma de pacifismo, explotaban el mito de la “victoria mutilada” y de un Estado incapaz de defender a la patria. En octubre de 1922 se lleva a cabo la Marcha sobre Roma, lo que marcó el inicio oficial del fascismo en Italia.6 Los fascistas controlaron gran parte del país construyendo una base de apoyo en torno a las ideas del nacionalismo y del anti-bolchevismo. Ese año aumentó el número de inscritos en el Partido Nacional Fascista, alcanzando más de 200,000 afiliados.7

La República Social Italiana instauró un gobierno autoritario que controló distintos aspectos de la vida de los ciudadanos.8 Sometió a los medios de comunicación y utilizó la propaganda para difundir su ideología y promover la lealtad al Estado. Será hasta 1925-1926 cuando se formule una teoría del Estado fascista por parte del filósofo idealista, Giovanni Gentile, quien en su obra, ¿Qué cosa es el Fascismo?, delineó una doctrina en la que el Estado se convierte en el único garante de los valores de la solidaridad colectiva, en contraposición al individualismo liberal y democrático considerado como responsable de la disgregación del tejido social.9 Para el fascismo también fue un objetivo prioritario la transformación extralegal del derecho, para lo cual impuso una “renovación jurídica popular” a través de los legisladores fascistas. Se proclamó la necesidad de una nueva idea del derecho para adecuar el ordenamiento jurídico existente a las convicciones y creencias de la ideología dominante. Los deseos por instaurar un sistema de control social abarcaron desde nuevas censuras y restricciones a la libertad de opinión, hasta la imposición de una cultura de la lealtad y la fe ciegas.10

El régimen fascista perduró de 1922 a 1943. Es posible sostener que, junto con el totalitarismo nazi y la dictadura estalinista, el fascismo representó una de las “tres tiranías” que caracterizaron el siglo XX.11 El Duce consolidó su poder mediante la supresión de la oposición política, la promulgación de leyes que restringían las libertades civiles y el establecimiento de un sistema dictatorial.12 Implementó políticas autoritarias, promovió el culto a la personalidad y buscó establecer una Italia imperialista. El gobierno fascista cayó durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Italia se unió a los aliados contra Hitler. Mussolini fue arrestado y ejecutado por partisanos italianos en 1945.13

El moderno caleidoscopio fascista

En nuestros días reaparecen los herederos del fascismo ofreciendo un camino alternativo a la democracia. Las teorías que se refieren a la crisis de la democracia encuentran en el caso italiano pruebas sobre cómo su declive acontece no por la acción de poderes fácticos, sino por obra de gobiernos elegidos democráticamente.14 Tal es el caso de países donde se han desarrollado importantes partidos políticos de ultraderecha (Alemania, Francia, Reino Unido, Austria, Holanda, Dinamarca, Suecia, Finlandia y Eslovaquia) o donde se han establecido gobiernos de este signo ideológico (Hungría, Polonia, República Checa, India y recientemente, Estados Unidos). Entre los autócratas y los populistas modernos también hay quienes se definen como comunistas, monárquicos, nacionalistas y teócratas.15 Sus regímenes tienen raíces históricas distintas, objetivos diferentes e incluso estéticas diversas (Rusia, China, Corea del Norte, Irán, Venezuela o Argentina). Estos sistemas se diferencian de las monarquías árabes que, por lo general, no buscan socavar el sistema democrático. Otros son democracias iliberales o autocracias híbridas (Turquía, Singapur, Filipinas o Bielorrusia). Además, estos regímenes cuestionan el lenguaje de los derechos humanos.16

En regiones del planeta donde hasta hace pocos años florecían democracias liberales, actualmente está en curso una rápida normalización del fascismo. En todo el mundo se observa un trato brutal hacia los migrantes y trabajadores sin permiso. La reciente campaña de Donald Trump contra la inmigración se está replicando en diferentes latitudes. La normalización de la ideología fascista hace aparecer como excesivas las acusaciones de “fascismo”, incluso en aquellas sociedades donde se llevan a cabo estas derivas autoritarias. La ultraderecha se despliega a través de programas electorales populistas y soberanistas, de rechazo a la migración, proclives a la familia tradicional y contra la diversidad sexual.

Se observa el ascenso al poder de distintos liderazgos que en sus propuestas sociales y en sus estrategias políticas son esencialmente antidemocráticos. Esto sin importar que sus discursos y programas ideológicos tengan orígenes tanto en la izquierda tradicional como en la derecha radical. La categoría descriptiva “democracia iliberal” se emplea para explicar el desarrollo de un amplio espectro de regímenes políticos que son diferentes entre sí, pero que se encuentran en sintonía con el objetivo de usar los procedimientos electorales para llevar adelante posiciones que cancelan derechos adquiridos. Esta situación prueba la idea de que en nuestras sociedades los autoritarismos están nuevamente de regreso, pero bajo ropajes y discursos democráticos.

Las acusaciones de fascismo aparecen siempre como extremas, pero la normalización significa que los límites para el uso legítimo de una terminología “extrema” se desplazan continuamente de acuerdo con la coyuntura imperante. Los argumentos contra las políticas fascistas requieren de una comprensión específica de su significado y de las tácticas que se usan. Las políticas fascistas prometen a los ciudadanos liberarlos de las reglas democráticas, ocultando el hecho de que la alternativa propuesta no es una forma de libertad capaz de asegurar la democracia y la estabilidad de un Estado-nación. Una organización política basada en el conflicto entre “nosotros” y “ellos” está destinada a una inestabilidad permanente.

El despliegue de estos regímenes políticos y el comportamiento de muchos gobernantes se asemeja profundamente al régimen fascista clásico, donde el partido gobernante y sus instituciones se orientaron hacia un “nuevo orden económico, social y político” con una clase gobernante entregada al líder que somete las instituciones democráticas. Dichas estrategias se complementan con el ideal de una sociedad humanista y feliz con base en un simbolismo ideológico fundado en la “Razón de Estado”, donde las mejores decisiones son aquellas adoptadas desde el poder.17

Los nuevos sistemas políticos fascistas buscan instaurar un cesarismo autoritario, es decir, una “dictablanda carismática” integrada en una estructura institucional con partido hegemónico. La personalización del poder se manifiesta como una autocracia donde la función del “Jefe Máximo” es fundamental en la organización y adoctrinamiento de la sociedad. El neofascismo regresa a nivel planetario, en formas engañosas, cambiantes y capaces de adaptarse camaleónicamente. Observamos cómo se pasa del clásico color de las camisas negras al inquietante color gris que proyectan los nuevos gobernantes. EP

  1. Canfora, Luciano, Il Fascismo Non É Mai Morto, Dedalo, 2024. []
  2. Stanley, Jason, Noi Contro Loro. Come Funziona il Fascismo, Solferino, 2018. []
  3. De Grazia, Victoria, Dizionario del Fascismo, Einaudi, 2019. []
  4. De Felice, Renzo, Mussolini il Rivoluzionario, Einaudi, 1965. []
  5. Salotti, Guglielmo, Breve Storia del Fascismo, Giunti, 2021. []
  6. Santarelli, Enzo, Antonio Gramsci. Sobre el Fascismo, Era, 1979. []
  7. Mastellone, Salvo, Pensamiento Político Europeo, Editorial de la Universidad Complutense, 1991. []
  8. Gentile, Emilio, La Vía Italiana al Totalitarismo, Siglo XXI, 2005. []
  9. Tarquini, Alessandra, Il Gentile dei Fascisti, Il Mulino, 2009. []
  10. Bobbio, Norberto, La Cultura e il Fascismo, Einaudi, 1973. []
  11. Furet, Françoise, Fascismo y Comunismo, Fondo de Cultura Económica, 1998. []
  12. De Felice, Renzo, Mussolini il Duce. Lo Stato Totalitario, Einaudi, 1966. []
  13. De Grand, Alexander, L´Italia Fascista e la Germania Nazista, Il Mulino, 1999. []
  14. Arato, Andrew y Cohen, Jean, Populismo e Societá Civile, Metelmi, 2022. []
  15. Applebaum, Anne, Autocracia, S.A. Los Dictadores que Quieren Gobernar al Mundo, Debate, 2024. []
  16. Guamán, Adoración, et.al., Neofascismo. La Bestia Neoliberal, Siglo XXI, 2019. []
  17. Chomsky, Noam, et.al., Neofascismo. De Trump a la Extrema Derecha Europea, Capital Intelectual, 2017. []
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