¿Cómo se construye una candidatura independiente en la Ciudad de México?

A las 21:30 horas del 1º de julio me encontraba en las oficinas de Nación 321. Mientras Mario de la Rosa, director del medio, me entrevistaba sobre la jornada electoral, volví la mirada hacia Lucía, coordinadora de comunicación de mi campaña; su cara desencajada mientras veía el celular me lo dijo todo: habíamos perdido la […]

Texto de 24/09/18

A las 21:30 horas del 1º de julio me encontraba en las oficinas de Nación 321. Mientras Mario de la Rosa, director del medio, me entrevistaba sobre la jornada electoral, volví la mirada hacia Lucía, coordinadora de comunicación de mi campaña; su cara desencajada mientras veía el celular me lo dijo todo: habíamos perdido la […]

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A las 21:30 horas del 1º de julio me encontraba en las oficinas de Nación 321. Mientras Mario de la Rosa, director del medio, me entrevistaba sobre la jornada electoral, volví la mirada hacia Lucía, coordinadora de comunicación de mi campaña; su cara desencajada mientras veía el celular me lo dijo todo: habíamos perdido la candidatura hacia la diputación local del distrito 26 en la Ciudad de México.

Aunque el conteo del PREP no diera resultados sino hasta pasada la medianoche, gracias a los reportes que nos compartieron en tiempo real nuestros representantes en las 382 casillas del distrito 26 pudimos saber, con gran certeza, que nuestros votos no serían suficientes para ser la primera diputación independiente en el Congreso de la Ciudad de México. Horas más tarde sabríamos que ninguna candidatura de la red Vamos a Reemplazarles, de la que éramos parte, lo lograría, ni siquiera Pedro Kumamoto, quien desde hacía meses había encabezado prácticamente todas las encuestas rumbo al Senado por Jalisco.

Las horas que siguieron fueron muy difíciles para mí y para el equipo de más de 400 voluntarios que, a lo largo de seis meses, dedicaron corazón, inteligencia y energías para intentar convencer a 226 mil electores de que votaran por nosotros. En la madrugada del 2 de julio, nuestra pequeña casa de campaña ubicada cerca del metro Miguel Ángel de Quevedo, sobre avenida Universidad, que en meses anteriores había sido espacio de alegría, discusiones y esperanzas compartidas, albergaba a personas cansadas y sobre todo incrédulas ante la realidad. El último de nuestros representantes generales llegó a las 3:00 a.m. a reportar los resultados de sus casillas.

Si bien el resultado electoral no fue lo esperado, construimos una campaña de la cual no podría sentirme más orgulloso, y es que construir una candidatura competitiva sin partidos políticos no es cosa fácil, ni en la Ciudad de México ni en el país; de hecho pareciera que los requisitos legales buscan desincentivar la participación política a través de la figura de las candidaturas independientes. Aunque el periodo de campaña estuvo lleno de retos, para una candidatura sin partidos las dificultades realmente comienzan mucho antes, con requisitos como constituir una asociación civil; sacar tres cuentas de banco distintas para la fiscalización que, en nuestro caso y en los de varias candidaturas independientes más, implicó visitar nueve sucursales distintas, pues los bancos desconocían la figura de candidaturas independientes y sus asociaciones civiles; adaptarse a un sistema de fiscalización pensado para burocracias partidistas; reunir un número de firmas equivalente al 1% de la lista nominal del ámbito geográfico por el que se competiría, etcétera. Desde un inicio nuestra candidatura buscó ser ejemplar, nos quedaba claro que ganar era importante, pero no a costa de lo que fuera.

Si bien ansiábamos la diputación para contribuir a la construcción de una ciudad más libre, igualitaria y justa, también era fundamental demostrar que se podía ganar una campaña sin hacer trampas, sin estructuras clientelares, sin acuerdos en lo oscurito y sin despilfarrar dinero. Todo mundo dijo que era imposible, pero decidimos intentarlo. Como si las limitaciones legales fueran pocas, decidimos dar una primera batalla y registrar una candidatura mixta, compuesta por un titular hombre, yo mismo, y una suplente mujer, Tonantzin Cárdenas. Actualmente la ley electoral impide que se registren candidaturas conformadas por géneros distintos, como una medida para evitar que se repita el fenómeno conocido como “Las Juanitas”, en que los partidos políticos registraban candidaturas con titulares mujeres y suplentes hombres sólo para cumplir con la paridad de género, pero una vez que las mujeres ganaban renunciaban y los hombres asumían sus cargos. Nuestro caso era el contrario, además de que el equipo de coordinación de nuestra campaña estaba compuesto por cinco mujeres y seis hombres, y nos parecía injusto que se limitara el derecho de una mujer, en este caso Tonantzin, para participar como suplente. Después de algunas semanas, el Tribunal Electoral de la Ciudad de México nos dio la razón y pudimos registrar la candidatura; fue así que dos semanas después que todos, pudimos empezar a juntar firmas.

Durante 60 días tocamos puertas, fuimos a mercados y parques de nueve de la mañana a nueve de la noche, logramos en sólo tres semanas juntar las 2,226 firmas que nos pedía la ley para registrar la candidatura independiente. Durante ese periodo participaron con nosotros cerca de cien voluntarios de todas partes de la ciudad, en su mayoría estudiantes. Gracias a las donaciones de decenas de personas logramos sortear nuestros gastos, que principalmente consistieron en huacales y pintura para decorar nuestros eventos, un micrófono, una bocina, bancos y algunos materiales que imprimimos para informar a las personas sobre nuestro proyecto. En 60 días nos gastamos poco más de 40 mil pesos, pues teníamos el compromiso de no gastar más del 50% del límite impuesto por la ley. Toda la información sobre las donaciones que recibimos y los gastos que hicimos están disponibles de forma pública en el Sistema Integral de Fiscalización del INE (SIF).

Todo el esfuerzo de 60 días se vio recompensado tres días antes del inicio formal de las campañas, cuando se nos informó que nuestras 2,590 firmas eran válidas y, por lo tanto, se aprobaba mi candidatura. Así que el 30 de abril comenzamos la campaña, debido a que durante el periodo de intercampañas (entre las precampañas y el inicio formal de las campañas) no podíamos hacer ningún tipo de proselitismo ni recaudación de fondos. Iniciamos sin fondos, así que los primeros días nos enfocamos en conseguir donaciones y esperar el depósito del financiamiento público al que ya teníamos derecho; en nuestro caso, $119,000 pesos. A lo largo de toda la campaña gastamos en efectivo $279,574.72 pesos, de los más de $600,000 que eran el tope para gastos de campaña, y recibimos $ 51,336.00 en donaciones en especie.

El corazón de nuestra austera campaña estuvo centrado en dos cosas: la construcción de una red territorial basada en el modelo de organización comunitaria desarrollado por el profesor de Harvard Marshall Ganz, y en una campaña de comunicación muy creativa, basada en redes sociales. El día de la elección participaron 439 voluntarias y voluntarios, pero a lo largo de la campaña, más de 500 personas colaboraron de distintas formas, mujeres y hombres. Al final no ganamos, pero logramos conseguir 13,438 votos, la candidatura independiente más votada al congreso de la ciudad, incluso tomando en cuenta el año 2015. Pero sobre todo, construimos una candidatura independiente que no apostó por despilfarrar dinero, ni por contaminar la ciudad con espectaculares o tirando volantes en la calle. Nuestra campaña fue un esfuerzo enorme integrado por quienes creyeron que otra forma de hacer política es posible, una forma honesta, transparente y construida por los vecinos. EP

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