Aranceles y el poder mundial

Leandro Arellano nos ofrece un balance de la llegada de Donald Trump al poder, de la imposición de aranceles como mecanismo de presión económica, y de las consecuencias que sus políticas extremistas podrían tener a mediano y largo plazo.

Texto de 28/04/25

Trump

Leandro Arellano nos ofrece un balance de la llegada de Donald Trump al poder, de la imposición de aranceles como mecanismo de presión económica, y de las consecuencias que sus políticas extremistas podrían tener a mediano y largo plazo.

                        I

Tal como el siglo dieciséis constituyó el siglo ibérico, durante el veinte predominó la influencia y el poder estadounidense. En el primer caso, prevalecieron la capacidad y la fuerza de los imperios de España y Portugal, y fueron ellos quienes establecieron, sin clara conciencia acaso, la primera mundialización.

El poderío estadounidense se afincó a partir de la Segunda Guerra Mundial, ejerció sin rubor el dominio del universo, e impulsó e impuso el capitalismo, el libre mercado, como guía y conducta económica, y —con menos rigor— la democracia como sistema o régimen de vida política y social. 

Por momentos, el curso histórico es alterado por movimientos repentinos, originados en las reconditeces humanas. Uno de esos momentos está ocurriendo estos días, de forma intensa y acelerada. La perspectiva mundial en los días que corren es incierta y está plagada de riesgos.

Con elaborada ostentación, el presidente de Estados Unidos anunció el miércoles 2 de abril la aplicación de aranceles a productos de una larga lista de países, con porcentajes diferentes y criterios de aplicación distintos también.  

A partir de esa fecha, el presidente Trump ha aparecido cada día ante los medios de comunicación —se trasluce que disfruta hacerlo— para modificar, pausar, suspender, aumentar, posponer, aplicar o congelar las susodichas tarifas.

‘Arancel’, de acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española (Vigésima Primera Edición), es la ‘Tarifa oficial que determina los derechos que se han de pagar en varios ramos, como el de costos judiciales, aduanas’, ferrocarriles, etc.

A unos más, a otros menos, a todos los países que comercian con Estados Unidos los agobió la inquietud. Hoy sabe ya cada uno cuánto le fue asignado. Paulatinamente van respondiendo los afectados, anunciando sus respuestas, la mayoría con la imposición de aranceles recíprocos. El caso EUA-China empieza a tomar visos de rasa confrontación. Está por verse si efectivamente el cobro de aranceles aportará lo que EUA requiere para ser lo que ha sido o fue: la nación más rica y poderosa de la historia mundial.

El propósito de la medida anunciada por Estados Unidos es, lo reiteró ufano el propio presidente, el flamante presidente de la nación más poderosa —todavía— de la tierra: “To make America great again”, hacer grande a Estados Unidos de nuevo. La forma y el contexto en que se anunció esa medida, sin embargo, no revelaron el significado profundo que conlleva, pues se trata del anuncio del cambio radical de una doctrina y una práctica enraizadas profundamente en la visión de Estados Unidos. Estaríamos comenzando a ver nada menos que el desmantelamiento del sistema mundial de comercio de las últimas décadas. Esto significaría la extinción de una etapa de la historia mundial, del adiós al principio del libre mercado, del cual EUA fue el principal promotor y defensor, su impulsor ideológico.  

¿Acaba así una era de la historia universal y se apaga el poderío que ha ejercido hasta hoy Estados Unidos? ¿Debemos creer que este supuesto se encuentra debidamente estudiado en las previsiones del presidente Trump y su equipo de asesores? ¿O será cierto, como señalan algunos estudiosos y críticos, que Trump y su grupo en el poder poseen un plan para dislocar la economía mundial, manipulando los mercados financieros para crear mayor poder y riqueza en EUA, a costa de riesgos inmensos para la humanidad?

El presidente Trump goza de un poder casi ilimitado actualmente. No solo posee la titularidad del Poder Ejecutivo de su país, el más rico y poderoso del universo. También su partido, el Republicano, cuenta con mayoría en ambas cámaras. Desde su sitial, acosa al Poder Judicial y a ratos lo ignora. Aumenta cada día el número de empleados y funcionarios públicos que han sido despedidos arbitrariamente. Destacan entre ellos directivos de órganos y agencias gubernamentales esenciales en la buena marcha del gobierno, del país y de sus mecanismos.  

Todos estos elementos, juntos, conforman las características de un régimen populista. La señal más lamentable en ese sentido, hasta ahora, es el retiro de apoyo a varias universidades y el amedrentamiento que Trump provoca en sus críticos o disidentes.  

                         II

Son impredecibles las consecuencias a nivel mundial. No es improbable que la economía mundial se vea sacudida por la inflación, el desempleo, el desabasto, el desorden financiero, etc., y que se manifiesten antiguas lacras humanas, como el fascismo.

Al tiempo que el presidente Trump amenazaba a la humanidad con su cruzada arancelaria, profirió una serie de avisos, advertencias y amenazas contra naciones de muy distintas procedencias, por motivos diferentes, insólitos algunas veces, con rudeza innecesaria en algunos casos. A la geografía mundial, por ejemplo, le ha querido endilgar otro nombre para el golfo de su vecino, México. Ha sido descortés con Canadá, invitándola a constituirse en una provincia estadounidense, a convertirse en una estrella más de la bandera de EUA. En el colmo del desenfado, aduciendo motivos de seguridad de su país, el presidente Trump ha amenazado y denostado a Dinamarca, amenazándola con la adquisición de Groenlandia por los medios que fueren. Acosa a Panamá con posesionarse del canal, dado que este favorece más a otros países, en su opinión.

No deja de extrañar, en este último caso, que Latinoamérica, tan proclive a las demostraciones ruidosas cuando se trata de un acontecimiento de esta naturaleza, no se ha pronunciado como solía hacerlo ni en lo individual ni multilateralmente. 

De igual modo, rompió la Alianza Atlántica sin justificación o explicación de por medio. El vicepresidente viajó a Europa para dejar en claro que Estados Unidos se basta a sí mismo. Declaró, palabras más palabras menos, que ellos arreglarían con Putin la guerra de Ucrania. 

El caso de Ucrania es ejemplar. Trump pretendió someter a sus dictados al presidente de Ucrania y no solo fracasó espectacularmente, sino que ha sido remiso en su apoyo a Ucrania desde entonces, si no es que le ha retirado todo tipo de apoyo. 

Europa no acaba de salir del asombro por la actitud de su viejo e incondicional aliado. Solo muy tímidamente los países europeos han comenzado a plantearse el camino a seguir. Es lamentable por tratarse de armas, pero una de las previsiones urgentes de los europeos será reorganizar su sistema de defensa.

La defensa de Ucrania deberá ocupar el primer plano, junto con el reajuste del sistema de defensa europeo. Al levantar el nuevo sistema deberían aprovechar para deshacerse de las tendencias fascistas o antieuropeas que se mueven en su seno.

El hecho de que la animadversión árabe o musulmana por Israel no cesa no justifica el acoso que padece Gaza ni el abandono de todo intento de diálogo entre las partes en conflicto.

Varios países considerablemente pobres del continente africano padecerán la aplicación onerosa de las tarifas impuestas por el presidente Trump. No lo justificaría ni siquiera el volumen infinito de inversiones chinas en el continente. Pero “Sabéis bien que África siempre trae algo nuevo”, opinaba Rabelais en boca de Gargantúa, en su aclamado libro. Confiemos y aguardemos.

De buena fuente se sabe que China, Japón y Corea del Sur estarían conversando para coordinar su respuesta a los aranceles del presidente Trump, y algo más. Como fuere, por lo pronto China ha anunciado ya la aplicación recíproca de aranceles a EUA.

Poner un freno a China es un propósito bipartidista de EUA. Al redactarse esta nota ha ido en aumento la disputa arancelaria y de declaraciones concluyentes entre los dos países. La consideración mayor en este contexto es la reflexión sobre la riqueza y poderío chinos y la aparente voluntad de esa eminente nación de sustituir a EUA en el liderazgo mundial y a partir de cuándo.

Lo ideal sería contar con equilibrios, más que con predominios. No se han pronunciado la India, Japón y otras naciones, y no es improbable que lo hagan también sectores inconformes de la sociedad estadounidense.

                      III

Con quien parece congeniar y entenderse muy bien el presidente Trump es con el presidente ruso Vladimir Putin. Poseen no pocas similitudes. Son originarios de los dos países que lideraron la Guerra Fría. Los dos son miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Los dos son rubios y displicentes. Putin lleva muchos años en el poder y sus orígenes no son plenamente democráticos a decir de sus críticos, en tanto que Trump tiene una condena por intento de golpe de Estado. Ambos tienen responsabilidad por la paz en Ucrania.

Rusia agredió a Ucrania y mantiene una guerra desde hace tres años. Putin no ha podido ganar esa guerra, ni derrotar al presidente Zelensky. Los debates sobre este asunto florecen en todas partes. La violencia, el dolor, la destrucción y los muertos continúan. Putin no sabe cómo desvincularse sin perder cara. No tiene forma.

Ironía de la vida, Ucrania, que en algún momento fue parte de territorio ruso, además de la defensa de su país en la actualidad, está adquiriendo y fomentando algo que desconocía: el sentido de nacionalidad. De manera semejante, no es improbable que los canadienses, ante las presiones y ninguneos que les está infligiendo EUA, acaben por dotarse de un orgullo nacional menos reservado.

                     IV

Ha ido en aumento el número de líderes mundiales (presidentes, monarcas, primeros ministros) cuya conducta y proceder se acerca más a la de un delincuente que a lo que se espera de un mandatario nacional responsable. Se les puede señalar con el dedo.

Nuestro cómputo al momento llega a alrededor de treinta. Un puñado mayor de ese grupo forma parte de lo que el presidente francés bautizó como la International reaccionare. La encabezan los jefes de Estado de dos naciones poderosas.

                      V      

El más reconocido presidente de EUA en el último siglo y medio fue reelecto cuatro veces. Le tocó afrontar la Gran Depresión e imponer el New Deal, lo mismo que decidir la Segunda Guerra Mundial. Preservó airosamente a su país, pues su mayor servicio a la humanidad, además de derrotar a Hitler, consistió en haber mostrado que es posible ser políticamente eficiente y al mismo tiempo humano y benevolente.

Hace unas semanas el presidente Biden heredó a Trump la mayor economía del planeta. Trump recibió un país en bonanza e inmensamente rico. Con todo, la proclividad de Trump y su equipo de gobierno por la imposición interna y a nivel mundial, la irrupción de su gobierno en gran número de procesos que habían sido independientes, el despido de cada vez más burócratas de alto y bajo nivel, la expulsión indiscriminada de migrantes, la encarcelación de centenas en prisiones de otros países, entre otros sucesos de igual relevancia, muestran los rasgos propios de regímenes autoritarios.   

Si la humanidad sobrevive dos o tres siglos más, se planteaba Isaiah Berlin, nuestros descendientes hallarán que dos hechos, sobre todo, configuraron nuestra época. Uno sería el desarrollo de las ciencias naturales y la tecnología. Lo cierto es que desde la previsión de Berlin, la tecnología se ha multiplicado y ahora forma parte de la vida cotidiana del ser humano a través, para empezar, de las tecnologías digitales —y vale la pena decir que nos hallamos apenas en el umbral del desarrollo de la Inteligencia artificial, cuyo riesgo de uso inadecuado radica en la voluntad y la mano del hombre.

El otro hecho lo forman las atroces tormentas ideológicas que alteraron la vida de casi toda la humanidad: la Revolución rusa y su secuela de tiranías totalitarias de izquierda y de derecha, la explosión del nacionalismo, del racismo y la intolerancia religiosa.

La humanidad no se detiene y va dibujando su huella sin otra pretensión que saldar los afanes humanos. La próxima etapa, el levantamiento de un nuevo orden mundial, ha comenzado a delinearse ya. EP

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