¿Por qué unos nacemos de un lado de la calle y no del otro?

Lo que sí podemos hacer, columna semanal de ONGs

Texto de 22/09/17

Lo que sí podemos hacer, columna semanal de ONGs

Tiempo de lectura: 4 minutos

Desde niña tuve esa curiosidad que con el tiempo se volvió inquietud y un enorme deseo de que el mundo tuviera menos contrastes que los que podía observar. Deseaba ayudar a que las cosas, y la realidad misma, fueran mejores para quienes estaban literalmente “del otro lado de la calle”.

Mi deseo creció junto conmigo, así que llegada la etapa y el momento, enfoqué mis estudios en este propósito. Fue en esta búsqueda que conocí el sistema de educación Montessori, del cual me enamoré por completo y estudié todo cuanto había al respecto. Supe entonces claramente lo que haría: abriría una escuela y la pondría al servicio de los demás.

Una vez graduada, me acerqué a esta comunidad vecina, Palo Solo, en Huixquilucan, Estado de México, y busqué exponer mi proyecto de educación Montessori a nivel preescolar. Con ayuda del delegado, reuní a algunas familias y la respuesta fue maravillosa. En ese entonces sólo el 25% de la población infantil de esa comunidad tenía acceso a servicios educativos. ¿Mi meta? Iniciar labores para el siguiente ciclo escolar.

El gobierno del municipio donó el terreno y con la ayuda de mi familia inicié la construcción. Pero, como en casi todas las historias de construcción, empezaron los retrasos y el edificio no estuvo listo para la fecha acordada. Así que, cuando llegó el día en que debían iniciarse los cursos de ese año 1979, llené mi coche con materiales de clase, me estacioné cerca de la obra, me instalé en la banqueta y arranqué clases, literalmente en la calle, con 25 niños. Días después, el párroco de la comunidad (y es que siempre en estas historias hay alguien que te da la mano) me ofreció la iglesia para que impartiera ahí las clases; después pasamos a un aula prefabricada, y así cerramos el primer año escolar.

Para el siguiente ciclo inauguramos ya oficialmente el edificio de la Casa de los Niños de Palo Solo (<www.palosolo.org.mx>), una escuela que ofrecía gratuitamente educación Montessori para niños de esa comunidad.

Los padres de familia, viendo la dinámica de la escuela, no dudaron desde sus inicios en acercarse, y pronto comenzamos a hacer un equipo. Las mamás voluntarias ayudaban a mantener la escuela limpia y los materiales en buen estado, mientras que los papás ayudaban con el mantenimiento y las reparaciones. Nos fuimos convirtiendo en una comunidad de apoyo mutuo, de compromiso total. 

Siempre se ha creído que nadie valora lo que no le cuesta, lo que no paga. Yo creo firmemente que eso no es verdad. La gente sí valora y reacciona favorablemente cuando lo que ve detrás es realmente un trabajo organizado, un esfuerzo genuino y un resultado claro, visiblemente claro.

Con los años dejó de ser sólo una escuela para niños. Abrimos ahí mismo un centro de acompañamiento para las familias ofreciéndoles pláticas, talleres, terapias y herramientas para la educación y formación de los hijos. Abrimos también un centro de alfabetización para adultos en donde se imparte educación primaria y secundaria.

Hoy, a 38 años de su fundación, la Casa de los Niños de Palo Solo es una institución de asistencia privada incorporada a la sep en donde hemos atendido a más de 4 mil niños desde preescolar hasta primaria, hemos alfabetizado a más de 300 adultos, hemos enseñado oficios que abren nuevas oportunidades de autoempleo a las madres de familia y hemos construido una maravillosa comunidad educativa.

Aquí educamos para la paz. Es nuestra filosofía, y éste es mi granito de arena. Hoy me llena de satisfacción sentarme y observar cómo cualquiera de mis grupos se conduce en una mañana de trabajo. Es increíble ver cómo los niños en el aula van adquiriendo el sentido de sociedad, y en donde cada uno sabe lo que tiene que hacer, independientemente de sus capacidades, en un ambiente de respeto y ayuda. Aquí encuentran un espacio para ser ellos mismos y crecer.

Todos los niños son iguales sin importar de qué lado de la calle hayan nacido. Lo que no es igual es el entorno al que cada niño se enfrenta y las oportunidades que tiene. Si bien aquí no llenamos sus carencias materiales, sí somos un complemento en sus vidas al ofrecerles, a través de la educación, una forma de ver y darle significado a las cosas. No cambiamos su realidad, pero sí su forma de enfrentarla, de percibirse a sí mismos y de reconocer su valía por el simple hecho de ser personas.

Desde chica supe que enfocaría mi vida en ayudar a quienes veía al otro lado de la calle. Sabía que tenía que hacer algo. Hoy sé que quienes hemos dado vida a esta escuela lo hemos logrado. Me siento profundamente agradecida por la oportunidad de contribuir de esta manera, pues estoy convencida de que la educación construye sociedades.

Estoy segura de que varios de ustedes que hoy leen esta historia se han hecho la misma pregunta que yo me hice hace muchos años. ¿Mi sugerencia? Toca la puerta de un centro educativo. Nunca sabes. A lo mejor ayudas a una persona a moverse al otro lado de la calle. EstePaís

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JULIETA RIVERO RÍO es fundadora de la Casa de los Niños de Palo Solo IAP.

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