Conversamos con Fabio Morábito sobre su más reciente libro de cuentos Jardín de noche, publicado por Sexto Piso.
Un jardín es una apertura, pero también una protección: Entrevista con Fabio Morábito
Conversamos con Fabio Morábito sobre su más reciente libro de cuentos Jardín de noche, publicado por Sexto Piso.
Texto de Este País & Fabio Morábito 30/09/24
En Jardín de noche (Sexto Piso, 2024), Fabio Morábito nos invita a un viaje introspectivo a través de la mirada de diversas mujeres que, cobijadas por la oscuridad y la intimidad de sus jardines, se enfrentan a sus propios conflictos internos. Inspirándose en una frase del cuento “El pequeño monstruo verde” de Haruki Murakami, Morábito teje una serie de relatos donde la soledad, el cambio y la crisis se entrelazan con la belleza y la ambigüedad del jardín, espacio que funciona como un espejo de las emociones y los pensamientos más profundos de sus protagonistas. A través de una prosa poética y precisa, el autor explora la complejidad del alma femenina, creando un universo narrativo donde la introspección, la memoria y la búsqueda de la verdad se funden en una atmósfera cautivadora.
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Gina Velázquez (GV): En casi todos los cuentos de Jardín de noche, inicias con frases del cuento “El pequeño monstruo verde” de Murakami. Esto me recordó los ejercicios de escritura con restricciones, como los de Oulipo; además, en estos cuentos hay elementos recurrentes: aislamiento, soledad, situaciones de cambio, crisis, conflictos. ¿Cómo surgió la idea de utilizar estas restricciones y patrones?
Fabio Morábito (FM): No fue una idea previa. Esa frase que leí en ese cuento, que además es un cuento fantástico, un poco cómico, y que no tiene mucho que ver con mis cuentos, por alguna razón me atrapó. Así que decidí empezar una historia con esa frase. Me atrajo la situación, la hora, lo que eso prometía de introspección, de llegar al fondo de las cosas, en el sentido de hacer una especie de balance, quizá de la propia vida o por lo menos del momento que se vive. Para eso, el que el personaje fuera mujer me parecía decisivo. Creo que las mujeres suelen ser más capaces que los hombres de hacer un balance honesto, sin tapujos, del propio momento, o por lo menos de expresarlo con más facilidad.
Escribí una historia sin pensar que eso llevaría a un libro. Terminando ese primer cuento, tenía ganas de seguir con ese tono, con ese personaje femenino, con esa situación, ese jardín. Cuando ya escribí el segundo, dije: “Bueno, pues, si escribí dos, puedo escribir más”. Entonces ahí salió el libro, pero no fue una idea proyectada en frío, no fue un plan de escribir una serie de cuentos con voz femenina. Simplemente se fue dando.
GV: ¿Habías experimentado antes con escribir bajo restricciones temáticas, como en estos cuentos?
FM: Lo que había hecho era un cuento de mi primer libro, que se llama La Perla, que es una voz femenina. Me había gustado mucho la situación. Escribiendo ese cuento me sentí muy cómodo, muy a gusto, hablando con una voz femenina, pero no lo volví a hacer hasta ahora.
GV: ¿Qué desafíos enfrentaste al escribir desde la perspectiva de voces femeninas tan diversas? ¿Cómo lograste que sonaran tan auténticas?
FM: Descubrí que no cambia mucho. Hay un poco más de apertura, de capacidad para abrirse, de no mentirse. El hombre siempre está construyendo un personaje, siempre está un poco a la defensiva, tiene que demostrar algo, incluso más que la mujer. Eso hace más difícil que él mismo sea completamente honesto consigo mismo. No digo que no pueda hacerlo, pero a la mujer se le da más fácilmente. Desde un punto de vista narrativo, eso me facilitaba las cosas, porque permitía que los personajes se explayaran en muchas direcciones, que dijeran más cosas de las necesarias. Esas cosas, que parecían innecesarias, resultaban ser importantes también. Tenía yo un repertorio más amplio de imaginación, de palabras, de hechos narrados.
Estoy seguro de que, si en lugar de mujeres hubieran sido hombres, en las mismas situaciones, en un jardín de noche con una bebida, las historias habrían sido más rectilíneas, más directas. Estas voces femeninas me permitían movimientos más libres, y creo que fue una buena decisión. Nunca me preocupó mucho si estaba siendo fiel a la psicología femenina, y seguramente algunos lectores, de ambos sexos, encontrarán que no he entendido nada del alma femenina, que las mujeres no piensan así, pero bueno, está bien. Todos siempre tienen una opinión distinta, ¿no?
GV: El jardín es el elemento central en los cuentos. Se suele pensar en él como un paraíso terrenal, un espacio de intimidad, paz, tranquilidad, también de cuidado. Sin embargo, los personajes en tus cuentos enfrentan pequeños monstruos, como en el cuento de Murakami, ¿cómo lograste ese contraste entre la paz y los conflictos internos de los personajes?
FM: Sí, es un ámbito que inclina a la introspección, a decir y a pensar cosas que en otro momento del día no se pensarían. Permite salir un poco de ti mismo. Un jardín, como dijiste muy bien, es una apertura, pero también una protección. Es un espacio ambiguo, es decir, es tu espacio privado, porque es tu jardín, pero ya no es el espacio sofocante de la casa, ya no hay muros, sino vegetación, y eso lo cambia todo. Esa ambigüedad, estar entre lo de afuera y lo de adentro, lo desconocido, es lo que crea el jardín. Tiene todas las semillas para imaginar historias de cualquier clase, donde puede ocurrir cualquier cosa. Por ejemplo, la rata en el cuento de las lesbianas es una presencia ominosa que cierra el cuento como un símbolo de algo asqueroso, pero también de liberación. Por eso, cuando vi la frase del cuento de Murakami, aunque es bastante común, me di cuenta de que había mucho de dónde sacar.
GV: ¿Cuál fue para ti el cuento más desafiante o inesperado de esta colección?
FM: El cuento de la protagonista que acampa en su jardín, cuando ya no puede entrar a su casa, me resultó muy difícil. Todo lo que hace, nutriéndose del refrigerador del vecino y robando comida, la conecta con cuando acampaba con su esposo, ya fallecido. Esa historia tiene muchas capas. Por otro lado, el cuento de la raíz monstruosa debajo del jardín, que la abuela decide mostrar a sus nietos, me sorprendió. Pensé que el cuento iba para otro lado, pero el final se presentó de repente, cuando ella decide que es bueno que los nietos vean esa raíz, que sepan que siempre hay algo debajo, en el subsuelo, algo que no imaginamos.
GV: ¿Qué significa el jardín para ti?
FM: Es un espacio ambivalente, y siempre ha sido tratado así. Está el jardín del Edén, pero también el jardín de La vuelta de tuerca de Henry James, donde aparecen los espectros que corrompen a los niños. Es también un lugar de peligro, de veneno. Las plantas son lindas, pero también venenosas. Hay insectos, hay serpientes. En el jardín del Edén está la serpiente. Es un arquetipo universal. No hay cultura humana que no conozca el jardín. Hace poco leí que el Amazonas, que uno imagina como lo contrario de un jardín, la selva salvaje, ha sido ajardinado por las tribus que siempre se han asentado allí. Lo han convertido en un espacio del que se proveen para sobrevivir, lo cultivan y lo cuidan. Entonces, incluso el Amazonas es un jardín. Es un elemento que acompaña al ser humano, lleno de símbolos y resonancias.
GV: ¿Cómo percibes ahora esta colección de cuentos ahora que está publicada?
FM: Cuando termino un libro, procuro olvidarlo para poder seguir adelante. Si me quedo atrapado en lo que escribí, no puedo volver a escribir. Prefiero mirar hacia adelante. No releo lo que escribo, por miedo a encontrar errores, torpezas. Si hay errores, los dejo para que otros se den cuenta.
GV: ¿Estás trabajando en algún proyecto nuevo ahora?
FM: Terminé un libro de poemas que saldrá el próximo año. Ahora estoy revisando viejos materiales. Ser viejo tiene la ventaja de que puedes volver a ver lo que desechaste y descubrir si algo sirve. Algunas cosas sí, otras no. Siempre evito quedarme sin ideas. Lo peor que puede pasar es despertarse por la mañana sin nada que escribir. EP