Siempre me ha atraído lo que tiene un toque extraño, íntimo y sorprendente: Entrevista con Gina María Balibrera

Conversamos con Gina María Balibrera sobre su primera novela «Las hijas del volcán» (Tusquets, 2024).

Texto de 31/12/24

Conversamos con Gina María Balibrera sobre su primera novela «Las hijas del volcán» (Tusquets, 2024).

Tiempo de lectura: 5 minutos

Adentrarse en las páginas de Las hijas del volcán (Tusquets, 2024) es sumergirse en un universo onírico donde la magia y la realidad se entrelazan. Gina María Balibrera, escritora estadounidense de raíces salvadoreñas, nos presenta su ópera prima, una novela que ha generado gran expectación y ha sido destacada como una de las más esperadas del año por medios como Goodreads, Vulture y Seattle Times, entre otros.

Las hijas del volcán transporta al lector a El Salvador en 1923. Allí conoce a Graciela, una joven que vive a la sombra del volcán hasta que es llamada por el temible dictador que controla las fuerzas de la naturaleza. En la capital, se reencuentra con su hermana Consuelo, raptada al nacer, y juntas deberán enfrentarse al horror y la violencia del régimen.

Esta es una historia de resistencia, sororidad y búsqueda de libertad, envuelta en un halo de misticismo y leyendas. A través de una prosa poética y evocadora, se invita a explorar las profundidades de la identidad, la memoria y el poder de la naturaleza.

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Gina Velázquez (GV): ¿Cómo nació Las hijas del volcán y cuál fue el camino que te llevó a escribir esta novela?

Gina María Balibrera (GMB): Siempre había querido escribir. Soy una gran lectora y amo la literatura. Por eso decidí unirme a una comunidad de escritores a través de una maestría en artes (MFA, Master in Fine Arts). Entré en la Universidad de Michigan en 2011, después de haber trabajado como profesora, porque realmente quería dedicarme a la escritura por un par de años. Hasta ese momento, solo había escrito relatos cortos. De hecho, esta novela tiene una primera versión más breve —probablemente irreconocible—, que estaba guiada por una voz similar a la que narra el libro, con cuatro personajes hablando en un coro incómodo.

El programa de dos años terminó en 2013, pero la escritura continuó después de graduarme. Pasé mucho tiempo escribiendo, revisando y recibiendo aportes, además de hacer investigaciones en diferentes lugares. Eso fue muy útil para el proceso. Luego vinieron muchos bocetos y años de trabajo hasta que el libro finalmente tomó forma.

Siempre he tenido trabajos a tiempo completo: en la universidad, editando libros, cuidando niños, participando en la redacción de una revista universitaria o vendiendo libros. Además, soy madre de un niño de ocho años, que llegó en medio de todo este proceso. Mi vida está muy llena entre familia, trabajo, hijo y dos perros. Por eso, escribir se convirtió en algo que tenía que buscar activamente, hacer espacio para ello, como una forma de perseguir esa comunidad de escritores.

El tiempo para escribir siempre surgía tarde en la noche, muy temprano en la mañana o en los descansos durante el día. A veces incluso durante los descansos en el trabajo. Es por eso que me tomó tanto tiempo escribir este libro: lo estuve trabajando durante una década, o quizás un poco más.

GV: En Las hijas del volcán, exploras temas como la memoria, la historia silenciada y las voces femeninas a través de varias generaciones. También se refleja una conexión personal con El Salvador y con las historias familiares. ¿Cómo surgió la idea de esta novela y de qué manera influyó tu herencia salvadoreña en su escritura?

GMB: La idea surgió cuando la voz de estas cuatro mujeres fantasmas llegó a mí. Fue lo primero que me impulsó a escribir. Esa voz fue evolucionando con el tiempo, pero siempre fue la suya. Sus voces, historias, curiosidades, teorías y perspectivas me guiaron a lo largo del proceso de escritura.

La influencia de mi familia paterna, que vino de El Salvador a San Francisco en los años 40, fue también importante. Crecí en Estados Unidos, por lo que mi percepción de El Salvador, en su vida cotidiana, era limitada. Sin embargo, siempre estuve rodeada de narraciones en mi familia, mayormente contadas por mi papá, mi tío o mi abuelo, quienes se sentaban a la mesa a compartir recuerdos.

A menudo, las mismas historias se contaban desde diferentes perspectivas. Me fascinó esa multiplicidad narrativa: recordar canciones, interrumpirse, soltar chistes, corregirse, juzgarse suavemente, pero siempre con mucha ternura. Esa forma de contar relatos despertó en mí un profundo interés. Me intrigaba especialmente cómo serían las voces de los familiares que ya habían muerto, cómo contarían sus historias.

Al mismo tiempo, comencé a aprender sobre la historia del siglo XX en El Salvador, el lugar que mi padre dejó y al que regresaba con frecuencia. Descubrí que muchas páginas estaban en blanco, faltaban relatos. La Masacre de El Mozote, por ejemplo, destruyó muchos archivos y dejó teorías contradictorias sobre el número de víctimas. Esa falta de registros me hizo pensar en las voces ausentes y cómo podrían haberse contado esas historias.

En 2005, tuve la oportunidad de ir a El Salvador y visité el Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI), donde vi una exposición de fotos y testimonios de supervivientes de la masacre. Esa fue una de las primeras veces que se presentó públicamente esa parte de la historia. Desde entonces, quise escribir sobre ello, especialmente desde una perspectiva femenina, ya que no había suficientes sobrevivientes o registros escritos.

GV: ¿Qué autores o libros influyeron en la creación de Las hijas del volcán y cómo moldearon tu proceso de escritura?

GMB: Siempre me ha atraído lo que tiene un toque extraño, íntimo y sorprendente. Varios autores y libros me influyeron. Por ejemplo, Transit of Venus de Shirley Hazzard, una gran novela que leí muchas veces y a la que regresé durante la edición de mi libro, por la profundidad que ofrece en la relación entre dos hermanas. Quería escribir un libro con un diálogo audaz que mostrara la relación entre dos hermanas distanciadas. Podría decirse que ese libro fue como el “licuado de proteína” para mi cerebro, para poder escribir ese aspecto.

También me identifiqué con Wandering Stars de Tommy Orange, que es una secuela de su anterior There, There. Lo leí después de haber terminado mi novela y me impresionó la ambición narrativa y lo que lograba en sus páginas. Fue muy útil para entender mejor la estructura de mi propio libro.

Curiosamente, el Popol Vuh también fue una influencia importante. Leí las traducciones de Michael Bazzett y Ilan Stavans, y me sorprendió cómo la creación de los seres humanos ocurría porque estos seres tenían una especie de insight casi para crearse a sí mismos. En particular, me impactó la descripción de una hija, una madre y una creadora de milagros dentro de esa narrativa. Ese mito resonó profundamente conmigo mientras escribía el libro, ya que intenté comprenderlo a un nivel más profundo.

Otra autora que influyó en mí fue Alejandra Regalado, quien escribe poesía salvadoreña y tiene un libro titulado Matria. Lo leí muchas veces. También está Leticia Hernández Linares, una autora salvadoreña-estadounidense. Tuve la oportunidad de conectarme con ella hace algunos años; nos hicimos amigas y es realmente una persona brillante. Su libro Mucha Muchacha tiene una gran carga poética, con personajes llenos de mitología, lo que me inspiró a querer entender más esos mundos. Podría seguir mencionando muchos autores que han alimentado mi proceso creativo. EP

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