
En este texto nos adentramos a ADIVAC, un proyecto comprometido con ayudar a personas que han sufrido violencia sexual.
En este texto nos adentramos a ADIVAC, un proyecto comprometido con ayudar a personas que han sufrido violencia sexual.
Texto de Este País 10/07/25

En este texto nos adentramos a ADIVAC, un proyecto comprometido con ayudar a personas que han sufrido violencia sexual.
En el corazón de la colonia San Rafael, en la Ciudad de México, está ADIVAC, una respuesta al silencio estructural y la negligencia institucional ante las violencias sexuales en el país. Fundada hace más de 25 años, ADIVAC es un proyecto comprometido y pionero en la atención integral a personas que han vivido estas violencias. Uno de los distintivos de ADIVAC es el desarrollo de un modelo centrado en la dignificación, la verdad y la reparación para las víctimas.
Quienes participan en este proyecto entienden con claridad que las violencias sexuales no solo son actos individuales, sino síntomas de una sociedad desigual, profundamente herida por el machismo, la impunidad y la normalización de las agresiones. Más que una clínica o un refugio, ADIVAC se constituye como una institución integral: ofrece atención psicológica, médica y legal, a la par que promueve la formación profesional, la prevención comunitaria, la incidencia pública y la investigación crítica sobre dichas violencias.
Con sedes en Ciudad de México y León, Guanajuato, la organización ha acompañado a miles de personas, de todas las edades y géneros, en procesos de sanación que priorizan el consentimiento, la autonomía y la justicia. ADIVAC trabaja con una perspectiva de género y un enfoque de derechos humanos, lo cual le ha permitido posicionarse como referente nacional e internacional en la defensa de las personas sobrevivientes.
Su impacto no solo se mide en cifras, sino que va más allá: procura la transformación de vidas y la construcción de una red de apoyo empática, informada y resiliente. A través de diplomados, talleres comunitarios, programas escolares y campañas de difusión, ADIVAC ha sembrado conciencia crítica en la sociedad, abriendo caminos para que la violencia sexual deje de ser un tabú y se convierta en una responsabilidad colectiva. En su programa de acompañamiento a víctimas de violencias sexuales, ADIVAC ha incluido un programa para familias con el fin de brindarles apoyo y formación para enfrentar esta dolorosa situación lo mejor posible.
ADIVAC pone la escucha al centro de la sanación de un trauma así de grande. Una herida de violencia no se cura solamente con atención médica: es necesario crear comunidad en la escucha, la justicia y la verdad. Aquí defienden una certeza obvia que se disipa en nuestro clima de extrema agresividad: todas y todos tenemos derecho a vivir libres de violencia sexual, sin importar la edad, identidad, condición social, profesión o cualquier otro criterio. Como sociedad no podemos hacernos de la vista gorda: la prevención comienza en casa, en las escuelas, en los medios de comunicación, en las instituciones públicas. En su diplomado para detectar la violencia sexual en infancias, una de las primeras cosas que enseñan es que el secreto es un sostén para perpetuar y replicar la violencia. La escucha, la prevención y la comunidad actúan como bálsamos y armas frente a estos otros secretos que matan. ADIVAC representa la lucha cotidiana de cientos de mujeres, profesionales y sobrevivientes —incluidas las infancias— que han transformado su dolor en acción, y su historia en una causa que nos interpela a todas y todos.
La entrevista fue un viernes de noviembre de 2017, de los últimos del mes. Me ubiqué en el vecindario por el Kiosco Morisco y la casa de un amigo de la prepa, a la que fui muchas veces y recordaba cerca. Ahora tocaba hacer otras memorias en esta nueva realidad material. Yo no había escuchado de ADIVAC hasta uno o dos meses antes de estar tocando su timbre; durante los siguientes 2 años y medio, tocaría ese mismo timbre una vez a la semana, me sentaría en las bancas del patio, subiría las estrechas escaleras y entraría al mismo cuarto para (re)apropiarme de mi voz, de mi cuerpo, sin tapujos ni temores. Entrar, esperar, hablar, ser escuchada, salir: una rutina así de sencilla puede ser un refugio vital. Aunque la entrevista fue en noviembre, no empecé mi proceso terapéutico en ADIVAC hasta enero de 2018; en el México de entonces, como en el de ahora, la demanda de atención integral para personas que sufrieron violencia sexual era alta, altísima. Me explicaron cómo se llevaría el proceso de escucha y decidí quedarme. Me quedé casi 5 años en total. Y como yo, muchas otras personas, incluidas niñas y niños, eligieron quedarse, con la esperanza y objetivo de recobrar el camino de regreso hacia una vida propia. Como yo, muchas otras personas celebramos la existencia de ADIVAC y quienes hacen posible este espacio que permite restaurar la agencia y la esperanza, es decir, la reconstrucción vital de una persona (Testimonio anónimo de una sobreviviente de violencia sexual, paciente de ADIVAC). EP