¿Por qué no interesa “Al Capone”?

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.

Texto de 25/08/21

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.

Tiempo de lectura: 3 minutos

La escena posee tonos hollywoodenses: un joven llamado Osiris Hernández acude un día de agosto de 2014 al estacionamiento del Palacio Legislativo de San Lázaro, donde un “intermediario” le da un maletín. En realidad debió ser algo más grande que un maletín, pues dentro había entre 13 mil 600 y 34 mil billetes de 200 y 500 pesos, y en un maletín está difícil que entre tanto papel. Osiris toma satisfecho los 6 millones 800 mil pesos (523 mil dólares al cambio del momento) y se va.

¿Quién era Osiris? El secretario particular de Ricardo Anaya, entonces cabeza de la mesa directiva de la Cámara de Diputados y secretario general del PAN. ¿Osiris a quién le dio ese dinero? A Ricardo Anaya, justamente. ¿Para qué se lo dio? Para que su grupo parlamentario aprobara la Reforma Energética. ¿Y por qué era clave que se aprobara? Porque así la constructora y petroquímica Odebrecht podría hacer negocio. ¿Y por qué Odebrecht debía hacer negocio? Porque para que eso ocurriera había pagado a una organización delictiva de políticos del PAN y el PRI 97 millones 190 mil pesos (casi 7.5 millones de dólares) en 15 entregas en efectivo. Es decir, los había sobornado con todo ese dinero, y de ese soborno correspondía a Ricardo, nuestro meme preferido, 7 por ciento.

Transcurre así el momento que podría llevar a la cárcel al ex candidato presidencial del que un país se pitorrea por su afición a videos que graba serio y desesperado, y que a veces son chistosos (por lo que dice y cómo lo dice). ¿Y cómo tenemos certeza de que eso ocurrió? En realidad no sabemos si ocurrió, pero esa es la versión que dieron el año pasado cinco testigos y Emilio Lozoya, en esos días director general de PEMEX. 

Animal Político y otros medios accedieron a las transcripciones de una audiencia donde los fiscales del caso mostraron al juez federal Marco Fuerte los dichos de las seis personas. Y en esa audiencia se dijo algo más, importantísimo: quien ordenó la estrategia de sobornos a legisladores fue Luis Videgaray. Quien mandó, concretamente, que a Anaya se le dieran los 6 millones 800 mil pesos fue Videgaray, entonces secretario de Hacienda y Crédito Público.

Es decir, si hacemos una caricatura de esta historia, Al Capone es Luis Videgaray, y Ricardo Anaya es a lo sumo Frank Nitti, allegado de Capone. Ayer se filtró que (por hallazgos de un juez del Reclusorio Norte) el presidente Enrique Peña Nieto en cualquier momento podría desplazar a Luis Videgaray en el papel principal, y si eso sucede el papel de Anaya podría pasar a ser, simplemente, de reparto. Pero aún es pronto para saber si eso ocurrirá.

Estemos o no del lado del presidente López Obrador, los videos que Anaya ha publicado asumen que la sociedad mexicana es crédula, muy inocente. Dice que es víctima de persecución política, pero es difícil creer que un personaje con tan poco peso en la política nacional interese a la presidencia. Anaya se compara con Juárez y Madero al referir su exilio (¡por Jesús Sacramentado!). Anaya dice que la persecución política obedece a que Andrés Manuel lo ve como su gran amenaza de reelección en 2024 (no hay señal sólida de que busque reelegirse), y si algo provoca “el joven maravilla” son memes y no pasiones electorales: no pinta para candidato. Dice que los testigos que lo acusan son “balines” y que la declaración de Lozoya fue “modificada”, pero hasta ahora no ha presentado pruebas de tal cosa. Dice que al presidente lo enojan sus videos denunciando su ineptitud política, pero sabemos que al presidente, si acaso, le causan alguna de esas carcajadas suyas, últimamente tan usuales y desagradables.

Anaya parece solo y sus señalamientos son débiles y hasta absurdos. Sin embargo, sí es sorprendente que la justicia mexicana sea capaz de apuntar a Anaya (lo cual es correcto si hay sospechas de sus ilícitos) pero no a Videgaray, su jefe en la operación, a quien lo ha tratado por los supuestos sobornos con la cortesía de la indiferencia. Hasta ahora la espada de la justicia solo ha servido para que la Secretaría de la Función Pública lo inhabilite por 10 años ya que mintió en sus declaraciones patrimoniales. De Odebrecht nada, aunque coordinara la mafia.

Mientras Anaya planea huir enloquecido, Luis Videgaray aún vive muy feliz en Boston y, con gran pompa y sonrisa se presenta como profesor y “Director of Massachusetts Institute of Technology AI Policy for the World Project”.

Andrés Manuel, ¿por qué no interesa Al Capone? EP

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