Boca de lobo: La muerte de Abril, los hombres asesinos y el mármol de Carrara

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP

Texto de 04/12/19

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Tiempo de lectura: 3 minutos

Aquí las cuatro imágenes de Twitter: 1) Abril sentada: cara ensangrentada, un hilo rojo cayendo de su nariz, la sudadera cubierta de chorros, y una venda improvisada en su frente. 2) Abril, con aún más sangre fluyendo de su nariz y los ojos cerrados, abre la mano sobre el pecho, como si se dijera: “estoy viva”. 3) Su mano izquierda, cubierta por sangre hasta la muñeca. 4) Abril cierra los ojos y apoya la mano en su cabeza, como para detener la hemorragia de espanto.

Todos lo supimos: el exdirector de Amazon México, Juan Carlos García, en enero había molido a golpes con un bat y atacado en el cuello con un cúter a su esposa, Abril Pérez, cuando dormía. Y también supimos la acción de la Procuraduría General de Justicia tras la denuncia: al reclasificar el delito de “tentativa de feminicidio” a “violencia familiar”, García fue liberado. Para los tres jueces del caso, tres hombres, la escalofriante imagen de Abril, sus brutales heridas, el relato de la incalificable cobardía, la inminente posibilidad de que un golpe en el cráneo o el filo en la yugular acabaran con su vida, no bastaron para la prisión. Sólo era “violencia familiar”: anécdota a resolverse en casa.

¿Cuánto debe sufrir una mujer para que su agresor pague? ¿Qué tortura medieval sí es suficiente? ¿Qué suplicio sí lo justifica? 

No fue uno, sino tres. Los tres jueces —Federico Mosco González, hombre; Héctor Jiménez López, hombre; Luis Alejandro Díaz Antonio, hombre— conocieron de primera mano el drama y no sentenciaron: “este cuarto hombre es culpable de tentativa de feminicidio” para que el monstruo durmiera al fin en un cuarto con barrotes. Mejor darle libertad. Aún ignoramos si sus conciencias dictaron ese “no es para tanto”, o si en ese “no es para tanto” influyó que el acusado había sido CEO de Amazon, nada menos, poderoso capaz de retorcer la justicia con algo más remunerable que un alegato. Cualquier opción es un crimen.

Abril fue asesinada a tiros frente a sus hijos el 25 de noviembre en Río Churubusco justo el día que miles de mujeres exigieron en las calles el fin de la violencia machista y la justicia machista que lo ampara. Ninguna de esas mujeres que gritaron su lucha y la pintaron sobre el Hemiciclo a Juárez -símbolo de libertad en un país que arrebató a las mujeres la libertad- sabía que Abril estaba siendo asesinada. Pero luchaban por Abril, a quien mataron no uno, sino al menos cuatro hombres, tres sin necesidad de balas. 

El centro del monumento blanco contiene tres esculturas: a Benito Juárez, el hombre sentado, lo rodean dos mujeres. De pie, tienen que consentir al señor: una, La Patria, lo corona con laureles. La otra, de túnica, La Ley, lo escolta con su espada justiciera. 

Esa patria, la que mató a Abril, y esa justicia, que también mató a abril, dejaron de tener sentido. Abril y las casi 3 mil mujeres asesinadas este año fueron recordadas, honradas, con el doloroso color de las palabras pintadas que debieron quedarse ahí, sobre la patria asesina y la simulación de la ley.

El canciller Ebrard, hombre que debería ser insignia del nuevo México, celebró sonriendo que el mármol de Carrara que simboliza lo que no existe esté intacto: redactó un tuit que fue un salto de alegría, un chispazo de euforia porque las brigadas del gobierno dejaron el Hemiciclo limpiecito. Para él, las miles de mujeres le hicieron “lo que el viento a Juárez”, escribió. 

Por conductas así, por la ceguera oficial que nutre al crimen la furia seguirá, y claro, también seguirá por Abril y las demás mexicanas, para que un día una joven no tenga que publicar en Twitter cuatro fotos de una mujer llena de sangre con esta frase: “Imagínense despertarse en la madrugada por los gritos de tu madre que grita por su vida. Imagínense levantarse a ver la hermosa cara de tu madre ensangrentada gracias al criminal que una vez llamaste “papá”. EP

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