Nosotros, la naturaleza

La forma de entender nuestra forma de cuidar la naturaleza, a veces parece un esfuerzo sobrehumano, pero poco nos cuesta reconocer que no tendría que serlo. Somos parte de ella, somos una especie más y lo que le ocurra a cualquier ecosistema no nos es ajeno, somos parte de ellos. Los esfuerzos no son sólo paisajistas, son de necesidad vital.

Texto de 16/02/21

La forma de entender nuestra forma de cuidar la naturaleza, a veces parece un esfuerzo sobrehumano, pero poco nos cuesta reconocer que no tendría que serlo. Somos parte de ella, somos una especie más y lo que le ocurra a cualquier ecosistema no nos es ajeno, somos parte de ellos. Los esfuerzos no son sólo paisajistas, son de necesidad vital.

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Desde pequeño me he sentido interesado y comprometido por cuidar a la naturaleza: los bosques, selvas, mares, lagos y todas las criaturas que viven allí. Es por eso que cuando veía noticias sobre incendios, tráfico de especies, cambio climático, y temas similares, no podía evitar sentir odio y culpa por formar parte de la humanidad.

Así empezó mi interés por la biología, me llamaban la atención todos (o casi todos) los seres vivos, les quería salvar, pero los humanos no me eran muy relevantes, entendía como seres vivos únicamente al resto de los animales. Al entrar a la universidad, muchos de mis compañeros compartían esta afición a la naturaleza, pero, al mismo tiempo, dejaban de lado las implicaciones sociales en ella.

A pesar de que la licenciatura en biología carecía de materias sociales, tuve la fortuna de entrar a una materia optativa llamada Ecología de la Restauración con el D.C. Arnulfo Blanco-García. Con él, acudimos a la Comunidad Indígena de Nuevo San Juan Parangaricutiro en Michoacán. Al visitar este magnífico lugar llegué con una mentalidad de savior, “venimos a rescatar a la comunidad”, hasta con el pecho en alto (ahora me siento avergonzado), pero me dejaron boquiabierto. Ellos llevaban años aprovechando de forma sustentable su bosque, tenían sus propias empresas, aserraderos, ecoturismo e incluso programas sociales. Ellos cuidan sus bosques, a su comunidad y, al mismo tiempo, tienen un aprovechamiento económico. Fue mi primer acercamiento a otra forma de vida, otra realidad, y mi burbuja estalló. La humanidad y la naturaleza no deben estar peleadas.

“Fue mi primer acercamiento a otra forma de vida, otra realidad, y mi burbuja estalló. La humanidad y la naturaleza no deben estar peleadas.”

Poco a poco me involucré más y más con temas sociales, llegué con el profesor Federico Hernández-Valencia con el cual visitamos el Ejido de Senguio en la Reserva de Biosfera Mariposa Monarca y son otro grupo de personas que cuidan y arriesgan, en conjunto, sus vidas para proteger los bosques y subsistir de ello.

Más adelante recibiría la invitación de trabajar en la comunidad El Chocolate, en Churumuco, Michoacán. En este lugar caliente conocí a un exmilitar, José Texta, quien había abandonado su trabajo por amor a la naturaleza, las guacamayas y su esposa, Andrea. Poco a poco se unió la comunidad y formaron la Asociación Civil Guacamayas Calentanas y continuaron su lucha como ambientalistas.

Todos ellos poseen un conocimiento increíble por lo que les rodea, a veces igual o más que nosotros los “expertos”, y no necesitan que alguien vaya a ver cómo les da trabajo para no invadir, pero con gusto colaborarán y juntarán esfuerzos para alcanzar objetivos. Eso nos debe quedar claro. Al final, ellos, las personas que viven allí, son las que día a día luchan por conservar lo que tienen.

Lo mismo aplica en cualquier lugar, no es necesario que vivamos en medio de la selva para ser un ambientalista y sumar esfuerzos, defendamos lo que tengamos cerca (como los humedales de Xochimilco) y recordemos que juntos colaboramos.

“No es necesario que vivamos en medio de la selva para ser un ambientalista y sumar esfuerzos, defendamos lo que tengamos cerca”

Para mi sorpresa, la humanidad de la que me quejaba es la misma que lucha desde sus trincheras, aunque este camino puede ser peligroso y más en México donde los defensores del medio ambiente son asesinados por el interés de unos pocos, tal como nos informa Luis Mendoza Ovando. Cuidar a los ecosistemas no sólo nos garantizará una belleza escénica, es un compromiso vital.

Al final, nosotros los humanos somos otra especie y formamos parte de la naturaleza. Defendamos nuestro hogar, alcemos la voz, informemos y ejerzamos presión para que los gobiernos y empresas actúen. No dejemos el camino a sus anchas. EP

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