Cuando los ambientalistas gritan “¡Ahí viene el lobo!”

“¿Lobo, estás ahí?” es una de las formas más populares para preguntar si tenemos que salir corriendo, si tenemos que hacer algo para salvar nuestras vidas. Aparentemente, hemos dejado de preguntarlo y de preocuparnos por ello, a pesar de que hay personas que insisten en gritar, no sólo “¡ahí viene el lobo!”, sino “¡el lobo ya está aquí!” y no estamos haciendo mucho por salvar nuestra vida. ¿Sería mucho pedir que hagamos algo cuando el lobo se llama impacto ambiental?

Texto de 16/03/21

“¿Lobo, estás ahí?” es una de las formas más populares para preguntar si tenemos que salir corriendo, si tenemos que hacer algo para salvar nuestras vidas. Aparentemente, hemos dejado de preguntarlo y de preocuparnos por ello, a pesar de que hay personas que insisten en gritar, no sólo “¡ahí viene el lobo!”, sino “¡el lobo ya está aquí!” y no estamos haciendo mucho por salvar nuestra vida. ¿Sería mucho pedir que hagamos algo cuando el lobo se llama impacto ambiental?

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El pastor mentiroso —también conocida como “El niño que grita lobo”— es una fábula que nos advierte sobre el peligro de las alarmas falsas (incluso una versión de 1962 del mismo cuento lleva por título Un niño y las alarmas falsas). La moraleja del cuento es que nadie le va a creer a un mentiroso, aún cuando esté diciendo la verdad. Pero ¿por qué no le creeríamos a alguien que está diciendo la verdad?

Durante décadas, distintos activistas ambientales, ONGs, instancias gubernamentales, e incluso asociaciones internacionales, nos han advertido sobre la debacle ambiental que está sucediendo en los ecosistemas en los que vivimos y los que nos rodean. Nos han advertido de los problemas que se están generando actualmente y los que, probablemente, se generarán a futuro en caso de que no cambiemos varios de nuestros comportamientos. Nos han explicado posibles soluciones que podemos llevar a cabo, pero ¿qué tanto estamos actuando?

El lobo del impacto ambiental generado por el humano ya está aquí, podemos ver sus consecuencias de maneras muy distintas, es más grande y feroz que muchas de las emergencias que se están atendiendo con urgencia actualmente —como la pandemia generada por el COVID-19—, entonces ¿por qué existe esta apatía, este desinterés aparente en el asunto ambiental?, ¿por qué escuchamos a las y los ambientalistas que nos gritan “¡Ahí viene el lobo!” como si se estuvieran dando una falsa alarma?

Una hipótesis que han trabajado distintos grupos de psicólogos ambientales —quienes justamente se dedican a estudiar los comportamientos y decisiones que tomamos individualmente y como sociedades, alrededor de temas ambientales y de cambio climático— es la de la poza finita de preocupación (finite pool of worry). Este concepto parte de la idea de que nuestros recursos emocionales son limitados, es decir, son finitos. Por lo tanto, aún las personas más preocuponas, tienen una cantidad finita de preocupación.

Uno de los experimentos más conocidos que se han hecho al respecto se realizó con ayuda de un grupo de campesinos argentinos en el 2003. Tres investigadores de las universidades de Columbia y Princeton, liderados por la Dra. Elke Weber, le pidieron a catorce campesinos de La Pampa que anotaran qué tanto les preocupaban (del uno al diez) diversos temas políticos, económicos, ambientales, y los relacionados con su trabajo de agricultores. Después de que cada campesino le pusiera un número a sus preocupaciones, se les mostró una predicción de la cantidad de lluvias que iban a recibir en la región el siguiente año, y dicha predicción pronosticaba un año relativamente seco. Posteriormente, se les volvió a pedir a los campesinos que cuantificaran sus niveles de preocupación ante los mismos temas. Lo que resultó de este ejercicio fue que no sólo la preocupación por temas ambientales y de agricultura había aumentado —como casi todas y todos hubiéramos anticipado—, sino que las preocupaciones por los temas políticos y económicos disminuyeron. Estas cuestiones políticas y económicas se mantuvieron igual en los cuestionarios antes y después de que los campesinos se enteraran de que un año seco estaba por venir, su amenaza o peligro eran idénticos, sin embargo, ahora parecían importar menos. Al parecer, lo que les sucedía a los campesinos es que al preocuparse más por un tema en particular, se preocuparon menos por los demás problemas. Justo lo que se espera cuando la cantidad de preocupación es finita.

Este modelo, el de la poza finita de preocupación, puede entonces ayudarnos a entender un poco qué pasa cuando nos gritan “¡lobo!”. No es que haya un único lobo al cual debemos de estar atentos. Nuestras preocupaciones son muchas, es decir, estamos atentos a muchos lobos. El problema es que no podemos estar preocupándonos por todos los lobos. Además, distintos lobos tienen distinta urgencia. Está el lobo de pagar la renta, el de si nuestros padres se enfermarán de COVID-19, el de mantener los comportamientos que benefician al medio ambiente, el de si cerré la llave de la casa. Cada quien cuantifica sus lobos según su propia situación. Habrá quien le preste la misma cantidad de preocupación al lobo del cuidado del medio ambiente que a cualquier lobo falso, pero esto no implica que no crea en su realidad, certeza o consecuencias; puede solamente implicar que hay situaciones más urgentes dentro de su cotidianidad.

El modelo de la poza finita de preocupación se ha seguido implementado y ha ayudado a repensar algunas estrategias de comunicación sobre medio ambiente y cambio climático. Además, parece indicar que el lobo del cuidado al medio ambiente está cada vez más presente dentro de la sociedad, incluso dentro de la pandemia por COVID-19 que estamos atravesando. En enero de este año un grupo de investigadores ingleses y estadounidenses, coordinados por Adam Mayer, publicaron un estudio en la revista PNAS sobre cómo la preocupación por el cambio climático se ha mantenido casi en los mismos niveles, e incluso, es más grande que la preocupación causada por el COVID-19. Esto, al menos, dentro de la sociedad inglesa que fue analizada.

Pero no todo es preocupación. Incluso la misma Elke Weber ha llamado a cuestionar la hipótesis de la poza finita de preocupación (que no ha sido comprobada contundentemente hasta ahora). En un nuevo artículo que actualmente se encuentra bajo revisión, ella y sus colegas de distintas universidades estadounidenses y el Instituto Europeo de Economía y Medioambiente, también aprovechan la pandemia en la que nos encontramos para hacerse una pregunta: ¿es la preocupación lo que es finito o más bien es nuestra atención? Después de analizar 17 millones de tuits, y realizar una encuesta a más de quince mil personas —sin duda números mayores que los catorce campesinos de la Argentina— lo que encuentran es que, si bien nuestra atención se ha enfocado mucho más en la pandemia, nuestra preocupación por temas ambientales se ha mantenido o incluso ha aumentado.

Lo que Weber y sus colegas proponen es que , aunqueno podemos poner atención a todo al mismo tiempo, nuestra preocupación se mantiene ahí, y no sólo eso, sino que nuestra preocupación se va extendiendo hacia nuevas áreas conforme estas se van añadiendo a nuestra cotidianidad. Entonces, más que evitar sobrepoblar las preocupaciones de un público o sociedad, Weber y colegas proponen que estas preocupaciones demanden acciones —si bien no necesariamente de manera individual (ya que nuestra atención es finita), sí por  la capacidad de toma de decisiones— y que el reconocer las implicaciones ambientales de esta pandemia puede ayudar a empujar nuevos y más poderosos lineamientos y leyes a favor del medio ambiente. En lugar de sólo preocuparnos por un problema a la vez.

Dejando atención y preocupación de lado, el siguiente problema es cómo tomar decisiones. También puede pensarse desde quién toma las decisiones. Tomemos el ejemplo del humedal de Xochimilco: la Coordinación de Pueblos de Xochimilco, así como varios académicos, se han dado a la tarea de intentar detener la destrucción del humedal que se está realizando en aras de la construcción de la supervía oriente. Han hecho llamados y cartas a la jefa de gobierno de la CDMX Claudia Sheinbaum, así como a distintas instancias gubernamentales, pero parecen caer en oídos sordos.

La Dra. Stacia Ryderexperta en el estudio de toma de decisiones por parte de instituciones y comunidades dentro del contexto de la justicia ambiental, dice mediante un correo para Este País: “si los procesos de decisión estuvieran diseñados de una manera más pareja, donde las empresas poderosas —como las de los hidrocarburos— no tuvieran ventajas injustas sobre los demás, principalmente miembros de la comunidad local, tal vez podríamos observar una mayor toma de decisiones orientada a la mitigación y la adaptación, así como una mejor aprobación de la ciencia del clima”.

Es decir, tenemos que asegurarnos de que,quien tiene el mayor poder para detener al lobo, no esté realmente alimentándolo. En palabras de la Dra. Ryder: “debemos asegurarnos que haya una mejor representación en términos de quiénes se convierten en nuestras y nuestros tomadores de decisiones”.

Estos tomadores de decisiones, aparte de querer tomar decisiones a favor del medio ambiente, deben de informarse o, mínimamente, estar bien asesorados. El pasado 2 de febrero, como cada año desde 1997, se celebró el Día mundial de los humedales. Con esta excusa, el presidente municipal de Tampico, Jesús Nader, liberó 15 mil ejemplares de tilapia, en el Área Natural Protegida de La Laguna en el estado de Tamaulipas. La tilapia es una especie invasora que contribuye a la destrucción del ecosistema. En palabras del Dr. Luis Zambrano, ecólogo del Instituto de Biología de la UNAM, “es como ir a deforestar para celebrar el día del árbol”. De nuevo: asegurarse de detener al lobo, no alimentarlo.

Las y los tomadores de decisiones deben cubrir distintos flancos del lobo. No sólo asegurarse de que no haya recortes de presupuesto, como el sufrido por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), o que la impunidad ante el asesinato de ambientalistas siga existiendo, tal como lo menciona Luis Mendoza Ovando. Pero ¿qué nos queda al resto de los ciudadanos? Quienes, por las razones que sean, no nos convertimos en activistas, pero estamos preocupados y prestándole atención a los problemas ambientales.

La Dra. Sara Constantino, investigadora en temas de toma de decisiones en políticas sociales y ambientales, dice en un correo a Este País: “Al enfrentarse con problemas complejos, las personas solemos voltear a ver a aquellos que están a nuestro alrededor buscando pistas acerca de cómo actuar, o saber cuál es el comportamiento adecuado a tener. Este comportamiento puede crear fuerzas sociales que mantengan comportamientos indeseables que lleven a normas aparentemente establecidas, pero también puede convertirse en un motor de cambio muy poderoso: una vez que una minoría suficiente cambia sus puntos de vista y sus comportamientos, estas fuerzas sociales pueden generar un cambio en las prioridades de una comunidad más amplia”.

Este 20 de febrero se cumple el segundo aniversario luctuoso del asesinato de Samir Flores, un campesino indígena, integrante de la Asamblea Permanente de Pueblos de Morelos y del Consejo Nacional Indígena, quien se oponía activamente a la termoeléctrica de Huexca, en el municipio de Yecapixtla, así como al gasoducto que en el 2011 se empezó a instalar en Amilcingo. Samir no sólo gritaba lobo en las asambleas, sino que era un gran comunicador desde las ondas radiofónicas de la radio comunitaria Radio Amiltzinko. El gobierno ha negado que el asesinato de Samir haya sido causado por su activismo social y ambiental. Pero lo que ahora sabemos es que Samir era semilla. Y su mensaje ha germinado.

Durante este mes habrá distintos eventos para celebrar la vida de Samir, así como para dialogar sobre la defensa ambiental que sigue presente en esa región del estado de Morelos. Un ejemplo son una serie de conversatorios bajo el nombre: “Minería metálica en Morelos: sin agua no hay vida”, que desde el jueves pasado hasta el 25 de marzo sucederán cada jueves desde una plataforma virtual. Asimismo, la Asamblea de los plantones de Huexca y Asurco, convocan a un encuentro para dialogar, entre otros temas, sobre un plan de acción para pedir justicia por el asesinato de Samir y otros ambientalistas, así como frenar la instalación y acción de la termoeléctrica de Huexca. Estos esfuerzos nos dicen que el diálogo y la comunicación son en sí, formas de resistencia. Nos están pidiendo estar atentos al grito de Lobo y compartirlo.

Tanto los ecosistemas como nuestra sociedad son sistemas complejos, y por definición, son susceptibles a cambios pequeños. Nunca sabemos cómo van a repercutir nuestras pequeñas acciones. Está bien si el lobo del daño al medio ambiente no es nuestra prioridad diaria. Tal vez sólo tenemos que enfrentarlo de a poco, hablar sobre él en nuestra comunidad y con nuestras amistades. Apoyar a quienes lo estén enfrentando de manera directa, y ser constantes. Escuchar la alarma de que aquí está. No viene, ya está aquí. Necesitamos escuchar a los que nos lo están gritando.

Nota del autor: Los lobos a los que me refiero en este artículo son completamente metafóricos y están presentes para ayudarme a construir una narrativa. Ningún lobo debe de ser lastimado por el bien del ecosistema. Si desean saber más sobre estos maravillosos animales, visiten: https://www.gob.mx/conanp/articulos/el-lobo-mexicano-vuelve-a-la-vida-libre

Fuentes

Hansen, J., Marx, S., and Weber, E. U.: 2004, The Role of Climate Perceptions, Expectations, and Forecasts in Farmer Decision Making: The Argentine Pampas and South Florida. International Research Institute for Climate Prediction (IRI), Palisades, NY: Technical Report 04–01

Darrick Evensen, Lorraine Whitmarsh, Phil Bartie, Patrick Devine-Wright, Jennifer Dickie, Adam Varley, Stacia Ryder, Adam Mayer. “Effect of “finite pool of worry” and COVID-19 on UK climate change perceptions” Proceedings of the National Academy of Sciences Jan 2021, 118 (3) e2018936118; DOI: 10.1073/pnas.2018936118

Sisco, M., Constantino, S.M., Gao, Y., Tavoni, M., Cooperman, A.D., Bosseti, V., Weber, E.U. (2021) “Finite Pool of Worry: Evidence and Qualifications.” [Under Review]

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