De Iztapalapa para el mundo

Taberna es la columna mensual de Fernando Clavijo. En esta ocasión, nos platica de su visita a una planta empacadora de té ubicada en Iztapalapa.

Texto de 02/04/20

Taberna es la columna mensual de Fernando Clavijo. En esta ocasión, nos platica de su visita a una planta empacadora de té ubicada en Iztapalapa.

Tiempo de lectura: 4 minutos

Como parte de la búsqueda de temas relacionados con la alimentación que vayan más allá de la reseña de restaurantes, hace unos meses visité una planta empacadora de té.  Los procesos industriales en general siempre me han parecido fascinantes, y cualquier fabricación, hasta la más sencilla, muestra inventiva en su manera de mezclar la mecanización con el factor humano.

La planta está en Iztapalapa, uno de los reductos industriales de la CDMX1, que desde la década de 1970 empezó a perder cementeras, automotrices y bodegas debido al aumento en el costo del suelo y transporte, así como presión sobre factores ambientales. Con ello, la CDMX fue cediendo su actividad manufacturera a favor del sector servicios, algo natural en la modernización de una economía. Sin embargo, esta ciudad es tan grande que aun quedan kilómetros y kilómetros cuadrados de plantas productivas, como pude ver en mi tramo hacia Therbal. Hay muchas plantas de industria alimentaria, pero cerca de donde yo iba había una que manipula el cobre para tuberías, y otra que produce rejillas de plástico para pisos de tezontle o gravilla.

El talento abunda en esta colonia, como muestra de sobra el grupo musical al que hace referencia el título de esta reseña. Pero también el empleo y la producción de la que tantas familias de clase media o media alta obtienen su ingreso. Los Ángeles Azules se crearon a finales de 1970, y concuerdan con la historia exitosa de estas fábricas que supieron aprovechar las oportunidades de las últimas 4 o 5 décadas. El caso de Therbal es solo un ejemplo más: Fundada en 1976 por un oaxaqueño que empezó moliendo plantas en el patio de su casa, ahora esta empresa emplea a 120 mexicanos y es una de las principales marcas de té en México. 

Mi guía es el químico-farmacéutico Israel Mora, cuya profesión me da a entender que la verdadera vocación de la empresa no son las bebidas aromáticas sino la herbolaria. Esto es así desde su fundación, y obedece a la idiosincrasia nacional. Si bien en Asia, Europa y Sudamérica el té es tanto un ritual social o un lugar como una bebida, en México el té es más afín a un remedio. El conocimiento popular recomienda infusiones para el dolor de cabeza, la digestión, problemas renales o hepáticos, y la metodología de la empresa consiste en sistematizar esta sabiduría. Si es común decir que el árnica sirve para los golpes, el equipo técnico y laboratorio de la empresa recopilan los estudios relacionados con la árnica montana, estandarizan la dosis que cada bolsita debe contener y, una vez obtenido el permiso de la Secretaría de Salud, lanzan el producto al mercado. Como ejemplo, una de sus infusiones, etiquetada como “coadyuvante en la gastritis” y llamada Kundalini, contiene corteza de cuachalalate, amphipterygium adstringen, un cicatrizante natural.2

Mi guía me explica que los espacios están divididos entre almacén, molienda y mezcla, laboratorio y envasado. De estos, el más interesante es el envasado, un proceso lineal con seis señoras que operan una máquina argentina de esas que uno podría mirar todo el día: como un reloj de plata, solo que un poco más rápido; sus segundos son sobres y sus horas son cajas. El mecanismo está a la vista: por un lado papel de palma de un rodillo—que crece solo en Filipinas y se procesa en Alemania— forma bolsitas alrededor del té molido que cae en porciones exactas de la boca de un embudo. Por otro el hilo de un ovillo se encuentra con la bolsa a punto de cerrarse, y con una etiqueta que viene de un carrete que parece de estampillas, cada una lamida por un pincel de adhesivo. Sobre, hilo y etiqueta van a enfundarse uno a uno en otro papel que como origami se transforma en envoltorio. Sellados con calor, los paquetitos se juntan al final de un cinturón hasta sumar veinticinco, cuando por gravedad se deslizan a una cajita que una señora cierra y apila con otras tantas. El producto final: una caja de cajitas, llenas de sobres de bolsitas de 30 gramos de té. Tan solo en té verde de China, estos sobrecitos suman unas 80 toneladas al año.

El té es la bebida más consumida en el mundo y no, no la inventó Astérix en su paseo por Britania. Tampoco los ingleses, que lo conocieron gracias a mercantes portugueses en el siglo XVI, aunque sí tuvieron una mano en su industrialización y difusión. A pesar de que la hierba ya existía en la India, su producción y consumo masivos fueron parte de una guerra comercial inglesa en la década de 1820 para terminar con el monopolio chino. Ellos, los chinos, sí inventaron la costumbre de beber el té hace unos 5,000 años3. Hoy en día en Japón es una ceremonia, en India e Inglaterra un lugar común, y en México una opción saludable y económica a refrescos, remedios, alcohol (como se acostumbra en los países musulmanes) y por supuesto al café. Es cierto que el té contiene cafeína4 , pero su liberación al cuerpo es más lenta que la del café —por lo que no hay “bajón”—, lo que lo convierte en un excelente aliado no solo para meditar, sino para ponerse a trabajar. EP

1  Junto con Iztacalco, Cuautitlán Izcalli, Atizapán, Xochimilco, Azcapotzalco y Tlanepantla.

2 La diferencia entre té e infusión es la siguiente. es una planta llamada Camellia sinensis, originaria del Este de Asia, con variedades verde, negro, blanco, y oolong. Infusión es todo lo demás, hierbas y flores que sueltan aromas y compuestos químicos a través de su contacto con el agua caliente. El chai es té negro con especias. Productos como el English Breakfast, Darjeeling, Earl Grey, etc, son solo diferentes mezclas y no variedades en sí.

3 Su alto contenido de vitamina C lo hace ideal para los pueblos de montaña, como el Tibet, que lo consumían como sopa medicinal.

4  La “teína” no existe.


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