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Se entiende mal esto de no querer cumplir

más años, como también se entiende

mal al pobre Peter Pan

disfrazado

de Tom Waits

disfrazado a su vez de diablito

(de Sylvia Plath ni hablemos).

.

Se entiende

mal el español y sus malas decisiones

al escoger los verbos, su aplastante fuerza

ejercitando el pistón de nuestras vidas

cumple un año,

cumple otro año,

cumple otro año,

cumple,

cumple,

y tenerlos todos,

.

guardarlos. Como si la alacena azul

de nuestros días

no tuviera suficiente

con los cinco o seis momentos que guardamos

como frascos de especias

que nunca usaremos

pero por si las dudas

.

tener uno, ocho

años

tener veinticinco, cuarenta y tres,

.

tenerlos y no saber qué hacer con ellos,

si cargarlos a cuestas cada día

o llevarlos en las manos a las fiestas

que ofrecen en nuestro honor,

en honor a cumplir y tener

el horario correcto, la tibia responsabilidad

de no morirse otro año.

.

Se entiende mal la envidia

de otras lenguas. El deseo

de sus verbos amables

que no se obligan a cumplir

años, que los dejan ser

.

un año que es

y luego otro,

una oruga que se arrastra a través de jardín

y luego otra,

y otra,

orugas que se arrastran y no llegan

a ninguna parte,

no tienen y no cumplen y se resisten

a la obligación de hacer capullos

de crecer y se agradece

que no nos traigan la imagen cursi

de convertirse en mariposas. No

.

Cumplir, no tener

treinta y cinco años. Tú también

.

resiste la imagen cursi,

la tersa mariposa enmielada de decirlo:

“Soy treinta y cinco años. No tengo, Soy…”

.

Resiste

y deja que esta oruga

siga arrastrándose

hacia ninguna parte