La paridad no es feminismo

Es un error mencionar que el feminismo se beneficia de la acción u organización política, cuando son los feminismos, precisamente, los actos políticos que han cuestionado toda organización y agenda patriarcal. Sofía Margarita cuestiona la paridad de género como una política feminista en un país donde las mujeres siguen siendo ciudadanas de segunda clase.

Texto de 10/02/21

Es un error mencionar que el feminismo se beneficia de la acción u organización política, cuando son los feminismos, precisamente, los actos políticos que han cuestionado toda organización y agenda patriarcal. Sofía Margarita cuestiona la paridad de género como una política feminista en un país donde las mujeres siguen siendo ciudadanas de segunda clase.

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Hace unas semanas, el Canciller Marcelo Ebrard retuiteó una tabla comparativa de la OCDE sobre la paridad en el ámbito legislativo a nivel mundial. México, señala la tabla, encabeza la lista. Ebrard acompaña la imagen con la siguiente línea: “Política feminista, México es el número uno”. Al canciller le llovió con ganas, como suele llover en Twitter, por la evidente falta de conciencia con relación al uso del concepto “política feminista”, porque, no señor, la paridad no es feminismo.

El feminismo o los feminismos, donde el todo es superior a las partes, pero cada parte es un todo en sí misma, son políticos. Lo son por su historia, por lo que los compone, por lo que buscan, lo son porque no habría forma de que no lo fueran. Sin embargo, dar por hecho que una mujer por ser política es feminista, o echarse el tiro de resignificar la paridad como si esta lo fuera, carece de perspectiva y criterio. Además, la paridad no es un regalo: el padrón electoral está comandado hoy por 52% de mujeres. Por ende, la paridad es la representatividad que le corresponde a las mexicanas.

Esa paridad es, sin duda alguna, un logro relevante y merecido. Sin embargo, aquellas legisladoras, quienes abanderan el quehacer de la mujer desde el gobierno, no necesariamente lo hacen desde el feminismo. Aún hoy, en este México que presume ser punta de lanza en el número de mujeres legisladoras, el derecho a elegir sigue sin cruzar el territorio de punta a punta. Esta discusión está al centro de la identidad actual de la política feminista por una simple y sencilla razón. En la amplitud de voces, contextos, necesidades y prioridades feministas no caben las ambivalencias ante el derecho a elegir de una sobre su cuerpo, porque esa voluntad es una declaración ante el estado: en este cuerpo no entras, no mandas. Mi cuerpo es soberano. Limitarlo o subyugarlo a una ley es regir sobre la mujer por ser mujer y ese sesgo en ninguno de los feminismos tiene espacio. 

Una no nace con un manual de feminismo bajo el brazo por el simple hecho de identificarse como mujer, definición que a su vez es una construcción social en sí misma. Hay quienes nos tardamos en entendernos feministas. Hay ambivalencias privilegiadas, desinformadas, justificadas, confundidas, e incluso en el proceso de reconocimiento nos encontramos con que hay feminismos radicales, transfeministas, feministas liberales, factuales, feministas legalistas, de la igualdad y de la diferencia, entre tantas otras. Pero la esencia no está en la etiqueta o en la definición; está en la lucha contra los dogmas impuestos por el patriarcado, los cuales han sido absorbidos tanto por hombres como por mujeres. Basta con reconocer que cualquier acto, por mínimo que sea, de sujeción de la mujer es una violación de sus derechos y que hay que luchar para erradicarlo.

“Una no nace con un manual de feminismo bajo el brazo por el simple hecho de identificarse como mujer, definición que a su vez es una construcción social en sí misma. Hay quienes nos tardamos en entendernos feministas.”

Sería útil entender eso como el punto central que otorga un valor urgente al feminismo en la política. La horizontalidad latente de las corrientes feministas requiere de la adopción de las causas de otras, dejando de lado si nos atañen directamente o no. Si bien el punto de partida fueron los derechos cívicos básicos de las mujeres, hoy nos arropan los ecofeminismos, la lucha en contra de la austeridad machista, los gritos llenos de rabia que exigen casi desde el absurdo: no me pegues, no me violes, no me mates. Incluso quienes rechazan el término, pero cargan causas que impulsan la soberanía de la mujer y su gobernanza, son bastiones clave para entendernos y reconocernos, lo cual no viene fácil.

“La horizontalidad latente de las corrientes feministas requiere de la adopción de las causas de otras, dejando de lado si nos atañen directamente o no.”

El 2021 nos presenta la oportunidad de revisar esta lucha y su representación: la representación de la mujer no como símbolo, sino como igual. El movimiento que nació hace ya más de dos siglos para pelear en contra de la desigualdad, que se ha convertido en muchos otros movimientos, continúa transformándose. En México, el feminicidio, las violaciones y el abuso nos llenaron de rabia, una rabia unificadora: salimos a la calle y nos reconocimos. Hoy hay niñas de doce años que se identifican feministas y no se enredan en las parcialidades, tienen orgullo por ser mujeres y no se cuestionan la igualdad. A ellas no les toca darnos esperanza, esa chamba es de nosotras: las mujeres jóvenes que vamos a jugar un rol en el ejercicio democrático que nos acecha. 

“Hoy hay niñas de doce años que se identifican feministas y no se enredan en las parcialidades, tienen orgullo por ser mujeres y no se cuestionan la igualdad.”

Continuamos abanderando las causas de quienes nos anteceden, pero con nuevos dejos de imparcialidad, desterrando aquellas desventajas asumidas ante el patriarcado que considera que por tener paridad la política es feminista. No basta. La brecha abierta por nuestras madres y abuelas hoy tiene retos enormes de inclusión: luchar para que la igualdad sea de todas y para todas. El seis de junio saldremos a votar. De 52% del padrón compuesto por mujeres, casi el 30% tiene entre 18 y 29 años (con otro 20% entre los 30 y los 39). En pocas palabras, casi la mitad de quienes podrán votar son mujeres de menos de 40 años. La representatividad tiene que dar la cara por las causas y el futuro de todos esos millones de ciudadanas. El terreno es fértil, el marco legal de la paridad lo ha favorecido. Vamos por lo que sigue: por los derechos de todas. EP

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