De lo viejo a lo chavoruco: ¿dónde están los jóvenes en la política?

Luis Mendoza Ovando examina el cambio generacional y la falta de representación de los jóvenes en partidos políticos, junto con el desencanto electoral y la creciente participación de los movimientos feministas como fuerza revitalizadora en el panorama político mexicano.

Texto de 12/02/24

Luis Mendoza Ovando examina el cambio generacional y la falta de representación de los jóvenes en partidos políticos, junto con el desencanto electoral y la creciente participación de los movimientos feministas como fuerza revitalizadora en el panorama político mexicano.

Tiempo de lectura: 8 minutos

Hace seis años, en enero de 2018, renuncié a mi trabajo. Era la primera vez que conseguía un empleo “de adulto” después de haberme graduado de la universidad. Hablé con mi jefa y le dije que yo no quería ver las elecciones como espectador. 

En aquel periodo electoral una docena de mis amigos y yo decidimos registrar una candidatura independiente al congreso local de Nuevo León en el marco del movimiento de Wikipolítica. La persona menos joven en aquel viaje, contra la lógica, era la candidata que tenía apenas 27 años. El resto, los integrantes de su equipo teníamos 23 o 24 años. 

En esa campaña descubrí que bajo el sol inclemente de la primavera regiomontana sólo habitaban las calles los Testigos de Jehová y nosotros. Ambos grupos hacíamos lo mismo: tocar el timbre, casa por casa, ofreciendo algo que suena sospechoso e incomprobable. Ellos, la salvación eterna; nosotros, una opción política noble. 

Recuerdo que en esos días de caminatas los vecinos se conmovían al vernos en la calle y no faltaba el que nos invitaba un vaso de agua. “Es que están bien chavos”, era una explicación que soltaban para sí mismos y que después de la elección supe que era un “no saben lo que hacen” dicho en clave. 

“¿Cuántos años tienen?”, preguntaba alguna vecina. “Yo tengo 23, pero la candidata, 27 y mucha experiencia”, respondía para tratar de ser convincente. “Bueno, ella ya no es tan joven”, replicaba. 

Escribir que esta incursión política terminó en derrota electoral es predecible, pero esta anécdota personal brincó a mi memoria cuando vi el video en que destaparon a Jorge Álvarez Máynez a la presidencia. 

En una terraza en una casa en San Pedro, el municipio más acaudalado de la ciudad de Monterrey, Samuel García, gobernador de Nuevo León, y Mariana Rodríguez, primera dama y precandidata a la alcaldía de Monterrey, recalcaban, en una sobre mesa plagada de cervezas, la juventud de Álvarez Máynez a sus 38 años de edad.

@samuelgarciasepulveda

Los jóvenes hemos demostrado una y otra vez que sí se puede. Por eso hoy les presento a mi coordinador de campaña, mi compadre, amigo y compañero de luchas Jorge Álvarez Máynez. ¡Ánimo!

♬ sonido original – Samuel Garcia

¿Hasta cuándo se deja de ser joven en la política? Para los vecinos regiomontanos, los 27 años en una mujer ya eran muchos. Para el Sistema de Apoyos a la Creación y a Proyectos Culturales (antes FONCA), el fin de la juventud creadora es a los 35 años. Para muchas personas atravesando la crisis de los 40 la juventud, es una filosofía de vida. 

En la política, la juventud no es un dato verificable, sino un atributo de marketing –como la honestidad–, pero creo que también revela un dilema más interesante al interior de las fuerzas políticas y es que el cambio generacional se está dando de forma más lenta de lo habitual. 

Los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) dan muestra de ello. Si se revisan los datos de población económicamente activa en instituciones administradas por gobiernos, podemos ver que la cantidad de jóvenes en este tipo de empleos ha disminuido entre 2005 y 2023. 

Por ejemplo, en 2005, uno de cada tres burócratas tenía entre 20 y 35 años, pero para 2023 el porcentaje ha disminuido a 27 %, es decir, ha caído seis puntos porcentuales. En ese mismo periodo, la población que trabaja en Gobierno y que tiene 50 años o más pasó de ser el 17 % de la fuerza laboral en este sector al 32 %. 

Los datos muestran que nuestro gobierno se ha avejentado en los últimos años y eso ha traído consigo cambios discursivos. Ahora se renombra lo maduro como viejo para que los perfiles que vieron su juventud irse en la espera de una oportunidad electoral puedan seguir motivados esperando. Se le dice a lo viejo maduro o experimentado, para mitigar el hecho de que quizás haya perfiles que llevan ya décadas en la palestra pública sin dar los mejores resultados.

“Ahora se renombra lo maduro como viejo para que los perfiles que vieron su juventud irse en la espera de una oportunidad electoral puedan seguir motivados esperando”. 

Este cambio semántico de la juventud tiene efectos diferenciados en los políticos experimentados y en los jóvenes. En el primer caso, los políticos con “colmillo” están compitiendo por puestos que eran de iniciación o están cambiando de partido para mantener o crecer su carrera política. 

En el caso de Nuevo León, por ejemplo, resulta notable el caso del PRI y el PAN. Por los acuerdos generados en torno a la alianza Va Por México, el partido tricolor es el encargado de designar a los candidatos al congreso local y las municipalidades. Candidatas que en el pasado contendieron a la gubernatura o por las alcaldías del área metropolitana, ahora “suenan” como precandidatos al congreso local. Este es el caso de Ivonne Álvarez y Paco Cienfuegos. También en esa ciudad, el PAN, por ejemplo, lanzará por quinta vez a Mauricio Fernández, a sus 73 años de edad, a la alcaldía de San Pedro con la esperanza de que pueda gobernar por un cuarto periodo en su carrera, mientras que otros perfiles de su cantera son hechos a un lado o compensados con la idea de tener puestos clave en la administración municipal. 

Del segundo fenómeno, el reciclaje de candidatos, un ejemplo prístino es lo ocurrido con Jorge Carlos Ramírez Marín y Verónica Camino Farjat, que en 2018 contendieron al Senado en el estado de Yucatán por el PRI y ahora nuevamente buscan un escaño, pero simplemente invirtiendo el orden de la fórmula y cambiando de partido: esta vez son abanderados de Morena.

En el caso específico de Morena, decidir arrancar una contienda electoral con un político conocido antes que con uno formado por el partido va en detrimento del propio esfuerzo que llevan construyendo desde agosto de 2018, cuando anunciaron la creación del Instituto Nacional de Formación Política.

Este Instituto era el esfuerzo del partido para brindar cursos y capacitación teórica y de organización comunitaria para sus bases, con un énfasis también en seguir captando jóvenes, aunque las clases del Instituto estaban abiertas a personas de todas las edades. 

Sin embargo, ¿qué incentivos le quedan a los jóvenes que participan en el Instituto de Formación Política, si al final puede un priísta de toda la vida llegar de la nada a ganarles el lugar?

En el caso de los jóvenes en la política, pienso que ocurren dos fenómenos. Por un lado, los “jóvenes” treintañeros que tienen una carrera mediatizada por las redes sociales se están volviendo tomadores de decisiones. Por otro lado, los partidos nuevos, que no tienen perfiles experimentados de los cuales echar mano, están apostando por perfiles jóvenes para dar pelea principalmente a nivel local. 

Del primer fenómeno, vale la pena resaltar lo ocurrido en Nuevo León con Movimiento Ciudadano y en Jalisco con Futuro. El partido naranja en Nuevo León está reducido a tres perfiles: Samuel García de 36, Mariana Rodríguez de 28 y Luis Donaldo Colosio de 38. El primero intentó ir a la presidencia y no pudo hacer política para pactar un gobernador interino con el PRI y el PAN por lo que regresó a su puesto. Colosio está compitiendo por el puesto al Senado en Nuevo León y el hueco que está dejando en la alcaldía de Monterrey lo buscará ocupar la influencer –y esposa del gobernador– Mariana Rodríguez. 

El problema es que a nivel local se juegan 51 municipalidades y 26 distritos. Lo segundo, en teoría, es una prioridad para el gobernador García: necesita del Congreso para conseguir el presupuesto necesario para terminar las obras que ha prometido, nombrar un Fiscal general del estado y cuidarse las espaldas rumbo a la siguiente elección. Sin embargo, la falta de perfiles dentro de MC, por un lado, ha permitido que jóvenes de su cantera sean precandidatos en prácticamente todos los distritos, pero al mismo tiempo tendrán que competir con candidatos priístas que tienen décadas de trabajo político en la comunidad y de contactos en medios de comunicación. 

En el caso de Jalisco, Morena y Futuro, partido encabezado por Pedro Kumamoto, van en alianza para buscar restar fuerza a Movimiento Ciudadano en ese estado. El caso de Kumamoto es notable: como candidato independiente y ya en construcción de su partido político su principal bandera política era su diferencia de la política tradicional y una alianza; en ese sentido, es una inconsistencia con su discurso más esencial. 

No obstante, al haber acordado la candidatura por Zapopan, también el partido Futuro ha logrado perfilar candidatas treintañeras en siete distritos, en Guadalajara, Zapopan y Tlajomulco, que gracias al arrastre del partido en la presidencia podrían terminar en el congreso de Jalisco y con ello romper la dinámica de un espacio legislativo que lleva por lo menos 6 años destacando por su homogeneidad y por estar siempre alineado a la política del gobernador saliente: Enrique Alfaro. 

Sin embargo, los ejemplos anteriores si bien configuran candidaturas “jóvenes” con equipos que realmente lo son, no terminan de explicar dónde están ejerciendo su participación activa las juventudes en México. 

De entrada, hay que hablar de un desencanto con la democracia que se ve con claridad en el abstencionismo. Según datos del INE, 58.3 % de los jóvenes entre 20 y 24 años no votaron en las elecciones del 2021. Entre los jóvenes de 25 a 29, el porcentaje se eleva a 60.4 %. Sin embargo, los datos también revelan que los porcentajes de participación en estos grupos de edad son ligeramente más altos que en la elección intermedia de 2015. 

En 2021, el propio INE hizo un estudio sobre la percepción de los jóvenes en torno a la democracia con datos obtenidos por el INEGI en 2018. Ese estudio muestra que sólo el 3.3 % de los jóvenes militan en un partido político. Además, el 90 % de los encuestados respondió que el Gobierno se interesaba poco o nada en los jóvenes. Sobre quién sí interesa en los jóvenes, el 18.3 % respondió que nadie y el 50 % que las propias familias. 

Estos datos explican por qué en los últimos diez años la participación política de los jóvenes se ha dado principalmente en contextos universitarios y lejos de los partidos políticos.

En 2012, por ejemplo, el #YoSoy132 reanimó políticamente a la juventud en torno a la idea de democratización de los medios de comunicación en el contexto de una elección que se antojaba previsible, como la que estamos viviendo ahorita. Muchos miembros de aquel movimiento ahora están en las filas de partidos como Morena, pero eso no borra el impacto que tuvo en su presente. 

Ese movimiento durante el sexenio de Enrique Peña Nieto fue mutando y logró engarzarse con otros momentos de movilización indignación entre los jóvenes, como es el caso de Ayotzinapa y ese enojo puede explicar la atracción que tuvo el hoy presidente entre los jóvenes en la elección de 2018, alcanzando más del 50 % de la intención del voto según un estudio Así Votamos elaborado por México Cómo Vamos.

“…de cara al proceso electoral que se avecina, más que responder cómo votarán los jóvenes, pienso que es más interesante analizar dónde están participando”.

Ahora bien, de cara al proceso electoral que se avecina, más que responder cómo votarán los jóvenes, pienso que es más interesante analizar dónde están participando. El movimiento político de juventudes equiparable en este sexenio está en los feminismos. Se da en un contexto de violencia contra las mujeres que no tiene precedentes, con protestas que cada 8 de marzo son más grandes y que se replican con más fuerza en todas las ciudades del país. Al mismo tiempo, en el contexto de una política dicotomizada por el presidente López Obrador, los feminismos se han vuelto un movimiento que no puede encasillarse ni dentro ni fuera del obradorismo o la oposición. 

Por otro lado, los datos muestran que, entre la juventud, de los 29 años hacia atrás, las mujeres participan más que los hombres y en el bloque de entre 24 y 29 años la diferencia es de más de 10% de diferencia. De ahí que podamos inferir que los movimientos feministas, aunados a una generación donde las tienen una mayor participación democrática, pueda ir desde ahí un semillero de candidatas, funcionarias y activistas que seguramente marcarán la tendencia política de la próxima década y en ello deshacer el bloqueo de edad que vive la política en la actualidad. En otras palabras, pareciera que será la participación de las mujeres lo que refresque un presente político que va de lo viejo a lo chavoruco. EP

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