Hacer divulgación de la historia: una gran oportunidad para decir “no sé”

En este texto, Mario E. Fuente Cid describe algunos de los desafíos y dilemas que se presentan en la divulgación histórica.

Texto de 11/08/23

Litografía a partir del Códice Florentino, mostrando

En este texto, Mario E. Fuente Cid describe algunos de los desafíos y dilemas que se presentan en la divulgación histórica.

Tiempo de lectura: 3 minutos

Se dice que hacer la pregunta correcta es tener la mitad del problema resuelto, sin embargo, nadie nos asegura que encontraremos la otra mitad. Así, entre las muchas preguntas posibles que se plantean al divulgador de la historia, varias de ellas, desafortunadamente, no se pueden responder. De múltiples maneras hacer divulgación es una gran oportunidad para decir “no sé”.

Existen varias razones por lo que esto es así. Puede ser que aún no existan investigaciones que aborden la pregunta específica, o que la falta de evidencia, los huecos, los vacíos y los silencios en la historia limiten la posibilidad de estudiar ciertos temas con la profundidad que quisiéramos. También puede ser que existan debates y temas controversiales para los que no es posible ofrecer respuestas claras y concretas.

Antes de continuar, considero necesario mencionar dos premisas. La primera es que la divulgación de la historia, al igual que la divulgación científica en general, se basa en investigaciones y trabajos publicados, generalmente en libros, revistas y artículos académicos, revisados por pares. Es decir, quien divulga historia no está inventando las respuestas; siempre es importante señalar las fuentes y referencias que respaldan aquello que se está comunicando.

“[…]¿divulgamos la investigación, a pesar de estar en desacuerdo, o no la divulgamos?”

La segunda premisa es que no todas las personas que se dedican a la divulgación son historiadores con formación académica. Quienes sí lo somos, como es mi caso, y nos dedicamos profesionalmente al estudio de la historia, tenemos cierta “ventaja metodológica” a la hora de exponer o comentar ciertos temas: la lectura crítica de los textos nos permite detectar puntos con los que no estamos de acuerdo, ya sea por el enfoque teórico o porque la investigación en cuestión presenta argumentos o pruebas débiles. Llegados a este punto, nos encontramos ante un dilema: ¿divulgamos la investigación, a pesar de estar en desacuerdo, o no la divulgamos?

“[…]no se trata de simplemente arrojar datos así como así: hay que hacernos responsables de los contenidos que estamos compartiendo”

Cuando me enfrento a una esta situación en algún podcast o en twitter, es común que me pregunten de cualquier manera: “Entonces, ¿qué investigación recomiendas para tal tema?”, y esto nos lleva a un problema realmente profundo. Creo que aquí se presenta una oportunidad para, primero, relacionar la divulgación con la investigación histórica y, segundo, mostrar que la investigación siempre es un proceso inacabado, es decir, en constante construcción, y que las teorías, postulados e hipótesis se ponen continuamente a prueba y debate. También considero importante señalar que no se trata de simplemente arrojar datos así como así: hay que hacernos responsables de los contenidos que estamos compartiendo, generando, en la medida de nuestras posibilidades, un proceso de acompañamiento de los mismos, esto es, comprometernos a resolver la dudas subsecuentes que surjan y, programar nuestros contenidos en vísperas de generar cursos o talleres que permitan profundizar más los temas abordados.

Una última consideración: existen procesos históricos que, por su importancia y magnitud, sí han sido bastante estudiados, por ejemplo, el periodo novohispano. No podemos negar que hay muchos temas pendientes sobre la Colonia, pero definitivamente se ha escrito mucho sobre el tema. Entonces, cuando alguien pide una recomendación de lectura sobre la Nueva España, queda claro que cualquier material de lectura que pueda recomendar no representará sino una diminuta fracción de ese complejo periodo histórico de tres siglos. Nos enfrentamos a una nueva disyuntiva, y es que se necesita mucha más gente haciendo divulgación para poder trasladar, “traducir” y sintetizar todo ese enorme volumen de publicaciones académicas a un lenguaje que pueda responder a las preguntas del gran público.

En conclusión, estamos ante un reto, sí, pero también ante la gran oportunidad de mostrar el procedimiento de cómo se lleva a cabo la investigación histórica y que, en muchas ocasiones, no hay una respuesta definitiva, sino más preguntas. Además, esto nos obliga a recordar cuales son los fines de hacer divulgación: fomentar el sentido crítico, responder a la curiosidad de conocimiento histórico y, además, señalar que hacen falta más investigaciones y más divulgación. Hacer explícitos todos estos retos tiene también la intención de despertar aún más la curiosidad entre el público y animarlos a estudiar carreras como Historia, Arqueología o Etnohistoria. Quién sabe, quizás en el futuro sean estas personas las que logren resolver estos temas pendientes. EP

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