Trump y el proyecto nuclear iraní

El exembajador Héctor Cárdenas, miembro del grupo México en el Mundo, analiza el acercamiento entre EUA e Irán: un giro que reconfigura el tablero regional y enciende las alertas en Arabia Saudita e Israel.

Texto de 21/04/25

El exembajador Héctor Cárdenas, miembro del grupo México en el Mundo, analiza el acercamiento entre EUA e Irán: un giro que reconfigura el tablero regional y enciende las alertas en Arabia Saudita e Israel.

Los países no tienen amigos permanentes, ni enemigos permanentes, solo tienen intereses permanentes.  

Lord Palmerston

Quienes se muestran sorprendidos por el acercamiento entre los Estados Unidos e Irán, en el marco del acuerdo para la suspensión de cualquier investigación que pueda conducir a la producción de armas nucleares por parte de Irán, adoptado sorpresivamente por el presidente Trump, viven seguramente en un mundo exótico. Esto significa desconocer que la política exterior de Washington se ha formulado siempre conforme al interés nacional, oscilando del aislacionismo al intervencionismo y del idealismo a la “raison d’État” enunciada por Richelieu. Trump, como sus predecesores, dice actuar en aras del interés nacional.

Recordemos que, durante la administración de Obama, tras dos años de arduas negociaciones, ambos gobiernos lograron superar los obstáculos que interpusieron sus respectivas instituciones y grupos de presión, sobre todo en Irán, donde las autoridades religiosas impusieron algunas condiciones difíciles de aceptar por la parte americana: el levantamiento de las sanciones impuestas a Teherán. Por su parte, la desconfianza de Irán respecto a las intenciones de Washington despertó un sentimiento parecido entre el electorado norteamericano, particularmente en los grupos ultraconservadores del partido republicano. Sin embargo, en ese entonces obraron a favor del acuerdo, la accesión al poder en Irán de un presidente moderado, el cambio generacional y la precaria situación económica del país como resultado de las sanciones impuestas desde 1979.

Esta situación cambió durante la llegada al poder del presidente Trump que decretó retirar su apoyo a las negociaciones emprendidas por un grupo de potencias mundiales conocido como el P5+1, integrado por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania y la Unión Europea. Siete años después de la salida de Washington del citado grupo, Trump parece reconocer la importancia de mantener un diálogo con Irán, si bien de manera indirecta, con la mediación del sultanato de Omán. Para el efecto, se han reunido en Mascate las delegaciones iraní y norteamericana, la primera encabezada por el ministro de relaciones exteriores Abbas Araghchi y la segunda por Steve Witkoff, enviado especial de Donald Trump para iniciar las negociaciones de un nuevo acuerdo nuclear iraní. Los primeros encuentros han sido calificados como constructivos y se espera la reanudación de las pláticas hasta encontrar una fórmula aceptable para ambas partes.  Como lo han señalado multitud de analistas, la importancia del acuerdo no estriba únicamente en impedir que Irán llegue a convertirse en una potencia nuclear que tenga como efecto la proliferación de armas nucleares  —Arabia Saudita tiene la capacidad para hacer lo propio e Israel cuenta ya con un enorme arsenal—, sino que su acercamiento a los Estados Unidos, sin que ello implique necesariamente la normalización inmediata de relaciones, abre la posibilidad de reducir las tensiones en la región. 

Sería importante saber hasta qué grado este acercamiento de dos archienemigos conviene a otros actores regionales.  Israel no es el único país que ve con recelo este nuevo capítulo en la relación de los Estados Unidos con Teherán, mientras que Arabia Saudita se siente traicionada por su aliado tradicional, al considerar que Irán ha encontrado finalmente el apoyo norteamericano para convertirse en la primera potencia económica y militar de la región. Es este aspecto del acercamiento de Irán y los EUA el que más preocupa a los sauditas, pues sus temores no residen en que Irán llegue a poseer armas nucleares, sino en sus designios hegemónicos que implican la reducción del liderazgo regional saudí y la supremacía chiita en detrimento de las comunidades sunitas. Irán es una potencia regional que cuenta con inmensos recursos naturales, una situación geográfica privilegiada, una población orgullosa de su pasado histórico, de su ideología y de su destino. Si se logra un acuerdo que implique el levantamiento progresivo de las sanciones internacionales a cambio de la garantía de no producir armamento nuclear, le permitirá convertirse en un país atractivo para la inversión y el comercio, no sólo con sus vecinos, sino con países de otras regiones. En efecto, su vecindad con los Emiratos Árabes Unidos, Omán y la India, que representa un mercado de más de 1300 millones de personas, es el más importante desafío para la economía iraní. 
No obstante, el cambio de mayor importancia que se vislumbra es la proyección de Irán como el líder regional por excelencia, capaz de influir en la toma de decisiones de sus vecinos: la paz en Palestina, Líbano y Yemen no puede contemplarse sin la intervención iraní.  EP

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