
El grupo México en el Mundo presenta una serie de textos sobre el entorno internacional contemporáneo y los ajustes estratégicos que México debe emprender para fortalecer su posición exterior.
El grupo México en el Mundo presenta una serie de textos sobre el entorno internacional contemporáneo y los ajustes estratégicos que México debe emprender para fortalecer su posición exterior.
Texto de Isidro Morales 27/10/25

El grupo México en el Mundo presenta una serie de textos sobre el entorno internacional contemporáneo y los ajustes estratégicos que México debe emprender para fortalecer su posición exterior.
Desde su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump dejó en claro que utilizaría los aranceles a la importación como parte de su proyecto MAGA (Make America Great Again) e incentivar a las empresas estadounidenses a relocalizar sus cadenas de suministro en territorio estadounidense. Si bien los economistas han visto en ello un regreso al mercantilismo de otras épocas, también es cierto que el arma arancelaria ha sido utilizada como un instrumento punitivo y de coerción para obtener resultados de índole política.
Ante la inestabilidad financiera, los reclamos empresariales y las medidas de retorsión tomadas por Canadá, China y la Unión Europea, Trump ha ajustado su propia ofensiva de manera pragmática. Los aranceles impuestos a Canadá y a México por razones migratorias y de narcotráfico —es decir, punitivos—, han sido suspendidos temporalmente, pero solo si los productos cumplen con los requisitos del Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), toda vez que los impuestos de tipo MAGA —de corte mercantilista— se mantienen en los sectores automotriz (25%), del acero (50%), del aluminio (50%) y del cobre (50%).
A medida que se asienta el polvo, a 6 meses de haber llegado al poder, va quedando clara la estrategia de Trump. Ha impuesto un arancel de 10% a todos sus socios, y ha negociado hasta ahora acuerdos específicos con países clave como el Reino Unido, con un arancel general de 10%, la Unión Europea (15%), Cora del Sur y Japón (15%), Vietnam (20%) y una tregua con China, cuyo arancel se redujo a 30% después de haberse elevado a 145%. En todos los acuerdos, Trump no solo ha negociado aranceles específicos, sino también excepciones en algunos rubros, cono un arancel-cuota para la industria automotriz británica o mayores volúmenes de exportaciones de gas, petróleo y productos agrícolas para los países de la Unión Europea.
Con China, sigue estando sobre la mesa un acuerdo mediante el cual Estados Unidos eleve su porción de mercado con el dragón asiático, así como una mayor participación de sus inversionistas sin obligarlos a transferir tecnología. En 2024, de acuerdo con datos oficiales de la Oficina del Censo estadounidense, las exportaciones a China representaban 7%, mientras que las importaciones eran 14%. En este último rubro, China sigue siendo el segundo socio comercial. En materia de inversiones, y a pesar de que Beijing ha sido socio de la Organización Mundial del Comercio desde 2001, la inversión directa estadounidense suma solo 3% del total.
Además de la apertura comercial del mercado chino y de incrementar el flujo de inversiones estadounidenses hacia la potencia asiática, lo que está también en la mesa de negociación es el papel que desempeñará dicha potencia en las industrias que serán decisivas en la era de la electromovilidad: la automotriz y sus cadenas de componentes, que van desde el acero, el aluminio, las celdas de combustible y los microprocesadores, así como en los minerales críticos necesarios para asegurar la nueva generación de microchips, como el cobalto, el litio, las tierras raras, y metales como el cobre. No es gratuito que Trump haya desescalado su confrontación comercial con China, a partir de mayo de 2025, una vez que Beijing puso un embargo a sus exportaciones de tierras raras a Estados Unidos. El gigante asiático posee 38% de las reservas y aporta 68% 1 de la producción mundial de dichos minerales.
Es un hecho que, a estas alturas, tanto la revisión como la posible renegociación del T-MEC se han iniciado. Si bien formalmente el procedimiento para su evaluación del lado estadounidense empieza a partir de octubre de 2025, los aranceles punitivos y los MAGA impuestos por Trump a Canadá y a México constituyen una alteración substancial del acuerdo. La presidenta Claudia Sheinbaum ha reiterado que dichos aranceles son abiertamente violatorios del Tratado, por lo que tanto el Secretario de Economía, Marcelo Ebrard, y el de Seguridad, Omar García Harfuch, han viajado constantemente a Washington para prolongar las treguas y aterrizar acuerdos sectoriales. Por ahora, todo parece indicar que el país mantiene uno de los aranceles promedio ponderado más bajos, de 23.4%, de acuerdo con estimaciones realizadas por BBVA (López et al. 2025), mientras que China, de acuerdo con datos estimados por la Unidad de Inteligencia de The Economist, mantiene uno de 42%. De mantenerse esta tendencia, y como lo plantea Antonio Ortiz-Mena en su contribución en este documento, México podría gozar de una tasa de protección efectiva más baja que la mayoría de los socios comerciales de Estados Unidos, por lo que seguiría fungiendo como puerta de entrada al mercado estadounidense, pese a todas las anomalías.
Por lo que toca a los aranceles MAGA en el sector automotriz y a sus cadenas asociadas, de mantenerse como están, tendrán un impacto económico disruptivo no solo en México, sino también en Canadá y Estados Unidos. El sector automotriz es, de hecho, la industria más continentalizada de la región, ya que sus insumos se intercambian constantemente entre los tres países antes de llegar a su ensamblado final. Las gráficas 1 y 2 dan cuenta de la importancia de dicho sector para la región. Canadá y México proveen 55% de todos los requerimientos de importación de los estadounidenses, mientras que China solo 3%. En materia de exportación, los mercados más importantes de las armadoras ubicadas en suelo estadounidense están en Canadá (37%) y en México (20%), mientras que China absorbe solo 5%.
Lo ideal para Canadá y México es lograr una exención total de los aranceles MAGA, lo que parece difícil ya que la protección de esta industria está en el corazón de la política neomercantilista de Trump. Un camino intermedio por seguir en los próximos meses sería negociar cupos exentos de impuestos tanto para vehículos, autopartes, acero y aluminio, similar a lo que se ha concedido al Reino Unido. México se beneficiaría de negociar junto con Canadá este tipo de arreglos, como ha sido en el pasado, ya que muy probablemente Trump exigirá elevar las reglas de origen para los sectores involucrados, extendiendo incluso hacia otros rubros las cuotas salariales a favor de trabajadores estadounidenses, como impera ya en el sector automotriz.


Trump ha amagado con extender sus aranceles MAGA a los microprocesadores, insumos que están en el centro de las negociaciones sinoestadounidenses. La gráfica 3 muestra la diversificación de las importaciones estadounidenses en este rubro, incluyendo los productos para fabricarlos. Canadá y México ocupan en este rubro un lugar modesto (4% en total), al igual que China (4%), que llegó a ser un proveedor de importancia en el pasado. Empero, el grueso de las importaciones proviene de Asia, de la que Taiwán y Malasia resaltan por su peso: 16% y 18%, respectivamente. Dado que constituyen insumos estratégicos para las industrias de la electromovilidad, Trump aceptó exenciones arancelarias en este rubro, incluyendo la telefonía móvil y la computación. Sin embargo, impuso un embargo a las exportaciones de chips hacia China, medida que se ha relajado por temor a que el gigante asiático desarrolle los microprocesadores de última generación que todavía le provee Estados Unidos.

El gobierno mexicano deberá seguir de cerca el impacto de las negociaciones trumpistas en la proveeduría de estos insumos estratégicos provenientes de Taiwán y otros países asiáticos, pues desde el gobierno de Joseph R. Biden, México ha estado en la mira como territorio propicio para su relocalización.
El fondo de todas estas negociaciones es definir el papel que seguirá desempeñando China en Norteamérica. Un desacople comercial total de este país no será posible, ya no se diga con Estados Unidos, sino con los socios norteamericanos. Tarde o temprano, Trump tendrá que llegar a un entendimiento con su principal rival tecnológico. Sin embargo, como parte de dicho entendimiento, queda claro que el Presidente estadounidense hará todo lo posible por cerrarle puertas de acceso a su mercado a través de Canadá y de México. Como lo muestra bien el trabajo de Enrique Dussel, incluido en esta compilación, México ya ha substituido importaciones estadounidenses, tanto en la industria de electrónica como en la automotriz, por componentes chinos.
Es un hecho que México tendrá que trabajar fino para detectar las importaciones desleales que provengan de China y de otros proveedores asiáticos; sin embargo, el gobierno tendrá también que delimitar su desacoplamiento con la potencia asiática, pues seguirá fungiendo como un gran proveedor de inversiones, préstamos e insumos clave para las economías de Norteamérica. En fin, los negociadores mexicanos tendrán también que neutralizar la amenaza latente de los aranceles punitivos, es decir, los asociados a la agenda de migración y narcotráfico. Su activaci