#Tablerointernacional: Agosto

Este mes, la reflexión del Grupo México en el Mundo analiza tres temas sustanciales para las relaciones internacionales.

Texto de , & 29/08/24

Este mes, la reflexión del Grupo México en el Mundo analiza tres temas sustanciales para las relaciones internacionales.

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En esta ocasión el grupo de México y el Mundo centró su reflexión en tres temas prioritarios en el escenario internacional: la Convención Demócrata y las elecciones en Estados Unidos; la incursión ucraniana a Kursk y la posibilidad de una paz negociada y el atolladero venezolano. Aunque el caso de El Mayo y el Chapito ha sido un tema también tratado por el grupo, será presentado en otro momento por razones de espacio.

La Convención Demócrata y las elecciones en Estados Unidos 

En menos de un mes la campaña demócrata dio un giro completo. Desde el momento en que se baja de la contienda Joe Biden y se postula como candidata a Kamala Harris, todo cambió. Más aún la semana pasada. Del pasado 19 de agosto al jueves 22, tuvo lugar la Convención Nacional Demócrata  (CND) en la Ciudad de Chicago. A pesar de que a principios de mes los delegados demócratas habían votado, en formato virtual, a favor de las candidaturas de Harris para la presidencia y Walz como vicepresidente, no fue sino hasta la CND en que se les ratifica de manera directa y así lo hicieron. El evento además de ser una gran fiesta, demostró la capacidad del partido demócrata para lograr una total unidad de las diferentes fuerzas que lo componen. Todos apoyando a Harris y Walz. Lo que cinco semanas atrás parecía completamente muerto y sin posibilidad alguna de vencer a Trump, cambió de rumbo. En especial el ánimo de los votantes es el que mayor importancia tiene dado que sin ellos es imposible pensar en ganar y es a ellos a quienes hay que convencer de votar en noviembre. Se incluyen aquí a los indecisos, a los apáticos pero también a los republicanos que no están de acuerdo con Trump. Para todos ellos y también para los convencidos, escuchamos magníficos discursos de unidad, de esperanza, de futuro, de alegría y de posibilidad de ganar. 

El más importante en hablar el lunes, fue Joe Biden. Ese día fue realmente el de su despedida y los que le antecedieron no dejaron de agradecer el que haya cedido su lugar a Kamala. A partir del martes, muchos fueron los oradores pero los principales mensajes los dieron los Obama. En este caso el discurso de Michelle fue superior al de Barack aunque él, estuvo también magnífico como siempre. Sin duda los mensajes y apoyo de los Clinton fueron muy buenos, no se diga el de Tim Walz y, por supuesto, el de Kamala Harris. Todos apuntaron a las emociones, a la parte sensible y personal de los estadounidenses, a su día a día y a los retos a los que se enfrenta cada uno. 

Un gran acierto de Harris fue el de proponer a Walz como su vicepresidente (VP). Actual gobernador de Minnesota. Hombre sensible que viene desde abajo, fue entre otras cosas maestro, entrenador de fútbol, congresista, gobernador en dos ocasiones y ahora, candidato a VP. Con él, Kamala busca además, atraer a grandes grupos de la población que no votarían y sin duda será para ella, un gran apoyo como VP. El discurso de cierre fue el de ella. Partió de la emoción y lo personal pero cerró con política exterior y entre otras cosas, marcó claramente su posición en el conflicto de Gaza. Habló a favor de los israelitas pero también de los palestinos. Esto era urgente dado que muchos de los votantes estaban enojados con el apoyo que Biden le ha dado a Israel. 

Una vez terminada la CND, los demócratas saben que cuentan con tan sólo ocho semanas para convencer a los votantes. La carrera será muy cerrada dado que Trump sigue con muchos seguidores. Se deben centrar en los estados columpio que son los que tienen menos seguros y que definirán la elección. Está por ejemplo el caso de Georgia en el que Trump tiene un proceso judicial abierto pero que no lo tienen todavía asegurado los demócratas. En fin, el trabajo comienza ahora y sabremos el resultado el 4 de noviembre. Por lo pronto a los republicanos les cambió el tablero. El expresidente no ha encontrado todavía un rumbo distinto para contender con una fiscal como Harris y sigue en su campaña con la misma dinámica que ha llevado hasta ahora. Es muy distinto contender contra Biden que hacerlo contra Harris.

En el caso de México, los republicanos en su Convención fue un tema de todos los días. Tanto Trump como JD Vance hablaron en contra de los mexicanos con bravuconerías como las que ambos acostumbran: van a invadir el territorio nacional de manera directa o con drones para acabar con el fentanilo y los narcotraficantes. Van a poner aranceles a nuestras exportaciones en especial las que tengan contenido chino. Y, van a cerrar la frontera y llevar a cabo deportaciones masivas de mexicanos, aunque ya tengan más de diez años viviendo allá.

“Kamala fue muy clara en su discurso de cierre: va a retomar el acuerdo bipartidista sobre migración que estaba ya muy avanzado y que Trump rompió”.

Por su parte, en la CND, México no fue un tema. No obstante, Kamala fue muy clara en su discurso de cierre: va a retomar el acuerdo bipartidista sobre migración que estaba ya muy avanzado y que Trump rompió. Piensa administrar el tema de la frontera con políticas públicas, aunque duras, adecuadas. Mencionó también que iría en contra de dictadores y presidentes vinculados al crimen organizado internacional. Como lo hemos visto esta última semana, México les importa a los estadounidenses y mucho. No tienen confianza en las autoridades mexicanas y así lo han demostrado en el tema de seguridad. Ya están en territorio estadounidense tanto El Mayo Zambada como Joaquín Guzmán López. Les preocupa también la falta de estado de derecho para sus inversiones y tenemos en puerta la revisión del T-MEC en 2026. No vaya a ser que así como nos sacaron del Comando Norte y nos pasaron junto con Centroamérica al Comando Sur, ahora también nos saquen del T-MEC.

La incursión ucraniana a Kursk y la posibilidad de una paz negociada

La fiesta olímpica que tuvo lugar en Francia, permitió a propios y extraños admirar lo mejor del talento humano en materia deportiva y artística, como un ejemplo de lo que se puede lograr cuando hay voluntad y acción colectivas. Si este mismo impulso privara para enfrentar los retos y amenazas que aquejan a la estabilidad internacional, la reconfiguración de un nuevo orden geopolítico sería más fácil. Desafortunadamente esto no es el caso, pues el mundo ha entrado a un momento en el que las principales potencias globales se disputan por territorios, alianzas, recursos y valores que han echado por tierra el orden liberal surgido de la post-Guerra Fría. Tan solo en el Viejo Continente la guerra ha regresado como moneda de cambio para reajustes territoriales, como es el caso de Ucrania. Hasta principios de agosto, este conflicto se perfilaba ya como un enfrentamiento de largo plazo, en el que el ejército ruso tenía las ventajas de prevalecer. 

Con cuatro regiones ocupadas a lo largo de más de dos años por el ejército ruso, Zelenski y su ejército han dependido del apoyo político, militar y moral de países clave de la OTAN, tanto para apuntalar su propia defensa como para recuperar los territorios ocupados. Hasta ahora, los resultados no han sido los esperados, y todo hace indicar que Putin está dispuesto a prolongar el conflicto para prevalecer en el mismo. Por su parte, los recursos económicos y militares del bloque occidental no son infinitos y, sobre todo, están sujetos a las prioridades y ajustes de los parlamentos y asambleas representativas de sus respectivos países, a diferencia de lo que sucede en Moscú, en donde Putin ha impuesto con mano dictatorial toda una economía y estrategia de guerra. 

Es en ese contexto que resulta esperanzador el giro que dio la estrategia de Zelenski a partir del 5 de agosto pasado, al invadir y tomar territorios pertenecientes a la provincia rusa de Kursk, colindante al noreste con la frontera ucraniana. Con mil kilómetros cuadrados ya ocupados y más de 70 localidades rusas en manos del ejército ucraniano, Zelenski tiene por fin una carta dura con qué negociar la desocupación rusa de las regiones invadidas a partir de febrero del 2022. De consolidar su presencia y eventualmente expandirse en territorio ruso, Ucrania podría estar en condiciones de negociar la paz usando como moneda el intercambio de los territorios ocupados. Hasta antes de la incursión en Kursk, sentarse a negociar con Putin significaba, de alguna manera, aceptar la amputación de la mayoría de los territorios ocupados.

“Los ciclos políticos en los que se encuentran países clave de la alianza occidental, serán también determinantes para hacer avanzar la posibilidad de una paz satisfactoria para Ucrania”. 

La ventana de oportunidad que se ha abierto no está, sin embargo, exenta de riesgos y de calendarios críticos. La ocupación de territorio ruso ha sido y seguirá siendo posible mientras los países clave del bloque occidental sigan enviando armas a Ucrania, algo que Putin podría utilizar como excusa para escalar aún más el conflicto, incluso con algunos países de la OTAN que limitan con Ucrania.  Los ciclos políticos en los que se encuentran países clave de la alianza occidental, serán también determinantes para hacer avanzar la posibilidad de una paz satisfactoria para Ucrania. Tanto el Reino Unido como Francia han tenido reajustes en sus coaliciones partidistas que incidirán en la manera de ejercer el gasto público. Seguirán sin duda apoyando a Ucrania, pero enfrentan demandas sociales que no podrán aplazar y que podrían disminuir el gasto militar. El apoyo de Estados Unidos se ha tornado aún más crítico. En una cerrada campaña presidencial en donde ha habido cambio de jinete en el partido de los Demócratas, el apoyo a Ucrania se ha politizado. En el caso de que Kamala Harris llegue a la Casa Blanca, lo más probable es que el apoyo a Ucrania se mantenga y se impida, en la medida de lo posible, que la salida al conflicto fortalezca las ambiciones de Putin sobre Europa. De regresar Trump a la presidencia, el escenario podría ser más desfavorable, ya que el expresidente se ha inclinado por un arreglo de corto plazo sin sopesar sus implicaciones geopolíticas. Como sea, Zelenski debe tener claro que la ventana de oportunidad que ha abierto con tanto esfuerzo, puede cerrarse rápidamente. Ninguna potencia occidental está dispuesta a enfrentar, en el largo plazo, conflictos geoestratégicos en varios frentes. La guerra de Israel con Hamas amenaza con desbordarse, algo que parece entusiasmar tanto a Irán como a Rusia. Tanto Estados Unidos como Europa han decidido proteger sus respectivas industrias de autos eléctricos frente a la competencia china, en un momento en que Pekín fortalece su posicionamiento económico y militar en el Indo-Pacífico. De esta manera, llegará el momento en que los países clave de la OTAN deseen cerrar el frente que Rusia abrió, hace más de dos años, en Ucrania.

El atolladero venezolano

A tres semanas de que se celebraran las elecciones presidenciales en Venezuela, la crisis política postelectoral se ahonda con graves consecuencias internas y externas sin que en el horizonte se vislumbren salidas institucionales ni políticas. Se ha instalado una suerte de empantanamiento catastrófico en una espiral de tensiones entre el gobierno y la oposición de pronóstico reservado. Mientras que el presidente Maduro insiste en que ganó su segunda reelección con 52% de los votos sin que el Consejo Nacional Electoral (CNE) haya presentado las actas oficiales que respalden su triunfo, la oposición ha publicado y subido a internet el 81.7% de las actas desagregadas que recabó en las 30 mil mesas electorales y que dan la victoria al exembajador Edmundo González Urrutia con una diferencia muy amplia de 37% (67.2% vs 30.4%).

La batalla narrativa entre la opacidad gubernamental y la transparencia opositora ocurre en una cancha sumamente dispareja donde el régimen tiene el control de la fuerza pública, los medios de comunicación y las instituciones electorales, judiciales y legislativas. Pero los resultados oficialistas “no resultan creíbles”, como bien declaró el presidente chileno Boric, no solo porque contrastan con las previsiones de las encuestas y la información dada a conocer urbi et orbi por la oposición, sino porque el argumento del oficialismo para explicar la falta de actas es un ataque cibernético desde el exterior en un intento de golpe de estado en curso. Maduro se ha atrincherado en esta posición y, para ganar tiempo, ha interpuesto un recurso ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) para que certifique los resultados de la elección aún cuando no tiene atribuciones para ello ni es una instancia imparcial.

El otro escenario de la disputa, aún más delicado por el riesgo de violencia, es el que se libra en las calles. Hay una oleada de protestas sociales y manifestaciones multitudinarias dentro y fuera del país para reclamar la publicación de las actas y el respeto a la voluntad popular que mide sus fuerzas frente a la movilización de los círculos bolivarianos que apoyan a Maduro, quien está más decidido que nunca a mantenerse en el poder. La escalada retórica y represiva contra la oposición no se ha hecho esperar con un saldo de 25 muertos, más de 2 mil detenidos, redadas en hogares, órdenes de aprehensión contra los líderes opositores, la suspensión temporal de la red social X y la probable promulgación de una ley contra el “fascismo, neofascismo y expresiones similares” para criminalizar la protesta y la disidencia. Conforme pasan los días y el régimen se endurece, crece la probabilidad de que los principales adversarios políticos del régimen, María Corina Machado y Edmundo González, sean arrestados o vayan al exilio. Venezuela estaría, entonces, siguiendo los pasos de la Nicaragua de Ortega.

A las movilizaciones ciudadanas, se suman las diversas reacciones internacionales junto con el intento tripartita de mediación regional, hasta ahora fallido, para una negociación entre las partes que evite el escalamiento de la represión o una situación de ingobernabilidad. Los informes de las dos principales instancias de observación electoral acreditadas en Venezuela —el Centro Carter y el panel de expertos electorales de la ONU— concluyeron que el proceso no alcanzó los “estándares internacionales de integridad electoral”, no encontraron evidencia de ataques cibernéticos y demandaron el acceso público a las actas. Las críticas de los veedores internacionales provocaron una feroz andanada de descalificaciones por parte del gobierno venezolano.

América Latina se encuentra fracturada entre una minoría de países que reconocen el triunfo de Maduro (Cuba, Bolivia, Honduras y Nicaragua), una mayoría que desconocen los resultados o que consideran que la elección la ganó el candidato opositor (Argentina, Costa Rica, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay) y, tres de los países más grandes (Brasil, Colombia y México) con posiciones intermedias y cambiantes entre la demanda de “publicación íntegra de las actas” para su verificación independiente e internacional, el llamado al diálogo político para una salida negociada ya sea para repetir las elecciones, formar un gobierno de coalición transitorio y ofrecer garantías de amnistía a todas las partes. Todas estas ideas han sido tajantemente rechazadas por ambos bandos, aunque con argumentos distintos.

Un punto para destacar es la división de las distintas izquierdas latinoamericanas —autoritarias, democráticas y populistas— entre países y al interior de las coaliciones gobernantes. El partido comunista venezolano desconoce los resultados al igual que los gobiernos de Boric y Arévalo; el peronismo en voz de Cristina Fernández ha tomado cierta distancia de Maduro y la posición de Lula y Petro se ha tornado más crítica que la de sus bases partidistas. En cambio, AMLO se ha acercado a la postura oficialista venezolana, en espera de que sea el TSJ quien resuelva la controversia y manteniéndose al margen de las resoluciones de la OEA en favor de que el CNE publique las actas de la elección presidencial.

“Es previsible que la diplomacia estadounidense se mantenga sin mayores cambios antes de las próximas elecciones de noviembre, aunque no hay que descartar eventos imprevistos que precipiten una reacción más firme”.

Estados Unidos ha mantenido una postura más cauta que en 2018 y de múltiples vías. Ha reconocido el triunfo electoral de González Urrutia sin darlo como presidente electo, ha criticado fuertemente la represión y la situación de los derechos humanos en Venezuela, pero no ha reimpuesto las sanciones que levantó tras los Acuerdos de Barbados, mantiene abierto el discreto canal de conversación bilateral con el gobierno venezolano a través de Catar y ha estado en comunicación con Brasil en torno a los esfuerzos de mediación. Es previsible que la diplomacia estadounidense se mantenga sin mayores cambios antes de las próximas elecciones de noviembre, aunque no hay que descartar eventos imprevistos que precipiten una reacción más firme. Por su parte, la UE no ha reconocido los resultados de las elecciones por falta de pruebas, ha pedido una verificación independiente e imparcial de las actas, el fin de las detenciones arbitrarias y la liberación de presos políticos. En el mismo sentido se han pronunciado el secretario general de las Naciones Unidas y el papa Francisco.

La situación es sumamente compleja y fluida con varios escenarios abiertos: 1) la perpetuación de Maduro avalada por el TSJ con un férreo control de la contestación social; 2) una situación de ingobernabilidad e inestabilidad con confrontación abierta y violencia; 3) una salida militar de reemplazo de Maduro por parte del sector radical encabezado por Diosdado Cabello y el ministro de defensa Padrino López; 4) una posible salida negociada o un pacto político de transición. Más allá de cuál sea el desenlace de aquí a enero que tome posesión el próximo presidente, estas semanas no sólo han puesto en evidencia el fuerte desgaste político y la degradación del régimen chavista tras 25 años de hegemonía, sino también las graves consecuencias de la crisis en Venezuela para América Latina tras la ruptura unilateral de relaciones diplomáticas con 7 países (Argentina, Chile, Costa Rica, Perú, Panamá, República Dominicana y Uruguay) y el posible recrudecimiento del éxodo venezolano.Por último, no hay que olvidar que Venezuela también es parte integral del complicado tablero geopolítico global en medio de la disputa entre Estados Unidos y China y los escenarios bélicos en Ucrania y Medio Oriente. EP

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