Observatorio Internacional | ¿Es posible la construcción de paz en el mundo actual?
Susana Chacón reflexiona sobre cómo la guerra domina la política global, mientras las instituciones internacionales se muestran ineficaces. Entre conflictos, polarización y nuevas ambiciones imperialistas, la verdadera pregunta es: ¿Realmente queremos buscar la paz?
Susana Chacón reflexiona sobre cómo la guerra domina la política global, mientras las instituciones internacionales se muestran ineficaces. Entre conflictos, polarización y nuevas ambiciones imperialistas, la verdadera pregunta es: ¿Realmente queremos buscar la paz?
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A principios de la década de los años noventa del siglo pasado, tuve la oportunidad de estudiar y trabajar con Roger Fisher, quien además de haber sido un magnífico profesor de la Universidad de Harvard fue el fundador del Centro de Negociación y Resolución de Conflictos de la misma universidad. Fisher junto con William Ury escribieron el libro Sí de acuerdo, cómo negociar sin ceder. Ahí relatan cómo, desde los años sesenta, Fisher buscó ayudar en la solución del conflicto israelí-palestino con el fin de lograr una salida al problema que se tenía desde 1948, momento en que Naciones Unidas acepta la formación del Estado de Israel y se deja a los palestinos en el territorio de Gaza sin la creación de un segundo Estado. Con la participación de Fisher, se obtuvieron espacios de mediana y larga duración de paz, dado que se encontró y construyó una voluntad entre los actores involucrados hacia dicho camino.
El mundo de aquel momento, después del Holocausto y con el fin de la Segunda Guerra Mundial, contaba con instituciones internacionales de reciente creación que buscaban interceder en la construcción de paz y en evitar conflictos: la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ofrecía la posibilidad de abrir canales de comunicación que pudieran solucionar los problemas Internacionales. Además, centros como el de la Universidad de Harvard podían fungir como mediadores y árbitros sin cargos políticos, en colaboración con la misma ONU.
“Pareciera que la política y la diplomacia son la continuación de la guerra, cuando esta última no logra sus objetivos en forma inmediata o cuando no queda alternativa”.
Hoy, el mundo ha dado un vuelco tal, que lo menos importante es alcanzar la paz. Hoy se busca el poder por el poder y no existe una voluntad distinta. Así como para Carl von Clausewitz, en su magnífica obra clásica, De la guerra, nos dice que la guerra es la continuación de la política por otros medios, en la actualidad vivimos todo lo contrario. Pareciera que la política y la diplomacia son la continuación de la guerra, cuando esta última no logra sus objetivos en forma inmediata o cuando no queda alternativa.
En la segunda década de este siglo XXI, tenemos conflictos inimaginables desde 1945. Recordemos que la Segunda Guerra Mundial se da después del caos de los años 20 del siglo pasado. Cien años después pareciera que la historia se repite y que la humanidad no tuvo aprendizaje alguno. Primero se ataca y después se piensa en si es necesario negociar. Los conflictos de esta década nacen con este modelo: la invasión rusa a Ucrania en primer término; el conflicto entre Hamás e Israel; la ampliación del mismo a toda la región incluyendo al menos a Irán, Líbano y Siria con apoyos contrarios de potencias como Estados Unidos, China o Rusia. Dichos conflictos nos señalan el caos que se vive actualmente. Sumemos a esto la guerra del crimen organizado en México o la inestabilidad en Venezuela. Por su parte, en África hay una multiplicidad de problemas que en mucho nos son ajenos y ni siquiera los observamos de cerca, como los casos de Somalia, Sudán o Etiopía.
Es evidente que el modelo de instituciones internacionales ha quedado rebasado y no funciona más en la problemática presente. El mundo está polarizado y sus poblaciones, más. El surgimiento de la extrema derecha en Europa, en países como Austria, Hungría y Alemania, profundiza la polarización. Muy probablemente Francia y Canadá seguirán la misma dirección. Los cambios de gobierno con liderazgos populistas y autócratas de izquierda o derecha, como los de México y Estados Unidos, se gestan en esa búsqueda por mantener e incrementar el poder en lugar de alcanzar otro tipo de armonía.
“Es evidente que el modelo de instituciones internacionales ha quedado rebasado y no funciona más en la problemática presente”.
En diferentes espacios me preguntan, una y otra vez, si la construcción de paz es posible y una de mis respuestas es: “¿Realmente queremos buscar la paz?”. Parece que el Hobbes del siglo XVII está más presente que nunca. Con los sucesos globales de esta última década, regresa el que “el hombre es malo por naturaleza, de ahí se que requiera un poder total y de un actuar autoritario para frenar los impulsos de seres egoístas”. Además de los sucesos comentados líneas arriba, se suma un nuevo sentir imperial en donde no sólo un Putin quiere regresar a Rusia el Imperio que llegó a ser, para lo cual ataca e invade Ucrania y amenaza constantemente a Europa. Países como Finlandia o Polonia tienen que estar en constante alerta para evitar otras invasiones. Israel quiere acabar no sólo con Hamás, sino con los palestinos en su totalidad. Hamás se apoya en Irán, China y Rusia para contraatacar. La región del Medio Oriente está totalmente polarizada. China, por su parte, busca recuperar Taiwán y el control de los mares del sur.
Y, por si esto fuese poco, Estados Unidos tiene de nuevo a un presidente como Donald Trump que en esta segunda administración llega con delirios imperiales que van desde comprar Groenlandia, anexarse Canadá y controlar el continente americano hasta al menos Panamá; a México, aunque no quiere a los mexicanos, lo considera un tema interméstico o de política interna y piensa que con acciones unilaterales en contra del crimen organizado, incrementará su poder y control en el territorio mexicano. Parte importante de Centroamérica, —salvo en las dictaduras de izquierda como Cuba y Nicaragua—, se ha plegado ante sus amenazas, casi antes de su toma de protesta el pasado 20 de enero. Como nos dijo Sun Tzu, desde el siglo V antes de Cristo, en El arte de la guerra: “La mejor victoria es vencer sin combatir”. La dictadura en Venezuela ya acordó su posible permanencia con el enviado de la Casa Blanca a Caracas, el 31 de enero del año en curso. Ante el fraude, Trump opta hasta ahora por la traición a la oposición venezolana con el fin de obtener sus intereses. Y, desde luego, la polarización dentro de la misma sociedad estadounidense, también se profundiza cada vez más.
Entonces de nuevo, ¿es posible la construcción de paz en el mundo actual? Regresemos al siglo pasado: del caos de los años 20 se sucede una nueva guerra mundial para, hasta después de su terminación, pensar en la nueva institucionalidad internacional. La paz entre guerras, después de 1918 duró muy poco. Ahora se antoja lejano el llegar a un escenario pacífico. Con todos los frentes abiertos en el ámbito global, no sólo vivimos una, sino múltiples guerras simultáneas. Estamos ante un cambio de época que todavía no define cómo debe ser lo que viene. El modelo que conocimos después de los años 40, se agotó.
“Estamos ante un cambio de época que todavía no define cómo debe ser lo que viene”.
Hoy más que nunca se requeriría de nuevas instituciones que contaran con los recursos humanos y materiales, así como con la capacidad de instrumentar las medidas necesarias para lograr cambios de fondo en los conflictos y ante los opuestos liderazgos internacionales. Nos encontramos en un mundo en el que el poder por el poder prevalece frente al resurgimiento de la ética. Muy desafortunadamente el desarrollo y gran avance de las nuevas tecnologías, así como de la inteligencia artificial, hasta ahora se han utilizado justamente para incrementar el poder. Lejos estamos de saber en qué momento esta dinámica cambie de rumbo hacia una institucionalidad diferente y más cercana a la que se construyó a partir de 1945. La convulsión que actualmente vive el mundo se aleja de prontos escenarios pacíficos y de estabilidad. Las guerras, el nuevo imperialismo y la polarización creciente ganan terreno a la paz. EP
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