Los retos internacionales para el próximo gobierno de México serán enormes: comercio, inversión, seguridad, fronteras y migración. Con Estados Unidos en plena contienda electoral, las relaciones bilaterales enfrentan incertidumbre. México tendrá que navegar políticas unilaterales y tensiones en temas críticos como narcotráfico y comercio. ¿Estamos preparados para lo que viene?
La cuesta internacional de Sheinbaum
Los retos internacionales para el próximo gobierno de México serán enormes: comercio, inversión, seguridad, fronteras y migración. Con Estados Unidos en plena contienda electoral, las relaciones bilaterales enfrentan incertidumbre. México tendrá que navegar políticas unilaterales y tensiones en temas críticos como narcotráfico y comercio. ¿Estamos preparados para lo que viene?
Texto de Luis Herrera Lasso M. 16/09/24
“La ilusión es la única verdadera realidad”.
Benito Mussolini
Algunos de los retos más complejos que habrá de enfrentar el nuevo gobierno de México están en el ámbito internacional: comercio, inversión, seguridad, fronteras y migración. Estos son todos temas centrales de las relaciones de México con el exterior que presentan aristas de gran complejidad en la actualidad. Los principales interlocutores de México en el exterior están en Estados Unidos, país que en octubre, cuando asumirá el nuevo gobierno de México, estará enfrascado en la contienda electoral a celebrarse el 5 de noviembre.
La perspectiva de la relación con México estará determinada, en una primera instancia, por quien gane la presidencia en el país vecino. Difícilmente, podríamos encontrar dos perfiles tan disímiles como Donald Trump y Kamala Harris. Sin embargo, ni Morena ni su presidenta electa tienen una relación construida con ninguno de los dos, cuyas agendas políticas no parecen tener mucho en común con las de la presidenta electa en México.
Para Estados Unidos, México es un país que genera desconfianza, con el que existen pocos temas de coincidencia y con el que la cooperación institucional se encuentra en uno de sus puntos más bajos. En el momento actual son tres los principales temas de preocupación con México: internación de drogas y presencia del crimen organizado mexicano; migración irregular procedente de México y políticas gubernamentales que hacen poco atractiva y segura la inversión estadounidense en México y el trabajo en los temas comerciales.
A diferencia de su relación con Canadá, Estados Unidos nunca ha considerado a México un aliado, ni en el ámbito político ni en el ámbito militar. A partir de 1994 somos socios comerciales, algo que se desprende en forma casi natural de la frontera común y de la integración y complementariedad de las dos economías. Sin embargo, a tres décadas de la firma del acuerdo tripartita, hemos sido incapaces de generar e implementar políticas conjuntas, bilaterales y/o regionales, en temas tan cruciales como migración y narcotráfico. En materia comercial contamos con el acuerdo tripartita, pero con el resto del mundo no tenemos una política comercial compartida.
En política internacional, tampoco tenemos mayores coincidencias. Frente a la beligerante posición estadounidense hacia China, México ha guardado un cauteloso silencio. Frente a la invasión rusa de Ucrania, México ha calificado el envío de armas de Estados Unidos a Ucrania como un incentivo para la guerra. En el vecindario, la situación no es mejor. Las políticas de los dos países frente a Cuba y Venezuela difieren sustancialmente. México ha sido un activo promotor del levantamiento del embargo contra Cuba y muy crítico de las sanciones unilaterales de Estados Unidos contra Venezuela.
De ganar la presidencia Kamala Harris, la coincidencia de dos mujeres en la presidencia de los dos países constituirá un hito histórico. Sin embargo, este hecho, por sí mismo, no significa necesariamente que las relaciones entre los dos gobiernos puedan ser mejores. La relación entre el actual gobierno de Morena y el gobierno demócrata de Biden no es cercana. En este escenario, lo más probable es que las dos mujeres mantengan el posicionamiento político de sus antecesores —solo con cambios menores— y que persistan las distancias en el manejo de los principales temas que afectan a ambos países. Si llegara Trump, el escenario sería más complicado debido a lo impredecible, caótico y dañino que ha resultado este personaje para México.
En cualquiera de los dos escenarios el manejo de los temas de la relación bilateral será desfavorable para México, pues la ausencia de espacios de diálogos y negociación deja todo el margen a las política unilaterales, ámbito en el que México, por las asimetrías de poder, siempre llevará las de perder.
En materia migratoria, México tiene perdida la batalla desde el momento en que en 2019 el presidente Trump amenazó con elevar drásticamente los aranceles a las importaciones provenientes de México, a menos de que el gobierno de México detuviera los flujos migratorios en la frontera sur, aceptara la devolución en su territorio de migrantes indocumentados de terceros países y retuviera a sus propios nacionales. López Obrador y su canciller Ebrard aceptaron sin chistar estas condiciones y sin pedir nada a cambio. El gobierno de Joe Biden, sin ningún incentivo para procurar una buena relación con López Obrador, no abrió ninguna vía de negociación en este tema.
En el ámbito de la seguridad, las implicaciones de una mala relación con Estados Unidos, —como lo es actualmente—, son múltiples para México, que no forma parte de ninguna alianza militar o de seguridad con Estados Unidos. Las preocupaciones de Estados Unidos en el tema se centran en la presencia del crimen organizado mexicano en su territorio, en particular en la distribución masiva de fentanilo, una de las drogas sintéticas más mortíferas que se ha inventado y que se produce principalmente en México. El gobierno de Biden hizo múltiples intentos por contar con la cooperación efectiva del gobierno de México en este tema. El gobierno de López Obrador hizo caso omiso. Es el tema más sensible de la relación.
En el ámbito económico, dos son los temas que les resultan de mayor preocupación: la revisión del acuerdo comercial (T-MEC) en 2025 y la protección de la inversión extranjera. El futuro en ambos temas es incierto. México enfrenta demandas múltiples por incumplimiento de los acuerdos comerciales, que el gobierno de México ha ignorado. La relación es tensa en este tema y la revisión del acuerdo promete ser complicada. Tema de especial preocupación en Estados Unidos es la anunciada reforma judicial que se percibe como algo que dejará a México ayuno de certidumbre jurídica.
De acuerdo con datos oficiales del actual gobierno de México, el crecimiento de la economía, los servicios de salud, el sistema educativo y la seguridad pública, se encuentran en situación más precaria ahora, que en 2018. La pobreza extrema ha aumentado, la mayor parte de los empleos son precarios y un segmento significativo de la población vive de las remesas provenientes de Estados Unidos. Este panorama no es motivo de preocupación para nuestros vecinos. Les gustaría que las cosas fueran distintas, que la economía mexicana fuera más robusta y sus instituciones más sólidas, pero no están dispuestos a invertir su tiempo y dinero en cambiar esta situación. Desde su perspectiva, esto es algo que solo compete a los mexicanos y sus gobiernos.
A los gobiernos de Estados Unidos les preocupan aquellos actores o situaciones que pueden tener un impacto negativo en su economía o en el bienestar de sus ciudadanos. El trasiego y venta de drogas y la inmigración ilegal, son temas recurrente en las campañas electorales. Los electores piden a sus candidatos que pongan un freno a estos males y que endurezcan las políticas hacia México. En esto parece haber coincidencia en los dos partidos.
Si Trump llega de nuevo a la presidencia, podemos esperar estridencia, golpes bajos y presiones en todos los temas. Si la próxima presidenta es Kamala Harris, podemos esperar una actitud más sosegada, pero firmeza en sus posiciones en el ámbito comercial, migratorio y de seguridad, a través de sus agencias. Las preocupaciones de los dos candidatos hacia México no difieren diametralmente.
Los gobiernos entrantes de los dos países habrán de enfrentar problemas de coordinación interinstitucional para instrumentar sus políticas, pero en muy distinto grado. La administración Biden ha mostrado problemas de coordinación institucional, pero su andamiaje es mucho más robusto y con una adecuada dirección se puede mejorar con celeridad. El caso de México es mucho más preocupante. En los últimos seis años las líneas de acción en política exterior no han salido de un plan estratégico ni de reuniones de gabinete. Todo se concentra en una sola persona y se anuncia en la mañanera. El andamiaje y la coordinación institucional para política exterior se encuentran en estado deplorable.
Las ideologías tienen hoy en día muy poco peso en las decisiones de política exterior de Estados Unidos hacia México. Sin embargo, Morena y sus políticos parecen identificarse con las ideologías de izquierda, lo que explica su cercanía con los regímenes de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Morena ha imaginado un modelo de nación más cercano a una ilusión que a un proyecto de país viable. Como si México pudiera sustraerse de un modelo de libre mercado, alejarse de la democracia, ignorar las dinámicas internacionales y, no obstante, mantener su viabilidad. De todos quizás sea este el mayor obstáculo que encuentre México para mejor posicionarse frente al exterior, limar asperezas y aprovechar oportunidades. Hasta ahora, el mundo al que aspira Morena no pasa de ser una ilusión, con pocos asideros en la realidad. EP
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