El golpe en Chile: una memoria personal

Cassio Luiselli Fernández rememora su experiencia en torno al golpe de estado ocurrido en Chile el 11 de septiembre de 1973.

Texto de 18/09/23

Cassio Luiselli Fernández rememora su experiencia en torno al golpe de estado ocurrido en Chile el 11 de septiembre de 1973.

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A mediados de 1973, estaba por concluir mis estudios de doctorado en la Universidad de Wisconsin, en Madison. Los estudiantes graduados latinoamericanos seguíamos, atentos y preocupados, los alarmantes sucesos que venían ocurriendo en Chile. Éramos y seguimos siendo amigos; prácticamente todos favorables a la Unidad Popular y al presidente Salvador Allende. Con alarma, veíamos sus crecientes tribulaciones. Los estudiantes chilenos, como Eugenia Weinstein, Mario Waissbluth y Jaime Crispí nos mantenían continuamente al tanto de los hechos.

Ya a fines de junio de ese año, había ocurrido un intento de golpe de estado, conocido como el tanquetazo, pues los sublevados usaron en su asonada tanques y carros de combate. El levantamiento causó muertes y heridos, pero fue sofocado por el ejército comandado por el leal comandante Carlos Prats. Nosotros, cada día, comentábamos la vertiginosa secuencia de hechos en Chile. Recuerdo que pocos días después de haber sido nombrado, Prats mismo es asesinado en Buenos Aires por un comando ultraderechista. 

Entonces el presidente Allende toma una fatídica decisión: confiando en su lealtad, designa a Pinochet comandante en jefe del ejército el 23 de agosto. Pinochet lo traiciona y el 11 de septiembre de ese mismo año, da un golpe de estado que derroca al gobierno democrático de Unidad Popular de Allende. Ese día nos reunimos todos los estudiantes en el centro del campus universitario y organizamos una marcha como manifestación de repudio. Numerosos alumnos y profesores norteamericanos se nos unieron. Augusto Pinochet se aferra al poder como implacable dictador por 17 largos años. 

A mi regreso a México, tuve la fortuna de trabajar en un proyecto que, dentro del Fondo de Cultura Económica, daría origen al CIDE; al frente del mismo estaba el economista Francisco Javier Alejo, hombre lúcido, progresista y muy cercano al presidente Luis Echeverría. A través de él, apoyamos a numerosos chilenos (y luego argentinos) para que se asilaran en México. Estos apoyos continuaron en el gobierno de su sucesor, José López Portillo, de quien fui cercano colaborador. De entre ellos, destacaron en su trabajo e hicieron contribuciones importantes en México: Fernando Fajnzylber, Pedro Vuskovic, Alexander Schejtman Eugenia Weinstein y mi entrañable amigo Mario Waissbluth.

La gran mayoría de los amigos exiliados chilenos regresaron a su país cuando retornó la democracia con la presidencia de Patricio Aylwin. Su huella permanece con nosotros y forma un nudo fuerte de solidaria amistad entre México y Chile. EP

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