¿Sabrá Dios resolver el futuro de Medio Oriente?

En este texto, el Embajador Jorge Álvarez Fuentes, miembro del Grupo México en el Mundo, aborda el grave conflicto de Medio Oriente.

Texto de 16/10/24

En este texto, el Embajador Jorge Álvarez Fuentes, miembro del Grupo México en el Mundo, aborda el grave conflicto de Medio Oriente.

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Luego de un año, la larga confrontación entre palestinos, árabes e israelíes se ha agravado como no se había visto en décadas. Las recurrentes situaciones de crisis, que en la historia reciente han alcanzado en forma irremediable a los países vecinos, se han tornado aún más complejas y peligrosas para la región en su conjunto. El epicentro de la guerra es Gaza, pero Medio Oriente está siendo sacudido por un movimiento telúrico más amplio, profundo y destructivo.  

Los objetivos israelíes de eliminar a Hamás y conseguir el rescate de los rehenes no se han cumplido. En la franja de Gaza la población civil palestina no ha sido diferenciada de los combatientes y ha sido obligada a desplazarse internamente en múltiples ocasiones. Prevalece una gravísima crisis humanitaria, sin la atención requerida dada la magnitud de la catástrofe y la tremenda destrucción de vidas y medios. Los esfuerzos son insuficientes y enfrentan diversos obstáculos. Ese pequeño territorio palestino ocupado, después de un año de bombardeos e incursiones militares terrestres está reducido a escombros. Persisten la posibilidad de una reocupación parcial o total israelí y de un éxodo de refugiados palestinos que sería catastrófico para Egipto y Jordania.

Todos los esfuerzos multilaterales, hasta ahora, han fracasado. No hay voluntad política ni condiciones para dialogar y negociar. No se ha conseguido un cese al fuego; por el contrario, han proseguido los ataques y los bombardeos. El conflicto se ha extendido confrontando peligrosamente a Israel e Irán, incrementando los riesgos nucleares. La terrible prolongación de la guerra amenaza la paz y la seguridad internacionales, sin resolución a la vista si persiste la trampa del statu quo, el cual ya va más allá del derecho de Israel a defenderse y a vivir en paz con sus vecinos y el de Palestina a poner fin a la ocupación y constituirse en un Estado.

“La terrible prolongación de la guerra amenaza la paz y la seguridad internacionales, sin resolución a la vista si persiste la trampa del statu quo”.

No será esta la sexta guerra en la franja de Gaza, sino aquella que será recordada por haber desencadenado cataclismos, precipitado el caos y la recomposición geopolítica del Medio Oriente, modificando el lugar y peso en el mundo de cada una de las naciones que lo componen. Al igual que en los territorios ocupados de Cisjordania y Jerusalén, Israel es la potencia ocupante en Gaza y ello entraña responsabilidades incumplidas. El incremento de los asentamientos judíos en los territorios ocupados persiste como una política del Estado de Israel, a pesar de ser considerados ilegales por las Naciones Unidas y por numerosos miembros de la comunidad internacional. Los frecuentes hechos de violencia se han intensificado mediante operaciones de represalia del ejército israelí en contra de pobladores y militantes palestinos, al igual que las detenciones arbitrarias, las demoliciones de casas y redadas, habiéndose alentado a grupos de choque formados por colonos judíos, representados y avalados por ministros integrantes del gobierno de coalición de extrema derecha.

La Autoridad Nacional Palestina, a cargo de Al Fatah, la otra facción palestina, de orientación moderada, asentada en Ramallah en Cisjordania, ha quedado marginada, no habiendo conseguido una reconciliación verdadera con Hamás, teniendo una legitimidad muy cuestionada, en la medida en que colabora con Israel y lleva años sin convocar a elecciones. En las complejas y peligrosas circunstancias actuales es más parte del problema que parte de la solución como se requiere.

La escalada entró desde hace meses en una espiral ascendente, siguen acumulándose las desgracias humanitarias, habiéndose trasladado el teatro de la guerra peligrosamente al Líbano, con la expansión de las operaciones militares y aéreas israelíes contra Hezbollah en el sur, en Beirut y en el valle de la Beeka.

Las calles de las ciudades árabes continúan encendidas. Las manifestaciones populares de condena se dirigen también contra los gobiernos y gobernantes árabes; las manifestaciones populares en favor de Palestina y en apoyo de Israel continúan sucediéndose en numerosas ciudades del mundo; demandan el cese inmediato de hostilidades, el fin de la violencia y pugnan por un alto al fuego en todos los frentes, sin dejar de rechazar y condenar las acciones desproporcionadas por parte de Israel, pero también de denunciar la violencia terrorista de Hamás y Hezbollah. Israel ha pasado de ser víctima a ser victimario.

La opinión pública mundial está muy polarizada; hay muchas presiones y divergencias en los gobiernos de los protagonistas de la guerra, las potencias y los países aliados. Hasta ahora los diversos esfuerzos diplomáticos han sido insuficientes e infructuosos para contener y detener el conflicto, para encontrar formas de resolver los asuntos más críticos, fundamentales y urgentes, dada la parálisis e inoperancia del Consejo de Seguridad de la ONU. Varios proyectos de resoluciones para lograr un cese al fuego y asegurar la entrada segura y oportuna de la ayuda humanitaria han fracasado. Las violaciones al derecho internacional humanitario se han generalizado, normalizándose.

“La opinión pública mundial está muy polarizada; hay muchas presiones y divergencias en los gobiernos de los protagonistas de la guerra, las potencias y los países aliados”.

Los intercambios diarios de misiles, cohetes y morteros en las fronteras entre Israel y Líbano, entre Hezbollah y las Fuerzas de Defensa de Israel han desembocado, como se temía, en un peligrosísimo segundo frente de guerra, habiendo provocado destrucción, muertos y heridos y que cientos de miles de pobladores israelíes y libaneses tuvieran que abandonar sus hogares y desplazarse.

El gobierno de Estados Unidos apoya política, financiera, diplomática y militarmente a Israel, de manera incondicional, aun cuando algunos de los objetivos y decisiones del primer ministro Benjamin Netanyahu no coinciden con sus intereses. El gobierno estadounidense ha debido involucrarse en la defensa de Israel y continuar demostrando su poderío militar y naval en la región, pero ha fracasado en disuadir a Israel, a Hamás, a Hezbollah y, finalmente, a Irán. Washington busca mantener un involucramiento activo y directo, pero no verse arrastrado en la guerra regional que se proyecta hacia una guerra abierta y total, en medio de unas muy disputadas elecciones.

Con el paso de las semanas y los días aumenta el rechazo de la opinión pública mundial ante la deshumanización de la guerra y los actos genocidas, mientras la confrontación y la polarización se amplifican: unos para defender la resistencia palestina que ponga fin a la ocupación ilegal israelí tras siete décadas; otros, empeñados en esgrimir el derecho de Israel a defenderse, refrendándose las posturas extremas que señalan que el Estado judío debe acabar ahora, de una vez por todas, con aquellos enemigos que lo amenazan, cueste lo que cueste. 

Nada ni nadie ha podido contener ni detener el curso de esta guerra a pesar de las muy graves repercusiones locales, regionales y globales. Persiste al igual que esa otra guerra despiadada en Ucrania, en la que tampoco se acatan las leyes de la guerra, en la que no se respeta el derecho internacional humanitario, ni se protege la vida de los civiles y de los trabajadores humanitarios, incrementándose los riesgos de otras confrontaciones geopolíticas, dislocándose los mercados de energía, provocando nuevas oleadas de migrantes, mientras se socava y hostiliza a Organización de las Naciones Unidas.  

El statu quo es insostenible; mientras no cambie, los conflictos no podrán resolverse ni se podrá poner fin a la guerra. Para conseguir que se acabe, debe prevalecer el pleno respeto al derecho internacional humanitario, terminar la división entre dos autoridades palestinas enfrentadas y cesar el desplazamiento forzado en los territorios palestinos ocupados que permanecen separados. En Cisjordania y Jerusalén se debe poner un alto total a los asentamientos ilegales de colonos judíos y revertir su expansión, así como cesar la incitación a la venganza y el reclutamiento de miles de jóvenes palestinos. 

Debe replantearse y reactivarse la ayuda económica y financiera para los refugiados palestinos. Igualmente, promover la pronta renovación y revocación democrática de los mandatos tanto del gobierno de coalición israelí encabezado por Netanyahu, de la Autoridad Nacional Palestina, del liderazgo de Hamas y también de Hezbollah como integrante del gobierno en el Líbano. 

Durante décadas, a palestinos, israelíes y libaneses los han defraudado sus líderes, quienes se han eternizado en el poder, corrompiéndose, viviendo de perpetuar el conflicto, atizar las diferencias, exacerbar las tensiones y dinamitar los acuerdos. Es necesario y urgente reformular, incentivar y hacer viable para los pueblos y los gobiernos la propuesta de dos Estados, salvaguardar la integridad territorial del Líbano, evitar su destrucción y la confrontación sectaria intestina e impulsar los procesos de reconciliación y paz en Palestina, Líbano, Siria, Irak y Yemen. 

Como humanidad, debemos hacer cuanto sea necesario para que prevalezca la compasión y la voluntad colectiva de detener de inmediato la guerra, terminar con la violencia fratricida y poner fin a las hostilidades, para acabar con la pérdida de vidas, la furia de la venganza, la ocupación y la apropiación territorial mediante invasiones; para que cese el estruendo de las armas y puedan prosperar medidas de confianza, construirse nuevas formas de diálogo y entendimiento que conduzcan a negociaciones.

“Vivimos un gravísimo momento de inflexión en la historia. Urge actuar no solo ante los terribles estragos y las tragedias del presente, sino ante las promisorias esperanzas del mañana”.

Esta guerra, como las otras, deben dejar de estar atrapadas en los cálculos del poderío militar, económico y político, en la desinformación, las falsedades y conductas irreductibles impuestas por los intereses y ánimos belicistas para dominar, imponer y vencer en confrontaciones geopolíticas, incitadas por líderes políticos cínicos e inmorales, a los que hay que hacer responsables. 

Los objetivos superiores de la paz deben prevalecer sobre los estragos de la guerra para desmontar las falacias de su inevitabilidad y acallar las falsedades del conflicto perenne y las manidas falacias de que no hay con quienes negociar. Se requieren nuevos y diferentes liderazgos. Vivimos un gravísimo momento de inflexión en la historia. Urge actuar no solo ante los terribles estragos y las tragedias del presente, sino ante las promisorias esperanzas del mañana. Construyamos la paz, siempre es posible, recuperemos nuestra humanidad precisamente en uno de los más extraordinarios crisoles de la civilización humana, antes de que sea demasiado tarde. EP

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