
En este texto, Francisco Suárez Dávila establece un paralelismo entre el ciclo populista de Perón y la situación política actual en México.
En este texto, Francisco Suárez Dávila establece un paralelismo entre el ciclo populista de Perón y la situación política actual en México.
Texto de Francisco Suárez Dávila 24/03/25
En este texto, Francisco Suárez Dávila establece un paralelismo entre el ciclo populista de Perón y la situación política actual en México.
El “populismo” se ha convertido nuevamente en el sistema político de moda, que con distintas modalidades viene sustituyendo o deformando a los sistemas democráticos. No reconoce ideologías de derecha o izquierda. Les importa el poder, por ello casi siempre tiene tendencias autoritarias. Todo se encubre bajo el manto de “lo que el pueblo quiere”. Tiene características comunes, que se han estudiado a lo largo de la historia y en distintos continentes. Ha tenido particular éxito con varios casos sonados en América Latina. El Fondo de Cultura Pública publicó un excelente libro de R. Dornbusch y S. Edwards: La macroeconomía del populismo de América Latina.
Los analistas consideran que Perón, presidente de Argentina de 1946 a 1955 y nuevamente en 1973-1974, es uno de los creadores del populismo. Analizó su interesante periodo, porque ilustra muy bien el ciclo populista: su ascenso, cumbre y caída. Tiene muchos elementos en común con nuestro ciclo populista: el de López Obrador, prolongado al inicio del gobierno de Sheinbaum. Se apreciará, como en otros casos, que el antídoto más eficaz contra el populismo es, en última instancia, una crisis económica a la cual sus equivocadas políticas finamente conducen.
Perón, como joven oficial del Ejército argentino, fue designado Secretario del Trabajo, lo cual aprovechó para organizar una amplia base obrera, apoyando a los sindicatos, favoreciendo a los obreros con prestaciones y salarios. En una de las muchas crisis, Perón se lanzó como candidato a la presidencia de la República y ganó en forma muy amplia en 1946.
Implantó la ideología “peronista” a la cual le dio el trato de “doctrina nacional”. Le llamó él “justicialismo humanista”, cuyo fin supremo era “garantizar la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación”, a través de tres objetivos: la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Suena muy similar al “humanismo” de López Obrador.
El auge económico inicial del peronismo se benefició de la Segunda Guerra Mundial y sus secuelas, que fue propiciado principalmente por el volumen y precio de las exportaciones argentinas, país muy rico en carne y granos, que exportaba a Europa en su proceso de reconstrucción. Aprovechó el auge para crear importantes instituciones, beneficiando al movimiento obrero. Se creó el gran Sindicato, la Confederación General de Trabajadores (CGT); se concedieron aumentos salariales, se crearon mecanismos de seguridad social, tribunales favorables. El Estado argentino asumió un modelo estatista: nacionalizó la banca, los ferrocarriles, los teléfonos, creando una poderosa burocracia. La expansión del mercado interno favoreció inicialmente el crecimiento. Creó un importante mecanismo económico, el Instituto para la Promoción del Comercio, que tenía el monopolio de compra de los productos agrícolas para la exportación que adquiría a precio bajo, vendía en el exterior a precio alto y se apropiaba el gobierno la deferencia. Como gran activo político, le dio el voto a la mujer. No puede olvidarse que se casó con Evita Perón, mujer de una cautivante personalidad, populista activista nata, que asumió la causa de los “descamisados”, los más pobres. A través de su Fundación “Eva Perón” desintitucionalizó la política social, dando apoyos directos, pero con fondos públicos (como los Programas de Bienestar). A su muerte, en julio de 1952, hubo un movimiento para pedir su canonización como Santa.
En la siguiente etapa conceptual del populismo, el entorno económico cambió dramáticamente en 1951: la inflación aumentó, se elevó a 30 %; hubo fuerte déficit fiscal y de balanza de pagos y pérdida de reservas internacionales. Cambió de estrategia: aplicó un Plan de Estabilización con congelación de precios y salarios; favorece la agricultura frente a la industria; impulsó al sector privado y la inversión extranjera, haciendo gestos de apertura hacia los Estados Unidos, que habían estigmatizado a Argentina por ser neutral y pro-fascista durante la guerra. Disminuyó su poder y popularidad.
Se dio una coalición de la clase media urbana con la Iglesia, que había antagonizado por establecer el divorcio y por medidas que la excluyó del sistema educativo que dominaba. Hubo quema de iglesias. En un ambiente de turbulencia, el Ejército siempre salvador vio la oportunidad de dar un golpe de Estado, el 16 de septiembre de 1955. Ésta es la fase principal de un ciclo de 10 años. Después, ante la incapacidad de gobiernos subsecuentes, Perón regresó a la presidencia en 1973, pero murió al año siguiente. ¡Era solo un símbolo! Lo sucedió su vicepresidenta, su segunda esposa, Isabelita, que con un gobierno desastroso efímero, fue derrocada.
Una señal de alerta es que, a pesar de sus dos caídas, el éxito económico inicial y el decidido apoyo social a los obreros identificaron al peronismo, en la memoria colectiva, con éxito. Así, con adecuaciones (y crisis), el peronismo, también llamado justicialismo, sobrevivió en Argentina hasta iniciado el siglo XXI con Menem y los Kirchner.
La experiencia demuestra cómo un líder tan carismático y popular, como Perón, inicialmente bendecido por un auge económico en parte apoyado por factores externos favorables, aprovecha ese auge para consolidar su base; en este caso, la clase obrera e industrial. Se sobreextiende con gasto público desbordado, orientado al gasto social y la creación de empresas del Estado. En una segunda fase, cuando el entorno económico global se vuelve adverso, incurre en alto déficit fiscal, exceso de endeudamiento, déficit comercial, pérdida de reservas, inflación, devaluación, pérdida de confianza. Intenta enfrentar la crisis con un Programa de Estabilización-Austeridad, acabando por lastimar y enajenar a sus bases sociales. Sobreviene una gran crisis. Argentina frecuentemente acude al apoyo del FMI, postración de la soberanía ante los acreedores. Finalmente el gobierno cae por un golpe de Estado o un proceso electoral adverso. Mi tesis es que en México, el ciclo populista de AMLO, con la prolongación de muchos de sus elementos al gobierno de Sheinbaum, es similar. De no alterar a tiempo el rumbo de algunas políticas, evitando algunos de los actuales desatinos, fortaleciendo la seguridad, el Estado de derecho y la confianza, el desenlace puede ser una crisis económica-financiera que, propiciada por la conjunción de factores internos y la turbulencia trumpiana internacional, puede provocar el descarrilamiento de la 4T. EP