
El grupo México en el Mundo presenta una serie de textos sobre el entorno internacional contemporáneo y los ajustes estratégicos que México debe emprender para fortalecer su posición exterior.
El grupo México en el Mundo presenta una serie de textos sobre el entorno internacional contemporáneo y los ajustes estratégicos que México debe emprender para fortalecer su posición exterior.
Texto de Héctor Cárdenas Rodríguez 22/10/25

El grupo México en el Mundo presenta una serie de textos sobre el entorno internacional contemporáneo y los ajustes estratégicos que México debe emprender para fortalecer su posición exterior.
Cualquier declaración de Donald Trump despierta un sentimiento de rechazo debido a su arrogancia y desagradable personalidad. Sin embargo, lo que parecía una fanfarronada más del presidente estadounidense, al expresar que en sus manos está lograr una paz pronta y duradera en Ucrania, se ha convertido en una posibilidad. Es innegable que Trump ha logrado entablar un diálogo constructivo con el presidente Vladimir Putin en el que han participado los principales dirigentes europeos. Esto no significa que haya disuadido al mandatario ruso de sus pretensiones hegemónicas y la recuperación de Rusia como gran potencia.
Si bien la cumbre de Alaska no alcanzó los acuerdos esperados, se ha consolidado el poder de convocatoria del presidente estadounidense. Por otra parte, no se descarta su iniciativa para reunir a Putin y al presidente ucraniano Volodímir Zelenski en un encuentro bilateral, aunque prevalecen las irreconciliables posiciones de ambos adversarios. Es importante destacar que, desde la llegada al poder de Trump, el conflicto ha entrado en una nueva fase que podría dar lugar a ciertas concesiones territoriales. La cesión de Crimea parece ineluctable por razones históricas: la península ha formado parte de Rusia en algunos momentos de su historia y el hecho de que la mayor parte de su población sea de origen ruso podría justificar la reivindicación rusa. Cuestión distinta y muy difícil de aceptar, por parte de Ucrania, es la cesión de parte de los territorios ocupados del Donbás por concentrase en ese territorio la infraestructura económica y el potencial de las riquezas minerales y petrolíferas del país. Hay que recordar que cuando Ucrania formaba parte de la Unión Soviética, y aún antes de esa etapa, esa era la región más prospera de la Unión. Por otro lado, está la cuestión emotiva. Suele decirse en suelo ruso que no hay Rusia sin Ucrania ni Ucrania sin Rusia, que Moscú es el cerebro y Kiev el corazón. Sin embargo, las aspiraciones ucranias a la independencia y soberanía han estado vigentes durante siglos.
La participación de Europa en la reunión de Alaska es una demostración del interés europeo en la solución del conflicto, pero sin crear un antecedente que aliente al Kremlin a proseguir con su política expansionista que pone en riesgo a soberanía de los antiguos enclaves soviéticos en Europa del Este, sobre todo en los países del Báltico, Polonia y Rumania.
Otra de las iniciativas no desechables de Trump es la celebración, sine die, a una reunión trilateral entre Trump, Putin y Zelenski. Tal acontecimiento permitiría a Washington ejercer presión sobre ambos mandatarios para llegar a un acuerdo. En el caso de Putin, con la amenaza de nuevas sanciones y el envío de armamento disuasivo, y en cuanto a Ucrania, la negativa de Estados Unidos a seguir apoyando financieramente a Kiev.
Ante este panorama, la Cancillería mexicana aparece insensible, sin reaccionar de manera contundente en lo que parecer una tendencia de indiferencia a los problemas más inquietantes del momento. En efecto, no se ha producido declaración alguna sobre la solidaridad de México con Ucrania. Al parecer, la relación con Rusia prevalece sobre los motivos legítimos de una posición a favor del mantenimiento de la paz y el respeto al principio de la solución pacífica de las controversias. Por lo tanto, convendría insistir en un cambio de posición de México en los foros internacionales para condenar enérgicamente la agresiva política expansionista rusa, que ahora amenaza a otros países que ataño formaron parte de la extinta Unión Soviética, como Polonia y los países bálticos. El gobierno mexicano debería insistir en la celebración de una conferencia internacional, bajo los auspicios de la Organización de las Naciones Unidas, para encontrar una solución pacífica al conflicto, aunada a su participación activa, como lo fue en gobiernos anteriores.
Sin caer en especulaciones sobre la posible injerencia del Kremlin en la política exterior mexicana, no escapan a nuestro entendimiento las intenciones de Rusia de promover sus intereses en Latinoamérica. Por su parte, la “Cuarta Transformación” ha mantenido un silencio sospechoso ante las revelaciones de Washington sobre la existencia en territorio mexicano de una amplia red de espionaje ruso. EP