El fentanilo no mata; las políticas actuales de drogas, sí

En este texto, Rebeca Calzada nos ofrece información actualizada sobre la producción y consumo de fentanilo, y reflexiona sobre la carencia de políticas de salud pública en México bien planificadas para encarar este grave problema.

Texto de 09/08/23

Fentanilo

En este texto, Rebeca Calzada nos ofrece información actualizada sobre la producción y consumo de fentanilo, y reflexiona sobre la carencia de políticas de salud pública en México bien planificadas para encarar este grave problema.

Tiempo de lectura: 8 minutos

Desde hace un par de años, y cada vez de manera más recurrente, la palabra “fentanilo” aparece en las noticias, en el feed de nuestras redes sociales y también en campañas de prevención. Esta palabra usualmente viene acompañada de: “muerte desde la primera vez”, “sobredosis”, “50 veces más potente que la heroína” e incluso “zombies”. Parecería que estos titulares y contenidos tienen cierta urgencia de sensacionalismo más que de informar críticamente sobre qué es el fentanilo y qué es lo que realmente debería de preocuparnos al respecto.

En los próximos párrafos mi apuesta, más que responder dichas preguntas, consiste en brindar información actualizada sobre esta sustancia, lo cual espero que sirva para provocar más preguntas y reflexiones sobre el prohibicionismo, el consumo y la torpeza institucional —a propósito o no— frente al tema de las sustancias y quienes las usan.

Empecemos por lo básico: ¿qué es fentanilo? Esta sustancia fue desarrollada en los años 60 del siglo pasado por el doctor belga Paul Janssen, quien buscaba que tuviera fuertes propiedades analgésicas y anestésicas. Desde entonces el fentanilo ha sido utilizado, la mayor parte del tiempo, para aliviar y mejorar la vida de quienes sufren dolor crónico. Que el fentanilo sea un “opioide sintético” significa que, a diferencia de la morfina o la heroína (que vienen del opio y por ello se necesitan cultivos de amapola), se produce sin opio, de forma sintética en un laboratorio, de manera mucho más rápida y con rigurosos controles de calidad. Cuando se dice que el fentanilo es entre 50 y 100 veces más potente que la heroína, en farmacología esto significa que se necesita una dosis entre 50 y 100 veces menor para tener el mismo efecto que esta. Y es precisamente por ello que el uso de fentanilo puede tener implicaciones mucho más severas relacionadas con la tolerancia, la dependencia y la sobredosis.

“Cuando se dice que el fentanilo es entre 50 y 100 veces más potente que la heroína, en farmacología esto significa que se necesita una dosis entre 50 y 100 veces menor para tener el mismo efecto…”.

Debido a su potencia, su producción (que se puede realizar en cualquier laboratorio clandestino), la facilidad de su transportación (pues se requieren pequeñas cantidades y por su apariencia puede mimetizarse fácilmente), el fentanilo se ha convertido en una sustancia sumamente atractiva para el mercado ilegal de drogas. Sin embargo, es importante detenernos aquí para aclarar que el fentanilo que se encuentra en las calles no es el mismo que se usa para fines médicos. El fentanilo que se consume en las calles, producido y traficado por el crimen organizado, es un “análogo”. A partir del fentanilo se desarrollaron otros muy similares a este (como el acetilfentanilo), producidos sin controles de calidad, hecho que lo hace una droga aún más riesgosa.

En Estados Unidos, en el 2022 se registraron casi 110 mil casos de sobredosis fatales por fentanilo, casi el doble de las muertes del personal militar estadounidense en la guerra de Vietnam. Desde 2014 se habla de una crisis de opioides, lo cual ha motivado al gobierno de este país a tomar acciones para detener la importación de esta sustancia y sus precursores, hecho que a su vez ha provocado tensiones con los gobiernos de China y México. En 2020 la DEA clasificó a China como la fuente principal de fentanilo para el país del norte, así como de sus precursores. Sin embargo, a partir de 2019 China endureció su control sobre estas sustancias. En 2018 la misma DEA reconoció la existencia de laboratorios ilegales en México para producir fentanilo. Incluso reportó que, pese a las restricciones impuestas en 2019 por China, las organizaciones mexicanas del crimen organizado aún se abastecen de suministros desde este país (y en menor medida desde la India). A inicios de julio de este año, la directora de la DEA siguió apuntando que el gobierno estadounidense espera más acciones para detener la producción de fentanilo en México con precursores que llegan desde China. Pero, ojo, tengamos en cuenta que estas presiones políticas se insertan en un contexto en el que China está siendo un protagonista importante en el equilibrio de poderes y en la economía mundial.

Es importante detenernos un momento para aclarar algo sobre la producción del fentanilo. Sus precursores y pre-precursores son comunes y se usan para otros fines: médicos, industriales y académicos. Es así como la guerra contra el fentanilo, que se configura con peticiones aún más prohibitivas, más respuestas de corte militar, mayores presiones políticas y más noticias sensacionalistas, no dará solución a la crisis actual de opioides en Estados Unidos, ni tampoco detendrá el consumo, ni las sobredosis fatales, ni su producción en México. Al respecto, Steve Preisler —bajo el pseudónimo de “Uncle Fester”— lo explica claramente: “…no puede haber una cosa como una ‘guerra’ contra objetos inanimados [drogas], solo puede haber una guerra contra las personas. Añadir sin cesar más compuestos químicos a las listas [que clasifican a las drogas] para que la policía secreta estadounidense los vigile no ha hecho nada para detener el voraz apetito de drogas ilegales de esta nación […] así es, amigos, las ‘drogas’ son simplemente sustancias químicas, y el conocimiento de cómo se producen nunca puede eliminarse del cuerpo del saber. Así que maduren, ‘guerreros contra las drogas’, y consigan una vida”.

El panorama en México es menos alentador. El Gobierno Federal se ha repetido a sí mismo y a la comunidad internacional que en México no se produce fentanilo, sino que en realidad llega en cargamentos desde China para que las organizaciones criminales mexicanas lo lleven a Estados Unidos. La evidencia apunta a lo opuesto.1 Negar la producción de esta sustancia en el país es negar los efectos que esto puede tener también en términos de salud pública y mermar las posibilidades de dar una respuesta alternativa que sirva para atender la situación y no para seguir acumulando datos sobre incautaciones, sobredosis fatales, detenciones, agresiones entre grupos del crimen organizado y fuerzas del Estado, homicidios, etcétera.

“Negar la producción de esta sustancia en el país es negar los efectos que esto puede tener también en términos de salud pública y mermar las posibilidades de dar una respuesta alternativa que sirva para atender la situación…”.

Además, en México no hay información actualizada a nivel nacional sobre el consumo de fentanilo y otras sustancias, pues desde enero de 2022 el Gobierno Federal canceló la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (ENCODAT). Pese a ello, sabemos que el consumo de fentanilo sí existe en el país. Alfonso Chávez de Prevencasa (una clínica comunitaria que brinda servicios de reducción de daños) cuenta que entre 2021 y 2022 han atendido 900 casos de sobredosis por opioides en la Zona Norte de Tijuana. También sabemos que en el último año la mitad de los cuerpos que ingresaron al SEMEFO de Mexicali dieron positivo a alguna sustancia psicoactiva. De estos, al 30% se le detectó que tenían restos de fentanilo. De este porcentaje, el 80% también tenía restos de otras sustancias, lo cual podría indicar que posiblemente consumieron fentanilo de forma no intencionada (es decir, que la sustancia que buscaban consumir estaba adulterada con fentanilo).Y otros estados más de la frontera norte también han visto el aumento de su consumo. Además, activistas han sido alertadxs sobre heroína testada que ha dado positivo a fentanilo en el centro del país, y programas que analizan sustancias en esta misma zona también han reportado, aunque en pequeñas cantidades, la presencia de fentanilo como adulterante en otras sustancias.

La respuesta por parte del Gobierno Federal sobre el fentanilo parece ser el reflejo de su negación sobre la producción, de la ausencia de datos sobre el consumo y de su poco interés por comprender la situación. En marzo de este año, el presidente Andrés Manuel López Obrador propuso prohibir el fentanilo médico para evitar que se consuma en las calles, pero, como se ha explicado, lo que se consume en las calles es el fentanilo análogo que es producido por el crimen organizado en laboratorios clandestinos. Raúl Martín del Campo, director adscrito al Instituto Nacional de Psiquiatría, explica que al final de cada año México reporta a la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) la cantidad de esta sustancia que se usó para fines médicos y si esta se compara con la cantidad de fentanilo incautado, la hipótesis del Gobierno Federal se cae. Es decir, las restricciones sobre el fentanilo médico no tienen impacto en el crimen organizado, ni en el consumo de fentanilo en las calles. El Dr. Luis González, además, me explicó que esta prohibición pone en riesgo la atención de calidad de lxs pacientes, tanto de aquellxs que son sometidos a procesos quirúrgicos como de aquellxs que padecen dolor crónico y, en paralelo, menciona los beneficios del fentanilo: “Dentro de los procedimientos anestésicos tienen mínimos efectos cardiovasculares o poca liberación de histamina”. La intención de prohibir el uso médico de esta sustancia está teniendo efectos sobre lxs pacientes y lxs doctorxs que la utilizan; un ejemplo es el caso del anestesiólogo que ahora enfrenta una investigación penal por comprar fentanilo para uso médico.

Por otra parte, los esfuerzos del Gobierno Federal para prevenir el consumo de fentanilo nuevamente se materializan en campañas estigmatizantes, reduccionistas y escandalosas que sólo nos dicen: “El fentanilo mata”. El Dr. David Goodman explica que existen distintos factores por los cuales una persona termina usando estas sustancias, que van desde traumas en la niñez y abusos a lo largo de la vida, hasta la genética, la geografía, el estado socioeconómico, entre otros. Esto nos muestra que la realidad es más compleja; el consumo de fentanilo en muchas ocasiones tiene lugar debido a que es un adulterante de otras drogas como la heroína y la metanfetamina; y no todo consumo de sustancias es una decisión deliberada.

Esta situación coloca a las personas ante mayores riesgos, como sufrir una sobredosis fatal, la cual pudiera ser revertida con naloxona. La naloxona, en el país, está clasificada como si fuese una sustancia psicotrópica y solo puede ser suministrada por el personal de los hospitales y las ambulancias, que no siempre atienden con la inmediatez requerida. Además, el presidente declaró en abril de este año que, pese a los esfuerzos que se han hecho por liberar este medicamento de esta clasificación con el fin de atender los casos de sobredosis, en México no se comercializará sin receta, ni se venderá al público. Y añadió que la distribución de la naloxona no resuelve el tema de fondo de la crisis de opioides en Estados Unidos, pues, en su opinión, parece ser un paliativo ante la adicción que solo prolonga la agonía de las personas que lo usan. Frente a estas declaraciones, sería prudente que el Gobierno Federal analice la situación y se cuestione si revertir una sobredosis y salvar una vida es prolongar la agonía, si sus campañas para prevenir el consumo de drogas están siendo un paliativo deficiente frente un complejo fenómeno de drogas, si la ausencia de datos y sus políticas moralistas son lo que, en realidad, están abonando a la agonía de las personas y sus comunidades.

“Lo inmoral de todo este panorama no son los hábitos de consumo de las personas, sino que se piense que estos se deben tratar a punta de criminalización y estigma”.

Un último elemento importante a mencionar es que desde noviembre de 2022 Psicofarma, encargada de la producción de metadona, detuvo su producción pues COFEPRIS reportó la existencia de irregularidades. La metadona y otros medicamentos como la buprenorfina son utilizados para prevenir los síntomas de abstinencia cuando una persona con uso problemático de opioides está disminuyendo o dejando el consumo. Este síndrome de abstinencia se presenta de forma física, con fuertes dolores, problemas para dormir, diarrea, vómito, taquicardia, cólicos, fiebre y otros más. Es por esto que muchas personas vuelven a usar opioides a pesar de que no lo deseen, pues el efecto placentero (el high) ya no aparece y el consumo solo disminuye los malestares. Gracias a este tipo de medicamentos estas personas pueden llevar a cabo sus vidas sin dolor, plenamente, con la posibilidad de disfrutar de sus familias y amistades. La evidencia ha mostrado la efectividad de usar metadona, la cual también reduce los riesgos de transmisiones de VIH y hepatitis, de sobredosis, de exposición a la violencia y de los daños asociados al uso problemático. La metadona forma parte de la lista de medicinas esenciales por parte de la OMS y su ausencia en el país ha provocado que quienes estaban en tratamiento buscaran consumir nuevamente opioides en condiciones muy riesgosas por la presencia del fentanilo en las calles. Solo en marzo, quince personas que ya estaban en tratamiento con metadona murieron por sobredosis.

Ciertamente esta sustancia ha venido a sacudirnos. En tan poco tiempo, el fentanilo nos está mostrando lo hipercomplejo que puede llegar a ser el fenómeno de las drogas, así como los múltiples efectos y formas que puede tomar cuando se inserta en un esquema prohibicionista que se aleja cada vez más de la salud pública, la evidencia científica y los derechos de las personas. Lo inmoral de todo este panorama no son los hábitos de consumo de las personas, sino que se piense que estos se deben tratar a punta de criminalización y estigma.

En México, el fentanilo por sí solo no mata. La ausencia de datos, de metadona y bureperofrina, de salas de consumo seguro, de servicios para testar las sustancias, de educación sobre drogas (incluyendo saber cómo identificar una sobredosis), de tratamientos gratuitos que se centren en la salud de las personas —y no en la abstención—, así como la inaccesibilidad a la naloxona y parafernalia, la negación de la presencia de las sustancias en nuestras comunidades, el estigma y la ignorancia de las campañas de prevención, sí matan. EP

  1. Recomiendo revisar la investigación de Insight Crime y este podcast producido por Vice News. []
Este País se fundó en 1991 con el propósito de analizar la realidad política, económica, social y cultural de México, desde un punto de vista plural e independiente. Entonces el país se abría a la democracia y a la libertad en los medios.

Con el inicio de la pandemia, Este País se volvió un medio 100% digital: todos nuestros contenidos se volvieron libres y abiertos.

Actualmente, México enfrenta retos urgentes que necesitan abordarse en un marco de libertades y respeto. Por ello, te pedimos apoyar nuestro trabajo para seguir abriendo espacios que fomenten el análisis y la crítica. Tu aportación nos permitirá seguir compartiendo contenido independiente y de calidad.

DOPSA, S.A. DE C.V