
El poeta Mario Murgia nos ofrece una reseña de Pétalos negros (ENdORA, 2024), reciente novela del escritor mexicano Roberto Rueda Monreal.
El poeta Mario Murgia nos ofrece una reseña de Pétalos negros (ENdORA, 2024), reciente novela del escritor mexicano Roberto Rueda Monreal.
Texto de Mario Murgia 11/04/25
El poeta Mario Murgia nos ofrece una reseña de Pétalos negros (ENdORA, 2024), reciente novela del escritor mexicano Roberto Rueda Monreal.
“¿Quién nos quiere contar un cuento?”
Aspectos de la novela, E. M. Forster
Debemos a la narratología y a sus sofisticadas vías de análisis de la llamada “ficción literaria” —que no necesariamente de la narrativa, por sorprendente que parezca— el que hace ya décadas hayamos dejado de leer, con alguna curiosa seriedad, tratados como los que forman el libro Aspectos de la novela (Aspects of the Novel), de E. M. Forster (1879–1970). El libro, de comparativa brevedad para lo que explica, alberga los textos revisados de algunas conferencias que el novelista inglés ofreciera bajo el auspicio del Trinity College, de la Universidad de Cambridge, en 1927. Hace apenas un siglo, la novela, en tanto que objeto de estudio riguroso y exégesis formal, seguía siendo una relativa novedad en los claustros académicos ingleses. Quizá por ello haya recurrido Forster al oficio propio del narrador y no del estudioso para describir el carácter y las funciones de la obra novelística en su aspecto fundamental: el contar o, para quienes prefieren los préstamos directos en estos literarios menesteres, el story-telling. En el capítulo segundo de Aspectos de la novela, intitulado “The Story”, o sea “el cuento” —y no “la historia”, mind you—, Forster nos pide que “escuchemos tres voces”. Cuando a la primera voz se le pregunta cuál es la función de una novela, responde: “Bueno, no sé… como que cuenta un cuento, por así decirlo”. El segundo interlocutor concuerda con vehemencia y luego agrega: “Quédense con su arte, quédense con su literatura, quédense con su música… yo prefiero quedarme con un buen cuento. A mí me gusta que el cuento sea cuento, digo, y a mi esposa, igual”. Al final escuchamos que la tercera voz dice, con tono de inescapable conformidad: “Sí —caray, sí— la novela cuenta un cuento”. Este último hablante, según admite el también ensayista, representa su propia voz cuando le toca hacerla de lector. “Justo ése es el aspecto fundamental sin el que [la novela] no podría existir”, remata Forster. Tengámoslo siempre presente.
Si bien más adelante el autor de la monumental Pasaje a la India matiza su dialogado apunte, su entretenido y fictivo intercambio en Aspectos…, no puede uno más que opinar que la verdad a la que refiere Forster no es otra cosa que una obviedad, tal vez una suerte de tautología utilizada como artificio humorístico para llevar la atención de su auditorio, medio en serio y medio en broma, al constituyente primo de todo relato extenso. Cuán esencialista, el inglés; qué poco sofisticado, él. No obstante, la lectura de ciertas novelas remiten justo a la esencialidad de lo que un narrador sazonado como Forster ha llamado “el más alto factor común a todas las novelas”. Pétalos negros. Cuando la niña blanca quiso hacerse a la mar (ENdORA ediciones, 2024), del defeño Roberto Rueda Monreal (1972), es una de esas obras que le recuerdan a uno las elementales, y por ello mismo pertinentes, observaciones de Forster en cuanto a los relatos, los cuentos, las narraciones que en principio posibilitan el que la novela se conciba y se aprecie como tal.
Seré obvio esencialista, pues: Pétalos negros es una novela en tanto que, sin peripecias discursivas, relata un cuento. Esto ya es algo que decir en épocas en las que pareciera que la contemporaneidad literaria obliga hoy a muchos novelistas de lengua española a andarse por las ramas de la atemporalidad artificiosa, o bien a pasearse por una rotonda de redundancias que aspiran a la descripción meditabunda. Los personajes de Pétalos negros se presentan tan humanos que desarrollan afinidades con cada narrador que los caracteriza y, ultimadamente, con el autor que los inventa: se buscan entre sí para ensayar la definición de sus existencias, para idear la justificación de sus actos y para intentar la concreción de sus anhelos. Se narran, pues, los unos a los otros, ejercitando con naturalidad entrañable las funciones que los vuelven primordiales en el relato y para el relato. Así, la novela de Rueda se regodea en la palabra y en sus posibilidades evocadoras. En su profusión de páginas y alusiones, Pétalos negros repasa esencialidades sin esencialismos: el amor que se torna transgresión, el deseo que se trueca en escollo y la desgracia que deviene experiencia determinan las obsesiones y los rejuegos de Don Antonio y su hija Mar, personajes axiales en cada filón narrativo de un extensísimo cuento de cotidianidades.
“Cada acción o palabra de una trama tiene que contar”, sostiene Forster en Aspectos de la novela. Quizá el autor inglés reafirmaría esta certeza si pudiese leer hoy Pétalos negros en el mexicanísimo y muy persuasivo español de Rueda, en el registro convincente de sus voces narradoras y de sus personajes. Quizá Forster lograse confirmar que la novela (mexicana actual) es capaz de seguir recreando verdades sin que ninguna de ellas sea, del todo, la verdad. Solo quizá. EP