Estatuas para las sometidas, desplazadas, asesinadas

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.

Texto de 09/09/21

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.

Tiempo de lectura: 3 minutos

Esa irrefrenable urgencia de postear algo, lo que sea, tomar partido tajante pero pronto (lo esencial es que sea pronto), ponerse de inmediato a favor de algo o alguien y en contra de algo o alguien, me hizo abrir Twitter y escribir cuatro palabras minutos después que la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum anunció que la estatua de Cristobal Colón ya no volvería a Paseo de la Reforma. 

Sentía urgencia de estar en el tema, porque el tema en esos instantes era la decisión de que el pedestal de piedra fuera ocupado ya no por el navegante genovés sino por la figura de una mujer indígena, y esa resolución era congruencia, o bien populismo, o bien justicia, o bien hipocresía, o bien conciencia histórica, o bien un gesto político para quedar bien. ¿Y yo de qué lado estaba? ¿Poner ahí a una mujer indígena estaba bien o mal? Decídete, ¡pero ya!

El primer impulso antes de mover mis pulgares en la aplicación del pajarito azul fue pensar que las estatuas suelen recordar a muertos: acá cerquita tenemos la de los Niños Héroes, la de José de San Martín, la de Álvaro Obregón, la de Pedro Infante, la de Carlos IV, la de Juárez (su cabeza tétrica), la de Cantinflas, la de Cuauhtémoc, la de José José, la de Cuitláhuac. Muertos, muertos, muertos. Desde este ángulo, si te hacen un monumento preocúpate porque estás muerto, y entonces la mujer indígena mexicana debería preocuparse porque tener el suyo sería pasar a la fría dimensión de la piedra o el bronce, asignados, paradójicamente, a los “inmortales”. Digamos que si te enteras que ya cuentas con tu monumento da por hecho que te perpetuarás en la nada y a la intemperie; muy pocos te voltearán a ver porque eres intrascendente y helado como un cacho mineral. Tu estatua es tu acta del olvido.

¿Y si todo el párrafo anterior es una falacia? Es cierto que las estatuas perpetúan muertos célebres, ¿pero quién dijo que siempre deba ser así, que no pueda haber monumentos de vivos? Además, un monumento también es una coordenada: “Mi amor, nos vemos a las 6 frente al Monumento de la Mujer Indígena”. El simple hecho de nombrar reivindica porque recuerda, porque nos hace mover la boca para decir “mujer indígena”, llamarla por su nombre. Y entonces, aunque sea brevísimamente, al llevar a la oralidad a todas ellas recordamos que no ha habido en este país grupo social más oprimido, vejado y olvidado que la mujer indígena, y que no son solo “combativos personajes de nuestra historia” sino que en este 2021 superan los 6 millones de habitantes: también son este país. Y en México, si eres mujer sufres desigualdad, si eres pobre sufres desigualdad, y si eres indígena y mujer sufres esa doble desigualdad más de la de tu raza. 

Cierto, una estatua dará más visibilidad a las indígenas. Pero, por desgracia, no les asegura ni la justicia, ni la prosperidad, ni posiciones protagónicas en la política ni en cualquier ámbito social. Es decir, ser estatua no te salva de la miseria, ni del desamparo, ni de la violencia.

Con el anuncio de la nueva figura de piedra busqué datos de la realidad indígena nacional de la mujer. En datos del Observatorio de Violencia Feminicida de la organización feminista GESmujer, hasta el pasado 30 de agosto, solo en Oaxaca (inimaginable lo que podría estar pasando en los otros 31 estados), 335 niñas y mujeres han sido asesinadas.

Otro dato: en 2019 el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) recibió 6 mil millones de pesos, 88 millones menos que el último año de Peña Nieto. En 2020 bajó a 3800 millones, y otra vez cayó a 3,600 millones este año. El derrumbe presupuestal (al menos de ese organismo) es dramático. ¿Y cómo andan los gabinetes federal y de esta ciudad? ¿Ocupan puestos clave las indígenas?) Salvo la mixteca Laura Ruiz, secretaria capitalina de Pueblos y Barrios Originarios y Comunidades Indígenas Residentes, da la impresión que la mujer indígena (no detecto datos públicos al respecto) está prácticamente borrada de la cúpula del gobierno (vamos, hasta el INPI lo dirige un hombre, Adelfo Montes). Es decir, ellas están desplazadas de la toma de decisiones

En definitiva, buen símbolo que la mujer indígena tenga su estatua, pero será aún mejor si esa figura de piedra esculpida es solo el punto de partida para una emancipación impulsada desde las entrañas del sistema político.Por ahora solo tienen una estatua. EP

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