La necesaria vuelta al multilateralismo

El grupo México en el Mundo presenta una serie de textos que abordan los desafíos para la política exterior de México al inicio de la nueva era Trump.

Texto de & 26/02/25

El grupo México en el Mundo presenta una serie de textos que abordan los desafíos para la política exterior de México al inicio de la nueva era Trump.

Uno de los retos de la presidenta Claudia Sheinbaum en el campo de la política exterior es recuperar la visibilidad y el prestigio de México en los foros multilaterales de carácter político; la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ocupa, sin duda, el lugar central.

“recuperar la visibilidad y el prestigio de México en los foros multilaterales de carácter político…”

Breve recuento histórico

Desde sus inicios, la presencia de México en esa Organización fue asunto prioritario de su política exterior. Encabezó la participación de los países de América Latina en la redacción de su Carta Constitutiva al convocar a la Conferencia de Chapultepec en 1944. Se logró, entonces, introducir los capítulos relativos a la creación del Consejo Económico y Social (ECOSOC), la participación de los organismos regionales en el mantenimiento de la paz y las referencias al principio de no intervención en asuntos de la jurisdicción interna de los Estados.

Al comenzar la llamada Guerra Fría, en 1946, México encontró un campo fértil en la búsqueda de medidas que acotaran las consecuencias del enfrentamiento entre las grandes potencias. Estaba presente el peligro de una tercera guerra mundial, ahora con el agravante de la existencia de las armas nucleares. 

Desde entonces, la lucha por el desarme nuclear se convirtió en objetivo prioritario de la política exterior de México. La negociación, la firma y la ratificación del Tratado de Tlatelolco permitieron que América Latina se convirtiera en la primera zona densamente poblada en el mundo libre de armas nucleares. Le siguieron otros tratados de desnuclearización en el Pacífico Sur, el Sudeste Asiático, África y Asia Central.

Sin duda, podemos imaginar los peligros que existirían en las relaciones internacionales contemporáneas si, por ejemplo, Sudáfrica, Brasil o Argentina tuvieran en estos momentos armas nucleares. Visto así, el premio Nobel de la Paz otorgado a Alfonso García Robles, diplomático mexicano y arquitecto del Tratado de Tlatelolco, fue muy merecido.

El desarme nuclear no es el único tema que da prominencia a la política mexicana en la ONU. Se pueden citar varios temas, como el desarrollo y la codificación del Derecho Internacional expresado, entre otras áreas, en las aportaciones a la Convención de Ginebra sobre el Derecho del Mar (1982). La contribución de la delegación mexicana fue por demás notable e hizo posible la adopción de las normas para delimitar la anchura del mar territorial lo cual, a su vez, permitió la utilización, por parte de los países ribereños, de las importantes riquezas que se encuentran en la plataforma continental.

Nuevas épocas, nuevas aportaciones

El fin de la Guerra Fría, a finales del siglo XX, abrió nuevas perspectivas para la acción de la ONU. En aquellos momentos fue notable la contribución de México al avance de la mujer mediante sus propuestas para la Plataforma de Acción aprobada en la Conferencia Mundial para la Mujer (Beijing, 1995). Los doce temas de acción prioritaria establecidos allí se convirtieron en referencia obligada para los programas en favor de la mujer en el mundo.

Al adentrarnos en el siglo XXI, México se mantuvo a la cabeza de los países líderes de la “nueva agenda” al contribuir a la creación del nuevo Consejo de Derechos Humanos del que tuvo la primera presidencia en 2006. De igual forma, fue destacada la presidencia de la Conferencia de las Partes (COP-16) de la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, celebrada con gran éxito en Cancún, en 2010. Esta COP permitiría que el tema se mantuviera en el marco universal de la ONU y tomara fuerza el compromiso de aumentar el apoyo a los países de menor desarrollo para combatir el calentamiento global.

Multilateralizar temas difíciles del ámbito bilateral

La decisión de llevar a foros multilaterales temas difíciles en las relaciones bilaterales, en particular con Estados Unidos, le ha permitido a México aumentar sus márgenes de maniobra al proporcionarle el respaldo de acuerdos y normas internacionales ya existentes. Por ejemplo, el avance logrado en el tratamiento del tema de las drogas en conferencias de la ONU promovidas por México le permitió, en primer lugar, evitar que se viera como un problema originado en los países productores, logrando redefinirlo como una cadena que involucra en ambos extremos a productores y consumidores. En segundo lugar, se evitaron “calificaciones” sobre el comportamiento en materia de drogas emitidas exclusivamente por Estados Unidos para sustituirlas por evaluaciones colectivas por medio de órganos multilaterales, en este caso de la Organización de los Estados Americanos (OEA).

Otro ejemplo de la conveniencia de multilateralizar se da en el caso de los derechos humanos de los trabajadores migrantes y sus familias. Su defensa no puede olvidar la convención sobre el tema promovida por México y adoptada en el seno de la ONU, ni tampoco la importante contribución a los derechos de los migrantes resultado de los Diálogos de Alto Nivel sobre Migración Internacional y Desarrollo celebrados en la ONU entre 2006 y 2013. Igualmente significativa es la Opinión Consultiva 18, emitida en 2003 por la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre la condición jurídica de los migrantes indocumentados.

Llegado a este punto, cabe preguntarnos: ¿qué ha hecho posible el papel destacado de México en los organismos multilaterales a lo largo del tiempo y hasta dónde ese prestigio debe mantenerse?

¿Cambio o continuidad?                                                                   

El prestigio de México en los foros multilaterales descansa en cuatro elementos: 1) la trascendencia de los temas que ha auspiciado (desarme nuclear, avance de la mujer, desarrollo del Derecho Internacional, cambio climático, entre otros); 2) el destacado profesionalismo de los cuadros del Servicio Exterior Mexicano encargados de cuestiones multilaterales; 3) la habilidad para impulsar y formar consensos en temas que frecuentemente son polémicos; y 4) la participación directa del jefe del Ejecutivo cuando es el nivel que se necesita para empujar un acuerdo.

Esas habilidades y el consiguiente prestigio adquirido tuvieron una pausa durante los años del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Es verdad que se ocupó un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU (2021-2022), conducido con habilidad y acierto por el Dr. Juan Ramón de la Fuente. Sin embargo, desde el sitio privilegiado para influir en la opinión pública, que fueron las conferencias matutinas del jefe del Ejecutivo, López Obrador se refirió frecuentemente con escepticismo a la ONU calificándola de irrelevante, ineficiente e innecesaria. ¿Puede el nuevo Gobierno de México permitirse seguir esa misma línea de pensamiento? 

Tres argumentos se pueden seguir para que no sea así: 1) el prestigio de México en foros multilaterales contribuye a darle reconocimiento y respeto a nivel mundial; 2) los avances logrados en foros multilaterales contribuyen a ampliar el margen de maniobra en el diálogo bilateral con Estados Unidos; y 3) la presencia internacional contribuye a fortalecer el liderazgo del presidente en turno externa e internamente.

“el prestigio de México en foros multilaterales contribuye a darle reconocimiento y respeto a nivel mundial…”

Por todo lo anterior, la participación en el Debate General de la Asamblea General de 2025, cuando se cumplen 80 años de vida de la ONU, puede ser un hito en la presidencia de Claudia Sheinbaum. Esto dependerá de un discurso con forma y fondo impecables, destinado a ser citado cuando se recuerde a la primera presidenta de México. EP

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