Me interesa la soledad del ojo a través del lente de la cámara. No hay imágenes. Sólo instantes de luz. Todos muy callados.
Busco seres y cosas que estén vivas, que me hablen de vida, y todas ellas, de algún modo, se mueven dentro de porciones pequeñas de luz.
La cámara no es —al menos para mí— un reproductor de imágenes; más bien me permite acceder a lo invisible. Penetra otro mundo, uno que salta por un instante, lleno de luz, para volver enseguida a la oscuridad. Sin embargo, ese instante revela la divinidad de cada ser, de cada cosa.
No sé de dónde viene esta necesidad de estar callado y caminar largas horas por lugares abiertos, donde nunca hay nadie. Lo único que percibo es esa triste y solitaria luz que hay en el entorno.
El espacio de la cámara es un espacio ciego. Blanco. Así, habla de luz y con la luz. EP
Todas las fotografías son digitales.