Música a través del abismo

Juan Arturo Brennan escribe sobre la West-Eastern Divan Orchestra, un osado proyecto musical creado por Daniel Barenboim y Edward Said que aboga por la paz y la reconciliación entre los pueblos.

Texto de 17/02/25

Barenboim

Juan Arturo Brennan escribe sobre la West-Eastern Divan Orchestra, un osado proyecto musical creado por Daniel Barenboim y Edward Said que aboga por la paz y la reconciliación entre los pueblos.

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Inicio la redacción de este texto el 15 de enero de 2025, día en el que anuncia, con bombo atronador y platillos discordantes, una “tregua” o “cese al fuego” en la más reciente guerra abierta del Medio Oriente, iniciada el 7 de octubre de 2023 con la violenta incursión de Hamas en territorio israelí y la subsecuente retaliación del Estado judío. Una tregua que, como las anteriores y como tantos “tratados y acuerdos de paz” que se han firmado a través de los años, ni detendrá las hostilidades ni aludirá directamente a las causas primeras del conflicto y, ciertamente, no conducirá a la paz. Se anuncia, en principio, que será una tregua de 42 días; tradúzcase esto como “me tomaré seis semanas de respiro para maquillar las atrocidades, replantear mi estrategia y volver a lo mismo, pero con más enjundia”, dicho indistintamente por los jerarcas de cualquiera de los dos bandos. Me parece que ahí está una de las muchas claves importantes de este irresoluble conflicto: se dice que una de las definiciones clásicas de la locura es hacer lo mismo una y otra vez, esperando resultados distintos. En medio de esa locura perpetua, en ocasiones se han levantado voces valientes con la intención de intentar cosas diferentes; la mayoría de las veces, esas voces han sido acalladas, censuradas y silenciadas por los elementos más radicales de ambos bandos, con el resultado de que muy poco cambia, para que todo siga igual y, casi siempre, peor. Una de esas voces disidentes es la de Daniel Barenboim (1942), quien además de expresar con toda claridad sus puntos de vista, se ha puesto en acción para intentar una vía diferente: propiciar, si no una idealista resolución del conflicto, sí un diálogo de corte humanista empleando para ello acordes, arpegios y corcheas en vez de bombas, tanques y misiles.

“se dice que una de las definiciones clásicas de la locura es hacer lo mismo una y otra vez, esperando resultados distintos.”

Pianista, director, promotor y activista, Barenboim nació en Buenos Aires de padres inmigrantes judíos. A los ocho años de edad, a la vez que hace sus primeras presentaciones como pianista, su familia se asentó en Israel. Dos muestras de su precoz y sólido talento musical: a los 18 años tocó el ciclo integral de las sonatas para piano de Beethoven, y dos años más tarde hizo su debut como director con la Orquesta Filarmónica de Israel. A partir de estos primeros hitos, sus carreras paralelas y complementarias de pianista y director crecieron vertiginosamente. Entre los hitos importantes de los años subsecuentes están su debut y presencia repetida en el Festival de Bayreuth y su nombramiento como director artístico de la Orquesta Sinfónica de Chicago. Momentos destacados: en 1989 dirige a la Filarmónica de Berlín  en la Philharmonie en un concierto en ocasión de la caída del Muro de Berlín, en 1991 publica su autobiografía, titulada A Life in Music, y en 1999 ofrece un recital en la Universidad Birzeit en Ramallah, ciudad a la que habría de regresar en varias ocasiones. El resto de su biografía se concentra en una larga serie de recitales, conciertos, óperas, grabaciones, premios y reconocimientos, estos últimos no solo por sus méritos, sino también por su activismo social: en 2004 recibe el Premio Wolf por su labor en pro de los derechos humanos y el acercamiento de los pueblos y en 2006 es reconocido con el Premio de la Paz de la Fundación Korn y Gerstenmann, así como el Premio Entendimiento y Tolerancia del Museo Judío de Berlín, entre muchos otros recibidos a lo largo de una intensa carrera.

En el contexto de una vida tan amplia, variada y productiva, es posible que el hito más trascendente, poderoso y duradero de la carrera de Daniel Barenboim sea la fundación, dirección y, en buena medida, administración de ese noble y complicado proyecto que es la West-Eastern Divan Orchestra, que como otras de sus iniciativas le ha traído severos conflictos y enfrentamientos. Para echar a andar este proyecto, Barenboim contó con la complicidad y colaboración del destacado académico, crítico y activista palestino-estadunidense Edward Said (1935-2003). Además de sus lúcidos textos sobre literatura y música, Said dejó una huella profunda con su labor académica, principalmente en la Universidad de Columbia, pero también en Harvard, Yale y Johns Hopkins. Entre su vasta obra destaca Orientalismo (1978), una piedra angular en el estudio del poscolonialismo. Fue miembro del Consejo Nacional Palestino y mantuvo cercanas y productivas relaciones con importantes intelectuales palestinos, destacando entre ellos el poeta Mahmoud Darwish. El activismo político y social de Edward Said estuvo siempre guiado por sus ideas pacifistas.

Aun antes de emprender con Said el temerario proyecto de la West-Eastern Divan Orchestra, Barenboim ya había dado un paso previo polémico e igualmente comprometido. El 7 de julio de 2001, al frente de la Orquesta de la Ópera Alemana de Berlín, durante una gira por Israel, Barenboim interpretó en Jerusalén, en el marco del Festival de Israel, un programa con obras de Robert Schumann (1810-1856) e Igor Stravinski (1882-1971). Antes de abordar la interpretación de un encore, el director habló con la audiencia de más de dos mil personas para manifestar su intención de interpretar música de Richard Wagner (1813-1883). El revuelo causado por su propuesta fue mayúsculo, y sus repercusiones se sienten todavía. Muchas personas abandonaron el concierto, y Barenboim dirigió un fragmento orquestal de la ópera Tristán e Isolda. No hace falta glosar aquí la natural y justificada repugnancia de los judíos por la música de este alemán que fue un antisemita incendiario, y cuya música e ideas fueron diligentemente abrazadas y utilizadas por los nazis en su inexorable marcha hacia el Holocausto. Pero Barenboim se atrevió, actuando bajo la doble idea de separar la música de la ideología y tender un puente entre conceptos aparentemente irreconciliables, lo que le costó numerosas reprimendas, públicas y privadas, boicots, descalificaciones y amenazas. Edward Said se refirió a este valeroso acto de Barenboim como un intento de deslindar dónde está el mal y dónde el arte.

El propio Said describe con estas palabras el sencillo origen de la West-Eastern Divan Orchestra: “Los tres últimos años, los dos primeros en Weimar y el actual en Chicago, [Barenboim] ha reunido a jóvenes músicos israelíes y árabes para que toquen música juntos, una empresa atrevida que intenta elevarse por encima de la política y los conflictos mediante el arte en absoluto político de interpretar música conjuntamente”.

En 1999, Barenboim y Said fundaron un taller básicamente binacional pero finalmente multicultural para jóvenes músicos. En el centro de esta idea estaba la intención de promover el diálogo, de muchas maneras y en muchos niveles, con la música como impulso motor. En poco tiempo, el taller mutó en la West-Eastern Divan Orchestra, que toma su nombre de la colección de poemas de Johann Wolfgang von Goethe titulada precisamente West-östlicher Divan (1819). Desde su nombre mismo, y a través de todas sus actividades de estudio, concierto, promoción y divulgación, la orquesta tiene como foco principal la idea de la coexistencia pacífica, que en el mundo actual pareciera ser una especie de entelequia cada vez más difusa y lejana. Una primera y elocuente muestra de que se trata de un proyecto auténticamente incluyente (hoy, que esta palabra se utiliza profusamente para confundir, ocultar y ofuscar) es el hecho de que, en las filas de la orquesta, conformada de manera mayoritaria y balanceada por jóvenes músicos árabes e israelíes, hay también músicos de otras nacionalidades (dato relevante: se trata además de una orquesta con una notable equidad de género). En la propuesta original de Barenboim y Said, el modus operandi consiste en reunir a los músicos cada verano para ensayos y talleres, para después realizar una gira internacional.

La creación de esta orquesta (y de todo lo que hay detrás) parecería indicar que Barenboim es un idealista; quizá lo sea. En todo caso, es un idealista pragmático, si tal cosa existe, quien, en lugar de tener la cabeza metida en una nube de optimismo, tiene los pies y la batuta firmemente anclados en una realidad áspera, trágica e irreconciliable. En estas palabras suyas hay una prueba contundente de ello: “El Divan no es una historia de amor ni una historia de paz. Se ha descrito de forma muy halagüeña como un proyecto de paz. No lo es. No va a traer la paz, tanto si tocan bien como si tocan no tan bien. El Divan fue concebido como un proyecto contra la ignorancia. Un proyecto sobre el hecho de que es absolutamente esencial que la gente conozca al otro, que entienda lo que piensa y siente el otro, sin estar necesariamente de acuerdo con ello. No estoy tratando de convertir a los miembros árabes del Divan al punto de vista israelí, y no estoy tratando de convencer a los israelíes del punto de vista árabe. Pero quiero —y desafortunadamente estoy solo en esto ahora que Edward murió hace unos años— crear una plataforma donde las dos partes puedan estar en desacuerdo y no recurrir a los cuchillos”.

Estas palabras de Barenboim aparecen citadas en uno de los mejores y más completos textos escritos sobre la West-Eastern Divan Orchestra, publicado en el diario inglés The Guardian el 13 de julio de 2008 bajo la firma de Ed Vulliamy con el título de “Bridging the Gap“. Otras dos fuentes de información indispensables sobre la orquesta se encuentran en dos documentales cuyo visionado es indispensable para obtener una visión (y audición) más directa del proyecto. El primero, Knowledge is the beginning (Paul Smaczny, 2005) y Das West-Eastern Divan Orchestra in Ramallah (Anne-Kathrin Peitz, 2022). El filme de Smaczny contiene uno de los momentos más polémicos de la carrera de Barenboim. El 9 de mayo de 2004, cinco años después de la fundación de la orquesta y un año después de la muerte de Edward Said, el director de orquesta recibió el Premio Wolf que se otorga en Israel a científicos y artistas que han destacado no solo en su campo de acción específico, sino también en sus esfuerzos por la paz, la concordia y el entendimiento. En su discurso de aceptación del premio (cuya adjudicación, hay que decirlo, no fue unánime ni mucho menos) Barenboim utilizó un recurso retórico brillante para fijar, una vez más, su heterodoxa posición sobre el conflicto israelí-palestino: citó la Declaración de Independencia del Estado de Israel y señaló algunos de los contrastes entre los ideales del documento y la realidad, con palabras instructivas, elocuentes y dolorosas. El encono de su audiencia, ya polarizada a priori, fue mayúsculo; es legendaria la polémica que se suscitó entre Barenboim y Limor Livnat, por entonces ministra de Educación, Cultura y Deporte. Para enfatizar su posición irreductible en un entorno mayoritariamente hostil, manifestó su intención de donar el monto del premio para impulsar proyectos de educación en Israel y Ramallah. Entonces, en un momento sublime (y terrible) de cine, historia e ideología, la cámara muestra a uno de los asistentes a la ceremonia mostrando un cartel que dice  Musik Macht Frei; una de esas imágenes indelebles que valen más que mil palabras y que enfatizan, por si hiciera falta, que el dolor del pueblo judío es incurable y que el actual conflicto es irresoluble, porque la receta de querer curar un dolor con otro dolor no es, y nunca ha sido, válida.

En Agosto de 2024, la West-Eastern Divan Orchestra como colectivo difundió este comunicado: “Mientras atestiguamos y guardamos luto por decenas de vidas destruidas y comunidades rotas mientras el valor político permanece ausente, nosotros, los músicos de la West-Eastern Divan Orchestra, estamos horrorizados y profundamente entristecidos por la escalada extrema de violencia en el Medio Oriente, que sigue intensificándose día con día. El profundo compromiso humanista del Maestro Daniel Barenboim y del fallecido intelectual palestino Edward Said permanece como el centro de nuestra orquesta. En y a través de nuestra música buscamos modelar una vida de reconocimiento mutuo entre iguales. Hacemos un llamado a las comunidades locales e internacionales y sus líderes a dejar de procrastinar y poner fin al ciclo de violencia efectuando un cese al fuego permanente, asegurando el regreso seguro de todos los rehenes y los detenidos ilegalmente. Es imperativo trabajar hacia una resolución pacífica y duradera cimentada en la igualdad”.

Esta orquesta nació como un proyecto de dos, porque dos son los bandos en pugna, porque dos son las ideas que los sostienen y apuntalan. El hecho de que la prematura muerte de Edward Said no haya ocasionado la desaparición de la West-Eastern Divan Orchestra es testimonio fehaciente de la tenacidad, la convicción y el compromiso de Daniel Barenboim. Hoy, la salud del director y pianista a sus 82 años es muy frágil, y es lícito preguntarse si a su muerte este proyecto será viable. Y de modo más general: ¿hay en ese entorno alguien más con la temeridad y el valor de Said y Barenboim para probar una vía distinta a lo usual? ¿Alguien más que crea con la misma convicción que hacer que jóvenes israelíes y palestinos hagan música juntos puede ayudar a derribar al menos un ladrillo del infranqueable muro?

“¿hay en ese entorno alguien más con la temeridad y el valor de Said y Barenboim para probar una vía distinta a lo usual?”

Hasta la fecha, persiste una confusión respecto al significado del nombre West-Eastern Divan Orchestra, debido a la que la palabra divan tiene diversas acepciones en distintas lenguas; por ejemplo, en la antigua lengua persa diwan significaba colección de poemas. Para entender cabalmente la esencia del proyecto, hay que recurrir directamente a Goethe, quien en sus investigaciones de las lenguas árabe y persa eligió concretamente una interpretación: divan quiere decir, también, ‘el otro’. EP


Breve declaración de Daniel Barenboim:
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