Este ensayo de Graciela S. Silva es un sentido homenaje a la labor editorial de Vicente Rojo.
Vicente Rojo: hombre de libros
Este ensayo de Graciela S. Silva es un sentido homenaje a la labor editorial de Vicente Rojo.
Texto de Graciela S. Silva 19/03/21
La muerte de Vicente Rojo significó una gran pérdida no sólo para el mundo del arte, sino también para el medio editorial. Me atrevería a decir que incluso ha dejado un hueco mayor en esta última, de la talla de su legado, y en donde creó una importante escuela de diseño editorial y gráfico, la cual ha marcado la estética de diversas editoriales, publicaciones culturales y más.
Miguel Prieto y las publicaciones culturales
Vicente Rojo llegó a México en 1949, a los 17 años, proveniente de España en donde había estudiado dibujo, escultura y cerámica. Con ese mismo impulso, una vez asentado en el país asistió a clases en La Esmeralda, las cuales abandonó al poco tiempo.
Si bien es cierto que su primer deseo era convertirse en pintor y artista, desde su llegada se relacionó con el diseño y el oficio editorial, una labor que sólo pudo realizar de la mano de su mentor y amigo, el tipógrafo y diseñador Miguel Prieto.
A los pocos meses de haber migrado, en enero de 1950, Rojo entró a trabajar como su asistente en la Oficina de Ediciones del Instituto Nacional de Bellas Artes (inba) en una diminuta oficina en el cuarto piso del Palacio de Bellas Artes. Ahí, Prieto tenía como encargo la tarea de dar un toque propio a las publicaciones del Instituto: catálogos, programas, carteles y —por supuesto— libros; la cual le había encomendado Fernando Gamboa1.
Unos meses después, Fernando Benítez contactó también a Miguel Prieto como director artístico del suplemento México en la Cultura. En palabras del propio Benítez, Prieto fue el “iniciador del moderno diseño gráfico mexicano”, un legado continuado por Vicente Rojo, quien ha dicho que: “(Miguel Prieto) logró, sin proponérselo, sentar en México las bases del diseño gráfico en el campo de las publicaciones culturales”2.
Ambos se dedicaban en ese momento a un oficio que si bien existía, aún no tenía nombre, al menos no como los conocemos ahora. Eran conocidos más bien como tipógrafos o cajistas, pero tenían un papel muy importante en la creación de los diversos productos impresos a su cargo.
Conviene destacar que para ese momento las imprentas mexicanas no empleaban la técnica del offset, por lo que todos los contenidos debían planearse tomando en cuenta la imprenta con la que se iba a trabajar, y la variedad de tipografías que ahí se tenían. Al mismo tiempo, debían lograr que el diseño fuera atractivo y eficaz con pocos elementos a su alcance, e inventando sus propios recursos para lograrlo.
A principios de 1953, y debido al cambio de sexenio, Miguel Prieto dejó la Oficina de Ediciones del inba, por lo que el puesto quedó al frente de Rojo, aunque sólo por poco tiempo. Para darle una nueva imagen a las publicaciones, el artista encontró otra imprenta en donde tuvo oportunidad de experimentar con algunos tipos de letra más. De hecho, la trayectoria de Vicente Rojo también se encontraría ligada de forma muy cercana al desarrollo de la imprenta en México.
Un año después inició su colaboración con Jaime García Terrés en la Dirección de Difusión Cultural de la unam, con tareas muy similares a las realizadas en el inba. Pero fue por esas mismas fechas que se dio otro acercamiento muy importante en su vida: el taller de la Imprenta Madero.
Esa primera etapa, como diseñador y director de arte de publicaciones culturales, se dio gracias a que un amigo en común lo puso en contacto con Miguel Prieto casi a su llegada. Para 1956, con la muerte de su mentor a causa de cáncer, Fernando Benítez le pidió que continuara con el diseño de México en la Cultura, labor que había estado bajo cuidado de Rojo durante la enfermedad de Prieto
Fue la dirección gráfica de este suplemento, la que le permitió estar en contacto cercano de la élite cultural del momento. Al respecto, Rojo refiere: “Dada mi timidez, me costaba mucho relacionarme con ellos; sin embargo con oírlos hablar y discutir me daba por satisfecho”3.
Imprenta Madero
El talento de Vicente Rojo le permitió crear nexos que quizá su personalidad, tímida y reservada, le habrían impedido. Él mismo relata su propia reacción ante el tipo de personas que visitaban con frecuencia la Librería Madero, a la que acudía desde su llegada a México en busca de volúmenes monográficos sobre pintores y sus biografías: “La Librería Madero se especializaba en importar revistas y libros franceses que su clientela agradecía. Otra particularidad era que en la trastienda se reunía una tertulia de figuras como León Felipe, Jesús Reyes Heroles, Augusto Monterroso, Catalina Sierra y José Moreno Villa, que yo, dada mi timidez, veía a prudente distancia mientras buscaba y adquiría libros”4.
Fue en ese mismo espacio que logró estrechar lazos con Tomás Espresate y con Eduardo Naval, fundadores de la Librería y posteriormente de la imprenta a la que llamaron inicialmente Talleres Gráficos de Librería Madero, luego conocida simplemente como Imprenta Madero, ubicada en ese entonces en la calle de Amberes y que luego se trasladó a la colonia del Valle en Aniceto Ortega.
La Imprenta Madero se convirtió así en un espacio de experimentación gráfica para todas las personas involucradas en ésta, entre ellas José Azorín y los hijos de Tomás Espresate (Neus, Jordi y Quico). En 1954, Rojo inició su colaboración formal asesorando en la selección de familias tipográficas que adquirirían, y posteriormente con la propuesta de diseños diferentes a los que se utilizaban en la época: composiciones tipográficas, fotografías de alto contraste, troqueles y barridos de color en las impresiones.
Vicente Rojo era un artista que tenía varios proyectos a la vez, por lo que sus distintos trabajos confluyen en las mismas etapas, y resulta difícil abordarlo de forma cronológica. Sin embargo, a la par que continuaba sus colaboraciones con la Imprenta Madero, también siguió trabajando en México en la Cultura para el diario Novedades, Rojo empezó a conocer también a los escritores de su propia generación, con quienes le fue un poco más sencillo entablar conversación: Carlos Fuentes, Elena Poniatowska, Jorge Ibargüengoitia, por ejemplo; así como Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco, quienes eran más jóvenes.
Esta última relación fue también fundamental para su trabajo en la Imprenta Madero, en donde se le encargó la realización de ediciones especiales para sus clientes y amigos, libros experimentales en los que trabajó “con la complicidad anónima de José Emilio Pacheco”, a decir del mismo pintor.
La labor de Vicente Rojo en las publicaciones culturales continuó por varios años más, a pesar de que él quería retirarse por completo del diseño gráfico para dedicarse solamente a la pintura. Fue director artístico de La Cultura en México, para la revista Siempre!; de la revista Artes de México (fundada por él); y colaboró con el diseño de portadas o como director artístico de la Revista de la Universidad de México, la Gaceta del Fondo de Cultura Económica, la revista Vuelta, Artes Visuales y Nuevo Cine.
En todas ellas, las premisas fueron siempre las mismas: propuestas que requirieran pocos recursos técnicos: con pocos elementos, para conseguir sobriedad y elegancia, pero al mismo tiempo con un estilo propio.
Diseño editorial y libros:
Desde finales de la década de los cincuenta, Vicente Rojo tuvo otro encuentro fundamental. El director del Fondo de Cultura Económica, Arnaldo Orfila Reynal, le encargó varias portadas pues buscaba modernizar el aspecto de los libros del Fondo. Vicente Rojo diseñó así las portadas de varios títulos de la Colección Popular.
Fue en este mismo espacio que conoció a Joaquín Diez Canedo, con quien colaboró posteriormente con la editorial Joaquín Mortiz, principalmente en la Serie del Volador. En esta colección, diseñó numerosas portadas, iniciando por La feria de Juan José Arreola, para la que realizó 80 viñetas distintas. Después de este título, las colaboración continuó por varios años y numerosas portadas más.
Al trabajar como diseñador externo, tuvo la oportunidad de colaborar con numerosos proyectos, como la célebre portada para Cien años de soledad, solicitada por el propio Gabriel García Márquez para la editorial argentina Sudamericana.
En 1959, se dio sin duda uno de los eventos fundamentales, también relacionado con la Imprenta Madero: la fundación de Ediciones Era. Vicente Rojo propuso en ese momento a José Azorín y a los hijos de Tomás Espresate (de quienes finalmente sólo continuó Neus) la creación de una editorial que pudiera imprimir libros en los ratos en que las máquinas estaban inactivas. Fue el mismo Tomás quien pidió como condición que se involucraran solamente las personas jóvenes, por lo que formaron el nombre con las iniciales de sus apellidos: Espresate, Rojo y Azorín.
Sobre esta etapa, Rojo menciona: “Por razones lógicas, en Era he realizado la que considero mi obra más personal”5. La editorial, que en sus inicios comenzó con la publicación de textos de amigos, como Fernando Benítez, en poco tiempo se convirtió en una importante casa editorial en la que publicaron sus libros muchos de los escritores más importantes de la época.
Desde 1960, Vicente Rojo dio una identidad gráfica a Era, que sólo fue posible gracias a la libertad creativa, por una parte, y al apoyo técnico de quienes trabajaban en la Imprenta Madero. Destacan las portadas icónicas de libros como Aura de Carlos Fuentes, El coronel no tiene quien le escriba de García Márquez o Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco, así como para el resto de sus libros, también publicados en la misma editorial.
La editorial no sólo tuvo una fuerte resonancia gracias al trabajo visual de Vicente Rojo, sino que también fueron incorporando a su catálogo a las escritoras y escritores más importantes de la época. En 1969, Elena Poniatowska publicó Hasta no verte Jesús mío, y posteriormente siguió publicando sus libros posteriores. Sergio Pitol, Carlos Monsiváis y Juan García Ponce también publicaron en esta editorial sus primeros libros. Fue así como Ediciones Era se consolidó como una de las casas editoriales independientes más importantes no sólo de México, sino de la industria hispana.
Desde mediados de los años setenta, Vicente Rojo comenzó a abandonar el diseño gráfico y editorial paulatinamente, para dedicarse de lleno a la pintura, y aceptando únicamente colaboraciones esporádicas.
En 1984 renunció también a la dirección artística de la Imprenta Madero —en donde había dejado ya una escuela importante— poniendo fin a una época fundamental para el diseño mexicano. Sin embargo, continuó con algunas tareas en Ediciones Era, de donde además fue miembro del consejo editorial hasta 1995.
La huella de Vicente Rojo en los libros es enorme: gran parte de las editoriales y colecciones más importantes de la época mantuvieron algún nexo con el artista. Mientras sobre la Generación de la Ruptura, Vicente Rojo ha dicho que “nunca fue un grupo, éramos amigos, nunca hubo un manifiesto. Cada uno hacíamos nuestro trabajo a nuestra manera”, en la faceta editorial los nexos son mucho más cercanos o al menos evidentes, y no sólo en el sentido de amistad, sino justamente como un trabajo en equipo y conjunto.
La partida de Vicente Rojo el pasado 17 de marzo ha dejado una herida en la comunidad cultural, pues a pesar de esa timidez característica fue siempre un personaje abierto a colaborar en nuevos proyectos y abrir camino para las nuevas generaciones, como otros lo hicieron para él. EP
1 En el libro Vicente Rojo. Diseño gráfico, el propio Rojo admite que fue gracias a que Gamboa era un importante museógrafo que dio peso también a la identidad gráfica de esta labor, “fue por lo tanto el primer funcionario cultural en México que dio al diseño gráfico un lugar destacado”.
2 Rojo, Vicente, “Miguel prieto, sus lecciones”, en Miguel Prieto. Diseño gráfico, 2000, Ediciones Era, p. 52.
3 Rojo, Vicente, en Vicente Rojo. Diseño gráfico, 2007, El Colegio Nacional-Universidad de las Américas-Ediciones Era, p. 56.
4 Rojo, Vicente, en Antigua Madero. Librería: el arte de un oficio, 2012, La Caja de Cerillos Ediciones, p. 54.
5 Rojo, Vicente, en Vicente Rojo. Diseño gráfico, p. 96.