Daniel Hurtado reseña la primera novela de Zel Cabrera, «Cómo pesa el silencio de los muertos», una historia que desafía las convenciones de la novela negra.
La ruptura del mecenazgo en la cultura mexicana: una lectura desde la novela negra contemporánea en Cómo pesa el silencio de los muertos
Daniel Hurtado reseña la primera novela de Zel Cabrera, «Cómo pesa el silencio de los muertos», una historia que desafía las convenciones de la novela negra.
Texto de Daniel Hurtado 26/02/24
Cómo pesa el silencio de los muertos (Editorial Gato Blanco, 2023) es la primera novela de Zel Cabrera (Guerrero, 1988). Algo sorprendente para quienes estábamos acostumbrados a la potencia y cesura de sus versos (La jacaranda en medio del patio, 2018; La arista que no se toca, 2018; Cosas comunes, 2019; Perras, 2019). Es evidente cuando una escritora se toma su oficio como prioridad, como algo serio y, por supuesto, como alguien que no se refugia en la comodidad.
Resulta interesante que un género aparentemente inexplorado en su camino literario la hiciera finalista con esta obra en el Premio Nacional de Novela Negra “Una vuelta de tuerca” 2022. Es ineludible que la poeta está inmersa, porque desde el título y el epígrafe que le dan nombre se visibiliza un diálogo con José Watanabe, en particular el poema “Informe para mi hermano muerto en la infancia” del libro Álbum de familia (1971): “A veces pesa mucho el silencio de los cipreses y los muertos” y es ese garbo, pienso, una gran carta de recomendación en la escritura.
La historia de Viridiana, periodista cultural, representa a muchas mujeres que deciden romper el paradigma de la tradición. Mujeres fuertes que van contra corriente y toman sus propias decisiones a pesar de lo que eso conlleve. Mujeres independientes que emplean el lenguaje a su antojo, que abren su camino profesional con sus propios medios, aun con el miedo latente a ser bloqueadas por rechazar el apoyo de algún hombre. Ellas han hecho frente a la falta de equidad en un país como México, donde las posibilidades de quienes lidian con jefes como Sebastián, que aparece ciego ante sus competencias laborales; o de otros hombres como Rafa, quien también obstaculiza su vida al intentar “salvar su destino”. Ellos son en realidad un problema con mayor repercusión que el mismo narcotráfico:
Haciendo memoria, quizá nuestra relación acabara por quebrarse desde la vez que no acepté renunciar el periódico y hacerme cargo de una de sus galerías principales. Qué iba a saber yo de dirigir un sitio como ese, le dije. Además no quería deberle favores y que después se los quisiera cobrar de otros modos. Hacía mucho que le había perdido el gusto a acostarme con él y tener que fingir que aún me atraía físicamente, o incluso emocionalmente, era algo a lo que no estaba dispuesta.
No estaba en mis planes cambiar de vida por un empleo que requería vestirme de traje sastre todos los días y andar en tacones. Así que decliné la oferta sabiendo que Rafa lo tomaría como un desplante imperdonable y se alejaría de mí sin decir mucho. Era muy orgulloso para reclamar o hacer reproches, su manera de mostrar desprecio sería simple: alejarse y hacerse como que no me conocía.
Haré énfasis en el caso del personaje de Viridiana, debido a que, aunque rechazó la propuesta de Rafael, decidió salvar a otro personaje por elección y amor, este es, Horacio Saavedra, director de inteligencia del Departamento de Policía de Cuernavaca:
─Me vale madre, Rebeca. Ya pensaré en algo, pero el tiempo está corriendo y cada minuto que pasa es uno menos para salvarlo. No me voy a quedar con los brazos cruzados sabiendo que puedo hacer algo.
Rebeca suspiró profundo y se levantó de la silla.
─Está bien, vamos a hacer lo que putas quieres, aunque nos cargue la verga, pero al menos hay que tener un plan antes de salir como pedo de ángel.
Acepté.
Existe una constante de mujeres poderosas, ya sea con medios económicos o riquezas de otro tipo, como en el caso de Viri, la de carácter cultural, que deciden ser una suerte de mecenas por amor y que, al contribuir a sus “amados” ellos, tiempo después las desechan. Algunos ejemplos: Antonieta Rivas Mercado hizo grande a José Vasconcelos, Colette a Maurice Gauthier, la misma Silvya Plath a Ted Hughes, Rosario Castellanos a Ricardo Guerra, Elena Garro a Octavio Paz, Tita Valencia a Juan José Arreola, Marcela Lacub a Strauss-Khan. Recordemos también a las mujeres de las puellae doctae del Renacimiento español, a quienes nadie cuidó que su trabajo se conservara.
Dentro de las características formales de la novela negra, destacan detectives privados, policías, gansters, mujeres fatales, jueces, periodistas y políticos corruptos y otros personajes llenos de luces y sombras. En una entrevista para Confabulario con el periodista y escritor Juan Camilo Rincón, Zel Cabrera nos habla de escribir novela negra desde la ternura, rompiendo muy a su estilo con las normas impuestas:
En esta historia Viri se enamora, acompaña levantamientos de cuerpos sin vida, lidia con exnovios engreídos y machistas, fuma con su amiga Rebeca para avivarse y nos va enseñando cómo es la vida más llevadera gracias a los chispazos de “poesía involuntaria” que aparecen por ahí. Viridiana es una de tantas mujeres que encuentran en la amistad y el amor la posibilidad de redimirse y, por qué no, hacer algo de justicia en un mundo de violencias.
A sus 36 años, Cabrera ha logrado romper con un tema vigente en la literatura y las artes desde tiempos remotos: mujeres que hacen grandes a hombres por amor revirtiendo el papel y los roles de género establecidos históricamente por una sociedad machista y heteropatriarcal. Hay algo de La guerra no tiene rostro de mujer (1983) de Svetlana Aleksiévich en esta novela negra: la fórmula común es invertida de manera formidable ya que son Viridiana y Rebeca quienes salvan a Horacio de las manos del narco. EP